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La interpretación de Julianne Moore en la película Siempre Alice, por el que recibió el Óscar, ha llamado la atención sobre los casos de alzhéimer más precoces. Pero, como señala la neuróloga, "hay que saber diferenciar entre alzhéimer de inicio precoz o temprano y alzhéimer familiar". En el primero se habla de personas que son diagnosticadas antes de los 65 años, pero en las que no hay un factor familiar o genético. "Se manejan unas cifras que sugieren que el 10% de los casos de esta enfermedad son esporádicos o de inicio temprano, pero en realidad hay poca casuística". Y en cuanto al alzhéimer familiar, afecta a menos del 1% de los casos de alzhéimer y en muchos está relacionado con alteraciones en tres genes: beta amiloide, preselinina 1 y 2.
Todos los diagnósticos de alzhéimer son como una 'bomba', pero si se hacen en personas menores de 65 años el impacto sobre la vida es mucho mayor. "Hablamos de personas en plena actividad laboral", señala. Además, cuando se presentan los primeros síntomas -disfunción ejecutiva, pérdida de memoria...- "el daño neuronal ya se ha producido", reconoce la neuróloga del Hospital Clinic de Barcelona. Los estudios estiman que el deterioro a nivel cerebral se ha producido al menos dos décadas antes de que aparezcan los primeros síntomas. PRIMEROS SIGNOS Al alzhéimer se le ha llamado la 'epidemia silenciosa' porque no produce síntomas o, mejor dicho, cuando aparecen los primeros signos ya se ha producido daño cognitivo. Aun así, señala la investigadora, hay que estar alerta. Algunos de estos síntomas, según la Asociación Americana de Alzhéimer, pueden ser: - Cambios de memoria que dificultan la vida cotidiana Una de las señales más comunes del alzhéimer, especialmente en las etapas tempranas, es olvidar información recién aprendida: se olvidan fechas o eventos importantes, se pide la misma información repetidamente, etc. Sin embargo, olvidarse de vez en cuando de nombres o citas pero acordándose de ellos después es algo propio de la edad. - Dificultad para planificar o resolver problemas Algunas personas experimentan cambios en su capacidad de desarrollar y seguir un plan o trabajar con números o pueden tener problemas en concentrarse. - Problemas para desempeñar tareas habituales en la casa, en el trabajo o en su tiempo libre Muy a menudo se les hace difícil completar tareas cotidianas. A veces pueden tener dificultad en llegar a un lugar conocido, administrar un presupuesto en el trabajo o recordar las reglas de un juego conocido. - Desorientación de tiempo o lugar Se olvidan las fechas, estaciones y el paso del tiempo. Pueden tener dificultad en comprender algo si no está en proceso en ese instante. Es posible que se les olvide a veces dónde están y cómo llegaron a ese lugar. - Problemas con el uso de palabras en el habla o lo escrito Problemas en seguir o participar en una conversación. Es posible, también, que paren en medio de una conversación no sepan cómo seguir o que repitan mucho lo que dicen. Puede ser que luchen por encontrar las palabras correctas o el vocabulario apropiado o que llamen cosas por un nombre incorrecto. - Cambios en el humor o la personalidad El humor y la personalidad de las personas con alzhéimer pueden cambiar. Pueden llegar a ser confundidas, sospechosas, deprimidas, temerosas o ansiosas. Se pueden enojar fácilmente en casa, en el trabajo, con amigos o en lugares donde están fuera de su ambiente. Es importante conocer algunos de los síntomas porque, como reconoce Raquel Sánchez, "al no ser habitual la enfermedad por debajo de los 65 años, en muchas ocasiones se retrasa el diagnóstico", y se pierde así un tiempo importante para iniciar el tratamiento. La experta recomienda que ante «un problema de memoria» se debe acudir al médico de atención primaria para descartar y, si los problemas cognitivos persisten, realizar una "valoración neurológica" a cargo de un especialista. ¿AHORA QUÉ? ¿Y si el diagnóstico el positivo? "Una vez que se confirma el diagnóstico de alzhéimer hay que hablar del pronóstico y del tratamiento". Y en este caso, añade, debemos preparar a la "familia de lo que supone la enfermedad" y tratar, con los fármacos disponibles, que "la enfermedad no progrese". Para ello existen actualmente muy pocos medicamentos autorizados en España: inhibidores de la colinesterasa, como donepezilo (Aricept), rivastigmina (Exelon y Prometax), y galantamina (Reminyl), o, en los casos de alzhéimer de moderada a severa, la memantina (EBIXA), que trabaja regulando la actividad del glutamato, un mensajero químico diferente que juega un papel en el aprendizaje y la memoria. En el horizonte, afirma la experta, se vislumbran nuevos medicamentos dirigidos hacía la vía de la proteína amiloide, de la proteína tau o hacia otros neurotransmisores, la inflamación o el estrés oxidativo, que tratan de "modificar el curso de la enfermedad", añade. COSA DE FAMILIA El alzhéimer familiar, el tipo de enfermedad que se representa en la películaSiempre Alice, puede afectar a 1 cada 500-1000 pacientes, aunque, según Raquel Sánchez del Valle, "no hay estudios bien hechos". A diferencia de los otros casos de alzhéimer, se presentan antes de los 30 o 35 años, lo que hace a la enfermedad todavía más devastadora. Por eso se investiga en tratar de "retrasar el deterioro en estas personas". A pesar de que no hay tratamientos preventivos aprobados, algunos ensayos clínicos, como en el que participa el equipo de Sánchez del Valle del Hospital Clinic de Barcelona, tratan de "retrasar y, si es posible, evitar la enfermedad". Desarrollado con personas con antecedentes familiares de alzhéimer (padres, hermanos...) pero sin síntomas, los investigadores evalúan si una anticuerpos antiamiloide para eliminar la presencia de esta proteína en el cerebro de estas personas. En una segunda fase, "si funciona la primera", añade la neuróloga, "se valoraría si eliminar la proteína amiloide retrasa el inicio de la enfermedad". Autor: R.I. |
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Así lo ha asegurado a Efe Luís Martínez, neurobiólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), tras concluir el análisis de un experimento con ratas que ha cambiado las conclusiones sobre los efectos de la realidad virtual en la percepción biológica. Hasta hace unos meses los expertos pensaban que el impacto de la experiencia virtual era exactamente el mismo al de la realidad y que las personas actuaban de la misma manera en ambos casos.
Sin embargo, según Martínez, el experimento llevado a cabo recientemente por Mayank Mehta en la Universidad de Los Ángeles (Estados Unidos) ha abierto las miras hacia un nuevo planteamiento. Esa prueba se sirvió de ratas de laboratorio para comparar su comportamiento al recorrer dos laberintos idénticos, uno natural y otro virtual. Los resultados evidenciaron que la actividad de las ratas fue exactamente 'imitado', pero que la actividad en su hipocampo -la parte del cerebro que controla la memoria- variaba: mientras las ratas crearon mapas cognitivos para recorrer el laberinto real, en el virtual esos campos no existían. El estudio ha sido publicado en Nature Neuroscience. "Es algo muy llamativo, porque los animales percibían que no estaban inmersos en un ambiente natural y por tanto, las células cerebrales que codificaban el mapa cognitivo espacial pasaron a codificar el tiempo de navegación, como si la única variable relevante en el ambiente virtual fuese el tiempo empleado y no el espacio a recorrer", ha indicado Martínez. Este ha sido el primer artículo científico que demuestra una diferencia de comportamiento entre un ambiente virtual y uno natural, pero Martínez ha añadido que todavía es pronto para conocer cuál es el mecanismo por el que el cerebro consigue distinguir ambas realidades. Respecto a las sensaciones provocadas en el individuo, Martínez ha asegurado que se puede llegar a sentir con una 'intensidad similar' a la experimentada en el mundo real, pero que en todo momento los sujetos son "conscientes de que viven una realidad virtual". Además, el experto del CSIC ha augurado que dentro de unos años los dispositivos de realidad virtual habrán evolucionado tanto que proporcionarán "experiencias realmente ricas y satisfactorias", que cada vez se emplearán para más aplicaciones de la vida cotidiana. Pedro Casado, responsable de la actividad investigadora de la Universidad Politécnica de Madrid, también se ha referido a este asunto al explicar a Efe que la primera premisa que debe cumplir una realidad virtual para percibirse como "casi real" es la de constituir una experiencia envolvente para el usuario. A diferencia del cine en 3D donde, a pesar de contener imágenes virtuales el usuario ve los planos que ha decidido alguien por él, en el mundo virtual "la experiencia es más satisfactoria cuando te envuelve y puedes elegir la perspectiva u objetos que ves". Según Casado, la calidad de la visualización también incide en la credibilidad de lo virtual pues "con unos píxeles del tamaño de puños es complicado engañar al cerebro, por muy involucrado que esté el usuario". Otro aspecto que ayuda a engañar la percepción humana son las sensaciones adicionales a la visualización, como el sonido o el movimiento. Esos añadidos hacen que la inmersión sea más 'perfecta' porque el cuerpo "complementa lo que ven los ojos", ha asegurado el experto. Por último, Casado ha insistido en que esa realidad virtual tiene que responder de manera instantánea a las acciones del usuario, para semejarse al mundo real en el que el cerebro no debe esperar a que "se carguen los gráficos". Autor: María Verdú |
"Los resultados son excepcionales", apunta Pedro Pérez Segura, de la Sociedad Española de Oncología Médica y especialista en tumores cerebrales. El trabajo -un ensayo clínico con 12 pacientes- lo han desarrollado investigadores delDuke Cancer Institute y lo publica la revista Nature.
El hallazgo se enmarca en las estrategias que pretenden estimular las defensas del propio cuerpo para combatir los tumores, la llamada inmunoterapia, un abordaje que se ha convertido en la última frontera contra la enfermedad y que ha comenzado a llegar a los pacientes, en especial, a los afectados por melanoma avanzado. Distintos trabajos han mostrado resultados alentadores también en algunos tumores de pulmón y riñón, o vejiga y cérvix. A ellos se suma ahora el glioblastoma. Este último paso es especialmente relevante, apunta Pérez Segura. La terapia convencional, basada en la combinación de cirugía, quimio y radioterapia ofrece una supervivencia media del 5% al cabo de los cinco años. Y los intentos que ha habido para combatir esta neoplasia por otras vías, como por ejemplo mediante terapias personalizadas, que tan buenos resultados han arrojado en otros tipos de tumores como el de mama, han fracasado. De ahí la esperanza que despiertan los resultados publicados por el grupo de la Universidad de Duke en glioblastoma. La investigación parte de estudios previos que habían detectado un curioso fenómeno. Existe un tipo de virus muy común en buena parte de la población (el citomegalovirus, CMV) que siente una especial atracción por los glioblastomas, de forma que su tendencia natural es hospedarse en este tejido neoplásico. Esta circunstancia, que aún carece de explicación científica, abre una atractiva vía para atacar el tumor: si se pueden dirigir las defensas del cuerpo contra el virus, al enfrentarse a este patógeno, combatirán también el tejido maligno. Para sacar provecho de esta estrecha relación virus-tumor, los investigadores acudieron a unas células del sistema inmune, las células dendríticas, que tienen un papel clave en el inicio de la respuesta defensiva del cuerpo. Su función consiste en encontrar patógenos y, una vez identificados, desplazarse a los ganglios, donde entrenan a los linfocitos a combatir el patógeno que han identificado. El equipo de la universidad de Duke desarrolló un procedimiento para asegurarse de que estas células identificaran al virus CMV y fueran capaces de organizar la respuesta de las defensas contra el patógeno y el tumor. Manipularon células dendríticas en el laboratorio y las expusieron al virus CMV con un objetivo: que al inyectarlas en el torrente sanguíneo, acudieran a los nodos linfáticos y activaran la fabricación de linfocitos capaces de atacar el virus y, por ello, también al tumor. Todo este recorrido arrojó un resultado modesto. Había reacción inmunitaria por parte de los linfocitos, pero limitada. Los investigadores buscaron cómo potenciar la respuesta defensiva. Pensaron en una vacuna segura, eficaz, suficientemente probada que pudiera estimular tanto la producción como la agresividad de los linfocitos. Y lo intentaron con la del tétano y la difteria. Para comprobar sus efectos, se seleccionó a un grupo de 12 pacientes. A la mitad les administró un placebo; a los seis restantes la vacuna. Y un día después se sometieron a la inmunoterapia con células dendríticas. Los resultados fueron sorprendentes. En el primer grupo se observó un notable incremento de la supervivencia: vivieron entre 57 y 100 meses (de 2,3 a 4,1 años). Uno de estos pacientes incluso sigue vivo ocho años después y sin crecimiento tumoral. La supervivencia del otro grupo se situó en torno a los 11,6 meses. "Ni de lejos se habían conseguido cifras como estas", comenta Pérez Segura, quien considera que el trabajo sirve como prueba de concepto de que la estrategia es adecuada. "Ahora falta ver qué sucede en un ensayo clínico de mayor envergadura", añade, "estoy convencido de que [los investigadores] ya están en ello". Y no se equivoca. "Estamos proyectando estudios de mayor escala para confirmar los resultados", ha expuesto Duane Mitchell, actual director del programa de inmunoterapia aplicada a los tumores cerebrales de la Universidad de Florida y uno de los autores del trabajo. Autor: Jaime Prats |