Medellín
Javier Sulé
20 Enero 2011
La metamorfosis de una ciudad
Delincuentes, guerrilleros, paramilitares y narcotraficantes consiguieron convertir a la segunda ciudad de Colombia en la más violenta del mundo. Pese al actual nuevo repunte de la violencia, el estigma del narco Pablo Escobar se diluye y la capital de la región de Antioquia ha sufrido una transformación asombrosa. Dinámica, moderna, audaz, creativa, valiente y competitiva, esta urbe apuesta en los últimos años por la educación, la cultura, la modernización del transporte y el urbanismo para combatir las todavía muchas desigualdades sociales existentes y el flagelo de la violencia.
Cerca de un centenar de cabinas de teleférico ascienden como insectos gigantes sobre los tejados de las humildes casas de cemento y ladrillo incrustadas en la ladera de la zona nororiental de Medellín hasta el barrio de Santo Domingo. Ochenta y nueve cabinas más hacen lo propio en la zona noroccidental de esta ciudad para llegar de forma inverosímil al barrio de La Aurora. Parece ciencia-ficción. En ambos casos, se trata de un revolucionario sistema de transporte público, más propio de unas pistas de esquí suizas que de una población colombiana, que ha cambiado el perfil de la segunda ciudad de Colombia. Los 2 metrocables movilizan diariamente unas 25.000 personas que ahora pueden desplazarse por todo Medellín con rapidez y comodidad, conectando con la línea ordinaria de metro —la única que funciona en todo el país— ahorrando tiempo y dinero. El metrocable integró, al menos en infraestructura, las dos realidades de Medellín; la de la ciudad pujante y próspera y la de los barrios populares que buscan una vida digna todos los días.La ascensión en metrocable por una orografía imposible, ya sea a Santo Domingo o a La Aurora, es todo un espectáculo y una atracción turística en sí misma. Arriba, las vistas que se ofrecen de todo Medellín son soberbias. Desde las alturas, dentro de la cabina, se observan los quehaceres diarios de la vida de los barrios más humildes de la ciudad, aquellos que más han sufrido las consecuencias del conflicto armado y la violencia. En la subida a Santo Domingo, el viaje nos acabará descubriendo, además, una sorprendente estructura arquitectónica en forma de 3 grandes rocas que coronan prácticamente la cima del barrio. Es el Parque Biblioteca España, otro de los orgullos de la ciudad y que fue inaugurado por los reyes de España en marzo de 2007 coincidiendo con el Congreso de la Real Academia de la Lengua celebrado aquí.
Violencia en las calles
Esperanza Jerez llegó al barrio Juan XXIII cuando era una niña. Hoy bendice la llegada del metrocable, pero se muestra preocupada porque tras unos años de calma volvió a repuntar la violencia en sus calles: “No vaya solo para allá que sale patas arriba —me advierte—. Ayer por la noche tuvimos tremenda balacera”.
Ciertamente, pocos en Medellín quisieran volver a revivir tiempos pasados que creían ya superados. En 1991 se produjeron aquí 6.349 homicidios (una tasa de 381 por cada 100.000 habitantes). Los números apuntaban a una dolorosa evidencia: era la ciudad más violenta del mundo. Entre enero de 1992 y abril de 2002, 42.393 personas perdieron aquí la vida. Cifras equivalentes a las de una guerra. Y es que, en realidad, se trataba de una guerra. El narcotráfico, con sus estructuras armadas y su forma expeditiva de resolver los conflictos, la incursión de milicias guerrilleras y finalmente la presencia de un orden paramilitar y la consolidación de bandas de delincuentes se adueñaron de Medellín. El crimen organizado encontró en el Cartel de Medellín y en el capo Pablo Escobar su más visible y tenebrosa expresión. El miedo y la muerte se instalaron en toda la ciudad. Tras la caída de Escobar, se produjo una fragmentación del negocio. Años más tarde se iniciaron exitosos procesos de desarme y desmovilización de grupos milicianos, pero a finales de los 90 llegaron los paramilitares para poner de nuevo a la ciudad en una senda de criminalidad escalofriante.
El proceso de desarme
Tras el shock inicial, Medellín comenzó a plantar cara al miedo y al terror, a buscar nuevos lenguajes y conceptos para entender su propia realidad y a redefinir un proyecto de ciudad capaz de superar la violencia.
La Iglesia, ONG, empresarios, organizaciones comunitarias y una nueva generación de políticos promovieron ideas novedosas en las cuales se dio énfasis a conceptos como derechos, equidad, participación, vida, solidaridad, oportunidades, transparencia, cultura o educación. Frente a esa violencia que persiste, Medellín ha experimentado en los últimos años una transformación espectacular. La ciudad ha sido capaz de generar un gran número de programas urbanísticos, educativos, sociales y culturales altamente innovadores que han ayudado a mejorar la calidad de vida de sus ciudadanos y que, a la vez, la han convertido en una ciudad moderna y competitiva. Su gran reto de construir equidad con el fenómeno del narcotráfico de fondo no parece fácil, pero las 2 últimas administraciones municipales han destinado el 40% del presupuesto a educación.
A partir de 2003, los homicidios bajaron espectacularmente, por debajo de los 800 muertos anuales. El controvertido proceso de desarme y desmovilización del principal grupo paramilitar que operaba en la ciudad fue para muchos el principal factor de la disminución de esa violencia. Sin embargo, en estos últimos 3 años la violencia ha vuelto a repuntar; 1.044 muertos en 2008, 1.299 en 2009 y 1.430 hasta finales de agosto de 2010. El gobierno municipal atribuye el aumento de homicidios a una cruenta disputa interna por el control del negocio del narcotráfico. Para las ONG de derechos humanos, se ha producido un rearme paramilitar asociado al narcotráfico. Se estima que existen 360 grupos y bandas, muchas ligadas al narcotráfico y al paramilitarismo.
Diseño y cultura
Como otras ciudades, Medellín ha querido reinventarse colocándose en la vanguardia del diseño y la arquitectura para lo que ha construido o restaurado nuevos y emblemáticos edificios, y rediseñando plazas y espacios públicos. El metrocable, la Biblioteca España, el parque científico interactivo Explora, el jardín botánico o el parque de los deseos son ahora los nuevos símbolos de una ciudad que se perfila, además, como un foco de innovación tecnológica y como destino de eventos y congresos internacionales. Pero en los barrios se siguen reclamando oportunidades, porque el urbanismo social, esas grandes obras que hoy se ven en zonas pobres, no alcanzan para cambiar la realidad. La ciudad tiene índices de pobreza del 55% y un problema serio de desplazamiento forzado por la guerra de personas que llegan de otras zonas del país en la más absoluta miseria.
Ubicada en el noroccidente de Colombia, en la cordillera central de los Andes, la silueta de Medellín vista al atardecer desde lo alto recuerda a la de un estadio de fútbol. En sus gradas, las laderas de las montañas que envuelven el Valle del Aburra, vive el 65% de sus casi tres millones de habitantes. Una aparente calma cotidiana recorre laderas, barrios y comunas (distritos). La vida en Medellín transcurre como en cualquier otra ciudad. La gente se ha apropiado de los parques, de los nuevos espacios públicos, todo bulle en su habitual caos organizado. Miles de escolares con sus pulcros uniformes invaden las aceras, los vendedores ambulantes ofertan todo tipo de comidas y la actividad comercial es intensa. Sorprende el ambiente bullicioso y creativo de los barrios populares. Aquí abundan los grupos de rock y de rap que claman contra las injusticias, centenares de grupos de teatro, de poesía, de capoeira y otras muchas expresiones culturales y sociales que quieren construir otras opciones de vida y cambiar referentes alejados de la violencia.
Los paisas (nombre de los lugareños) tienen además bastantes cosas de las que presumir de su ciudad y no pierden oportunidad de hacerlo. Presumen de tener la colección pública más importante de su artista más universal, Fernando Botero; de ser la abanderada de Latinoamérica en trasplante de órganos; de celebrar la pasarela internacional de moda más importante de Sudamérica tras la de Sao Paulo; de contar con una red de bandas y orquestas juveniles, integradas por más de 3.000 jóvenes de barrios populares, de la que ha nacido una orquesta sinfónica que ha recorrido medio mundo; de ser una de las capitales del tango y el lugar donde murió Carlos Gardel; de tener, dicen, las mujeres más guapas de Colombia y el artista musical latino más importante: Juanes. Y de ser también un laboratorio de paz que puede enseñar al mundo decenas de experiencias para dejar atrás la violencia.
Desde la alcaldía y los sectores empresariales están empeñados en darle la vuelta al estigma que les dejó Pablo Escobar y sus esbirros para consolidarla como una marca y un destino. En estos últimos años la ciudad avanza con paso firme hacia su internacionalización definitiva. Hoy Medellín quiere ser más reconocida por sus logros en educación, medicina, movilidad, espacio público y turismo, que por un nuevo conflicto que, confían, será pasajero.
LÍDER EN TRASPLANTES El impacto de la violencia extrema que vivió Medellín ha repercutido de forma directa en la medicina y en las prácticas médicas de sus hospitales, que hoy tienen un gran prestigio en América Latina por su amplia experiencia en todo tipo de trasplantes. Paradójicamente, la misma violencia que ha causado tantas muertes, también ha permitido salvar muchas vidas gracias a los donantes potenciales. En la ciudad y en la región existe también una fuerte cultura de la donación. Curiosamente, cuando la tasa de homicidios bajó, el sistema de trasplantes se mantuvo y el período de espera de órganos siguió siendo corto. La tasa de 40 donantes por cien mil habitantes de Medellín es una de las más altas del mundo. Cuando Medellín vivía bajo el yugo de Pablo Escobar y los narcos, el Universitario San Vicente de Paul fue prácticamente un hospital de guerra que atendía toda la violencia de la ciudad. Cuando ésta empezó a disminuir y nacieron otros hospitales, este centro pudo incidir mucho más en el tema de los trasplantes. Hoy es un referente de primer orden dentro y fuera del país y el pasado mes de junio realizó su trasplante de riñón número 4.000 en 37 años. No ha sido el único logro en materia de trasplantes. En este mismo centro se realizó el primer trasplante de tráquea y el segundo de laringe del mundo, y también el primer trasplante de médula ósea de América Latina. A todos estos éxitos se suman también trasplantes de corazón, córneas, pulmones, hígado o páncreas. Hoy en día en Medellín se realizan un poco más de 200 trasplantes cada año. Por otro lado, la violencia que imperó en la ciudad durante años hizo que los especialistas en cirugía cardiovascular se especializaran en tratamientos para reparar las secuelas que provoca la alta incidencia de heridas en el corazón. |
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