El Servicio Nacional de Inventarios de Patrimonio (SeNIP), inaugurado en septiembre de 2011, se propone reunir en un solo portal toda la información de las colecciones de museos y los fondos documentales de la Argentina. El acceso público como objetivo final busca además generar conocimiento.
En el Museo Histórico Nacional, a fines del siglo XIX se creó el primer inventario de patrimonio cultural argentino. Allí, de puño y letra se anotaba cada una de las obras de arte, los objetos y documentos que formarían parte del relato nacional. Pasaron los años, se sumaron bienes culturales y las técnicas de registro de lo que hay fueron también evolucionando. En ese mismo edificio de Parque Lezama, en septiembre de 2011 se presentó el Servicio Nacional de Inventarios de Patrimonio** (SeNIP), un portal de Internet que aspira a reunir –con software nacional y criterios internacionales toda la información de bienes culturales argentinos.
Aunque la informatización del patrimonio ya existía (incluso antes de Internet), era frecuente que cada museo tuviera sus propias bases de datos, no compatibles unas con otras, y sólo accesibles a investigadores a través de un engorroso ejercicio de burocracia en diferentes organismos para dar quizás con la fecha de creación de una pintura o el fondo documental de un personaje histórico. La propuesta es que través del SeNIP, y desde cualquier lugar, se pueda consultar en detalle el patrimonio cultural argentino. “Las colecciones son públicas y este proyecto tiene como objetivo final hacerlas accesibles a todo el mundo, manteniendo niveles de seguridad y confiabilidad”, definió Claudia Cabouli, coordinadora general de la Dirección Nacional de Patrimonio y Museos de la Secretaría de Cultura de la Nación.
Desde su escritorio, Cabouli relata la historia detrás del proyecto SeNIP. Una historia que comenzó hace cinco años atrás, con el análisis del modo en que otros países trataban sus bienes culturales a la hora de inventariarlos. Así, analizaron el Smithsonian de Estados Unidos, los museos públicos de varios países de Europa y Latinoamérica y en principio tomaron el ejemplo de Chile. Decidieron que desarrollarían un software propio (de producción nacional), y en el camino advirtieron que no todos los bienes podían ser tratados de la misma manera. Así nacieron las dos primeras bases que conforman el SeNIP: CONar, para la gestión y el registro de colecciones de museos; y MEMORar, que alberga los fondos documentales históricos de museos en diferentes soportes, ya sea fotografías, textos, audiovisuales, etc.
CONar es más visual y atractivo. Con un solo clic se pueden ver fotos de las piezas que conforman las colecciones de los museos –incluso aquellas que el museo no exhibe de forma permanente, como la del Palais de Glace–, con información amigable de la obra: una auténtica visita virtual. Paula Zingoni es la responsable del equipo de trabajo que para la fecha de lanzamiento había cargado 7000 piezas de las colecciones a la base de datos y antes del brindis de fin de año ya había llegado a las 69 mil. “Lo que el usuario ve es sólo parte de la información que manejan los museos, que va desde el número de flete si salió a una exposición temporaria o un aviso a Interpol si la obra fue sustraída”, explica Zingoni la utilidad extra del proyecto. Porque además de un fuente de información es un software de gestión documental, una herramienta que reúne toda la información en una sola base y con solo ejecutar el comando “imprimir” le
permite al personal de museos tener un informe de inventario o un catálogo.
Los que ingresan a MEMORar no van a ver fotos y, sin embargo, pueden llevarse grandes sorpresas. Porque toda la información que el sitio recopila, por razones de conservación y seguridad, no estaba disponible al público. “Hay muy pocos documentos exhibidos, no cualquiera puede tener acceso y a través de MEMORar el usuario va a poder leer las cartas de San Martín, Mitre o Urquiza”, explica Malvina Porto, responsable del equipo que tiene la faraónica tarea de hacer el inventario, la gestión y el control de los fondos documentales. “Siempre pongo el ejemplo de Borges: si querés saber por qué en el 50 escribió un libro en el que estaba melancólico y triste, que no era la característica de su producción literaria, buscando documentación de Borges del 45 al 50 te va a permitir hacer una historiografía de qué le pasó. Ese es el criterio de los fondos documentales: se respeta el orden originario y el orden de producción, siempre por el
productor, siempre de acuerdo a normas archivísticas internacionales”.
A pesar de los números, el proyecto atraviesa una primera etapa en la que los bienes culturales informatizados provienen de los organismos nacionales que dependen de la Secretaría de Cultura, que son alrededor de 20, cuando en el país hay más de 1000 museos y reparticiones que dependen de otras jurisdicciones y a los que, en una segunda etapa que se inicia en 2012, invitan a participar. Como el SeNIP tiene la propiedad del software, está habilitado para cederlo a otras instituciones de manera gratuita, a lo que se suma la capacitación del personal y el seguimiento durante el período de informatización de los bienes de cada institución, para así acrecentar el caudal de información.
“Nosotros tenemos la responsabilidad de hacer el registro de los bienes culturales que están dentro de la Secretaría de Cultura y además fijar políticas para el resto del país”, explica Claudia Cabouli, que ya vislumbra para el futuro sumar a SeNIP el registro de fondos bibliográficos históricos y otro de patrimonio inmaterial. Pero los próximos pasos en concreto son expandir el modelo a todo el país. “Es voluntario y ya hemos recibido pedidos de universidades y museos de otras jurisdicciones, pero nos gusta ser cautelosos porque el que se adhiere también se compromete a brindar información de calidad, a completar la tarea, a no utilizar la información con fines comerciales, porque el objetivo es el acceso público”.
Abierto y dinámico, el proyecto habilita en su etapa actual varias alternativas. Además del acceso público –a través de la Web, que es de fácil navegación y la gestión de los bienes, permite el cruce de información en un ejercicio que propone un paraíso para los historiadores, curadores de arte y cualquier investigador que esté en la búsqueda de generar conocimiento. “El registro de inventarios es un trabajo que no para, muchos preguntan: ‘¿Y cuánto terminan?’ –revela Cabouli. Esto es ideológico y forma parte de la lógica del inventario: no se termina nunca, es un trabajo permanente. Porque el objetivo final es que todo lo que haya de patrimonio cultural que esté dentro de SeNIP”-.
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http://senip.gob.ar/Fuente:
http://www.revistaenie.clarin.com/ideas/tecnologia-comunicacion/SeNIP-Un-portal-publica-online-todo-el-patrimonio-cultural-argentino_0_625137687.html