Para el año 2050, el 80 por ciento de la población vivirá en ciudades. Arquitectos, gestores, ingenieros de todo el mundo se preocupan hoy de cuáles son los retos de estas grandes urbes. En una reciente charla sobre la forma de redefinir la ciudad contemporánea celebrada en la escuela de Arquitectura del IE University en Madrid, Nader Tehrani, profesor y jefe del departamento de Arquitectura del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts) explicaba que «la escala y la velocidad de crecimiento de las urbes no tiene precedente», mientras Yung Ho Chang, también del departamento del MIT, afirmaba que «donde tienen que centrar sus esfuerzos los arquitectos es en mejorar la calidad de vida de los residentes».
En esta división entre ciudades históricas y de nueva construcción, nacidas por los procesos migratorios de China o África, hay quienes predican una vuelta a la industralización del tejido urbano o una disgregación en núcleos aislados ante la posible falta de recursos. Desde una perspectiva más adecuada a urbes ya asentadas, como las europeas o americanas, la tecnología se presenta como una parte del diseño de la futura ciudad: «A través del diseño podemos abarcar otras facetas. La idea de sostenibilidad tiene su importancia sobre todo en las ciudades» dice el profesor Chang.
Las ciudades inteligentes o «Smart Cities» son una realidad palpable en desarrollos tecnológicos puntuales como centros unificados de emergencias, proyectos de participación ciudadana, etc. Falta, quizá, el salto cualitativo, pensar en la «Smart City» integral, donde la ciudad se llena de sensores que recogen datos para que un cerebro central (una Agencia de Ciudad Inteligente), al otro lado de las redes de comunicación, tome decisiones transversales sobre la mejor manera de gestionar en favor de los ciudadanos. Cuantos más datos, más posibilidades de eficacia y menor dispendio, algo que las tecnologías de monitorización y comunicación actuales ya ofrecen.
Proyectos y sensores
«Ya hay proyectos reales dentro y fuera de España, pero falta integrar, porque el mismo ciudadano votante es el que necesita una recogida eficaz de la basura, ahorrar costes en su factura o recargar su vehículo eléctrico. Una misma cámara de seguridad podría tener sensores de temperatura, etc. Ya no deberíamos hablar de ciudad del futuro sino del presente», explica Manuel Ausaverri, director de Smart Cities de Indra. La multinacional apuesta por este concepto integrador (en Lleida ha realizado un plan estratégico para desarrollar estos conceptos en un proceso integrado), para el que se requiere un cambio en el modelo de gestión, más colaboración público-privada –algo en lo que los expertos parecen estar de acuerdo– e inversiones iniciales que, en tiempos de crisis, se traducen en ahorros de costes y emisiones. «En iluminación pública se han verificado ahorros del 8 al 10 por ciento instalando luminarias de bajo consumo, accionando la luz sólo cuando hay tránsito y modernizando la instalación», detalla Ausaverri. Aunque son muchos los sectores donde la tecnología puede aportar: medio ambiente y energía, servicios urbanos y de movilidad, seguridad y participación.
En el tema de energía sobresale el proyecto 3EHouses, lanzado por la Comisión Europea, en el que participa la ciudad de San Cugat del Vallés, con colaboración de Gas Natural Fenosa, Indra y Promusa. Gracias a la instalación de sistemas domóticos y el uso de TIC (banda ancha de 50 Mb y protocolo ZigBee) se pretende reducir un 20 por ciento el consumo de los edificios participantes. Otra de las áreas en las que las compañías tecnológicas están trabajando son los contadores inteligentes, los mismos con los que los vecinos de 600 viviendas de San Blas (Madrid) están experimentado. Gracias a ellos controlan en tiempo real su gasto y personalizan sus servicios. O la futura integración del vehículo eléctrico -el último proyecto en marcha se ubica en Ponferrada, donde se está instalando una red de puntos de recarga–, en la red de distribución eléctrica e integrada con el uso de renovables. Otros puntos de aplicación son las zonas verdes, con el riego inteligente a través de sensores y la recogida de basuras sólo cuando los cubos estén llenos y no diariamente.
Algunos servicios ciudadanos ya están asentados, como el Centro integrado de Seguridad y Emergencias de la Comunidad de Madrid, en el que se integran en un mismo centro a todos los servicios de emergencias, incluso en situación de desastre. El control de tráfico está pasando de establecer las mejores rutas para coches a la lectura de matrículas y con ello, al control de los accesos al centro de las ciudades o de las sanciones. Poco a poco el espacio público se transformará en un espacio de realidad aumentada. «En el proyecto Sofía ya se ha desarrollado el protocolo de comunicación común», explica Ausaverri, para que el ciudadano, con un móvil, pueda recibir información en tiempo real de las paradas de autobús, de los monumentos o de los restaurantes más cercanos y de las opiniones que sobre éstos se vierten en las redes sociales, etc. El ciudadano mejora su calidad de vida también en los procesos administrativos. Un ejemplo conocido es el DNI electrónico o los trámites que ya se pueden hacer desde casa. El siguiente paso será el contacto directo del ciudadano con su administración más cercana, resolviendo sus dudas o comunicando incidencias o averías en su zona desde el ordenador de su casa.