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Entrevista a un virólogo: Antonio Tenorio, “Un virólogo de salud pública”
Dediqué el post anterior a comentar lo que me parece un magnífico trabajo el que ha realizado los editores de la revista Virología en su último número. Dije entonces que reproduciría en el blog uno de los trabajos publicados allí, el de la sección “Entrevista a un virólogo” (contando con el permiso de los editores) porque me parecía de interés su divulgación, y además, porque pienso que desde este medio puede llegar a más público (en particular los lectores que acceden por dispositivo móvil, para los que el formato ofrecido por la revista, pdf, no es muy “user friendly” en ese medio). Aqui lo tienen. Espero que les guste.
Virología |Volumen 17 – Número 1/2014 pp 69-74
Entrevista a un virólogo
Antonio Tenorio
“Un virólogo de salud pública”
Por Miguel Ángel Jiménez Clavero
Antonio Tenorio ha trabajado como virólogo de salud pública en el actual Centro Nacional de Microbiología (CNM-ISCIII) hasta que un proceso tumoral le apartó de sus responsabilidades. Durante los últimos años sus esfuerzos han ido dirigidos a impulsar la investigación en zoonosis víricas en España, en Europa y en Iberoamérica mediante el establecimiento de redes colaborativas multidisciplinares.
Miguel Ángel Jiménez-Clavero desarrolla su labor como virólogo en el Centro de Alta Bioseguridad del Centro de Investigación en Sanidad Animal (CISA), perteneciente al INIA. Su trabajo actual se centra en el diagnóstico y la vigilancia de las enfermedades víricas animales con alta capacidad de dispersión y/o especial virulencia, incluyendo zoonosis víricas emergentes transmitidas por vectores.
Introducción
Cuando me pidieron en la SEV que hiciera una entrevista a Antonio Tenorio, gran virólogo y (no obstante) gran amigo, tuve una mezcla de sensaciones: por un lado, cautela, porque yo no tengo ni idea de cómo se hace una entrevista, y por otro, ilusión porque me iba a dar la oportunidad de charlar con Antonio sobre temas que de otro modo probablemente no habrían surgido espontáneamente, acerca de él, su vida y su trayectoria profesional. Venció la segunda sensación y me apresté a la tarea lo mejor que pude. Esto es lo que salió.
Conozco a Antonio desde hace muchos años, hemos colaborado ocasionalmente desde 1996, pero de una forma regular y continuada desde 2003, año en que echó a andar la red EVITAR (acrónimo de “nfermedades ricas ransmitidas por rtrópodos y oedores”), financiada por el Fondo de Investigación Sanitaria (FIS) y que fue gestada y coordinada por el propio Antonio y en la cual me “enrolé” desde mi puesto de entonces en el Laboratorio Central de Veterinaria. Para muchos, entre los que me cuento, fue esta nuestra primera incursión en el mundo de los virus transmitidos por vectores. La red EVITAR fue una red pionera en España en este tipo de estudios, y constituye un fiel reflejo de la capacidad de Antonio para anticipar temas de enorme relevancia como este. Sirvan como prueba de ello dos hechos comprobados retrospectivamente: uno, que desde entonces no hemos parado, y dos, que la importancia de las enfermedades transmitidas por vectores no ha hecho sino crecer. Y el carácter pionero no se limitaba a la temática, que había recibido poca atención hasta entonces en nuestro país, sino también era aplicable al enfoque: en la red EVITAR se empezó a manejar el concepto “una salud” (“One health”) de forma práctica, colaborando profesionales de los diversos ámbitos implicados en el control de enfermedades infecciosas en un ambiente multidisciplinar, antes de que tal concepto tuviera la difusión y el reconocimiento que hoy tiene. Esta red mostraba muy bien dos cualidades que creo que caracterizan la labor profesional de Antonio: su capacidad para vislumbrar temas de gran proyección de cara al futuro en salud pública, y su talento para formar redes colaborativas multidisciplinares. Asimismo, ilustra la visión que él mismo tiene de su profesión, que no es la de investigador, sino la de, como él se define, “virólogo de salud pública”. Químico de formación, obtuvo plaza de QIR (Químico Interno Residente) en 1982, y ya ahí fue pionero, ya que esta fue la primera convocatoria de esa especialidad. El primer contacto con la virología lo tuvo en su último año de residencia, que lo pasó en la Unidad de Virología del Hospital Ramón y Cajal, a cargo de Rafael Fernández Muñoz (gran pionero de la virología clínica en nuestro país y expresidente de la SEV), y desde entonces no ha dejado de sentirse fascinado por “esas moléculas grandes” que son los virus. En 1987 se incorporó como virólogo (por oposición) al Centro Nacional de Microbiología (CNM) actualmente perteneciente al Instituto de Salud Carlos III. Hasta que se le incluyó entre los “incapacitados laborales permanentes” por motivos de salud, dirigió el grupo de Arbovirus y Enfermedades Víricas Importadas de dicho centro, desde donde ha ejercido un liderazgo notable en el área de las emergencias víricas de riesgo para la salud pública, y en particular las arbovirosis emergentes de gran impacto sanitario, coordinando diversas iniciativas y proyectos a nivel nacional e internacional. La última de estas iniciativas, actualmente en marcha, es el proyecto European West Nile R&D collaborative Project (acrónimo EuroWestNile) financiado por el séptimo programa marco de Investigación y Desarrollo Tecnológico de la UE, del cual Antonio es su gran artífice y coordinador.
Entrevista
¿Cómo llegaste a la virología?
Químico, como muchos de los virólogos españoles, formado en bioquímica con Ángel Martín Municio. Nada más terminar la carrera, en 1979, hice mi tesina en genética de microcinas, en el laboratorio de Víctor Rubio, del Servicio de Microbiología del Hospital Ramón y Cajal, con quien aprendí los primeros rudimentos de biología molecular y junto con quien sufrí la enorme competitividad de la ciencia, a la que decidí no volver. Estuve algún tiempo contratado como asesor técnico en la Oficina de Patentes, examinando patentes de bioquímica y biología molecular. Aburrido, me presenté a la primera convocatoria QIR en 1982 y obtuve una de las 10 plazas que se ofertaban, todas en análisis clínicos. Me tocó Córdoba, un lugar en el que los profesionales no médicos lo teníamos difícil, pero en el que conseguí el apoyo de algunos de los miembros del Servicio. Mi inquietud y algunas cuestiones personales me llevaron a pedir y conseguir realizar el último año de la residencia en comisión de servicios en la Sección de Virología del Hospital Ramón y Cajal, por entonces único grupo de virología clínica existente en los hospitales españoles, bajo la dirección del también químico y expresidente de la SEV, Rafael Fernández Muñoz. Un año más tarde tuve la fortuna de conseguir una plaza como virólogo en el Centro Nacional de Microbiología.
¿Qué crees que influyó con más fuerza en tu elección? ¿Cuál fue el “punto de no retorno”?
La dedicación de Rafael Fernández Muñoz a mi formación ayudó sin duda a incrementar mi fascinación por esas moléculas grandes que son los virus y por la virología clínica en sí. La consecución de una plaza de virólogo en el CNM un año después inició un camino apasionado del que nunca he querido salir.
¿Cuáles han sido los principales hitos de tu vida profesional?
En 1986 me dediqué en cuerpo y alma a desarrollar tecnologías de confirmación de diagnóstico del SIDA (Western Blot usando antígenos que Rafael Nájera había conseguido en los EE.UU. y los primeros cultivos celulares). Por aquella época me ofrecieron montar el que sería el Centro Nacional de Biología Celular y Retrovirus del ISCIII, aunque rechacé la propuesta por mi extremada juventud. No me arrepiento; seguro que así evité los dolores de crecimiento de un virólogo adolescente y pude crecer a mi ritmo, sin traumatismos.
Entre 1987 y 1990 estuve involucrado en el control del último brote de polio salvaje en España en una comunidad no vacunada, empleando cultivos celulares que desafortunadamente para la virología ya no pueden usarse (riñón de mono primario, RMP) y ratones lactantes. También trabajé en esa época con virus respiratorios y exantemáticos. De entonces datan mis primeras incursiones en el diagnóstico molecular empleando la técnica de Southern blot para citomegalovirus como método de diagnóstico auxiliar de enfermedad en los inmunodeprimidos. En la década siguiente (1990-2000) mi actividad principalmente se centró en el desarrollo de una gran variedad de métodos moleculares para diagnóstico, y su transferencia al Sistema Nacional de Salud en forma de kits, o mediante su implantación en la oferta de Servicios desde el CNM. Las patologías consistían fundamentalmente en inmunodeprimidos y síndromes neurológicos. En este período me dediqué también a la formación de una nueva generación de virólogos especialmente orientados al diagnóstico y la vigilancia molecular.
Ya en 2000, diversos acontecimientos en el mundo de las emergencias víricas, como la reaparición del virus West Nile en la Camarga francesa, la importación de casos de virus Lassa en Europa, o la expansión del virus de la fiebre del Valle del Rift por primera vez fuera del Continente Africano, me empujaron a tomar una decisión crítica: formar un nuevo laboratorio dedicado a zoonosis víricas emergentes. Sobre el virus West Nile había entonces muy pocos datos en España, pero sugerían que nuestro país no debía ser una isla. Desde 2001 hasta ahora, me he dedicado a los virus zoonóticos emergentes. Empecé elaborando un plan estratégico durante meses con Mari Paz Sánchez-Seco, colaboradora infatigable desde aquellos años a hoy. Después, contacté con la Red ENIVD (European Network for Imported Viral Diseases) para solicitar su apoyo en el proceso, y finalmente, visité el Institut Pasteur, de donde vine convencido de que podríamos alcanzar un nivel similar en pocos años. El enfoque implicaba conocer los virus zoonóticos autóctonos (empezamos formando un grupo multidisciplinar en Cataluña centrado especialmente en la vigilancia de West Nile y la identificación de los virus circulantes en mosquitos) al tiempo que vigilar las infecciones importadas y especialmente las fiebres hemorrágicas, para lo que organizamos un estudio sobre virus importados con las principales unidades de medicina tropical en España. Como no teníamos métodos de detección para los cientos de virus que se habían descrito, desarrollamos métodos para la detección genérica de grupos de virus, una herramienta que se reveló fundamental en los trabajos subsiguientes. Un año más tarde salieron las Redes RETICS: la red EVITAR (Enfermedades Víricas Transmitidas por Artrópodos y Roedores) y RICET (Red de Enfermedades Tropicales) donde se desarrollaron modelos de trabajo que a lo largo del tiempo condujeron a los proyectos europeos actualmente vigentes: EDEN (Emerging Diseases in a Changing Environment, y su 2ª parte: EDENext), EUROWESTNILE (European West Nile R&D Collaborative Project) y DENGUETOOLS. El método era tan eficaz que conseguimos que las redes siguieran funcionando incluso en periodos en los que no se conseguía financiación, así como llevar a cabo proyectos incluso sin financiación específica, por ejemplo Dengue y Chikungunya importados. En todo este camino, el grupo ha venido asumiendo un papel relevante en Europa, entrando en el Comité de Dirección de la ENIVD y obteniendo un contrato de asesoría y apoyo al European Center for Diseases Control and prevention (ECDC) para su programa sobre “Vector-borne and emerging diseases”.
En Iberoamérica fuimos clave en la formación de una red de virosis emergentes que integraba laboratorios de salud pública y de la Universidad, la red RIVE, que luego se refundó como VIRORED. Pasó como con la red EVITAR, que los resultados obtenidos fueron muy superiores a lo inicialmente esperado. Se establecieron nodos en América latina, para favorecer allí el desarrollo y la transferencia de tecnología en el ámbito de las zoonosis víricas emergentes y se implementaron programas de control de calidad. Desde hace unos años dedicamos una especial atención al virus Chikungunya, que –tal y como esperábamos- recientemente ha debutado en la zona con decenas de miles de casos, evidenciando la oportunidad de este tipo de actividades para prevenir y mitigar los efectos de las zoonosis víricas emergentes.
Un poco como resumen, mi carrera ha sido la de un virólogo de salud pública en la era de la globalización.
¿De qué te sientes particularmente satisfecho?
De haber ayudado a formar a una nueva generación de virólogos de salud pública que ahora están liderando grupos en ámbitos de enorme relevancia, de haber impulsado que el CNM fuera uno de los grupos pioneros en el programa europeo de formación de microbiólogos de salud pública (EUPHEM-EPIET, financiado por el ECDC) y de haber sabido crear redes colaborativas basadas en la confianza mutua, como la red EVITAR que luego dio paso al proyecto EUROWESTNILE, pero también RIVE, con un enorme impacto en las Américas. Sin olvidar la experiencia inolvidable de haber organizado un proyecto de investigación en el que colaboraban, sin recibir financiación específica, redes europeas de virólogos y de tropicalistas.
La carrera profesional ha cambiado mucho en estos años. ¿Qué crees que ha mejorado? ¿Hay algo que haya empeorado?
La tendencia a convertir los institutos nacionales de salud en centros de investigación de excelencia ha afectado en Europa a la actividad de un sinfín de grupos, muchos de los cuales no han podido sobrevivir. No es comprensible que las nuevas plazas que se convocan para el Instituto de Salud Carlos III, el laboratorio de apoyo al Sistema Nacional de Salud y a las políticas de Salud Pública en España, tengan perfil de investigador básico: se está condenando a muerte a la microbiología de salud pública. Tampoco es comprensible que no existan fondos para estudiar los riesgos para nuestra salud asociados a los focos de circulación del virus de la fiebre hemorrágica de Crimea-Congo (CCHFV) en ciclo silvestre en nuestro país, o para investigar el ciclo natural del nuevo filovirus “Lloviu”, también detectado en España. Las autoridades sanitarias deberían garantizar recursos suficientes para mantener la salud pública de sus ciudadanos. La financiación en salud pública en España nunca ha sido adecuada para los retos que ha habido que afrontar, pero desde el comienzo de la actual coyuntura, en la que los fondos públicos son traspasados a los bancos y a fondos de inversión, la escasa financiación ha desaparecido por completo y hoy más que nunca tenemos que intentar financiar las actividades de vigilancia, prevención y control disfrazándolas de investigación. Y aquí hay que recordar que no hay inversión sanitaria más rentable que la que se dedica a la salud pública: cada euro que se invierte en salud pública, o lo que es lo mismo, en prevención, ahorra muchos euros en intervenciones, por no hablar de los costes humanos y sociales que una crisis sanitaria puede acarrear.
La virología también ha cambiado mucho. ¿Cuáles son los cambios más notables, aquellos que, en tu opinión, han conducido a la virología a lo que actualmente es?
En virología de salud pública, tanto en diagnóstico como en vigilancia, los métodos de amplificación genómica han tenido un impacto trascendental, haciendo llegar la virología clínica a los hospitales, y aportando nuevas herramientas para la vigilancia de salud pública. Los métodos moleculares nos han permitido la detección de muchos nuevos virus en España (al menos dos docenas), algunos de ellos enormemente importantes, como Lloviu, CCHFV, otros como Granada, o LCMV (virus de la coriomeningitis linfocitaria) silvestre, pero incluso aquéllos virus que aparentemente no infectan a humanos, pero que parecen tener un papel especial en la ecología viral, luchando por su espacio ecológico en el vector o en el reservorio concurrente con los que sí son patógenos.
Una tendencia preocupante es la pérdida de métodos tradicionales que llevaron a tantos éxitos en la virología: cultivo primario de riñón de mono, inoculación en ratón lactante, etc. Los métodos de detección molecular han ido desplazando a los métodos clásicos, por sus obvias ventajas en algunos aspectos, pero que deben ser considerados siempre como complementarios a los otros métodos que forman el arsenal del laboratorio de virología: debemos hacer un esfuerzo especial para mantener, y en su caso, recuperar esos métodos, especialmente para la detección y el análisis de nuevos patógenos. En este sentido se hace necesario igualmente desarrollar nuevos métodos de cultivos primarios y secundarios de tejidos de especies clave para nuevos patógenos, como los murciélagos.
En el mundo actual parece que se le da más importancia a la competitividad que a la cooperación, a la especialización que a la integración, y se consagra la excelencia, un concepto poco definido y ajustable a conveniencia, en detrimento de otros valores como la capacidad de liderazgo. ¿Cuál es tu opinión al respecto?
Estoy completamente convencido de que la cooperación entre grupos es mucho más productiva que la competencia entre ellos. Lo he vivido tanto en España como en América y Europa. Un trabajo pausado y basado en la generación de confianza puede acabar con las veleidades de aislamiento competitivo de cualquier grupo, que se ve finalmente absorbido por la productividad de la colaboración.
Esta colaboración es especialmente necesaria cuando los retos que deben afrontarse requieren grupos especializados, requieren un trabajo multidisciplinar. Ahí es aún más clara la “ecología de la colaboración”.
En cuanto al dilema del liderazgo frente a la excelencia, hay algo en común en ambos términos: tanto un buen liderazgo como una investigación excelente se basa en la simplicidad, la claridad y la coherencia de los objetivos a cumplir por el grupo o en el estudio a realizar. Fíjate que no hablo de excelencia como tal, porque el concepto depende de quien lo defina y cambia según los intereses en juego en cada momento.
¿Son las redes, la cooperación internacional, la interdisciplinariedad, la mejor manera de abordar los problemas complejos en un mundo globalizado como el actual?
En mi campo de trabajo no hay opción; la interdisciplinariedad y la cooperación son esenciales y aportan un cambio cualitativo a los grupos que entran en esas dinámicas. Creo además que debería ser la tendencia en cualquier otro campo de trabajo o de investigación: ningún grupo es por sí sólo capaz de abarcar las diferentes facetas de conocimiento que requiere una línea de trabajo.
Por otra parte, desde el comienzo de la globalización se ha entrado en una nueva etapa en la historia de las enfermedades infecciosas. En esta nueva historia por escribir ya hemos identificado el título de algunos capítulos, como la inmediatez del transporte de viajeros, de reservorios o de vectores, pero también cómo la ganadería intensiva y la primacía del beneficio económico sobre cualquier otra consideración, favorecen el salto de barrera de especies de “nuevos” patógenos, como sucedió con la BSE o las gripes, el uso intensivo de suelo y la ocupación de territorios silvestres, …o cómo las desigualdades sociales están llevando a la concentración de la pobreza en ciudades que se convierten en ingobernables sanitariamente. Muchos de los más importantes patógenos humanos derivan o han derivado del mundo animal, pero ahora se está incrementando exponencialmente la frecuencia con la que éstos agentes infecciosos circulantes en vida animal son capaces de llegar al ser humano y de adaptarse a nuestra especie generando riesgos epidémicos.
Los laboratorios de salud pública deben estar vigilantes y cooperando con laboratorios de otros países, porque la lucha es global. Debemos aprender de otros y ofrecer a otros nuestros abordajes, debemos validar y armonizar nuestras tecnologías, debemos responder entre todos ante cualquier emergencia.
¿Qué opinas del concepto “One health”?
Después de lo que te he dicho, está claro que considero que nuestra salud, la de los animales con los que nos relacionamos y la del medio ambiente del que emergen muchos de los patógenos emergentes son íntimamente interdependientes. Por ahí debemos seguir.
Tú has sabido crear redes multidisciplinares en entornos internacionales, y liderarlas ¿Cómo se genera confianza en un entorno altamente competitivo?
Transparencia y generosidad. Claridad de objetivos a cumplir. Identificar el nicho ecológico de cada grupo.
¿Qué opinas de la tendencia a implicar a las empresas en la I+D (no solo en España, también en Europa)? ¿No es otro “trasvase” de fondos públicos a manos privadas, como ocurre en otros ámbitos?
Los fondos de investigación deben revertir en el bienestar de los ciudadanos y me temo que muchas veces los intereses y las prioridades de las empresas no coinciden con los de los ciudadanos.
Con la perspectiva que da la experiencia ¿qué le dirías a un(a) joven que está pensando en dedicarse a la virología hoy?
Que se deje apasionar, que nunca crea que el pequeño campo en el que se ha iniciado va a cubrir su pasión, que explore y se deje influir, que aprenda que la tecnología es sólo un aliado para lograr objetivos y que muchas veces son las preguntas más simples las que abren nuevos conceptos.
Gracias Antonio por tus respuestas, por las cañas y por el arroz al horno, cocinado como sólo un químico sabe hacerlo.