sábado, 25 de diciembre de 2010

La biblioteca desde una aplicación móvil

La biblioteca desde una aplicación móvil

EL TÉRMINO “APLICACIÓN” es muy amplio y se utiliza para designar a cualquier tipo de programa informático. Desde hace un par de años están tomando especial interés las aplicaciones para dispositivos móviles, pequeños programas que se instalan para ampliar las funcionalidades del terminal.
Aunque las primeras plataformas de desarrollo de aplicaciones aparecieron a comienzos de esta década, es en 2008, con el lanzamiento de la tienda de aplicaciones de Apple (laApp Store), cuando comienzan a despegar al permitir la venta a desarrolladores externos.
Apple inauguraba así un nuevo modelo de negocio y distribución que después han seguido otros: el Market de AndroidOvi Store de NokiaApp World de BlackberryMarketplacede Windows o la tienda de Palm.
Se trata de meros intermediarios entre el desarrollador y los clientes: el primero encuentra en ellas una buena forma de difusión de sus productos, mientras que los segundos tienen a su alcance múltiples y seguras posibilidades de extensión de su terminal.
Por otra parte, el intermediario obtiene beneficios económicos que ascienden al 30% de las ventas y una tasa anual por desarrollador (99$ en el caso de Apple y 25$ en el Android Market). Y no se trata de un negocio insignificante: en 2009 se gastaron 4.200 millones de dólares en la compra de aplicaciones, según Gartner1, de los cuales el 99,4% de la cuota de mercado correspondió a Apple.
Por otra parte, se trata de un modelo no exento de inconvenientes. La diversidad de plataformas de venta de aplicaciones exige a los desarrolladores programar una misma aplicación varias veces si quieren que funcione en varios sistemas operativos, pues los lenguajes de programación varían. Eso supone un gasto no sólo económico, sino también de aprendizaje del lenguaje y en tiempo de desarrollo.
Sin embargo, esto no parece ser un escollo importante pues las plataformas que funcionan en varios dispositivos (como Java ME o Flash Lite) están en clara decadencia frente a las nativas: Android e iOS son las plataformas preferidas por los desarrolladores”2.
Las tiendas de aplicaciones se convierten así en un valor añadido al comprar un dispositivo: a más aplicaciones disponibles, más funciones. Los usuarios pueden encontrarse con que, dependiendo de la plataforma del dispositivo que adquieran, tendrán mayor o menor diversidad de aplicaciones donde elegir.
La tienda con más variedad es la de Apple (225.000 aplicaciones), seguida de Android(72.000), SymbianBlackberryJava MEFlash Lite y Windows, según datos del primer trimestre de 2010”2.
Una de las últimas novedades que podrían afectar a este modelo en el futuro es el lanzamiento de la App Inventor de Android3 el pasado mes de julio, que supondría la democratización del proceso de creación de aplicaciones.
Las aplicaciones tienen fans y detractores por igual: hay quienes aseguran que son basura”4, mientras que otros auguran la muerte de la Web basándose, entre otros factores, en el incremento del acceso a internet desde ellas”5.
Independientemente de unos y otros, la realidad es que se trata de un modelo al alza: el incremento en las ventas de smartphones y la extensión de aplicaciones a otros aparatos como tabletas -y quién sabe si libros electrónicos- parece garantizar su afianzamiento.
¿Para qué sirven las aplicaciones?
Pues para todo: desde jugar, consultar un diccionario, navegar, leer un libro, un cómic o el periódico hasta localizar servicios cercanos, gestionar nuestras redes sociales o escribir un documento. Educación, entretenimiento y juegos, libros, noticias, productividad, redes sociales, referencia y viajes son sólo algunas de las categorías que podemos encontrar. Si las combinamos con las prestaciones de los dispositivos móviles (cámara de fotos y vídeo, geoposicionamiento, navegación web, reproducción multimedia, sensores…), empezamos a adivinar sus posibilidades.
Las opciones para determinar la ubicación, combinadas con mapas, la realidad aumentada y la lectura de códigos bidimensionales son sólo algunas de ellas”6.
La lectura, una función más de los dispositivos móviles
Una de las más interesantes utilidades de las aplicaciones en nuestro ámbito es la lectura, que se ha convertido en una función más de los dispositivos móviles. Teléfonos móviles,smartphones y tabletas se convierten así en lectores de libros electrónicos, a pesar de no incorporar tinta electrónica en sus pantallas e independientemente del grado de comodidad de la lectura.
Gracias a Stanza7Wattpad8 y otras, podemos descargar libros electrónicos y leerlos en nuestras pequeñas (y no tan pequeñas) pantallas. Incluso algunos libros y cómics se distribuyen en forma de aplicación.
Tiendas de libros electrónicos como Amazon9 y Barnes & Noble10 han decidido hacer llegar sus libros a cualquier tipo de aparato a través de aplicaciones, incluso a pesar de tener sus propios dispositivos (Kindle y Nook). Se trata de un claro intento de no limitar su negocio de venta de libros.
El mismo camino podría seguirse en las bibliotecas. Por el momento, OverDrive, distribuidor de libros electrónicos, audiolibros y contenidos digitales para bibliotecas, tiene su propia aplicación”11 para la descarga y reproducción de contenidos multimedia desde la biblioteca.
Con el iPad nacía iBooks12, la aplicación de lectura de Apple, que convertía así a sus dispositivos (iPadiPhone e iPod Touch) en lectores de libros electrónicos. Desde entonces la competencia entre tabletas y libros electrónicos se declaraba abierta, con múltiples consecuencias que hemos comenzado a ver este año: el abaratamiento de los dispositivos de lectura y la ampliación de sus funciones (como en el Papyre Alex, con sistema operativo Android incorporado) son algunas de ellas. Prensa, cómics y obras de referencia también se pueden leer y consultar desde aplicaciones.
Aplicaciones bibliotecarias
En este contexto, algunas bibliotecas de fuera de nuestras fronteras se han aventurado a poner en marcha sus propias aplicaciones desde distintos puntos de vista y con diferentes objetivos.
La primera de ellas fue la District of Columbia Public Library con una aplicación paraiPhone/iPod Touch13, que permite hacer búsquedas en el catálogo, consultar los datos de localización y horarios de apertura de las bibliotecas de la red, gestionar las reservas y consultar una lista de los documentos más populares. Después ha habido otras similares, se puede encontrar un listado en el wiki Library Success14.
Una de las más completas es la de la Biblioteca Pública de Seattle15, que funciona sobre varias plataformas y añade a las funciones de la anterior un calendario de eventos, un servicio de referencia en línea, enlace a Facebook de la biblioteca y acceso a blogs ypodcasts de la biblioteca.
Se trata de aplicaciones gratuitas y, la mayor parte de las veces, también abiertas al uso por parte de cualquiera. Hay algunas excepciones que requieren la entrada del número de socio de la biblioteca o datos ligados a la universidad para seguir funcionando, como la de la Universidad Rey Juan Carlos16, sólo para alumnos. Todas ellas constituyen, en mayor o menor medida, una reproducción de la sede web de la institución.
Desde otra perspectiva, algunas redes de bibliotecas utilizan las ventajas del geoposicionamiento para crear aplicaciones o servicios basados en la localización de una biblioteca, que puede ser la más cercana a nuestra ubicación actual o alguna en concreto.
Así, la aplicación Library Navigator17 permite localizar cualquier biblioteca en la región de South Kanto (Japón) y otras como Library18 o Libraries: Australia19 identifican la biblioteca más cercana a la posición del usuario.
Desde una aproximación similar, WorldCat20, la aplicación para iPhone de la Oclc, es capaz de localizar un libro en la biblioteca más cercana. Y LocalBooks, de LibraryThing, añade a las bibliotecas librerías y eventos literarios.
El compromiso con la Web móvil y el mundo de las aplicaciones por parte de este gran catálogo de libros es claro: a esa iniciativa hay que sumar su capa para Layar y el anuncio a comienzos de año del próximo lanzamiento de LibraryAnywhere, una nueva aplicación de pago para bibliotecas que permitiría consultar su catálogo”21.
Las visitas guiadas son otra de las posibles utilidades: aprovechando las ventajas de la geolocalización, la North Carolina State University ha situado más de 50 puntos en un mapa de su campus y añadido información e imágenes históricas sobre cada uno de ellos. El resultado es WolfWalk22, un viaje guiado por el campus.
En la utilización de fondos propios coincide la Biblioteca Nacional de Escocia, que saca a la luz parte del archivo John Murray en una pesada aplicación y muestra algunos de sus materiales, acompañados de vídeos y ficheros de audio explicativos”23.
El reconocimiento de códigos bidimensionales y de barras promete en el ámbito bibliotecario. Si los códigos bidimensionales (QRDatamatrix u otros) pueden servir como enlace de acceso directo a la información desde dispositivos móviles en cartelería, catálogos, etc., la lectura de los códigos de barras de libros, discos o películas puede servir para procesar la información bibliográfica en diferentes formas, una vez capturado e interpretado el código a través de la cámara de fotos del dispositivo.
Se trata de la misma función realizada por los escáneres de códigos de barras, pero enriquecida con nuevas opciones y extendida a cualquiera, usuarios incluidos, con un dispositivo móvil y la aplicación adecuada. Así, RedLaser24 lee el código de barras de un libro y muestra los precios de compra en diferentes puntos de venta en línea y las bibliotecas en las que se encuentra, aunque esta última opción sólo está disponible en Estados Unidos. Y LibraryThingScanner para Android lee el código de barras de un libro con el fin de añadirlo a tu catálogo en LibraryThingGoggles25, la aplicación de Google, reconoce la imagen de portada de un libro y devuelve los resultados sobre él en el buscador.
Dirigida al ámbito profesional, la aplicación de la ALA 2010 Annual Conference26 es un acceso directo a toda la información del evento, a la vez que permite gestionar la asistencia a conferencias, buscar un taxi, hotel o restaurante o seguir los tuits del evento.
Bases de datos y proveedores también están presentes en las tiendas de aplicaciones.Aaron Tay señala algunos de ellos”27.
Pero también hay utilidades externas al ámbito profesional: para gestionar los préstamos de tus libros en la biblioteca”28, tu propia biblioteca personal”29 o para rastrear los libros leídos y compartirlos con otros”30. Y pequeñas bromas, como aquella que simula el “shhhhh” de una bibliotecaria una vez que se supera el límite de ruido establecido”31.
Buscando el valor añadido
Tras este recorrido por las aplicaciones bibliotecarias se puede obtener una visión general sobre sus utilidades, al menos de las exploradas hasta el momento, y vislumbrar el amplio campo que queda a la imaginación para probar otras nuevas. Lo costoso de su desarrollo y la dependencia del dispositivo son algunas de las desventajas que conllevan, pero por otra parte proporcionan un acceso directo permanente desde el dispositivo, nuevas utilidades y un escaparate, el de las tiendas de aplicaciones.
En nuestro país su empleo en el ámbito bibliotecario es muy escaso, casi inexistente, quizás debido a la baja popularidad de aparatos con sistemas operativos iOS y Android, que soportan las mayores tiendas de aplicaciones, al contrario de lo que sucede en EE.UU. y algunos países de Europa. Sin embargo, el número de smartphones ya ronda los diez millones, y es Symbian (en más del 70% a principios de este año) el sistema operativo predominante. Un tercio de la población declaraba a comienzos de año utilizar aplicaciones en su móvil”32.
A la vista de lo expuesto a lo largo de este texto, es evidente que las aplicaciones ofrecen nuevas utilidades y servicios en el ámbito de las bibliotecas. Además del acceso directo a la información web de la biblioteca o a su catálogo —que también brindan los sitios web para móviles”33 y que constituye el modelo más extendido hasta el momento— y más allá de la difusión que supone que nuestra biblioteca esté presente en una tienda de aplicaciones, es necesario preguntarse qué nuevos servicios se pueden ofertar para rentabilizar la inversión.
El auténtico reto está, por lo tanto, en crear aplicaciones con valor añadido, que exploten las funciones únicas de los dispositivos móviles (geolocalización, la lectura de códigos de barras, la realidad aumentada…) combinadas con el contexto de movilidad para ofertar a sus usuarios servicios únicos y de utilidad.
Por el momento, el uso de aplicaciones en el ámbito de la lectura y por parte de otros proveedores de información nos obligan a los bibliotecarios a no dejarlas caer en el olvido.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
2. Según el siguiente estudio: AndreasCamilleri, ElizabethKapetanakis, Matos. Mobile Developer Economics 2010 and Beyond: Insights and analysis from the definitive Mobile Developer Survey. Londres: VisionMobile, 2010.
http://www.visionmobile.com/research.php#devecon
6. Sobre ello nos hablaba Isabel Fernández en la última Comunidad de prácticas de Sedic:
http://comunidad20.sedic.es/?p=290
21. Moreno Lanza, Ferrán. “LibraryThing i altres eines de catalogació social”. En: Els Juliols. Biblioteca 2.0: web social i altres innovacions, Rubí, 5 al 9 de julio, 2010.
http://www.slideshare.net/cursrubi/juliols2010-libarything
33. Suhonos, M. J. Building a Location-aware Mobile Search Application with Z39.50 and HTML5. The Code4Lib Journal, n. 10, 22 junio 2010.
http://journal.code4lib.org/articles/2947
Cómo citar este artículo:
Arroyo-Vázquez, Natalia. “La biblioteca desde una aplicación móvil”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.

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