http://lacienciaysusdemonios.com/2013/08/28/divulgar-ciencia-en-internet-o-el-suicidio-de-descartes/
Divulgar ciencia en Internet o el suicidio de Descartes
28 agosto, 2013
Divulgar ciencia en Internet o el suicidio de Descartes
28 agosto, 2013
Cuatro años llevo ya divulgando ciencia en la red, y puedo decir que tengo algo de experiencia en el tema. Evidentemente puedo estar equivocado, pero la impresión que me da es que Internet no es el mejor medio para divulgar ciencia, al menos para el público en general. Basta leer la superficialidad y falta de lógica (que provocaría que Descartes se tirara por una ventana) en muchos de los comentarios para comprobar que algo falla en la elección de este medio para divulgar ciencia.
Esa sensación particular, que iba creciendo con el paso del tiempo me la encontré explicada de forma más profesional y académica en un artículo de la revista Science. Un resumen del artículo (al cual sólo se puede acceder si opera desde bibliotecas suscritas a la revista) se ofrece en el blog Materia. Destacaría de dicho resumen el siguiente párrafo:
Tres son los principales motivos por los que científicos, divulgadores y periodistas especializados deben replantearse la forma en que se desarrolla su diálogo con el público, según los autores de este trabajo. Primero, el declive de los medios tradicionales y su incapacidad para cumplir con su función de acercar la ciencia a la sociedad. Segundo, que internet es un ecosistema complejo en el que no siempre la voz más autorizada y respetable es la más escuchada. Desde el algoritmo de Google hasta los agregadores de noticias, el ruido suele obtener más oyentes que el discurso atinado de una institución científica. Por último, pero no menos importante, la forma de consumir la información en internet: blogs, comentarios, tuits y “me gustas” alteran la información hasta el punto de distorsionar o desvirtuar su mensaje.
A todo ello el artículo añade que existe una profunda endogamia en las visitas a los blogs científicos, o bien son lectores muy ligados al ámbito científico, o bien todo lo contrario, son personas anti-científicas (entre los que abundan magufos y fundamentalistas religiosos) que sólo aportan ruido. A este análisis de Science yo añadiría otros obtenidos desde la experiencia ganada en este tiempo en la red:
Hay algo a lo que no se puede enseñar on-line: a razonar y obrar en consonancia con dicho razonamiento. Eso se enseña en la escuela cuando se tiene a buenos docentes, y en casa cuando los padres se preocupan por la educación de sus hijos. La inmensa mayoría de la población se desplaza por Internet a toda velocidad, picoteando sin profundizar y repitiendo conceptos que acaban de leer en otras páginas, sin haberse planteando la autenticidad o la lógica de los mismos. Este tema está mucho mejor expuesto en la obra “Superficiales” de Nicholas Carr. Hace poco el matemático Cédric Villani (medalla Fields y director del Institut Poincaré) decía en una entrevista en La Vanguardia:
Al ser humano le cuesta razonar, pero aún más actuar según lo razonado. Aun cuando haga el esfuerzo de pensar, prefiere dejarse llevar por la emoción más fácil (…) Porque las personas pueden razonar, pero actúan movidos antes por sus emociones que por las pruebas racionales de la lógica
Lo académico se convierte en trivial. Esto no significa que se consigue explicar de forma sencilla conceptos complejos, algo deseable, sino que cualquiera se convierte en experto y pontifica sin tener el menor conocimiento de lo que habla. Para poder entender un artículo de revistas científicas tipoNature o Science necesité muchos años de entrenamiento y estudio, sin embargo estoy acostumbrado a ver como personajes que apenas saben escribir su nombre correctamente hablan sobre el equilibrio puntuado como si fueran colegas de Stephen Jay Gould, o a individuos que no conocen los principios básicos de la física discutiendo sobre mecánica cuántica con doctores en astrofísica. Esto no es democratización del conocimiento, es prostitución del saber. Es como si yo me pusiera a los mandos de un Boeing 747 en pleno vuelo: ahí las consecuencias serían evidentes en poco tiempo, las discusiones con los iluminados quedan escritas confundiendo a la audiencia no formada y provocando suicidios neuronales entre los Descartes presentes en la sala.
Repetición de lo dicho hasta el hartazgo. El formato de artículos dispersos (que pueden no ser leídos) y del uso de los comentarios como plataforma para exponer más información, lleva a que se repitan una y otra vez los mismos argumentos y las mismas dudas. Por ejemplo, he leído decenas de veces decenas de veces que la homeopatía funciona porque en animales se ve un efecto positivo de ésta y los animales no están sujetos al efecto placebo. Otras tantas veces se ha replicado que hay varios estudios científicos publicados en los que se muestras que los animales también sufren el efecto placebo, pero eso da igual, cada cierto tiempo podemos leer de nuevo el mismo comentario. Y eso se repite con otros argumentos de forma periódica. Es como si un profesor que imparte un curso de genética tuviese que explicar qué es el DNA ante la llegada de un nuevo alumno. En Internet el esfuerzo nunca recae hace la búsqueda de información sino en quien la divulga.
Invasión de vendedores. Está muy ligado al medio, mi opinión personal es que Internet está más cerca de un medio de propaganda que de un medio de divulgación. Ese es el motivo por el que aparece tanta publicidad, tantas páginas que venden sus productos o las conferencias de los que manejan las páginas. En un medio donde triunfan los titulares y los mensajes cortos, no los análisis. Los “navegantes” pasan por las crestas de las olas, por ello triunfan los slogans. Es un terreno abonado para mensajes publicitarios y dogmáticos (de ahí que proliferen con éxito las páginas religiosas). Esa también es una de las razones por las que cuando se critica un producto o una idea religiosa se producen ataques furibundos al artículo y a su autor, haciendo olvidar el verdadero mensaje del artículo.
El lenguaje científico no se mueve por slogans, sino por análisis concienzudo de toda la información disponible. Se requiere el análisis de los resultados experimentales y de las conclusiones que de éstos se extrae. Leer precipitadamente o de forma parcial lleva a conclusiones equivocadas. Eso también se comprueba cuando alguien no acostumbrado a leer artículos científicos, los maneja como cuando navega en la red: toma textos parciales y se queda sólo con los resultados que se ajustan a su conclusión preconcebida. Por eso es tan frecuente encontrarse con la paradoja de encontrar personajes que presentan artículos científicos para demostrar tesis que “curiosamente” son refutadas en dicho artículo: esas personas ni siquiera son capaces de leer las conclusiones del trabajo, ni de entender qué ha aportado el autor con el mismo. Una analogía sería presentar como prueba de la existencia de gigantes el párrafo de El Quijote en el que el protagonista se lanza contra unos gigantes en la llanura manchega, olvidando el resto de la obra. ¿Grotesco?, pues algo que se da con frecuencia.
Una buena muestra, que bajo mi punto de vista incluso merece un análisis sociológico, sobre cómo se analiza la información presentada en Internet la podemos contemplar en Meneame. Meneame es un portal donde los propios lectores eligen qué noticias, de las que circulan por la red, merecen ser destacadas. Mediante un sistema de votación y comentarios, los participantes seleccionan un grupo de noticias que merecen formar parte de la portada de este medio, dejando al resto en un destacado grupo de candidatas a la portada. Aquellas que no suscitan un interés general a las pocas horas caen en el olvido. Esa es la teoría, porque Meneame es un buen laboratorio que muestra la dinámica de permeabilidad y flujo de información en la red. Pocos participantes leen los artículos que se presentan, se vota en función del título de la noticia y de la entradilla/resumen que se presenta. Los votos corresponden en la mayoría de los casos, no a la calidad de la información contenida, sino al grado de sintonía de la información expuesta con la ideología del votante. Y los comentarios muestran la superficialidad con la que se maneja este medio: preguntas contestadas en el artículo (no leído), sarcasmo y chiste fácil, en lugar de crítica razonada. Estas características, extrapoladas a otros medios digitales, dinamitan por completo cualquier intento de divulgar ciencia de forma seria; es justo lo contrario de lo que se requiere. Algo parecido nos lo encontramos en los comentarios a las noticias científicas de cualquier gran medio en su versión digital: se producen batallas intestinas entre los comentaristas y la participación de “expertos” que sin aportar ninguna información relevantes sólo pretenden notoriedad mediante la voladura controlada presente en el artículo, llegando no sólo a critica de éste, sino también al artículo científico original que da pie a la información, ¡cómo si se lo hubiesen leído y entendido! Y esto, desgraciadamente no sólo se extiende a los comentarios. Algunos medios comenten errores tremendos de interpretación de la información científica debido a esta dinámica de la lectura superficial. A pesar de que muchos editoriales mandan sus propios resúmenes de prensa a los medios, nos encontramos con errores garrafales, con información que no tiene nada que ver con lo publicado en los artículos científicos.
El modelo de fast user que se está imponiendo con las nuevas tecnología, ese modelo que lleva al mensaje corto, al comentario de pocas palabras (comprometiendo en ocasiones al emisor por haber dejado a sus dedos elaborar un mensaje antes que su cerebro), a lecturas rápidas y en diagonal, a la valoración de aspectos altamente complejos y abstractos como el que elige el color de una camisa, es de todo menos educativo. Pienso que la divulgación científica on-line funciona entre aquellos que ya están en dentro de la ciencia, ya sea como estudiantes o como profesionales, pero fuera de ese fragmento de población no creo que cale porque el vértigo con el que se accede a los contenidos presentes en la red impide que los conceptos sean asimilados tal y como deben ser asimilados: tras un análisis cauteloso y razonado de los mismos.
Esa sensación particular, que iba creciendo con el paso del tiempo me la encontré explicada de forma más profesional y académica en un artículo de la revista Science. Un resumen del artículo (al cual sólo se puede acceder si opera desde bibliotecas suscritas a la revista) se ofrece en el blog Materia. Destacaría de dicho resumen el siguiente párrafo:
Tres son los principales motivos por los que científicos, divulgadores y periodistas especializados deben replantearse la forma en que se desarrolla su diálogo con el público, según los autores de este trabajo. Primero, el declive de los medios tradicionales y su incapacidad para cumplir con su función de acercar la ciencia a la sociedad. Segundo, que internet es un ecosistema complejo en el que no siempre la voz más autorizada y respetable es la más escuchada. Desde el algoritmo de Google hasta los agregadores de noticias, el ruido suele obtener más oyentes que el discurso atinado de una institución científica. Por último, pero no menos importante, la forma de consumir la información en internet: blogs, comentarios, tuits y “me gustas” alteran la información hasta el punto de distorsionar o desvirtuar su mensaje.
A todo ello el artículo añade que existe una profunda endogamia en las visitas a los blogs científicos, o bien son lectores muy ligados al ámbito científico, o bien todo lo contrario, son personas anti-científicas (entre los que abundan magufos y fundamentalistas religiosos) que sólo aportan ruido. A este análisis de Science yo añadiría otros obtenidos desde la experiencia ganada en este tiempo en la red:
Hay algo a lo que no se puede enseñar on-line: a razonar y obrar en consonancia con dicho razonamiento. Eso se enseña en la escuela cuando se tiene a buenos docentes, y en casa cuando los padres se preocupan por la educación de sus hijos. La inmensa mayoría de la población se desplaza por Internet a toda velocidad, picoteando sin profundizar y repitiendo conceptos que acaban de leer en otras páginas, sin haberse planteando la autenticidad o la lógica de los mismos. Este tema está mucho mejor expuesto en la obra “Superficiales” de Nicholas Carr. Hace poco el matemático Cédric Villani (medalla Fields y director del Institut Poincaré) decía en una entrevista en La Vanguardia:
Al ser humano le cuesta razonar, pero aún más actuar según lo razonado. Aun cuando haga el esfuerzo de pensar, prefiere dejarse llevar por la emoción más fácil (…) Porque las personas pueden razonar, pero actúan movidos antes por sus emociones que por las pruebas racionales de la lógica
Lo académico se convierte en trivial. Esto no significa que se consigue explicar de forma sencilla conceptos complejos, algo deseable, sino que cualquiera se convierte en experto y pontifica sin tener el menor conocimiento de lo que habla. Para poder entender un artículo de revistas científicas tipoNature o Science necesité muchos años de entrenamiento y estudio, sin embargo estoy acostumbrado a ver como personajes que apenas saben escribir su nombre correctamente hablan sobre el equilibrio puntuado como si fueran colegas de Stephen Jay Gould, o a individuos que no conocen los principios básicos de la física discutiendo sobre mecánica cuántica con doctores en astrofísica. Esto no es democratización del conocimiento, es prostitución del saber. Es como si yo me pusiera a los mandos de un Boeing 747 en pleno vuelo: ahí las consecuencias serían evidentes en poco tiempo, las discusiones con los iluminados quedan escritas confundiendo a la audiencia no formada y provocando suicidios neuronales entre los Descartes presentes en la sala.
Repetición de lo dicho hasta el hartazgo. El formato de artículos dispersos (que pueden no ser leídos) y del uso de los comentarios como plataforma para exponer más información, lleva a que se repitan una y otra vez los mismos argumentos y las mismas dudas. Por ejemplo, he leído decenas de veces decenas de veces que la homeopatía funciona porque en animales se ve un efecto positivo de ésta y los animales no están sujetos al efecto placebo. Otras tantas veces se ha replicado que hay varios estudios científicos publicados en los que se muestras que los animales también sufren el efecto placebo, pero eso da igual, cada cierto tiempo podemos leer de nuevo el mismo comentario. Y eso se repite con otros argumentos de forma periódica. Es como si un profesor que imparte un curso de genética tuviese que explicar qué es el DNA ante la llegada de un nuevo alumno. En Internet el esfuerzo nunca recae hace la búsqueda de información sino en quien la divulga.
Invasión de vendedores. Está muy ligado al medio, mi opinión personal es que Internet está más cerca de un medio de propaganda que de un medio de divulgación. Ese es el motivo por el que aparece tanta publicidad, tantas páginas que venden sus productos o las conferencias de los que manejan las páginas. En un medio donde triunfan los titulares y los mensajes cortos, no los análisis. Los “navegantes” pasan por las crestas de las olas, por ello triunfan los slogans. Es un terreno abonado para mensajes publicitarios y dogmáticos (de ahí que proliferen con éxito las páginas religiosas). Esa también es una de las razones por las que cuando se critica un producto o una idea religiosa se producen ataques furibundos al artículo y a su autor, haciendo olvidar el verdadero mensaje del artículo.
El lenguaje científico no se mueve por slogans, sino por análisis concienzudo de toda la información disponible. Se requiere el análisis de los resultados experimentales y de las conclusiones que de éstos se extrae. Leer precipitadamente o de forma parcial lleva a conclusiones equivocadas. Eso también se comprueba cuando alguien no acostumbrado a leer artículos científicos, los maneja como cuando navega en la red: toma textos parciales y se queda sólo con los resultados que se ajustan a su conclusión preconcebida. Por eso es tan frecuente encontrarse con la paradoja de encontrar personajes que presentan artículos científicos para demostrar tesis que “curiosamente” son refutadas en dicho artículo: esas personas ni siquiera son capaces de leer las conclusiones del trabajo, ni de entender qué ha aportado el autor con el mismo. Una analogía sería presentar como prueba de la existencia de gigantes el párrafo de El Quijote en el que el protagonista se lanza contra unos gigantes en la llanura manchega, olvidando el resto de la obra. ¿Grotesco?, pues algo que se da con frecuencia.
Una buena muestra, que bajo mi punto de vista incluso merece un análisis sociológico, sobre cómo se analiza la información presentada en Internet la podemos contemplar en Meneame. Meneame es un portal donde los propios lectores eligen qué noticias, de las que circulan por la red, merecen ser destacadas. Mediante un sistema de votación y comentarios, los participantes seleccionan un grupo de noticias que merecen formar parte de la portada de este medio, dejando al resto en un destacado grupo de candidatas a la portada. Aquellas que no suscitan un interés general a las pocas horas caen en el olvido. Esa es la teoría, porque Meneame es un buen laboratorio que muestra la dinámica de permeabilidad y flujo de información en la red. Pocos participantes leen los artículos que se presentan, se vota en función del título de la noticia y de la entradilla/resumen que se presenta. Los votos corresponden en la mayoría de los casos, no a la calidad de la información contenida, sino al grado de sintonía de la información expuesta con la ideología del votante. Y los comentarios muestran la superficialidad con la que se maneja este medio: preguntas contestadas en el artículo (no leído), sarcasmo y chiste fácil, en lugar de crítica razonada. Estas características, extrapoladas a otros medios digitales, dinamitan por completo cualquier intento de divulgar ciencia de forma seria; es justo lo contrario de lo que se requiere. Algo parecido nos lo encontramos en los comentarios a las noticias científicas de cualquier gran medio en su versión digital: se producen batallas intestinas entre los comentaristas y la participación de “expertos” que sin aportar ninguna información relevantes sólo pretenden notoriedad mediante la voladura controlada presente en el artículo, llegando no sólo a critica de éste, sino también al artículo científico original que da pie a la información, ¡cómo si se lo hubiesen leído y entendido! Y esto, desgraciadamente no sólo se extiende a los comentarios. Algunos medios comenten errores tremendos de interpretación de la información científica debido a esta dinámica de la lectura superficial. A pesar de que muchos editoriales mandan sus propios resúmenes de prensa a los medios, nos encontramos con errores garrafales, con información que no tiene nada que ver con lo publicado en los artículos científicos.
El modelo de fast user que se está imponiendo con las nuevas tecnología, ese modelo que lleva al mensaje corto, al comentario de pocas palabras (comprometiendo en ocasiones al emisor por haber dejado a sus dedos elaborar un mensaje antes que su cerebro), a lecturas rápidas y en diagonal, a la valoración de aspectos altamente complejos y abstractos como el que elige el color de una camisa, es de todo menos educativo. Pienso que la divulgación científica on-line funciona entre aquellos que ya están en dentro de la ciencia, ya sea como estudiantes o como profesionales, pero fuera de ese fragmento de población no creo que cale porque el vértigo con el que se accede a los contenidos presentes en la red impide que los conceptos sean asimilados tal y como deben ser asimilados: tras un análisis cauteloso y razonado de los mismos.