martes, 2 de noviembre de 2010

Ranelato de estroncio, más efectivo que los bisfosfonatos

DATOS DEL ESTUDIO 'RIZZOLI' SOBRE METABOLISMO ÓSEO

Ranelato de estroncio, más efectivo que los bisfosfonatos

Los datos de un estudio, el Rizzoli, han puesto del manifiesto que el ranelato de estroncio construye huesos más fuertes que los bisfosfonatos. El trabajo, realizado en córtex y radio de la tibia basal, se ha presentado en el congreso de Metabolismo Óseo, en Salamanca.
Maxi Puertas. Salamanca. - Martes, 2 de Noviembre de 2010 - Actualizado a las 00:00h.

René Rizzoli
René Rizzoli, profesor de la Universidad de Ginebra, en Suiza.
El tratamiento para la osteoporosis con ranelato de estroncio produce un mayor efecto sobre la microarquitectura ósea (grosor cortical, trabecular y densidad cortical) en mujeres posmenopáusicas que el alendronato, bisfosfonato más utilizado tradicionalmente.
Esta es la principal conclusión del estudio Rizzoli, presentado por René Rizzoli en Salamanca durante el simposio Prevención de fracturas osteoporóticas: evaluación del riesgo y búsqueda de soluciones, en el XV Congreso de la Sociedad Española de Investigación Ósea y Metabolismo Mineral (Seiomm).
Evitar fracturas
El profesor Rizzoli, presidente de la División de Enfermedades Óseas del Hospital Universitario de Ginebra (Suiza) y director general de la Fundación para la Investigación en Osteoporosis y Enfermedad Ósea, ha explicado a DM que, "aunque se trata de un estudio a un grupo reducido de pacientes, sirve para demostrar en un espectro más grande la diferencia entre el grupo que recibió ranelato de estroncio y el del alendronato". Según Rizzoli, el estudio se ha centrado en el radio y en el córtex de la tibia basal, áreas donde se ha descubierto que las mujeres posmenopáusicas tienen la densidad ósea, el número trabecular y el grosor cortical significativamente más bajos que las mujeres premenopáusicas.
El análisis ha concluido que dos gramos diarios de ranelato de estroncio tenían un tiempo fijo para evitar una fractura (NNT) muy bajo entre los diferentes tratamientos contra la osteoporosis estudiados para la prevención de la fractura, tanto vertebral como de cadera.
Además, el ranelato de estroncio ha demostrado ser eficaz contra las fracturas, independientemente de los factores de riesgo basales, como la edad, la densidad mineral ósea, las fracturas prevalentes y los antecedentes familiares de osteoporosis. La eficacia antifractura también se ha demostrado que se mantuvo sostenida a lo largo de ocho años.
  • El poder del ranelato es más fuerte sobre la microarquitectura ósea en mujeres posmenopáusicas que el del alendronato
A largo plazo, la eficacia es una consideración importante a la hora de la elección de tratamiento, más aún si se tienen en cuenta los interrogantes que existen sobre la seguridad a largo plazo de otros tratamientos, según el profesor.
Reequilibrar la función
El estudio Rizzoli concluye que el ranelato de estroncio es el único agente antiosteoporótico que reequilibra el funcionamiento óseo a favor de la formación de hueso, mejora la microarquitectura ósea y, en particular, el grosor cortical. Esto provoca un aumento de la resistencia de los huesos, que contribuye a una eficacia antifractura elevada y sostenida.
El investigador del Hospital Universitario de Ginebra ha centrado en tres ejes el futuro del tratamiento de la osteoporosis. El primero es la existencia de varios medicamentos eficaces y la necesidad de saber cuál de ellos es el más adecuado. Para ello, Rizzoli ha indicado que es necesario tener en cuenta el cumplimiento del tratamiento por el paciente y la adherencia a los fármacos.
También ha destacado que el futuro de esta patología implica conseguir un equilibrio entre la eficacia y la seguridad de los fármacos. Por último, Rizzoli ha avanzado que "hay muchos fármacos en desarrollo que nos van hacer comprender mejor la patología, pero habrá que esperar entre cinco y diez años para comprobar su eficacia".

EN MUJERES, MÁS FRECUENTE Y GRAVE

En relación con la incidencia de la osteoporosis en mujeres, René Rizzoli ha recordado que mueren al año un número similar de mujeres por esta patología que por cáncer de mama.
El riesgo estimado de la fractura de muñeca, vertebral o de cadera en la mujer caucásica mayor de 50 años es del 45 por ciento, mientras que en el hombre está en torno al 20 por ciento. La tasa de incidencia anual de fracturas osteoporóticas en mujeres es mayor, incluso, que las tasas de incidencia combinadas de infarto de miocardio, accidente cerebrovascular y cáncer de mama.
En este sentido, Rizzoli ha destacado que la osteoporosis no ha sido considerada enfermedad hasta hace relativamente poco tiempo y que además al estar tan relacionada con la mujer no ha tenido el impulso investigador de patologías más relacionadas con el varón como el infarto de miocardio.

¿Dependen nuestros derechos de según sea de lo que enfermamos?

¿Dependen nuestros derechos de según sea de lo que enfermamos?

Reproducción del texto original enviado a el diario EL PAÍS y publicado el 11 de junio de 2008

Hace un par de años unos colegas me hicieron el favor de preguntar a médicos de hospitales si creían necesario investigar para combatir a las bacterias resistentes con nuevos antibióticos. Lo más sorprendente no es que dos tercios dijesen que no, sino que la razón esgrimida era que los antibióticos ya existentes, o una combinación de ellos, resuelven en los hospitales el 80% de las infecciones. Quedaba implícito que un 20% de los casos no se resolvían, en otras palabras que el enfermo no sobrevivía. Preguntados por si esos casos tenían algo en común la respuesta era que son enfermos con uno de tres problemas: están inmunodeprimidos, han sufrido una cirugía mayor, o son viejos.


La edad modifica el aspecto del ser humano e influye en las enfermedades que padece.Aunque al final de todo aparezca la muerte, sería bueno que se pusieran todos los medios posibles para evitarnos enfermedades. No se trata, a mi entender, de morir con dignidad sino de morir con el mínimo de sufrimiento. Hans Baldung Grien: “Las edades de la vida”, o”las edades y la muerte”, 1539 (óleo sobre tabla, 151 x 61 cm, Museodel Prado, Madrid).

Intento reflexionar sobre el porqué a determinados enfermos se les considera casos perdidos. ¿Se aplican criterios muy economicistas al derecho de los enfermos? Para explicarme, ¿si el enfermo con pulmonía tiene 40 años, un individuo “productivo”, hay que curarle, pero si tiene 80 no?. Seguramente si lo preguntamos así nadie admitirá que uno y otro tengan derechos diferentes, pero no considerar importante encontrar curas para uno de ellos tiene ese significado. Además es que el riesgo de contraer la pulmonía aumenta significativamente con la edad.
Tampoco es hoy frecuente que personas sanas enfermen de tuberculosis, pero la incidencia de esta enfermedad entre los enfermos de SIDA no es despreciable, y el bacilo de Koch es cada día más resistente a los antibióticos que le combaten. ¿Tienen estos enfermos menos derecho a que se trabaje para encontrar una cura para una de las enfermedades que puede llevarles a la muerte? Una vez más preguntado así nadie se atrevería a decirlo.
Y raro es quien con una vida normal pesca una infección por bacterias como, por poner un ejemplo de actualidad, Acinetobacter, u otra de las que producen enfermedades “nosocomiales”, las que ocurren en los hospitales. Pero esto sí es un riesgo para quienes han sufrido operaciones quirúrgicas de envergadura. Una vez más diríamos que estos pacientes debieran tener el mismo derecho que cualquier ciudadano a que se busquen medios para curarle. Ni el viejo ni el inmunodeprimido ni el paciente quirúrgico merecen morir con una infección por mucha edad que tengan o graves que sean sus otras enfermedades. Aunque no sea la causa fundamental de su muerte, una infección no es nada agradable de tener.
Pero estos principios elementales de ética parecen estar en segundo plano, casi diríamos escondidos por el inconsciente colectivo, cosa que contrasta con la exquisita actitud empleada para otros casos, en que no se trata ya de vivir o morir, sino de aminorar el sufrimiento que inevitablemente acompaña al dejar de existir.
No intento culpabilizar a nadie, y menos por su trabajo: los médicos tratan a los enfermos con su mejor ciencia para curarles, las farmacéuticas desarrollan las mejores medicinas que pueden y los investigadores perseguimos ideas que lleven a encontrarlas, hasta los políticos distribuyen los limitados fondos disponibles para así mejorar nuestras vidas. Nadie en sus cabales responderá afirmativamente a la pregunta inicial de este escrito, pero un conjunto de circunstancias contribuyen a que al final exista un problema, para resolverlo sepamos que existe. Si todos tenemos derecho a que se traten nuestras enfermedades, debemos demandar, desde todos los foros y a todas las instancias, que se pongan medios para conseguirlo. Urge encontrar nuevos compuestos que frenen las infecciones, en especial las causadas por microbios resistentes, y eso no es sencillo, los antibióticos fáciles de encontrar ya se llevan usando más de medio siglo. Queda una labor difícil y costosa, tanto en imaginación como en recursos, si no la hacemos seguiremos haciéndonos preguntas éticamente incómodas.

Alexander Fleming (1881-1955): A noble life in science




 

Alexander Fleming (1881-1955): A noble life in science

Winner in 1945 of the Nobel Prize in Physiology or Medicine with Howard W. Florey and Ernst B. Chain "for the discovery of penicillin and its curative effect in various infectious diseases".
Enlarged image  
Letter from C A Pannett to Lady Fleming  
Nobel Prize Certificate, 1945
British Library Add. MS 56213
Copyright © The British Library Board
 
Scientific creativity takes various forms. One of these is serendipity - discovering phenomena while diverting from intended research: pursuing a passing intuition; detecting the significance of a seemingly unexceptional and inconsequential occurrence.
Fleming was one of the great exponents of intelligent serendipity, making two outstanding discoveries involving antibiotics. Henry Dale, Nobel Laureate of 1936, commented: "I can assure you that the elegance and beauty of his observations just as a naturalist observer of the phenomenon of lysozyme and of penicillin, as he presented it, did make a great impression and everybody remembered these things".
Fleming quite deliberately did not clean his petri dishes each day, but would look at them weeks later; and although his laboratory was focussed on immunotherapy, he did not disregard chemotherapy. Alexander Fleming's scientific success lay in his open, enquiring mind, his strong technical intuition, and his penchant for naturalistic observation. And, as he explained: "I was situated so that I could leave my previous line of work and follow the track which fate had indicated for me".

1881-1900 Childhood

Alec Fleming was the son of a Scottish farming family, born in Loudon, a village in the moorlands of Ayrshire, on 6 August 1881. In 1895 he and other family members moved to London, where he continued his schooling at Regent Street Polytechnic.

1901-1913 Medical education and first research

At St Mary's Hospital Medical School, he excelled, quickly showing his manual dexterity and inventiveness; so much so that for a while it looked as if a future in surgery beckoned until he was drawn to the attractions of bacteria hunting and therapeutic sleuthing. He completed his degrees at the University of London in 1908, and stayed on at the renowned Inoculation Laboratory of Almroth Wright.

1914-1918 War wounds

Just when Fleming was at risk of becoming known only as the 'Pox Doctor' on account of his work with venereal diseases, the Great War intervened and he and Wright found themselves in France at a military hospital in Boulogne. Fleming's research there showed that the bacteria responsible for gas gangrene and tetanus - two great scourges of the trenches - were able to grow in the anaerobic depths of the terrible wounds; moreover, antiseptics did not reach these areas, sometimes exacerbating the condition by harming cells that defend the body. The recommendation that diseased tissues should be cut away was controversial.
Enlarged imageEnlarged image
Letter from C A Pannett to Lady Fleming Medical scientific report on Cressy's Hole
Letter from C.A. Pannett to Lady Fleming, 1956; mentions Paul Ehrlich, Nobel Laureate of 1908, and his offer of the new antiseptic salvarsan
British Library Add. MS 56215, f.181v & f.181r
Copyright © The British Library Board
 Medical scientific report on "Cressy's Hole" (war wound), 28 July 1917
British Library Add. MS 56148, f.51 

Copyright © The British Library Board

1919-1937 One discovery leads to another: lysozyme and penicillin

After the war Fleming returned to St Mary's Hospital, where one day, suffering from a heavy cold, curiosity inspired him to culture his nasal mucus on agar jelly. After some weeks, in November 1921 he looked again at the petri dish, and made the discovery that would be a prelude to that of penicillin, seven years later. Although there was a healthy population of bacteria growing on the culture, those near the mucus had been inhibited or destroyed.
Fleming had found lysozyme, an antibacterial enzyme that occurs naturally in tissues and secretions: mucus, tears and egg-white (protecting the embryonic bird). Unfortunately this substance has little effect on the more notoriously harmful bacteria. Nonetheless it had alerted Fleming to the power of natural biological antibiotics.
In 1928 history repeated itself, in a more fortuitous way. On returning to the laboratory after some weeks in his country home in Suffolk, he picked up a culture plate of the Staphylococcus bacteria that he had left on the bench. A contaminating mould had grown on the dish and around it for some distance the bacterial colonies were absent or dead. Subsequent research by Fleming revealed that the 'mould juice' was effective against a wide range of bacterial strains including many that are highly pathogenic to humans.
A major remaining hurdle was the production of the active substance Fleming had named 'penicillin', in significant quantities and concentrations, and in a stable form.
Enlarged imageEnlarged image
Notes on the discovery of lysozyme, antiseptic in nasal mucus capable of dissolving bacteria Inhibition by moulds including penicillin, with notes and red highlights
Notes for the discovery of lysozyme, antiseptic in nasal mucus capable of dissolving bacteria, 21 November 1921
British Library Add. MS 56154, ff.134v-135r 
Copyright © The British Library Board
 Inhibition by moulds including penicillin, with notes and red highlights, 11 December 1928
British Library Add. MS 56162, f.26 

Copyright © The British Library Board

1938-1944 The penicillin revolution

The fresh impetus emerged from Oxford University. Biochemists Howard Florey, Ernst Chain, Norman Heatley and others were searching for germicides to analyse chemically. By the end of the 1930s penicillin had been deemed the best candidate based on Fleming's published findings and mould culture. The group devised a suitable assay standard for measuring the strength of a penicillin preparation, as well as means of extracting and purifying it. The process was later industrialised by researchers in the USA, with the assistance of Heatley.
The Oxford group conducted in May 1940 the first intravenous injections of penicillin into infected mice, demonstrating the powerful efficacy of penicillin as an antibiotic. Its significance to the war was now so evident that Florey and his colleagues smeared spores of the mould into their suit linings in case they needed to escape quickly following invasion.
In early 1941 penicillin was injected, with initial success, into an Oxford policeman afflicted with septicaemia. Sadly he died when the available penicillin was exhausted. It was not until 1942 that a supply of penicillin from British sources enabled otherwise terminally ill patients to be cured in significant numbers.

1945-1955 Recognition

In 1945 Sir Alexander Fleming, along with Sir Howard Florey and Ernst Chain, was awarded the Nobel Prize; a notable omission was Norman Heatley (as only three winners are allowed). For Fleming, a quiet personality, 10 years of worldwide fame and travel followed, until on 11 March 1955 he died, an international hero. His ashes were interred in St Paul's Cathedral, London.
Enlarged imageEnlarged image
First intrathecal injection of penicillin: graph of temperature, pulse rate, etc. of Harry Lambert, before and after receiving penicillin Alexander Fleming receiving his Nobel Prize in 1945
First intrathecal injection of penicillin: graph of temperature, pulse rate etc. of Fleming's patient Harry Lambert, August 1942
British Library Add. MS 56183, f.282
Copyright © The British Library Board

Alexander Fleming: la penicilina como medicamento

Alexander Fleming: la penicilina como medicamento


autores: Javier Álvarez y Miguel Vicente

La manía de un médico escocés, Alexander Fleming, de conservar apiladas en su mesa las placas viejas en las que había experimentado creciendo bacterias, y posiblemente el fumar con cierto descuido mientras las tenía abiertas, fueron casualidades que revolucionaron el tratamiento de las enfermedades infecciosas. Según cuentan, también ayudaron las fluctuaciones de la temperatura en un fin de semana londinense de 1928, frías al principio ayudaron más al crecimiento de un moho que al de la bacteria.

La placa en la que Fleming descubrió que un moho habia producido penicilina, una sustancia que frenaba el crecimiento de Staphylococcus,y que Fleming intuyó que sería un medicamento revolucionario.

¿Suerte o sabiduría?
Unos días después en su laboratorio londinense de la Facultad de Medicina del Hospital de Santa María, Fleming le echó otra mirada a una de esas placas, ya casi seca, y vio un moho procedente de una espora que la había contaminado. Las bacterias mas alejadas del hongo habían crecido hasta producir unas colonias de tamaño grande, mientras que las colonias más cercanas al hongo eran diminutas. Se cree que durante el tiempo frío el moho se desarrolló lo suficiente para producir penicilina, el primer antibiótico que se utilizó como medicina, al subir la temperatura pudieron crecer las bacterias que Fleming había inoculado, todas salvo las que había matado la penicilina. “De todos modos, las esporas no se pusieron de pie encima de la gelatina para decirme: Oiga, nosotras producimos una sustancia antibiótica”, comentaba Fleming en sus conferencias una vez que, probada ya la eficacia de la penicilina para combatir las infecciones, había recibido el Premio Nobel. Junto a él se les concedió el Nobel, en 1945, alaustraliano Howard Florey y al alemán Ernest Chain. Los dos habían desarrollado en laUniversidad de Oxford los procedimientos para producir penicilina pura a partir del hongo que aisló Fleming.

Alexander Fleming, su mesa de laboratorio y un variopinto conjunto de cultivos en tubos y placas cuidadosamente desordenados.

Desarrollo bélico
Durante años el descubrimiento de Fleming pasó casi inadvertido fuera de los círculos científicos porque no fue capaz de producir suficiente penicilina pura como para probar experimentalmente su hipótesis en un animal enfermo. Incluso Fleming tampoco supo clasificar científicamente el moho contaminante, Penicillium notatum, clasificación que realizó Charles Thom, un experto micólogo. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial en 1939, fue cuando ante la necesidad de curar las heridas infectadas, se desarrollaron programas de investigación masiva sobre las sustancias capaces de matar a las bacterias. Florey y Chain, que eligieron la penicilina para sus investigaciones, tuvieron la suficiente constancia y ayuda, tanto científica como técnica y económica, para llegar a obtener resultados que no sólo probaron la hipótesis de Fleming sino que hicieron posible la utilización de la penicilina para combatir las infecciones.
Una sustancia escasa y cara
Al principio la producción de penicilina era escasa, pero la demanda de suministrarla en cantidades suficientes para atender las necesidades de la guerra pronto llevó a optimizar los procesos industriales para su producción, empezando por la identificación de otra variedad del moho, Penicillium chrysogenum, que la produce en mayor cantidad. De todas formas no fue hasta los años cincuenta, tras varias etapas de mejora industrial, cuando el suministro de penicilina se pudo extender a todos los países desarrollados a precios asequibles.
Fleming nació en Lochfield, Escocia, el 6 de agosto de 1881 y murió en Londres, Inglaterra, el 11 de marzo de 1955. Está enterrado en la Catedral de San Pablo, en compañía de otras personas ilustres del Reino Unido. Solía repetir una frase de Pasteur que dice:” El azar no favorece más que a los espíritus preparados”, algo parecido a lo que se comenta que decía Beethoven sobre que la inspiración existe, pero ha de encontrarte trabajando.
GLOSARIO
Colonia: Un grupo de bacterias que procede de la multiplicación de una sola bacteria inicial.
Espora: Una célula que los mohos usan para propagarse y que es resistente a las condiciones adversas.
Penicillium: Un moho del tipo de los que crecen en el pan y las frutas cuando se estropean.

Inventoras de la olla a presión: las bacterias en su prehistoria

Inventoras de la olla a presión: las bacterias en su prehistoria

autor: Miguel Vicente

No sabemos cómo eran las células que precedieron a las arqueas y a las bacterias, y tampoco sabemos si es que existieron, porque, como ya dije en otro artículo, no han dejado fósiles ni supervivientes entre los seres vivos actuales. Pero sí podemos, sabiendo cómo son hoy en día las bacterias, vislumbrar algo de cómo fueron sus orígenes.
Una de las propiedades sorprendentes de las bacterias es que su interior está a presión, cuatro atmósferas, algo más de lo que se alcanza en una olla a presión de cocina (que puele alcanzar el triple de la presión atmosférica).

El mar Precámbrico. El mar en el que posiblemente vivieron hace 3.500 millones de años las primeras bacterias era un lugar desértico en el que durante muchos millones de años sólo proliferaron arqueas y bacterias. Algunas de ellas dejaron rastros fósiles en forma deestromatolitos, unas formaciones en las que las bacterias provocaban la concreción de carbonatos y a la vez quedaban englobadas en ellos. Para comparar esta recreación de un mar de la época (American Museum of Natural History) con una imagen de estromatolitos vivos ver el artículo “La chatarra evoluciona”.

Lo mismo que las ollas a presión se fabrican con un grosor mayor que la batería de cocina normal, las bacterias necesitan una cubierta reforzada para resistir esa presión interna. Se piensa que la adquisición de esa cubierta, la macromolécula llamada peptidoglicano, marcó elhito que permitió a las bacterias acceder al éxito que han tenido en la historia de los seres vivos.
No cabe ni un alfiler.
¿De qué les sirvió a las bacterias tener una presión de turgor tan alta si esto les obligó a producir una cubierta rígida para no estallar? Se puede aventurar una explicación, que se queda un poco dentro de lo que son las hipótesis plausibles. La elevada presión interna, el turgor, se debe a que el interior de las bacterias está superpoblado, es una aglomeración de macromoléculas entre las que apenas hay un resquicio. En estas condiciones la química tiene poco que ver con lo que ocurre en un tubo de ensayo al uso, en el que los científicos utilizan soluciones muy diluidas con la vana esperanza de deducir cómo se comportan las moléculas en el interior de las células. Esto puede valer para estudiar las células humanas, que como las de sus congéneres animales tan solo están a un poco más de una atmósfera, pero no para las bacterias o arqueas.
Una de las conquistas de las bacterias primitivas debió ser precisamente lograr concentrar en un espacio confinado una cantidad de moléculas mucho mayor que la que existía en el exterior. Si hay que pensar en sus ancestros, probablemente fuesen bolsitas conteniendo en su interior lo mismo que había por fuera, eso ya era un avance porque permitió separar el interior del exterior y conservarlo así.

La aglomeración de un microcosmos. El intento de dibujar a escala todos los elementos que contiene una bacteria, Escherichia coli, da una impresión aproximada de los obstáculos que debe sortear para moverse una molécula que esté confinada en su interior. La imagen izquierda es una comunicación personal de Dennis Bray, la ampliación a la derecha tomada de Ellis and Hartl. 1996. FASEB J. 10: 20-26. En verde los ribosomas, encargados de la síntesis de proteínas (dibujadas en color rojo), son estructuras grandes y abundantes.

Encontrar las mejores amistades.
¿Por qué puedo ser útil tener una concentración alta de moléculas? Una de las explicaciones puede ser que en estas condiciones se maximizó el número de interacciones que podían ocurrir entre los componentes de la bacteria ancestral, algo que ya vimos en otro artículo que puede ser determinante en la generación de la biodiversidad, en especial a la hora de establecerprogramas de regulación de la expresión de la información genética. A las concentraciones de moléculas existentes en el ambiente el que dos moléculas se encuentren tiene una probabilidad ínfima, algo así como la que tiene un madrileño de encontrase con un maorí, por lo que difícilmente van a hacerse ni amigos ni enemigos. Por el contrario las probabilidades de encontrarse con alguien que vive en la misma casa son muy altas, y así es fácil que nos hagamos amigos o nos detestemos cordialmente.

Millones de años probando.

Para lograr las mejores amistades no basta con encontrarse. Posiblemente esa búsqueda de interacciones, la optimización de las que podían favorecer la vida de la bacteria, y por tanto permitirle crecer más eficazmente ocupó un buen número de millones de años desde que se tienen indicios de que existían bacterias, hace 3.500 millones de años. El éxito de las bacterias en el mundo actual es asombroso, están por todas partes, y ya escribiré otro artículo sobre ello, pero para su desgracia el peptidoglicano es su talón de Aquiles. Otros seres vivos encontraron una forma de combatir a las bacterias, antibióticos como la penicilina que impide que funcionen las moléculas que entrelazan las hebras del peptidoglicano para darle rigidez. De esa forma las paredes de la olla a presión se debilitan y ocurre la catástrofe, que la olla estalla.
No sabemos qué fue de esos otros bichos sin peptidoglicano, las bolsitas antecesoras, si es que alguna vez existieron no han dejado ni rastro ni hay cosa que se les parezca en el mundo viviente. Como siempre la historia la escriben los que sobreviven.

Aquiles curando a Patroclo. Kylix de figuras rojas, v. 500 a. C., Staatliche Museen (Berlín).