domingo, 6 de marzo de 2011

Para el residentado medico


Con el debido respeto

Con el debido respeto

En el último tiempo, en el contexto de mi internado de Medicina Interna, me la he pasado más tiempo en el hospital que en cualquier otra cosa. De ahí ha que el poco tiempo que he tenido fuera, dificilmente pueda invertirlo en cosas que no tengan algo que ver con mi experiencia hospitalaria. En esto, las experiencias han sido MUCHAS. Disculpando lo monotematica de mi experiencia, voy a pasar a compartir con ustedes algunas experiencias significativas en este tiempo, desde la reflexión propia y la vivencia más personal aún. La primera es: “Con el debido respeto”: sobre la realeza y la plebe en un hospital.
En cierta visita de un equipo de subespecialistas, yo me encontraba escribiendo en el computador un ingreso de un paciente que había visto en el SUAO y que subiría prontamente. En eso, llego todo el grupo de staff, becados e internos de la especialidad. En eso escuché al lado mío a la médico jefa del equipo al lado mío que me dice “estoy esperando que me des el asiento”. Cómo era habitual en nuestra sala de médicos, en que no había suficientes sillas para todos, procedí de buena gana a hacer lo que siempre hacíamos para arreglárnoslas en estas circunstancias: “con mucho gusto doctora, podemos compartir la silla”. Me moví y deje más de la mitad de la silla para que se pudiera sentar y yo también poder continuar con mis funciones. En este momento con cierta ofuscación escuche devuelta “No. Estoy hablando en serio cuando te digo que me des la silla”. Tal vez erróneamente insistí, haciendo uso del sentido del humor “doctora, no se ponga así, podemos compartir sin problema”.
 Ahí comenzó el momento de furia, enojo de por medio, me pidieron mi nombre en voz alta, lo anotaron en una hoja y me recordaron que esto “no se quedaría así”. De una u otra forma ya conocía a esta doctora, de quien siempre he tenido una muy buena impresión, sabiendo que muchas veces tiene un carácter un poco difícil. Sin embargo siempre me ha dado la sensación de ser una buena persona, que nada haría de mala intención, más que en algún momento responder de una manera dura en virtud de su carácter fuerte. Por eso, pese al incidente que dejo a varios medios boquiabiertos, me quede tranquilo.
Sin embargo después reflexione nuevamente sobre lo ocurrido. Me pregunte mucho si había estado bien o no lo que hice. De cierta forma me di cuenta que la forma en que me comporte, se interpretó como una falta de respeto, tal vez una muy grave. La pregunta para mí era entonces ¿por qué? A mí me pareció totalmente natural la posibilidad de compartir una silla. Si no hay suficientes, todos podemos hacer un pequeño esfuerzo y arreglárnosla. Esa es mi postura, ya que considero a todos como iguales. El respeto que me debe cada persona es en relación a su calidad de persona y no a su título académico o profesional. Por ello me pareció lo totalmente natural el comportarme de esa forma. Sin embargo, entendí que eso no es para todos igual. En el medio que nos movemos, no se supone que seamos todos iguales. Hay jerarquías y esas jerarquías tienen un valor. Yo no valgo como Cristóbal, si no como interno. Como Cristóbal puedo valer lo mismo que Juanito, Pepito o Pedrito, pero como interno no valgo lo mismo que un médico, menos uno subespecialista. Eso fue algo que muchas veces había pensado, como una de esas cosas terribles de nuestro sistema, pero que ahora se me hacía claro. Así era nada más, aunque estuviera moralmente en desacuerdo, era la realidad. Las personas no valían en virtud de su calidad de personas y su dignidad humana, sino en virtud del “título” que ostentan o del “rol” que desempeñan.
Ahora entiendo un poco más lo que paso ese día, por qué fue tan terrible y en qué medida fue una falta de respeto de mi parte el haber ofrecido compartir una silla a una persona de mayor jerarquía que la mía. Como decía Napoleón, personaje de George Orwell “Todos somos iguales, pero hay algunos más iguales que otros”. En tiempos que la democracia reina y los regímenes monárquicos desaparecen, los reyes y reinas perduran dentro de los hospitales. Particularmente entre los médicos. Espero mantenerme toda la vida como un ciudadano más, cumpliendo mi deber, con cariño, dedicación y siempre, con el debido respeto. A todos.

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