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miércoles, 11 de enero de 2012

A por la segunda enfermedad erradicada del planeta


A por la segunda enfermedad erradicada del planeta
Hace un par de años, un médico español de 29 años aterrizó en la isla de Lihir, en cuyas tripas se esconde una de las mayores minas de oro del mundo. En uno de sus primeros días de trabajo en el principal hospital de esta pequeña isla de Papúa Nueva Guinea llegó a su consulta un niño negro y rubio, con una úlcera roja del tamaño de una moneda de dos euros en el brazo. No le dolía.
FUENTE | Público11/01/2012
El joven médico era premio extraordinario de licenciatura, había ejercido en India y acababa de finalizar un máster en Londres sobre enfermedades tropicales. Y no tenía ni pajolera idea de qué era aquello. No había visto nada parecido en su vida, ni siquiera en fotografías. "Es muy común aquí", le dijo un médico local. "Es el pian".

Dos años después, aquel chaval, Oriol Mitjà, es uno de los mayores expertos en esta dolencia olvidada, prima hermana de la sífilis, que afecta a más de 500.000 personas, sobre todo niños, en poblaciones marginadas de África, Asia y América del Sur. Pero no se transmite por relaciones sexuales, como su pariente. 

Una bacteria con forma de espiral penetra por la piel, saltando de una persona a otra, y se extiende por el cuerpo. Primero se muestra como una lesión cutánea en el punto de entrada del microbio. Sin tratamiento, estas lesiones, indoloras, se generalizan. Los huesos y los tejidos blandos se erosionan hasta llegar a borrar la nariz y los labios de una persona. Su rostro desaparece. Los huesos se deforman. Sus piernas aparecen curvas, como cimitarras. Mitjà, hace dos años, decidió hacer algo. Y ahora cree que tiene la solución para eliminar esta enfermedad de la faz de la Tierra: un tratamiento antimicrobiano oral. Una simple pastilla. Sería, si tiene éxito, la segunda enfermedad erradicada del planeta, tras la viruela. 

"La persistencia del pian en el siglo XXI es inadmisible", denunció en 2007 el responsable de enfermedades tropicales desatendidas de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Lorenzo Savioli. Conociendo la historia de esta dolencia, su existencia, más que inadmisible, es sangrante. En 1952, la OMS y UNICEFlanzaron un programa mundial para eliminar la enfermedad, que entonces afectaba a 50 millones de personas. Con inyecciones de penicilina, el plan logró tratar eficazmente a 300 millones de personas en 50 países. El pian estaba acorralado. Su frecuencia mundial se redujo un 95%. Sólo faltaba darle la puntilla, como a la viruela. Pero entonces llegaron los recortes en la sanidad pública, tan de moda ahora, y el programa se desvaneció. El pian resurgió con fuerza en la década de los setenta desde sus últimos reductos, borrando la cara o provocando una discapacidad crónica a miles de niños en todo el mundo. Según la OMS, cada año aparecen 5.000 casos nuevos en el sureste asiático, sobre todo en Indonesia y Timor Oriental. Otros informes, no confirmados por la OMS, apuntan a que la enfermedad sigue presente en algunos países del África subsahariana y el Pacífico Occidental. En 2005, se notificaron más de 25.000 casos en Ghana y 18.000 en Papúa Nueva Guinea, adonde llegó Mitjà sin haber oído nunca hablar del pian. "En épocas de recortes, como esta, los fracasos en la erradicación de enfermedades son lecciones que debemos tener muy claras. Si se hubiera seguido invirtiendo en la década de los sesenta, cuando se abandonaron las políticas contra el pian, ahora no estaríamos en esta situación", lamenta Quique Bassat, médico pediatra especializado en enfermedades tropicales. 

UN FUSIL POR UNA METRALLETA 

Mitjà y Bassat, adscritos al Centro de Investigación en Salud Internacional de Barcelona, presentan en la revista británica The Lancet los resultados de un ensayo clínico que demuestran la eficacia de un tratamiento oral contra la bacteria que causa el pian, el Treponema pertenue. En las pruebas han participado 250 niños de entre 6 meses y 15 años de edad, afectados por el pian. A los seis meses de tomar la pastilla, el 96% de los chavales estaba curado. El antibiótico, la azitromicina, es el mismo que se emplea en los países desarrollados para combatir una bronquitis. 

"Hasta ahora se empleaban inyecciones de penicilina, que tienen una eficacia del 93%, pero nos impiden llegar a las regiones más remotas", explica Mitjà. Sustituir el pinchazo por una pastilla es como cambiar un fusil por una ametralladora en la guerra contra la enfermedad. 

La inyección implica unos riesgos, como que un niño sufra al recibir el pinchazo un shock anafiláctico, una reacción fatal al medicamento. Ocurre en algo menos de uno de cada 50.000 pacientes. Para evitarlo, se requiere un equipo médico y un lugar medianamente esterilizado para administrar el tratamiento. La infraestructura necesaria no tiene nada que ver con las condiciones que existen en las aldeas recónditas de Ghana o Timor Oriental, donde la enfermedad se ceba con los niños. Además, un intento en Camerún de eliminar el pian con pinchazos de penicilina provocó la transmisión de otras enfermedades, como la hepatitis C. La pastilla es sencilla de manejar y sin los riesgos de la aguja. 

Los expertos de la OMS se reunirán del 5 al 7 de marzo para aceptar la azitromicina como tratamiento de elección frente al pian, según Mitjà. Su objetivo, ahora que han demostrado que la pastilla es eficaz para derrotar al mal en un individuo, es tratar a los 20.000 habitantes de la isla de Lihir para confirmar que la administración masiva del antibiótico puede erradicar la enfermedad en una población. Este macroensayo puede durar entre tres y cinco años. Si todo va bien, comenzará el gran reto: llevar una pastilla a cada una de los 50 millones de personas que viven en zonas donde el pian es endémico. 

UN ENEMIGO DÉBIL

La OMS es optimista. El pian es un enemigo débil. Si no se ha abatido hasta ahora ha sido por la dejadez de las administraciones públicas implicadas. La enfermedad sólo ocurre en el ser humano, no se refugia en animales a la espera de renacer. Y apenas quedan unos pocos focos y están localizados. "La experiencia adquirida indica que su eliminación ha sido posible en varios países. Más recientemente, también se ha eliminado el pian en India", señala la OMS.

Pero no todo son virtudes. En un comentario que también se publica en The Lancet, el médico David Mabey es cauteloso. Tras 60 años de utilización, la penicilina sigue siendo eficaz contra Treponema pallidum, la bacteria que causa la sífilis. Pero no ocurre lo mismo con la azitromicina, cuyo uso ha generado cepas de bacterias resistentes al antibiótico. El microbio, en algunos casos, ha aprendido y se ha blindado contra su enemigo. Sin embargo, prosigue Mabey, estas resistencias se han detectado en países ricos de Norteamérica y Europa, donde se abusa de los antibióticos. "Quizá sea menos probable que estas cepas persistan en zonas pobres en recursos en las que raramente se usan estos antibióticos, relativamente caros", especula Mabey, de la Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres

"Es improbable que se desarrollen resistencias", opina Mitjà. En Madagascar, recuerda, un programa para combatir la sífilis con azitromicina fue exitoso. El antibiótico barrió a las bacterias, sin que los microbios organizaran una defensa. 

"Esta es probablemente la publicación sobre el pian más importante de los últimos 50 años y podría facilitar la eliminación de esta lacra", escribe Mabey. "En realidad, la enfermedad está tan olvidada que apenas se han publicado estudios sobre el pian en los últimos 50 años. No tiene tanto mérito que la nuestra sea la mejor", bromea entre risas Mitjà. Su investigación ha contado ahora con una pequeña ayuda financiera de la empresa International SOS y de la multinacional australiana Newcrest, la compañía minera que extrae el oro de la isla de Lihir y en otros países se enfrenta a polémicas por presuntos destrozos en zonas protegidas. Para erradicar el pian, hará falta mucho más dinero. En esta época de recortes económicos radicales, habrá que ver quién lo pone. 

Autor:   Manuel Ansede

jueves, 22 de diciembre de 2011

Identifican una superbacteria de la Leishmania


Identifican una superbacteria de la Leishmania
¿Una superbacteria inteligente? Parece ser que ya existen, a tenor de los resultados de un equipo de científicos del Instituto de Medicina Tropical de Amberes (Holanda), que aseguran haber descubierto un parásito que no sólo ha desarrollado resistencia frente a un medicamento común, sino que al mismo tiempo ha perfeccionado la forma de evadirse de la respuesta del sistema inmune del hombre.
FUENTE | ABC Periódico Electrónico S.A.22/12/2011
Siendo un poco exagerados se podría decir que la propia medicina ha ayudado a crear una superbacteria. Parece que al atacar a la bacteria se refuerza su capacidad para hacer frente a las defensas naturales del hombre. «Hasta donde sabemos, es la primera vez que un organismo con estas capacidades aparece en la naturaleza», dice Manu Vanaerschot, autor del trabajo.

El equipo de Vanaerschot se ha centrado en el parásito Leishmania, un organismo unicelular que ya ha sorprendido a los científicos antes, ya que es un experto en la adaptación a diferentes ambientes. Este parásito causa la leishmaniasis, una de las enfermedades parasitarias más importantes después de la malaria, que afecta a unos dos millones de personas en 88 países - incluidos los europeos - y cada año mata a cincuenta mil de ellos. El parásito se transmite por la picadura de una mosca.

En la India, donde se producen la mayoría de los casos, la enfermedad ha sido tratada durante décadas con compuestos de antimonio. Como era de esperar, el parásito se ha adaptado a la presión constante de los medicamentos. En 2006, el tratamiento se cambió, ya que dos de cada tres pacientes no respondían. Los fármacos de antimonio actúan íntimamente con el sistema inmune humano, lo que probablemente ha facilitado que Leishmania donovani genera un mecanismo de defensa contra ambos. No sólo se ha hecho resistente contra los fármacos, sino también más resistente a la respuesta inmune del huésped. 

Aunque no se puede demostrar totalmente -entre otras cosas, porque, obviamente, no se puede experimentar con seres humanos-, todo apunta a que las cepas de Leishmania resistentes no sólo sobreviven mejor en los seres humanos -tienen un mayor fitness- sino que también poseen una mayor capacidad para promover la enfermedad -una mayor virulencia- que las cepas no resistentes.

¿SUPERBACTERIA?
Es la primera vez que los científicos encuentran un organismo que se beneficia de su capacidad de resistencia. Normalmente la resistencia sólo es útil cuando un agente patógeno es atacado por los medicamentos, mientras que el resto del tiempo es perjudicial para el organismo.

Los microorganismos resistentes son un verdadero problema para la salud pública. Cada vez hay más agentes patógenos que se vuelven resistentes a medicamentos y antibióticos. El arsenal terapéutico, para algunos patógenos, ha disminuido tanto que hoy día podemos morirnos de una neumonía.

Por suerte, la resistencia ayuda a los patógenos sólo en un ambiente lleno de fármacos, por lo que su capacidad de diseminación es muy limitada. Pero esta regla, también la quebranta esta cepa de Leishmania: incluso en ausencia de medicamentos, el parásito resistente sobrevive mejor, en vez de empeorar, y es más virulento que el parásito no resistente.

La cuestión es si nuestros medicamentos han creado una superbacteria. Una pregunta legítima, pero este único caso no implica que tengamos que dejar de desarrollar nuevos medicamentos. Al contrario, dicen los autores del trabajo, debemos crear fármacos más nuevos para dar nuevas respuestas a las estrategias de adaptación de los agentes patógenos y, además, debemos proteger a los fármacos, por ejemplo, al usarlos en terapias de combinación. Debemos utilizar con sabiduría nuestros fármacos para reducir al mínimo las posibilidades de los agentes patógenos de que generen la resistencia.

Autor:   R. I.

martes, 13 de diciembre de 2011

Detección fenotípica de mecanismos de resistencia en microorganismos grampositivos


Detección fenotípica de mecanismos de resistencia en microorganismos grampositivos
María Isabel Morosinia,, Emilia Cercenadob, Carmen Ardanuyy Carmen Torresd
DICIEMBRE 2011
 


Consenso para el diagnóstico clínico y microbiológico y la prevención de la infección por Bordetella pertussis MEXICO 2011


Consenso para el diagnóstico clínico y microbiológico y la prevención de la infección
por Bordetella pertussis MEXICO 2011

martes, 6 de diciembre de 2011

Descubren por qué los microbios son resistentes a los antibióticos



Descubren por qué los microbios son resistentes a los antibióticos

JANO.es · 05 Diciembre 2011 08:47
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Un estudio correalizado por el CSIC y el Imperial College identifica el mecanismo por el que las células expulsan cualquier compuesto que las alcances, incluidos los antibióticos.

Los equipos del Dr. Juan Luis Ramos, del CSIC, y la Dra. Xiadong Zhang, del Imperial College de Londres, han descubierto las bases moleculares que hacen resistentes a los microorganismos frente a los antibióticos naturales y a los sintéticos de reciente generación. El trabajo, que se ha realizado dentro del programa Consolider Ingenio del Ministerio de Ciencia e Innovación, supone un avance hacia nuevas líneas de investigación en la lucha contra los microorganismos patógenos.
Los investigadores han descubierto que uno de los mecanismos de resistencia de los microorganismos son las denominadas 'bombas de expulsión', localizadas en la membrana de la bacteria, y que expelen cualquier compuesto que alcanza a la célula, incluidos los antibióticos naturales y los sintéticos. Otro de los aspectos del estudio ha consistido en esclarecer la estructura tridimensional del regulador de estas bombas, lo que ha demostrado que la proteína cambia de conformación según se encuentre en solución o unida a ADN.
Asimismo, se ha acreditado que el mecanismo de funcionamiento de estas 'bombas' requiere importantes dosis de energía, por lo que los microorganismos optimizan la síntesis de las bombas utilizando el 'regulador' estudiado en el proyecto Consolider. Este sistema de control permite dejar suspender la actividad de las bombas cuando los microorganismos no están expuestos a compuestos nocivos.
Además, la investigación revela que estas bombas permiten a las células sobrevivir en medios muy extremos como sitios contaminados con derivados de petróleo, presencia de productos farmacéuticos y antibióticos. Los resultados del trabajo se publican en Genes and Development y Proceeding of the National Academy of Sciences.

viernes, 4 de noviembre de 2011

Microbiología del trasplante


Microbiología del trasplante

Publicado en Enferm Infecc Microbiol Clin. 2011;29:683-90. - vol.29 núm 09
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Resumen

Resumen
Las infecciones constituyen una de las complicaciones más importantes que afectan decisivamente al éxito de los trasplantes. El laboratorio de microbiología clínica ocupa un papel central en el diagnóstico, tratamiento y prevención de las complicaciones infecciosas. Los centros con programa de trasplantes deben contar con el soporte de un laboratorio de microbiología bien capacitado tecnológicamente y con una amplia cartera de servicios que ponga énfasis en las pruebas de diagnóstico rápido. En esta revisión se resumen los fundamentos clínicos que orientan la labor del laboratorio, el papel que desempeña en la evaluación de donantes y receptores y las técnicas diagnósticas a aplicar para los patógenos más relevantes.
Palabras clave Microbiología del transplante. Infecciones en el trasp
 
Atte.
Dr.Máximo Cuadros Chávez

lunes, 12 de septiembre de 2011

¿Se pueden hacer calculadoras con microorganismos?


¿Se pueden hacer calculadoras con microorganismos?
En un número reciente de la revista Natural Computing, investigadores de la Universidad Politécnica (UPM) y la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) proponen una alternativa para resolver problemas matemáticos complejos en un simple tubo de ensayo.
FUENTE | UAM - mi+d12/09/2011
Desde que surgieron hace 4.000 de millones de años, los seres vivos han desarrollado la capacidad de adaptarse a su entorno. Son capaces de percibir lo que les rodea, comunicarse con otros organismos y modificar su entorno según sus necesidades. Un ejemplo de esto lo podemos encontrar en determinadas bacterias que pueden formar macroestructuras conocidas como biopelículas. 

En dichas estructuras existe un alto grado de organización y comunicación que permiten la supervivencia de la comunidad. Pero, ¿cómo unos organismos en teoría tan “simples” son capaces de producir sistemas tan complejos? Y lo que es más importante, ¿podemos aprovechar esos sistemas para nuestro beneficio? 

Los últimos avances que se están realizando en el campo de la secuenciación de genomas y en la actividad de los genes en general, están ampliando nuestros conocimientos de los distintos modos en los que funcionan los mecanismos de percepción de los microorganismos y a su vez los mecanismos de interacción entre ellos. Dichos conocimientos han dado lugar a la aparición de una disciplina denominada Biología de Sistemas, que se encarga de recopilar esos datos y correlacionarlos con lo que se observa en la naturaleza. 

De hecho, aprovechando ese conocimiento se han modificado genéticamente ciertas bacterias con el fin de que proporcionen una señal medible ante un estímulo dado. No obstante, la utilización de una única estirpe bacteriana conlleva una serie de problemas, por ejemplo: la disminución de la viabilidad de la bacteria o la fiabilidad de la respuesta, según lo complejo del diseño experimental. 

El Grupo de Computación Natural de la Universidad Politécnica de Madrid junto con el grupo Rizosfera-UAM, en un artículo publicado recientemente en la revista Natural Computing, han propuesto una alternativa para que se puedan resolver problemas matemáticos complejos en un simple tubo de ensayo. 

Dicha alternativa consistiría en dividir las tareas entre varias estirpes de bacterias, en vez de utilizar una única estirpe bacteriana modificada. Partiendo de esta premisa, los investigadores proponen diseñar bacterias “a la carta” mediante modificación genética, que respondan de una manera determinada y con una intensidad dada ante una señal química presente en el ambiente. 

De tal modo, los investigadores podrían tener a su disposición un arsenal de bacterias que posiblemente puedan mezclarse en un tubo de ensayo como si fueran las líneas de un código de un programa, en donde pudieran recibir las señales externas y a su vez comunicarse entre ellas para obtener una respuesta adecuada. Así, y a modo de ejemplo, han mostrado cómo se deberían modificar tres bacterias para resolver un problema lógico simple, a saber, determinar si en un medio dado aparece uno y sólo uno de dos compuestos químicos determinados produciendo o no una proteína fluorescente como respuesta. 

Dada la versatilidad de este sistema, las aplicaciones a desarrollar pueden ser múltiples. Por ejemplo, se podrían construir dispositivos de tamaño reducido y con un bajo impacto ambiental capaces de determinar qué contaminantes y en qué cantidad hay en un embalse con destino al consumo humano. Además, dada la gran cantidad de bacterias que pueden crecer en un volumen mínimo, los investigadores consideran que se encuentra ante la posibilidad de construir microcircuitos que podrían permitir resolver problemas matemáticos complejos. 
una alternativa para resolver problemas matemáticos complejos en un simple tubo de ensayo


Referencia bibliográfica
Goñi-Moreno A, Redondo-Nieto M, Arroyo F, Castellanos J., Biocircuit design through engineering bacterial logic gates, en: “Natural Computing”, 10(1): 119-127, DOI: 10.1007/s11047-010-9184-2 (2011).
 

sábado, 3 de septiembre de 2011

Los 'tatarabuelos' de la resistencia bacteriana


DESCUBRIMIENTO | Más de 30.000 años

Los 'tatarabuelos' de la resistencia bacteriana

Bacteria 'Klebsiella pneumoniae', responsable de muchas infecciones hospitalarias | CDC
Bacteria 'Klebsiella pneumoniae', responsable de muchas infecciones hospitalarias | CDC
  • Investigadores encuentran genes resistentes en fósiles del Pleistoceno
  • El mal uso de los antibióticos potencia la existencia de las 'superbacterias'
Silvia R. Taberné | Madrid
Actualizado miércoles 31/08/2011 18:03 horas
Desde que Alexander Fleming descubriera casi por casualidad la penicilina en 1928 y, con ella, el primer antibiótico como tal de la Historia, estos fármacos han conseguido plantar cara a enfermedades como la neumonía o la sífilis. Sin embargo, y como dicen en el cine, 'los malos' nunca mueren... y las bacterias protagonistas de varias enfermedades infecciosas no parecen una excepción.
Aunque desde la aparición de estos fármacos parecía que la batalla contra estas enfermedades se estaba ganando, desde hace unos años la situación parece haber dado un vuelco importante con la aparición e cepas multirresistentes a los antibióticos, como es el caso del brote de 'E.coli' de este verano o del 'Staphylococcus aureus' (MRSA). Tal es la preocupación que la Organización Mundial de Salud (OMS) dedicó su último Día Mundial a la "alarmante" resistencia de algunas bacterias a los antibióticos con las que habitualmente se las combate.
Pero entonces, ¿estamos viviendo una nueva etapa en las infecciones? ¿De dónde vienen esas 'superbacterias' capaces de hacer frente a los actuales fármacos? Según un nuevo estudio publicado en 'Nature', ni la situación es tan novedosa ni la resistencia de estos microorganismos precisamente reciente.
Según afirman los doctores Gerry Wright, director científico de la Escuela de Medicina Michael G. DeGroote (Canadá) y Hendrik Poinar, genetista evolutivo de la misma universidad, se podría datar en más de 30.000 años las primeras evidencias de la existencia de bacterias resistentes, algo que ambos investigadores enmarcan "como un fenómeno completamente natural".
En su investigación por los territorios helados de Yukon (la zona más occidental de Alaska, EEUU) los autores del estudio encontraron ADN fosilizado de mamuts, bisontes y otros animales de la época del Pleistoceno y en él detectaron varios genes de resistencia muy parecidos a los que actúan hoy en día contra varios antibióticos, tales como la penicilina. Sin embargo, los investigadores se concentraron en uno de estos genes resistente a la vancomicina que presentaba unas características muy similares a las actuales cepas más intransigentes con los fármacos que tratan las bacterias hospitalarias.
"Para llegar a este descubrimiento se reconstruyó el gen completo y se purificó la proteína [es decir, produjeron y seleccionaron una proteína frente a otra] que muestra esta actividad de resistencia. Así, hemos comprobado que tanto las actuales cepas resistentes como las de hace 30.000 años forman parte de la misma familia", explica Brian Golding, del departamento de Biología de la Universidad de McMaster y uno de los autores de la investigación. Pero si esa característica de 'resistencia' existe desde hace millones de años, ¿por qué es ahora cuando están apareciendo las 'superbacterias'?

Bacterias demasiado listas

"A día de hoy se conoce que los antibióticos son, en muchos casos, sustancias naturales producidas por los microorganismos que, a su vez, codifican genes para ser resistentes a ellos", explica a ELMUNDO.es el catedrático de Microbiología de la Universidad de Zaragoza, Carlos Martín.
Si esta resistencia es algo natural, cabría preguntarse si la acción humana puede hacer algo contra cepas tan 'novedosas' como la de la famosa 'E.coli' de este verano. "Por supuesto", asegura tajante este especialista. "Aunque las bacterias que producen los antibióticos también cuenten con estas herramientas de 'escape' en forma de resistencias, un uso racional de los antibióticos disminuiría la activación de estos escapes. Hay que tener en cuenta que las bacterias son muy listas y cuando se utiliza un fármaco mal, se está ayudando a hacer el fármaco inservible".
En la misma línea se muestran las conclusiones del estudio que, para el doctor Poinar, uno de sus autores, viene a demostrar que "si pretendemos desarrollar un fármaco inmune a la resistencia nos estamos engañando a nosotros mismos, pero precisamente por ello hay que evitar el uso y abuso incontrolado de antibióticos, pues así sólo se ayuda a desarrollar cepas resistentes".
Pero hay más medidas. "En los últimos años han aparecido pocos antibióticos nuevos", comenta Carlos Martín. "El gran 'boom' con ellos fue en la década de los 50 y después, al ver que eran efectivos, no ha habido un fomento de la investigación para crear nuevos fármacos, por lo que ahora cuesta ganar la batalla a las superbacterias. Este es un punto tan importante como desarrollar una política eficaz para el uso de los ya existentes", argumenta.

Un enemigo oculto en las batas de los hospitales


PREVENCIÓN | Control de infecciones

Un enemigo oculto en las batas de los hospitales

Imagen de una bata de médico. | Foto: Alberto Cuellar
Imagen de una bata de médico. | Foto: Alberto Cuellar
http://www.elmundo.es/elmundosalud/2011/08/31/noticias/1314808040.html 
  • Un estudio señala una alta incidencia de ropa contaminada por bacterias
  • Una mala higiene de manos podría ser la puerta de entrada de estos patógenos
Ángeles López | Madrid
Actualizado miércoles 31/08/2011 18:27 horas
Sirven para identificar al personal sanitario, pero cada vez son más los estudios que evidencian que los uniformes de médicos y enfermeras contienen más de una sorpresa en sus bolsillos. La última prueba de este riesgo invisible lo aporta una investigación publicada en la American Journal of Infection Control en la que se constata que más de un 60% de su ropa contiene bacterias potencialmente peligrosas.
"Con el aumento de los casos de enfermedades producidas por bacterias resistentes a los antibióticos, investigar el papel de los factores ambientales, incluida la ropa del personal, es importante para conocer la extensión de estas infecciones", explican los autores del estudio. Estos especialistas señalan que en los hospitales es frecuente el ingreso de ancianos, muchos de los cuales proceden de residencias para la tercera edad en donde se ha constatado una tasa significativa de colonización por bacterias resistentes a los antibióticos. Este tipo de microorganismos aumenta durante la hospitalización, por este motivo existen campañas para concienciar a los sanitarios de las medidas que deben tomar para no intercambiar batas o uniformes, ni llevarlos fuera del hospital.
Para conocer la presencia de la contaminación de los uniformes por estos patógenos, investigadores del Centro Médico Shaare Zedek, en Jerusalén (Israel), recogieron muestras de tres partes de los uniformes de 75 enfermeras y de 60 médicos, de los bolsillos, de la zona abdominal y de las mangas.
Tras el análisis de las muestras, los investigadores de este hospital de 550 camas encontraron que el 65% de la ropa de enfermería y el 60% de las batas de los médicos albergaban patógenos. De éstos, 21 cultivos de los trajes de enfermería y seis de los uniformes médicos contenían microorganismos multirresistentes a fármacos, incluidos ocho que estaban contaminados por la bacteria estafilococo resistente a meticilina (MRSA, según sus siglas en inglés). Aunque los uniformes por sí mismos no eran un riesgo directo para la transmisión de la enfermedad, estos resultados indican una prevalencia de las cepas resistentes a los antibióticos en un estrecho contacto con los pacientes ingresados.
"La alta incidencia de uniformes contaminados podría estar relacionada con una inadecuada higiene de manos, dado que los sitios analizados (zona abdominal, mangas, y bolsillos) se suelen manipular mucho con las manos", explican los autores del estudio.
"Es importante poner estos resultados en perspectiva", ha declarado Russell Olmsted, presidente de la Asociación de Profesionales en Epidemiología y Control de Infecciones. "Cualquier ropa que lleve una persona llegará a estar contaminada por microorganismos. La clave en la prevención de infecciones radica en un correcto lavado de manos para prevenir la movilidad de microbios desde estas superficies hacia los pacientes", señala este experto.
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), el riesgo de infección asociada al cuidado de los sanitarios en algunos países en vías de desarrollo es 20 veces mayor que la que se da en otros países desarrollados. No obstante, incluso en centros ubicados en el mundo rico se producen estos casos de contaminación, que pueden ser mortales, y requieren de un tratamiento caro. Prevenir este tipo de infecciones es la mejor estrategia para mejorar la seguridad del paciente.

jueves, 1 de septiembre de 2011

The New Generation of Microbe Hunters


The New Generation of Microbe Hunters

Annie Tritt for The New York Times
ECOSYSTEMS Dr. David A. Relman of Stanford studies the microbes that live peacefully in or on the human body.
It was Tuesday evening, June 7. A frightening outbreak of food-borne bacteria was killing dozens of people in Germany and sickening hundreds. And the five doctors having dinner at Da Marco Cucina e Vino, a restaurant in Houston, could not stop talking about it.

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This week: The microbe hunters, candid camera for endangered animals and trying to plan a graceful exit.
Multimedia
Michael Stravato for The New York Times
DETECTIVE Dr. James M. Musser, second from right, put DNA sequencing to work in a Houston case involving lethal bacteria that looked like anthrax. The culprit turned out to be a closely related strain of Bacillus.
What would they do if something like that happened in Houston? Suppose a patient came in, dying of a rapidly progressing infection of unknown origin? How could they figure out the cause and prevent an epidemic? They talked for hours, finally agreeing on a strategy.
That night one of the doctors, James M. Musser, chairman of pathology and genomic medicine at the Methodist Hospital System, heard from a worried resident. A patient had just died from what looked like inhalation anthrax. What should she do?
“I said, ‘I know precisely what to do,’ ” Dr. Musser said. “ ‘We just spent three hours talking about it.’ ”
The questions were: Was it anthrax? If so, was it a genetically engineered bioterrorism strain, or a strain that normally lives in the soil? How dangerous was it?
And the answers, Dr. Musser realized, could come very quickly from newly available technology that would allow investigators to determine the entire genome sequence of the suspect micro-organism.
It is the start of a new age in microbiology, Dr. Musser and others say. And the sort of molecular epidemiology he and his colleagues wanted to do is only a small part of it. New methods of quickly sequencing entire microbial genomes are revolutionizing the field.
The first bacterial genome was sequenced in 1995 — a triumph at the time, requiring 13 months of work. Today researchers can sequence the DNA that constitutes a micro-organism’s genome in a few days or even, with the latest equipment, a day. (Analyzing it takes a bit longer, though.) They can simultaneously get sequences of all the microbes on a tooth or in saliva or in a sample of sewage. And the cost has dropped to about $1,000 per genome, from more than $1 million.
In a recent review, Dr. David A. Relman, a professor of medicine, microbiology and immunology at Stanford, wrote that researchers had published 1,554 complete bacterial genome sequences and were working on 4,800 more. They have sequences of 2,675 virus species, and within those species they have sequences for tens of thousands of strains — 40,000 strains of flu viruses, more than 300,000 strains of H.I.V., for example.
With rapid genome sequencing, “we are able to look at the master blueprint of a microbe,” Dr. Relman said in a telephone interview. It is “like being given the operating manual for your car after you have been trying to trouble-shoot a problem with it for some time.”
Dr. Matthew K. Waldor of Harvard Medical School said the new technology “is changing all aspects of microbiology — it’s just transformative.”
One group is starting to develop what it calls disease weather maps. The idea is to get swabs or samples from sewage treatment plants or places like subways or hospitals and quickly sequence the genomes of all the micro-organisms. That will tell them exactly what bacteria and viruses are present and how prevalent they are.
With those tools, investigators can create a kind of weather map of disease patterns. And they can take precautions against ones that are starting to emerge — flu or food-borne diseases or SARS, for example, or antibiotic-resistant strains of bacteria in a hospital.
Others are sequencing bacterial genomes to find where diseases originated. To study the Black Death, which swept Europe in the 14th century, researchers compared genomes of today’s bubonic plague bacteria, which are slightly different in different countries. Working backward, they were able to create a family tree that placed the microbe’s origin in China, 2,600 to 2,800 years ago.
Still others, including Dr. Relman, are examining the vast sea of micro-organisms that live peacefully on and in the human body. He finds, for example, that the bacteria in saliva are different from those on teeth and that the bacteria on one tooth are different from those on adjacent teeth. Those mouth bacteria, researchers say, hold clues to tooth decay and gum disease, two of the most common human infections.
A Real-World Test
For Dr. Musser and his colleagues, the real-world test of what they could do came on that June evening.
The patient was a 39-year-old man who lived about 75 miles from Houston in a relatively rural area. He had been welding at home when, suddenly, he could not catch his breath. He began coughing up blood and vomiting. He had a headache and pain in his upper abdomen and chest.
In the emergency room, his blood pressure was dangerously low and his heart was beating fast. Doctors gave him an IV antibiotic and rushed him to Methodist Hospital in Houston. He arrived on Saturday night, June 4. Despite heroic efforts, he died two and a half days later, on Tuesday morning.
Now it was Tuesday night. On autopsy, the cause looked for all the world like anthrax, in the same unusual form — so-called inhalation anthrax — that terrified the nation in 2001. Even before the man died, researchers had been suspicious; washings from his lungs were teeming with the rod-shaped bacteria characteristic of anthrax. Investigators grew the bacteria in the lab, noticing that the colonies looked like piles of ground glass, typical of anthrax but also other Bacillus microbes.
“We knew we had to get this solved in a hurry,” Dr. Musser said. “We had to know precisely what we were dealing with. That’s when we put into play a plan to sequence the genome.”
A few days later they had their answer. The bacteria were not anthrax, but were closely related. They were a different strain of Bacillus: cereus rather than anthracis.
The bacteria had many of the same toxin genes as anthrax bacteria but had only one of the four viruses that inhabit anthrax bacteria and contribute to their toxicity. And they lacked a miniature chromosome — a plasmid — found in anthrax bacteria that also carries toxin genes.
 

The conclusion was that the lethal bacteria were naturally occurring and, though closely related to anthrax, not usually as dangerous. So why did this man get so ill?
He was a welder, Dr. Musser noted, and welders are unusually susceptible to lung infections, perhaps because their lungs are chronically irritated by fine metal particles. So his fatal illness was most likely due to a confluence of events: welding, living in a rural area where the bacteria lived in the soil and happening to breathe in this toxin-containing species of bacteria.
Dr. Waldor and his colleagues asked a slightly different question when Haiti was swept by cholera after last year’s earthquake. Cholera had not been seen in Haiti for more than a century. Why the sudden epidemic?
The scientists quickly sequenced the genome of the bacteria in Haiti and compared them with known cholera strains from around the world. It turned out that the Haitian strain was different from cholera bacteria in Latin America and Africa, but was identical to those in South Asia.
So the researchers concluded that the earthquake was indirectly responsible for the epidemic. Many relief workers who came to Haiti lived in South Asia, where cholera was endemic. “One or more of these individuals likely brought cholera to Haiti,” Dr. Waldor said.
Charting Disease Maps
One of Dr. Waldor’s collaborators in that study, Eric Schadt, wants to take the idea of molecular forensics one step further. Dr. Schadt, the chairman of genetics at Mount Sinai School of Medicine and chief scientific officer of Pacific Biosciences, wants to make disease weather maps.
He began with pilot studies, first in his company’s offices. For several months, the company analyzed the genomes of microbes on surfaces, like desks and computers and handles on toilets. As the flu season began, the surfaces began containing more and more of the predominant flu strain until, at the height of the flu season, every surface had the flu viruses. The most contaminated surface? The control switches for projectors in the conference rooms. “Everybody touches them and they never get cleaned,” Dr. Schadt said.
He also swabbed his own house and discovered, to his dismay, that his refrigerator handle was always contaminated with microbes that live on poultry and pork. The reason, he realized, is that people take meats out of the refrigerator, make sandwiches, and then open the refrigerator door to return the meat without washing their hands.
“I’ve been washing my hands a lot more now,” Dr. Schadt said.
The most interesting pilot study, he says, was the analyses of sewage.
“If you want to cast as broad a net as possible, sewage is pretty great,” Dr. Schadt said. “Everybody contributes to it every day.”
To his surprise, he saw not only disease-causing microbes but also microbes that live in specific foods, like chicken or peppers or tomatoes.
“I said, ‘Wow, this is like public health epidemiology,’ ” he said. “We could start assessing the dietary composition of a region and correlate it with health.”
Dr. Relman, meanwhile, is focusing on the vast bulk of microbes that live peacefully in or on the human body. There are far more bacterial genes than human genes in the body, he notes. One study that looked at stool samples from 124 healthy Europeans found an average of 536,122 unique genes in each sample, and 99.1 percent were from bacteria.
Bacterial genes help with digestion, sometimes in unexpected ways. One recent studyfound that bacteria in the guts of many Japanese people — but not in the North Americans tested as control — have a gene for an enzyme to break down a type of seaweed that wraps sushi. The gut bacteria apparently picked up the gene from marine bacteria that live on this red algae seaweed in the ocean.
But if these vast communities of microbes are as important as researchers think they are for maintaining health, Dr. Relman asked, what happens when people take antibiotics? Do the microbial communities that were in the gut recover?
Using rapid genome sequencing of all the microbes in fecal samples, he found that they did return, but that the microbial community was not exactly as it was before antibiotics disturbed it. And if a person takes the same antibiotic a second time, as late as six months after the first dose, the microbes take longer to come back and the community is deranged even more.
Now he and his colleagues are looking at babies, taking skin, saliva and tooth swabs at birth and during the first two years of life, a time when the structure of the microbe communities in the body is being established.
“We wait for the babies to be exposed to antibiotics — it doesn’t take that long,” Dr. Relman said. The goal, he says, is to assess the effects on the babies’ microbes, especially when babies get repeated doses of antibiotics that are not really necessary.
“Everything comes with a cost,” he said. “The problem is finding the right balance. As clinicians, we have not been looking at the cost to the health of our microbial ecosystems.”