domingo, 6 de marzo de 2011

Tabaco y salud pública en la Alemania nazi


Tabaco y salud pública en la Alemania nazi

Esteban González-López
Unidad de Medicina de Familia y Atención Primaria. Departamento de Medicina. Centro de Salud Universitario Villanueva de la Cañada. Universidad Autónoma de Madrid
18 Febrero 2011
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Figura 1. El tabaco arruina la salud del pueblo, la raza, y la fuerza del trabajo de la nación. Fuente: Reine Luft 23 (1941): 117.
Hace relativamente poco que conocemos los riesgos del tabaco para la salud, sin embargo en la Alemania nazi ya se desarrolló un potente movimiento antitabaco y se establecieron por primera vez las relaciones entre cáncer de pulmón y tabaco. Tan loable preocupación por la salud, no obstante, no iba destinada a toda la población ni buscaba el bienestar de todos los ciudadanos.
Parece innecesario mencionar los riesgos del tabaco para la salud de las personas y la necesidad de la regulación de su consumo en espacios públicos. Sin embargo, las medidas implantadas en el momento actual o las que se puedan tomar en un futuro para el control del tabaquismo encuentran todo tipo de resistencias. Incluso se ha planteado la colisión entre salud pública y derechos individuales.
Ciertas posturas a favor del tabaco unen la regulación del mismo a imaginería totalitaria y al control de la salud de la sociedad por parte de los poderes del estado. Se ha apelado a equiparar los espacios para fumadores a los guetos en los que se confinaba a los judíos, y se ha identificado la prohibición del tabaco con simbología nazi. Es cierto que en la Alemania nazi hubo un gran movimiento antitabaco, pero sus teóricos beneficios no fueron destinados a toda la población y además tenían otros fines lejos de la mejora de la salud de todos sus ciudadanos.
En la Alemania nazi se reguló el consumo de tabaco, se recomendaron estilos de vida saludables, y se estudió la relación entre tabaco, cáncer de pulmón y otras enfermedades, en un instituto creado con apoyo económico del propio Hitler.
Nazismo y medicina
Entre 1933 y 1945, la humanidad asistió al exterminio sistemático de millones de personas en acciones no bélicas llevadas a cabo por parte de la Alemania nazi y de sus aliados. Unas fueron exterminadas en función de su condición religiosa, política, cultural o de identidad (opositores, judíos, gitanos, homosexuales) y otras, aspecto menos conocido, en función de su estado de salud (pacientes con enfermedades avanzadas, discapacitados físicos y psíquicos, esquizofrénicos, sordos, ciegos y niños con defectos congénitos). La mayoría de las acciones de exterminio y las investigaciones realizadas con seres humanos contaron con la participación activa, e incluso entusiasta, de médicos clínicos, investigadores, neurocientíficos y otros profesionales. Acciones tan execrables podrían hacer pensar que la medicina en la época nazi estaba atrasada y que no tenía en cuenta los principios éticos en la investigación, aspectos éstos totalmente inexactos. Alemania era la cuna de muchos descubrimientos científicos en todos los terrenos de la física, química y medicina. Asimismo, en Alemania existían leyes que regulaban la investigación médica con seres humanos y animales de experimentación, pero a ciertas personas (judíos, gitanos, enfermos, discapacitados, opositores) no se les consideró ni tan siquiera como animales.
Ideología nazi e ideología médica nazi
Una idea romántica de la patria alemana, junto a la crisis colectiva moral y económica resultante de la derrota de la primera guerra mundial fueron algunos de los aspectos que permitieron el desarrollo de la doctrina nazi. Gran parte de la misma tenía un sustrato biológico llegando a decir sus adeptos que “el Nacional Socialismo no era sino biología aplicada”. Las bajas sufridas por Alemania en la Gran Guerra y la disminución de la natalidad propia de los grandes conflictos, propiciaron un sentimiento de pérdida de poder y miedo a la desaparición del pueblo alemán. El crecimiento de las ciudades, los problemas sociales, la pobreza, las enfermedades con componente social (tuberculosis, sífilis, enfermedades psiquiátricas) eran percibidos como una amenaza. Las teorías eugenésicas (nacidas a finales del siglo XIX y principios del siglo XX en Estados Unidos, Reino Unido, y desarrolladas también en países nórdicos), junto con un redescubrimiento de las leyes de Mendel favorecieron ciertas relaciones entre genética y Salud Pública. Se produjo una simbiosis entre esas teorías y el nazismo, de tal modo que éste se dotó de un soporte científico y las teorías eugenésicas dispusieron de los medios para llevar a cabo sus ideas. Se dispuso así de un soporte ideológico y seudocientífico (eugenesia) para la solución biológica (esterilización, exterminio) a un problema social (asistencia de discapacitados y enfermedades con componentes social). Para purificar la raza había que evitar que se reprodujeran los inútiles, que eran un gasto para la nación, y deshacerse de las vidas que “no merecían la pena ser vividas” (lebensunwerten Leben). La medicina moderna y sus avances diagnósticos y terapéuticos irían en contra de la evolución y las ideas de Darwin, ya que, al prolongar la vida, se evitaría la selección natural. Cualquier “diferente” (judío, comunista, capitalista, enfermo, improductivo) era visto como bacilo, parásito y agente nocivo. Parte de la ideología nazi se basaba en luchar contra la amenaza de pequeños agentes que podían contaminar la raza y hacer que ésta degenerara. Robert Proctor ha denominado este sentimiento como “paranoia homeopática”. Esa amenaza estaba constituida, además de por todo lo anterior por agentes externos como radiación, plomo, asbesto, tabaco, y cáncer. Los judíos eran para los nazis el ejemplo de los seres racialmente inferiores. Se les acusaba incluso de introducir y favorecer el consumo de tabaco. Los judíos eran como un cáncer, como un ser vivo que infectaba, parasitaba y enfermaba la nación alemana siendo necesario un cirujano de hierro (Hitler) que extirpara el tumor (judíos, razas inferiores, inútiles) y restableciera la salud del cuerpo (Alemania). Los médicos dejarían de ser “médicos de las personas” para tener una responsabilidad colectiva, ser “médicos del Estado alemán” y atender a todo el pueblo como si de un único paciente se tratara.
 
 
 
 
 
 
Acciones en materia de
 
 
 
prevención y promoción de la
 
 
 
salud en la Alemania nazi
 
 
 
 
 
 
 
Medidas contra el consumo de tabaco: limitación de publicidad, subida de precios. Prohibición de fumar para algunos soldados, conductores de
vehículos (siendo considerado como negligencia en caso de accidente), personal sanitario,
profesores y alumnos, mujeres, jóvenes menores
de 18 años en lugares públicos. Incentivos en
forma de raciones alimenticias suplementarias
para soldados que no fumaran. Prohibición de
fumar en aviones, trenes, autobuses, oficinas de
correos, oficinas del Partido Nazi, proyección de
películas, conferencias y publicación de revistas
sobre los riesgos del tabaco
 
 
 
Evitar el consumo innecesario y superfluo de
medicamentos
 
 
 
Evitar la sobreexposición a rayos X, a uranio y a
asbesto
 
 
 
Evitar la contaminación de alimentos con residuos
petroquímicos
 
 
 
Evitar el posible efecto del mercurio presente en
las amalgamas dentales
 
 
 
Prohibición de fumar y de consumir alcohol para
mujeres en edad fértil
 
 
 
Prohibición del consumo de grasas nocivas y
recomendar dieta rica en fibra
 
 
 
Favorecer el cultivo y uso de plantas con fines
terapéuticos
 
 
 
Recomendar dieta sana para mujeres
embarazadas
 
 
 
Aconsejar autoexploración mamaria y registro de
ciclos menstruales para detectar precozmente
tumores ginecológicos
 
 
 
Demencia
 
 
 
Favorecer el deporte en las empresas y el
ejercicio al aire libre. Existencia de registros
sanitarios sobre el estado de salud de los
trabajadores, sus riesgos profesionales y su
capacidad de trabajo, así como los antecedentes
patológicos de sus progenitores y antepasados
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Las teorías eugenésicas, de higiene racial, y el darwinismo social pasan a integrar una seudociencia que se imbrica en el estado nazi en general y en la medicina en particular. La eugenesia no había nacido en Alemania, sino en los países anglosajones. Sir Francis Galton acuña ese término en 1820. La eugenesia, según la definición del propio Galton, sería un movimiento social destinado a “mejorar la raza humana a través de la crianza selectiva” de los seres humanos. El movimiento eugenésico contó con fervientes seguidores en Estados Unidos, pero allí no fue posible llevar a cabo todo su desarrollo, ya que la legislación y la protección de los derechos individuales no lo hicieron posible. No obstante, el Estado de Indiana establece en 1907 la esterilización obligatoria de personas con defectos físicos, psíquicos y posibles taras hereditarias. Llegó a haber leyes de esterilización en 28 estados norteamericanos. Asimismo, otros países aprobaron normas similares. Aunque la eugenesia no nació en Alemania, fue en este país donde llegó a su máximo desarrollo, gracias al clima social, político y al desprecio por los derechos humanos más elementales propio de regímenes totalitarios.
Así, la higiene racial, según la denominación alemana, o eugenesia en los países anglosajones, adoptó durante el nazismo varios cursos: eugenesia positiva (favorecer la reproducción entre personas válidas, puras y sin defectos, ayudas económicas para contraer matrimonio previa demostración de limpieza racial, premios de natalidad a mujeres alemanas que hubieran tenido al menos 4 hijos y prohibición del aborto) eugenesia negativa (limitar la reproducción entre no válidos, prohibir matrimonios entre personas de diferentes razas o creencias, esterilizar y asesinar a enfermos y portadores de defectos teóricamente susceptibles de transmisión; y eugenesia preventiva (prevención de la exposición a agentes tóxicos que alteraran la “sangre del pueblo alemán” como alcohol, tabaco, radiaciones).
Salud pública y lucha contra el tabaco
Durante el régimen nazi se dictaron diferentes medidas de promoción y protección de la salud del pueblo alemán (tabla 1), obedeciendo a motivos ideológicos (raciales), ya comentados, sanitarios, y económicos.
Una causa que podría explicar el interés por la lucha contra el tabaco y en general contra el cáncer deriva de que los tumores eran las causas más frecuentes de mortalidad. En Alemania se desarrolló un potente movimiento antitabaco y por primera vez se establecieron las relaciones entre cáncer de pulmón y tabaco. Franz H. Müller publicó en 1939 el primer estudio sobre la asociación entre tabaco y cáncer de pulmón. Previamente, otros investigadores alemanes habían sugerido la posibilidad de desarrollar cáncer de pulmón en fumadores pasivos. Siempre se ha creído que los estudios pioneros al respecto eran anglosajones o norteamericanos, pero el mismo Sir Richard Doll reconocía el valor de las investigaciones llevadas a cabo en Jena por Schairer y Schöniger. Aún estableciendo la existencia en dichos estudios de problemas metodológicos, Doll, autoridad clave en las investigaciones sobre tabaco y cáncer de pulmón, reconoció la originalidad de las mismas y de los estudios que analizaron la distribución de los cánceres de pulmón por edad y género (excepcional por debajo de 20 años y más frecuente, en aquel momento, en hombres que en mujeres). Incluso en el Instituto Científico para la Investigación de los Riesgos del Tabaco en Jena, se realizaron estudios experimentales en los que se indujo la producción de cánceres mediante la aplicación de alquitrán, llegando a la identificación del benzopireno. También se estudió en voluntarios sanos la secreción gástrica en respuesta a la nicotina. Asimismo se defendieron varias tesis doctorales sobre la influencia del tabaco en la salud (aumento de morbilidad y mortalidad maternoinfantil en fumadoras embarazadas, mortalidad atribuida al consumo de tabaco, efectos del tabaco sobre iones plasmáticos, neurotoxicidad, relación con cáncer de pulmón, y efectos del tabaco en animales e invertebrados). Se estableció también la relación entre consumo de tabaco y enfermedades coronarias.
Por último, existirían factores económicos en el movimiento antitabaco en Alemania. Era necesario evitar las enfermedades y los gastos derivados de las mismas, ya que se necesitaban soldados y trabajadores sanos para un país en guerra. Había que liberar recursos sanitarios para atender a los heridos en la guerra y no consumir esos recursos en otros problemas de salud.
Hubo publicaciones, como Reine Luft (Aire Puro), y toda una imaginería en forma de carteles, y películas, que alertaban contra los peligros del tabaco, del alcohol o de una dieta baja en fibra. Dichas imágenes identificaban degeneración, corrupción, tabaco y cáncer con ciertos grupos como intelectuales, judíos, y artistas.
Efectividad de las medidas antitabaco en la Alemania nazi
Ciertas investigaciones han demostrado que la política antitabaco en la Alemania nazi no fue tan eficaz ni tan real. Parte de la población siguió fumando como una oposición al régimen. Aumentó el porcentaje de soldados fumadores, aunque consumían menos tabaco que antes de la guerra, siendo las medidas algo más eficaces en grandes fumadores. Se ha comprobado una actitud ambivalente de las autoridades nazis: el consumo de tabaco no se prohibió, únicamente se limitó, no se vigiló el cumplimiento de las normas ni se realizaron campañas nacionales. No hubo restricciones de tabaco para trabajadores en puestos claves ni en ciertos destinos militares. No se mostró la misma actitud contra el tabaco en todas las zonas de Alemania, dependiendo ésta de los gobernantes de los territorios. La lucha antitabaco sí se dirigió hacia jóvenes menores de 18 años y mujeres en edad fértil, retrasando los aspectos más agresivos de la misma para la siguiente generación una vez finalizada la guerra. En el caso de Austria, las políticas antitabaco fueron todavía más tímidas. Aunque las medidas contra el tabaco no fueron tan eficaces como se pensó durante años, no se pueden negar las aportaciones científicas que lo relacionaban con la enfermedad.
En la actualidad, se ha achacado la dificultad para implantar medidas antitabaco en Alemania y Austria a la posible reacción social contra lo que pudiera recordar a un pasado autoritario, y a la influencia de la industria tabaquera.
Conclusiones
El establecimiento de políticas de salud que regulan comportamientos individuales demostrados como perjudiciales para todos, no es una postura totalitaria, aunque sí lo podría ser cuando esas medidas son excluyentes, se utilizan para la mejora de una “raza” y no para salud de todos.
Ciertas actitudes en las estrategias de salud pública de la Alemania nazi no dejaban de ser ambivalentes y contradictorias. Así, por un lado en nombre de un único objetivo (limpieza racial, pureza, evitar la enfermedad) se abogaba por la limitación de las radiaciones para evitar alteraciones genéticas y por otro se sometía a las personas a campañas de fotoseriación masiva con el fin de detectar enfermedades pulmonares. Por un lado, se prohibía el tabaco y, por otro, se mantenía su consumo para evitar cierto descontento social, sin desestimar la fuente de ingresos para el estado en forma de impuestos.
¿Qué decir entonces sobre la salud pública en la Alemania nazi? ¿Qué pensar de un país que en los años treinta del siglo pasado, recomendaba comer pan con fibra, limitar las grasas en la alimentación, someterse a exploraciones radiológicas preventivas, autoexplorarse las mamas en busca de signos de tumoración, cultivar plantas medicinales, hacer ejercicio físico, no consumir alcohol ni tabaco estando embarazada, o prohibir el tabaco? ¿Acaso no parecerían a la luz de los conocimientos actuales, medidas muy acertadas?
En la medicina de la época nazi se utilizaron la tecnología, los conocimientos y los recursos para favorecer a algunos y eliminar a otros, que no eran considerados personas, más que para mejorar la salud de toda la sociedad; ahora bien, ¿se hubiera desarrollado la salud pública y la medicina si los fines de las mismas no hubieran sido acordes con las ideas de un estado totalitario? ¿Eran medidas acertadas en manos equivocadas? ¿Se habría desarrollado una investigación tan sofisticada sobre las relaciones entre tóxicos y enfermedad si no se quisiera limpiar la raza de todo tipo de contaminantes (gérmenes, radiaciones, carcinógenos, tóxicos como alcohol y tabaco, judíos, gitanos, negros, mestizos, homosexuales, lesbianas, opositores, eslavos, comunistas.)? ¿Puede desarrollarse una investigación científica de calidad en un estado totalitario? Aunque algunas son preguntas difíciles de resolver, se puede afirmar que los ideales dictatoriales inspiraron y guiaron a la ciencia en Alemania entre 1933 y 1945, y que ésta también de alguna forma apoyó a un régimen totalitario.
Un último apunte. La inauguración del Instituto Científico para la Investigación de los Riesgos del Tabaco en Jena en 1942 contó en su ceremonia inaugural con el discurso entusiasta de Hans Reiter, presidente de la Oficina para la Salud Pública del Reich. Reiter es muy conocido por los médicos por el epónimo asociado a la artritis reactiva y también por los que le incriminan en otro tipo de actuaciones.
Agradecimientos
El autor quiere agradecer a Rodrigo Córdoba y Carles Ariza, ambos del Comité Nacional de Prevención del Tabaquismo, la colaboración prestada y a José Sarabia Alvárez-Ude, los acertados comentarios recibidos a una versión previa del manuscrito. Asimismo, el autor agradece encarecidamente a Robert N. Proctor, profesor de Historia de la Ciencia de la Universidad de Stanford, California, EEUU, su apoyo y su amabilidad a la hora de autorizar el uso del material gráfico que contiene el artículo. Todas las ilustraciones proceden de su libro Nazi War On Cancer. Princeton University Press. 1999.



BIBLIOGRAFÍA RECOMENDADA
Bachrach S. In the Name of Public Health-Nazi Racial Hygiene. N. Eng. J. Med. 2004; 351: 417-20.
Doll R. Lung cancer and tobacco consumption Int. J. Epidemiol. 2001; 30: 30-1.
García Marcos, JA. La medicina sin rostro humano: Eutanasia y experimentos médicos durante el Tercer Reich, XXXV Premio de Historia de la Medicina (Fundación Uriach. Barcelona). Revista Medicina e Historia, nº 1. Barcelona, 2005.
González López E. ¿Hay que seguir utilizando (algunos) epónimos médicos? Med Clin (Barc). 2010; 134: 703-4.
Lifton RJ. The Nazi Doctors. Medical Killing and the Psychology of Genocide. New York. Basic Books. 1986.
López Muñoz F, Alamo C, García García P, Molina JD, Rubio G. The role of psychopharmacology in the medical abuses of the Third Reich: from euthanasia programmes to human experimentation. Brain Res Bull. 2008;77:388-403.
Proctor R. The Nazi War On Cancer. Princeton University Press. 1999.
Proctor RN. Schairer and Schoniger’s forgotten tobacco epidemiology ant the nazi quest for racial purity. Int. J. Epidemiol. 2001;30:31-4.
Schairer E, Schöniger E. Lung cancer ant tobacco consumption. Int. J. Epidemiol. 2001;30:24-7.
Schneider NK, Glantz SA. Nicotine Nazis strike again: a brief analysis of the use of Nazi rhetoric in attacking tobacco control advocacy. Tob. Control 2008;17:291-6.

JANO

Chicago


Chicago

Óscar Giménez



18 Febrero 2011
Una clase magistral de arquitectura moderna


Skyline de Chicago desde el John Hancock Center
El 8 de octubre de 1871 un incendio arrasó gran parte de Chicago, una ciudad en la que la mayoría de los edificios eran de madera. En la tragedia murieron más de 300 personas pero, al mismo tiempo, representó la oportunidad de levantar de las cenizas una ciudad nueva que supondría el nacimiento de la arquitectura moderna. La necesidad de construir edificios más grandes, seguros y lujosos, dio pie al surgimiento de la llamada Escuela de Chicago, que aportaría nuevas soluciones arquitectónicas, como osamentas metálicas sobre las que recaía el peso del edificio, amplios ventanales horizontales que ocupaban parte de las fachadas e incluso ascensores eléctricos.
La primera estrofa de Put the Blame on Mame, la canción que interpretaba Rita Hayworth en Gilda mientras se quitaba sensualmente aquellos largos guantes negros, poco antes del célebre tortazo que le estampaba Glenn Ford, se refería a la vaca que supuestamente provocó la destrucción de Chicago al dar una patada a una lámpara de queroseno.
“When Mrs. O’Leary’s cow kicked the lantern
In Chicago town
They say that started the fire
That burned Chicago down”

(“Cuando la vaca de la señora O’Leary coceó el farol
en la ciudad de Chicago
dicen que aquello comenzó el fuego
que incendió Chicago”)

Ocurrió la noche del 8 de octubre de 1871. El fuego arrasó la “ciudad del viento”, quemó más de 17.000 edificios, de madera casi en su totalidad, y mató a unas 300 personas. El incendio destruyó un área de 6,5 km2, pero representó la oportunidad de levantar de las cenizas una ciudad completamente nueva que supuso el nacimiento de la arquitectura moderna.
La necesidad de construir nuevos edificios, más grandes, seguros y lujosos, dio pie al surgimiento de la llamada Escuela de Chicago, que trajo el desarrollo de nuevas soluciones arquitectónicas, como osamentas metálicas sobre las que recaía el peso del edificio y no sobre gruesos muros de piedra, pilares de hormigón para los cimientos, amplios ventanales horizontales que abarcaban la mayor parte de las fachadas o ascensores eléctricos. Como resultado se edificaron construcciones de una altura hasta entonces inimaginable: los rascacielos.
Los primeros rascacielos
El “padre” de la Escuela de Chicago fue el ingeniero William Le Baron Jenney. Fue también quien proyectó el que se considera el primer rascacielos de la historia, el Home Insurance Company Building. Sus 10 plantas y 42 m de altura nos parecen hoy día ridículos, pero en 1885 fue toda una hazaña. Y por supuesto, una innovación sin precedentes, pues fue el primer edificio con esqueleto de hierro —incluso de acero en algunas partes del armazón—, si bien algunos de sus muros todavía desempeñaban una función de carga. Su peso era tan sólo una tercera parte del que hubiera podido tener el edificio construido con piedra. En 1890 se añadieron 2 plantas más, pero la vida del primer rascacielos de la historia no fue demasiado longeva. Fue demolido en 1931.
Daniel Burnham, Louis Sullivan y John Root figuran entre los más destacados integrantes de la Escuela de Chicago. Fueron pioneros en el desarrollo de una gran ciudad que en la actualidad constituye una delicia para los amantes de la arquitectura. Pasear hoy por las calles del Loop o la Golden Mile —tramo más comercial de la avenida Michigan—, recorrer el río Chicago en barco y ver el espectacular skyline de la ciudad desde el lago Michigan permite apreciar un gran contraste de épocas y escuelas, fruto de distintas oleadas de fiebre constructora. Edificios con decoración modernista aparecen encajados entre grandes torres de acero y cristal.
Los años veinte dejaron algunas joyas, entre ellas la Tribune Tower, un rascacielos de estilo neogótico que se levanta junto al río en la avenida Michigan y que es sede delChicago Tribune. Los dueños del diario convocaron un concurso en 1922 para construir “el edificio de oficinas más bello y original del mundo”. Los ganadores fueron los arquitectos neoyorquinos John Mead Howells y Raymond Hood.
De la misma década data el Carbide & Carbon Building, un ejemplo de arquitectura art deco con paredes de granito negro pulido rematadas por una torreta dorada. Fue construido en 1929 por los hijos de Daniel Burnham —Daniel y Hubert— con intención de que pareciera una botella de champán.
También en la avenida Michigan y del mismo año que el anterior se encuentra el Palmolive Building —antiguamente Playboy Building por acoger las oficinas de la famosa revista entre 1965 y 1989—. Sus 37 pisos lo hacen parecer un rascacielos enano entre los gigantes de los alrededores, pero constituye otro bello ejemplo de arquitectura modernista.
Los gigantes de los setenta
En los años setenta Chicago atravesó otra época de fiebre constructiva. Fue cuando se decidió levantar el rascacielos más alto del mundo y batir el récord que ostentaban hasta entonces las Torres Gemelas de Nueva York. Se trata de la Sears Tower —ahora rebautizada como Willis Tower—, que se completó en 1974 y alcanza los 442 m de altura sin contar la antena.
En realidad, se trata de una construcción formada por nueve rascacielos cuadrados de distintas alturas que forman en planta una matriz de 3×3, un diseño muy peculiar sobre el que se alzan dos grandes antenas paralelas que rozan el cielo a 527 m de altura.
Con el tiempo su plusmarca de estatura fue superada, aunque la retuvo durante tres décadas, hasta que el Taipei 101 fue concluido en la capital de Taiwán en 2004. De hecho, apenas los separan 7 m de altura. En la actualidad, la Willis Tower es el quinto edificio más alto del mundo y el mayor del hemisferio occidental.
La Willis Tower tiene fama por su altura. Sin embargo, la silueta más célebre de Chicago es la del John Hancock Center. Su arquitecto e ingeniero estructural, Bruce Graham y Fazlur Khan, respectivamente, fueron los mismos que diseñaron la Willis Tower, sólo que el John Hancock es 6 años más viejo. Sus 100 plantas y sus 344 m de altura lo convirtieron en 1968 en el rascacielos fuera de Nueva York más elevado del mundo. Sin embargo, su forma de obelisco truncado, su color negro y sus 2 gigantescas antenas lo hacen inconfundible.
El John Hancock es hoy el cuarto edificio más alto de Chicago. Primero fue superado en 1973 por el Aon Center, una mole de 346 m que recuerda mucho a las torres del World Trade Center neoyorquino. Uno año después se concluyó la Torre Sears. Y finalmente, en 2009 se acabó de construir la Trump Tower, que alberga un hotel y plantas de oficinas. Sin contar la antena, alcanza los 360 m, que lo convierten en el segundo rascacielos más alto de Chicago —y por extensión de Estados Unidos—. Sin embargo, sus aspiraciones eran mayores. La intención de Donald Trump era levantar el rascacielos más alto del mundo, pero el 11-S provocó replantear la idea original.
Otras joyas de la arquitectura contemporánea
Por sus formas y detalles, hay muchas otras construcciones de Chicago que llaman la atención. Una de ellas es el Two Prudential Plaza, un estilizado edificio que combina con armonía la piedra y el vidrio y que obtuvo un buen puñado de premios cuando se acabó en 1990.
También destacan por su original diseño las torres de Marina City, a la orilla del río Chicago, un complejo residencial y comercial que recuerda a dos gigantescas mazorcas de maíz. Se construyeron en 1964, diseñadas por Bertrand Goldberg, y son protagonistas de la panorámica del río que atraviesa la ciudad.
En la orilla de enfrente, sorprende la mezcla de lo antiguo y lo moderno en el United Airlines Building. Su esqueleto de piedra, al estilo tradicional, y sus líneas clásicas se combinan con cristal reflectante. Hay quien dice que es el rascacielos que hubieran construido los romanos si su imperio hubiera sobrevivido hasta nuestros días.
En la desembocadura del río Chicago, en el lago Michigan, encontramos la silueta solitaria del Lake Point Tower, construido en 1968 y que fue en su día el edificio más alto de apartamentos del mundo. Su peculiar forma de planta curva, inspirada en un diseño ideado para Berlín por Mies Van der Rohe, hace que parezca una cortina negra de cristal.


El Chicago del futuro
Una de las últimas adquisiciones arquitectónicas de Chicago es el Millenium Park, que se inauguró en 2004. Entre sus joyas artísticas alberga el Jay Pritzker Pavillion, un escenario para conciertos y actuaciones al aire libre diseñado por Frank Gehry, arquitecto del Guggenheim, con sus inconfundibles planchas metálicas curvadas. Y también la Crown Fountain, una obra de arte diseñada por el catalán Jaume Plensa que consta de dos torres de 16 m de alto, fabricadas con ladrillo de vidrio, sobre las que cae una cascada de agua y que contienen pantallas de LED que proyectan los rostros de habitantes de la ciudad. A pocos metros se halla la Cloud Gate, una escultura de brillante acero en forma de alubia creada por Anish Kapoor donde los turistas no paran de hacer fotos a sus propios reflejos.
En los próximos años se terminarán de construir grandes edificios como la Waterview Tower, que alcanzará los 415 m, o el Hotel Waldorf-Astoria, con 386 m. Sin embargo, el proyecto de rascacielos que pretendía ser el más espectacular, el Chicago Spire, con sus 150 plantas y 610 m, se ha suspendido. Su arquitecto es el español Santiago Calatrava, quien lo diseñó con la forma de una espiral columna de humo dispuesta a alzarse sobre el resto de edificios de la ciudad. La crisis económica ha pasado factura y, por el momento, únicamente existen los cimientos. En cualquier caso, entrados en el siglo XXI, Chicago cuenta ya con un buen número de construcciones recientes que han adquirido la categoría de emblemáticas, clara evidencia de que la clase magistral de arquitectura moderna no se detiene.