sábado, 25 de diciembre de 2010

El libro electrónico y los DRM

El libro electrónico y los DRM

1. INTRODUCCIÓN
LOS FORMATOS DIGITALES y las redes de información global han propiciado la rápida y fácil distribución de los contenidos de todo tipo; ello ha favorecido la amplia difusión de la información más allá de los límites espacio-temporales a los que estaba circunscrito el formato impreso. Pero esta ventaja incuestionable también está favoreciendo la difusión ilegal de contenidos protegidos por derechos de autor, con graves implicaciones económicas, tecnológicas, legales y sociales.
La copia ilegal siempre ha existido, aunque el soporte físico condicionaba bastante la dificultad, calidad y funcionalidad de lo copiado; e incluso en el medio digital existe lo que se denomina “el agujero analógico”1, es decir la posibilidad de copiar las señales emitidas analógicamente y convertirlas posteriormente a formato digital (por ejemplo, se reproduce un CD digital que tiene DRM, y la audición se vuelve a grabar sin DRM; sólo se habrá perdido algo de calidad en la reproducción). Más adelante volveremos sobre el DRM.
La facilidad de copia aumentó con los soportes analógicos (discos, casetes, vídeos…) y todavía más con la llegada de los soportes digitales (CD, DVD, etc.), que permiten copiar cualquier documento un número ilimitado de veces, con una fidelidad igual a la del original, rápidamente, y con muy poco coste. Si a ello se une la mayor capacidad de las redes de comunicaciones con el desarrollo de la banda ancha, la situación de viabilidad para los modelos de negocio basados en la compensación económica por número de copias vendidas queda en entredicho.
Según un estudio llevado a cabo por el Observatorio de Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales (mayo 2010)2, la estimación de pérdidas por contenidos pirateados ascendió en España durante la segunda mitad de 2009 a 5.100 millones de euros. De ellos los libros electrónicos supusieron el 20% de las unidades copiadas, con un valor aproximado de 200 millones de euros.
El informe prevé que con la expansión del libro electrónico3 las cifras se incrementarán: se calcula que una obra de éxito está disponible ilegalmente en la red en un plazo de dos semanas desde su presentación, aunque aquellas obras de más éxito, principalmente bestsellers y obras de gran consumo se incorporan al día siguiente de su publicación4.
Pero la cuestión de las fechas no es más que la anécdota que subyace al tema nuclear: la inexorable incorporación de todos los contenidos al universo digital. Lo que hace poco más de un año pertenecía al contexto de lo posible, en la actualidad, y en el futuro con más razón, cae en el terreno de lo predecible y habitual.
La falta de una respuesta editorial “legal” hace que estas prácticas se vayan convirtiendo en hábitos de consulta y consumo que se van consolidando. Se propiciará la compensación económica por la vía de sistemas alternativos que, por la propia inercia del sistema, pueden constituirse en práctica dominante, como está ocurriendo en el caso de la música.
2. GESTORES DE DERECHOS DIGITALES
Debido a estas circunstancias, y ante la necesidad de salvaguardar los derechos de autor en un entorno tan vulnerable como el digital, es por lo que se desarrollan mecanismos para la protección de contenidos como son las marcas de agua, identificadores únicos, sistemas confiables y los DRM, que son herramientas que intentan preservar el acceso no autorizado5.
DRM (Digital Rights Management) es un concepto y a la vez un dispositivo con un sistema de cifrado que combina hardware y software –sistemas de encriptación- con la finalidad de establecer los usos permitidos por el titular de los derechos sobre una obra digital. Es utilizado por autores y editores de obras protegidas por derechos de autor para evitar el pirateo y otras actividades ilegales, o establecer un rango de usos permitidos y no permitidos en base a diferentes circunstancias y condiciones.
DRM engloba varias técnicas que permiten al propietario de los derechos o a su distribuidor autorizado controlar cómo se utilizan los contenidos por parte de los usuarios. Su estipulación legal se basa en un tratado aprobado por la comunidad internacional en el seno de la OMPI (Organización Mundial de la Propiedad Intelectual) en 1996, que fue ratificado por la directiva comunitaria 2001/29/CE de 22 de mayo6denominada “Derechos de autor en Internet”7.
Aunque es ahora cuando más se está hablando de DRM por la popularización de los libros electrónicos, los primeros sistemas comenzaron a funcionar a finales de los años 90 aplicados a música, vídeo, programas informáticos y documentos electrónicos, con la finalidad de servir simplemente como sistema anticopia. Posteriormente el DRM se ha aplicado al control de los diferentes usos que se pueden hacer de un documento digital, ya que la restricción puede establecerse sobre un uso concreto (lectura, impresión, modificación, descarga…) de un producto digital creativo (literatura, música, películas, programas…).
Los mecanismos DRM están lejos de disponer de un estándar, ya que la codificación es distinta según la empresa que lo diseña, pero todos ellos tienen en común algunas características como son:
-Se aplican a contenidos intelectuales o creativos en formato digital.
-Establecen quién o quiénes acceden a las obras, y bajo qué condiciones.
-Autorizan o deniegan el acceso a la obra, o a alguna de sus funciones.
-Las condiciones de acceso las establece el proveedor de la obra.
-Reduce las posibilidades de la proliferación de copias ilegales.
-Facilita disponer a tiempo real de estadísticas de accesos y usos de un archivo digital, ayudando a determinar el valor de éste.
El DRM es utilizado en bibliotecas para fijar un tiempo de uso limitado de los libros electrónicos en préstamo. Una vez transcurrido el plazo, automáticamente hace que el libro no pueda seguir siendo leído o desaparezca del lector de libros (eReader).
En la industria editorial, el dispositivo DRM es más utilizado por las empresas de agregadores de contenidos que por los editores, ya que éstos anteriormente ya comercializaban paquetes de revistas electrónicas, y siguen utilizando las mismas plataformas –para ambos contenidos (libros y revistas digitales). La mayoría de ellos también restringen la posibilidad de préstamo interbibliotecario, aunque algunos sí permiten la transmisión por correo postal mediante fotocopia impresa o fax8.
3. INCONVENIENTES DE LOS DRM
El uso del DRM también tiene aspectos controvertidos. Algunos opositores al DRM como la Free Software Foundation9 se refieren al mismo como “digital restriction management” y afirman que las condiciones establecidas por el DRM sobrepasan la legalidad, ya que restringen algunos usos legales y razonables.
Los sistemas DRM los establecen unilateralmente los distribuidores de contenidos, y en ocasiones van más allá de los legítimos derechos del comprador en aspectos tales como el uso de la copia privada o de seguridad, las excepciones de copia que en alguna legislación se establece para casos específicos –el llamado uso justo (fair use)- como puede ser la autorización de cambio de formato para usuarios con discapacidad visual, el uso con fines de docencia e investigación, la realización de obras derivadas a partir de la original (traducciones, remixes, versiones, críticas… ), la copia para preservación digital, o que el DRM supere en muchos casos el tiempo estipulado por la legislación de derechos de autor para las obras que pasan al dominio público, porque ha expirado el plazo de protección, que según las legislaciones de los distintos países suele oscilar entre 50 y 70 años desde la muerte del creador.
Existen inconvenientes del DRM, tanto en el plano técnico como en el conceptual, ya que no son sistemas seguros al cien por cien, pues pueden ser decodificados o craqueados. Y por otra parte también limitan la difusión de las obras, ya que en ocasiones su aplicación es aún más estricta que la que se establecía para la copia impresa; por ejemplo un libro impreso se lo podemos prestar a uno, dos o tres amigos, sin embargo un libro electrónico con DRM -salvo la excepción que hace algún distribuidor como Sony, que permite prestarlo 2 veces-, no lo podríamos hacer a no ser que le prestáramos nuestro dispositivo para leerlo.
Algunas empresas como Apple a través de su tienda de música iTunes han empezado a vender contenidos musicales sin DRM, pero a cambio han incrementando el precio en 30 céntimos por canción, ya que consideraba que su utilización estaba limitando su capacidad competitiva frente a sus adversarios. Algunos de ellos, como EMI o Amazon, anteriormente ya lo habían retirado, lo que supone que el 80% de la música vendida en la actualidad no dispone de DRM.
En cuanto al libro electrónico algunos autores ya han puesto de manifiesto que la utilización de sistemas DRM muy restrictivos se encuentran entre las razones por las que el comercio del mismo está teniendo un despegue más lento de lo que debería.
Por otra parte DRM entra en contradicción con los ideales del software libre, ya que da la posibilidad de que los distribuidores especifiquen para qué programas concretos permiten la lectura, y de esta manera discrimina a aquellos usuarios que quieren o deseen utilizar programas de código abierto. Incluso un formato abierto como ePub, ve condicionado su carácter de abierto por el uso del DRM, ya que en el momento que un libro con formatoePub contiene un sistema DRM limita su condición de abierto y libre para depender de las especificaciones del DRM que se esté aplicando.
Pero el aspecto más controvertido es el relativo a la salvaguarda de la intimidad del usuario, ya que hasta ahora la compra de un documento en formato físico no hacia necesaria la identificación del usuario; sin embargo los sistemas DRM implican la necesidad de identificación del cliente para poder rastrear los usos que se hagan de la copia, en algunos casos incluso se vincula a la tarjeta de crédito del comprador del libro.
Sin embargo eso puede tener aspectos positivos, como lo que se ha denominado DRM social, pues el libro se puede descargar de nuevo de manera gratuita en caso de que se cambie de dispositivo de lectura, o si se ha estropeado o borrado, ya que existe un registro de compradores. En cualquier caso, el fin último es desalentar que el usuario haga una difusión no permitida del libro, ya que a partir de la copia puede rastrearse a quién pertenece el original.
4. DRM Y DERECHO A LA INTIMIDAD
Una cuestión muy delicada es que los controles son establecidos por empresas privadas basados en lo que se ha denominado “computación fiable”10, dejando en manos de éstas datos relativos a qué libros compra un usuario y cómo los utiliza, que en ocasiones pueden dar lugar a malas prácticas pudiendo ser utilizado con fines no éticos.
Este aspecto es verdaderamente complejo, ya que con el objetivo de salvaguardar los legítimos derechos de los autores se invade un terreno de uno de los derechos fundamentales como es el de la intimidad, con el agravante de que es ejercido por terceros que pueden vigilar qué leemos y cómo leemos. No hace mucho Amazon tuvo un problema: no disponía de los derechos de autor para el formato digital de los libros 1984 y Rebelión en la granja, de George Orwell, y tras la denuncia de sus propietarios legítimos, se vio en la obligación de retirarlos de los dispositivos de lectura Kindle de sus clientes y a devolverles lo que habían pagado por ellos.
Esta manipulación en la biblioteca de los lectores ha dado mucho que hablar, e incluso se ha dicho que es como si el librero de toda la vida entrara en tu casa y se llevara dos ejemplares de nuestra biblioteca dejando, eso sí, un cheque en la estantería.
5. CONCLUSIONES
El éxito de los modelos comerciales en internet depende en gran medida de los sistemas de protección de los derechos digitales. En este terreno ha sido fundamental el desarrollo del DRM (digital rigths management), que está permitiendo la gestión de los derechos electrónicos con cierta seguridad.
Por otra parte su uso tiene aspectos controvertidos que aún están por resolver de manera satisfactoria en cuestiones de derecho a la intimidad, pues los datos y estadísticas de uso quedan en manos de entidades privadas que pueden hacer algún mal uso de los mismos con fines comerciales o de otro tipo. Hay que recordar que el derecho a la intimidad está por encima del derecho a la propiedad.
Otro aspecto a resolver es lo que se ha denominado uso justo, es decir esas excepciones que establece la ley a la norma común como es el uso para personas discapacitadas, la copia legal con fines de docencia e investigación, además de cuestiones sobre el ámbito de aplicación, pues habitualmente los DRM los establecen empresas estadounidenses sobre contendidos que se comercializan en otros países con legislaciones distintas.
6. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
1. Agujero analógicoWikipedia.
http://es.wikipedia.org/wiki/Agujero_anal%C3%B3gico
2. Achaerandio, Rafael. “Observatorio de Piratería y Hábitos de Consumo de Contenidos Digitales”. IDC (2010).
http://www.sgae.es/recursos/documentacion/articulos_2010/observatoriodepirateria_010610.pdf
3. Cordón, José-Antonio. “Libros electrónicos: una realidad emergente”. Anuario ThinkEPI, 2010, v. 4, pp. 130-138.
4. En una investigación que se está desarrollando por parte de los autores de esta nota sobre redes P2P y libros electrónicos, en la que se han tomado como referencia diez sitios de intercambios de archivos. La tasa de transferencia está en torno a los 30 días. Los resultados completos de la investigación podrán verse en:
Cordón-García, José-AntonioAlonso-Arévalo, JulioGómez-Díaz, Raquel. Gutenberg 2.0: la revolución de los libros electrónicos. Gijón: Trea, 2010 (en prensa).
5. Ochoa-de-González-Argüelles, Enrique. “Digital rights management (DRM)”.Razón y palabra, n. 48, 2010.
http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n48/bienal/mesa5.pdf
6. Directiva 2001/29/CE del Parlamento Europeo y del Consejo de 22 de mayo de 2001 relativa a la armonización de determinados aspectos de los derechos de autor y derechos afines a los derechos de autor en la sociedad de la información.
http://www.fap.org.es/pdf/DIRECTIVA_2001_29-.pdf
7. Millán-Tejedor, Ramón-Jesús. “DRM: contenidos digitales seguros”.Comunicaciones world, 2005, n. 203.
http://www.ramonmillan.com/tutoriales/drm.php
8. Tiessen, Rob. E-books, licences, copyright. University of Calgary, 2009.
http://dspace.ucalgary.ca/bitstream/1880/47273/1/ebooks%20copyright%20licences.pdf
9. Free Software Foundation.
http://www.fsf.org
10. Trusted computing. DRM. Wikipedia, 2010.
http://en.wikipedia.org/wiki/Trusted_Computing
Cómo citar este artículo:
Alonso-Arévalo, Julio; Cordón, José-Antonio. “El libro electrónico y los DRM”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.

La biblioteca desde una aplicación móvil

La biblioteca desde una aplicación móvil

EL TÉRMINO “APLICACIÓN” es muy amplio y se utiliza para designar a cualquier tipo de programa informático. Desde hace un par de años están tomando especial interés las aplicaciones para dispositivos móviles, pequeños programas que se instalan para ampliar las funcionalidades del terminal.
Aunque las primeras plataformas de desarrollo de aplicaciones aparecieron a comienzos de esta década, es en 2008, con el lanzamiento de la tienda de aplicaciones de Apple (laApp Store), cuando comienzan a despegar al permitir la venta a desarrolladores externos.
Apple inauguraba así un nuevo modelo de negocio y distribución que después han seguido otros: el Market de AndroidOvi Store de NokiaApp World de BlackberryMarketplacede Windows o la tienda de Palm.
Se trata de meros intermediarios entre el desarrollador y los clientes: el primero encuentra en ellas una buena forma de difusión de sus productos, mientras que los segundos tienen a su alcance múltiples y seguras posibilidades de extensión de su terminal.
Por otra parte, el intermediario obtiene beneficios económicos que ascienden al 30% de las ventas y una tasa anual por desarrollador (99$ en el caso de Apple y 25$ en el Android Market). Y no se trata de un negocio insignificante: en 2009 se gastaron 4.200 millones de dólares en la compra de aplicaciones, según Gartner1, de los cuales el 99,4% de la cuota de mercado correspondió a Apple.
Por otra parte, se trata de un modelo no exento de inconvenientes. La diversidad de plataformas de venta de aplicaciones exige a los desarrolladores programar una misma aplicación varias veces si quieren que funcione en varios sistemas operativos, pues los lenguajes de programación varían. Eso supone un gasto no sólo económico, sino también de aprendizaje del lenguaje y en tiempo de desarrollo.
Sin embargo, esto no parece ser un escollo importante pues las plataformas que funcionan en varios dispositivos (como Java ME o Flash Lite) están en clara decadencia frente a las nativas: Android e iOS son las plataformas preferidas por los desarrolladores”2.
Las tiendas de aplicaciones se convierten así en un valor añadido al comprar un dispositivo: a más aplicaciones disponibles, más funciones. Los usuarios pueden encontrarse con que, dependiendo de la plataforma del dispositivo que adquieran, tendrán mayor o menor diversidad de aplicaciones donde elegir.
La tienda con más variedad es la de Apple (225.000 aplicaciones), seguida de Android(72.000), SymbianBlackberryJava MEFlash Lite y Windows, según datos del primer trimestre de 2010”2.
Una de las últimas novedades que podrían afectar a este modelo en el futuro es el lanzamiento de la App Inventor de Android3 el pasado mes de julio, que supondría la democratización del proceso de creación de aplicaciones.
Las aplicaciones tienen fans y detractores por igual: hay quienes aseguran que son basura”4, mientras que otros auguran la muerte de la Web basándose, entre otros factores, en el incremento del acceso a internet desde ellas”5.
Independientemente de unos y otros, la realidad es que se trata de un modelo al alza: el incremento en las ventas de smartphones y la extensión de aplicaciones a otros aparatos como tabletas -y quién sabe si libros electrónicos- parece garantizar su afianzamiento.
¿Para qué sirven las aplicaciones?
Pues para todo: desde jugar, consultar un diccionario, navegar, leer un libro, un cómic o el periódico hasta localizar servicios cercanos, gestionar nuestras redes sociales o escribir un documento. Educación, entretenimiento y juegos, libros, noticias, productividad, redes sociales, referencia y viajes son sólo algunas de las categorías que podemos encontrar. Si las combinamos con las prestaciones de los dispositivos móviles (cámara de fotos y vídeo, geoposicionamiento, navegación web, reproducción multimedia, sensores…), empezamos a adivinar sus posibilidades.
Las opciones para determinar la ubicación, combinadas con mapas, la realidad aumentada y la lectura de códigos bidimensionales son sólo algunas de ellas”6.
La lectura, una función más de los dispositivos móviles
Una de las más interesantes utilidades de las aplicaciones en nuestro ámbito es la lectura, que se ha convertido en una función más de los dispositivos móviles. Teléfonos móviles,smartphones y tabletas se convierten así en lectores de libros electrónicos, a pesar de no incorporar tinta electrónica en sus pantallas e independientemente del grado de comodidad de la lectura.
Gracias a Stanza7Wattpad8 y otras, podemos descargar libros electrónicos y leerlos en nuestras pequeñas (y no tan pequeñas) pantallas. Incluso algunos libros y cómics se distribuyen en forma de aplicación.
Tiendas de libros electrónicos como Amazon9 y Barnes & Noble10 han decidido hacer llegar sus libros a cualquier tipo de aparato a través de aplicaciones, incluso a pesar de tener sus propios dispositivos (Kindle y Nook). Se trata de un claro intento de no limitar su negocio de venta de libros.
El mismo camino podría seguirse en las bibliotecas. Por el momento, OverDrive, distribuidor de libros electrónicos, audiolibros y contenidos digitales para bibliotecas, tiene su propia aplicación”11 para la descarga y reproducción de contenidos multimedia desde la biblioteca.
Con el iPad nacía iBooks12, la aplicación de lectura de Apple, que convertía así a sus dispositivos (iPadiPhone e iPod Touch) en lectores de libros electrónicos. Desde entonces la competencia entre tabletas y libros electrónicos se declaraba abierta, con múltiples consecuencias que hemos comenzado a ver este año: el abaratamiento de los dispositivos de lectura y la ampliación de sus funciones (como en el Papyre Alex, con sistema operativo Android incorporado) son algunas de ellas. Prensa, cómics y obras de referencia también se pueden leer y consultar desde aplicaciones.
Aplicaciones bibliotecarias
En este contexto, algunas bibliotecas de fuera de nuestras fronteras se han aventurado a poner en marcha sus propias aplicaciones desde distintos puntos de vista y con diferentes objetivos.
La primera de ellas fue la District of Columbia Public Library con una aplicación paraiPhone/iPod Touch13, que permite hacer búsquedas en el catálogo, consultar los datos de localización y horarios de apertura de las bibliotecas de la red, gestionar las reservas y consultar una lista de los documentos más populares. Después ha habido otras similares, se puede encontrar un listado en el wiki Library Success14.
Una de las más completas es la de la Biblioteca Pública de Seattle15, que funciona sobre varias plataformas y añade a las funciones de la anterior un calendario de eventos, un servicio de referencia en línea, enlace a Facebook de la biblioteca y acceso a blogs ypodcasts de la biblioteca.
Se trata de aplicaciones gratuitas y, la mayor parte de las veces, también abiertas al uso por parte de cualquiera. Hay algunas excepciones que requieren la entrada del número de socio de la biblioteca o datos ligados a la universidad para seguir funcionando, como la de la Universidad Rey Juan Carlos16, sólo para alumnos. Todas ellas constituyen, en mayor o menor medida, una reproducción de la sede web de la institución.
Desde otra perspectiva, algunas redes de bibliotecas utilizan las ventajas del geoposicionamiento para crear aplicaciones o servicios basados en la localización de una biblioteca, que puede ser la más cercana a nuestra ubicación actual o alguna en concreto.
Así, la aplicación Library Navigator17 permite localizar cualquier biblioteca en la región de South Kanto (Japón) y otras como Library18 o Libraries: Australia19 identifican la biblioteca más cercana a la posición del usuario.
Desde una aproximación similar, WorldCat20, la aplicación para iPhone de la Oclc, es capaz de localizar un libro en la biblioteca más cercana. Y LocalBooks, de LibraryThing, añade a las bibliotecas librerías y eventos literarios.
El compromiso con la Web móvil y el mundo de las aplicaciones por parte de este gran catálogo de libros es claro: a esa iniciativa hay que sumar su capa para Layar y el anuncio a comienzos de año del próximo lanzamiento de LibraryAnywhere, una nueva aplicación de pago para bibliotecas que permitiría consultar su catálogo”21.
Las visitas guiadas son otra de las posibles utilidades: aprovechando las ventajas de la geolocalización, la North Carolina State University ha situado más de 50 puntos en un mapa de su campus y añadido información e imágenes históricas sobre cada uno de ellos. El resultado es WolfWalk22, un viaje guiado por el campus.
En la utilización de fondos propios coincide la Biblioteca Nacional de Escocia, que saca a la luz parte del archivo John Murray en una pesada aplicación y muestra algunos de sus materiales, acompañados de vídeos y ficheros de audio explicativos”23.
El reconocimiento de códigos bidimensionales y de barras promete en el ámbito bibliotecario. Si los códigos bidimensionales (QRDatamatrix u otros) pueden servir como enlace de acceso directo a la información desde dispositivos móviles en cartelería, catálogos, etc., la lectura de los códigos de barras de libros, discos o películas puede servir para procesar la información bibliográfica en diferentes formas, una vez capturado e interpretado el código a través de la cámara de fotos del dispositivo.
Se trata de la misma función realizada por los escáneres de códigos de barras, pero enriquecida con nuevas opciones y extendida a cualquiera, usuarios incluidos, con un dispositivo móvil y la aplicación adecuada. Así, RedLaser24 lee el código de barras de un libro y muestra los precios de compra en diferentes puntos de venta en línea y las bibliotecas en las que se encuentra, aunque esta última opción sólo está disponible en Estados Unidos. Y LibraryThingScanner para Android lee el código de barras de un libro con el fin de añadirlo a tu catálogo en LibraryThingGoggles25, la aplicación de Google, reconoce la imagen de portada de un libro y devuelve los resultados sobre él en el buscador.
Dirigida al ámbito profesional, la aplicación de la ALA 2010 Annual Conference26 es un acceso directo a toda la información del evento, a la vez que permite gestionar la asistencia a conferencias, buscar un taxi, hotel o restaurante o seguir los tuits del evento.
Bases de datos y proveedores también están presentes en las tiendas de aplicaciones.Aaron Tay señala algunos de ellos”27.
Pero también hay utilidades externas al ámbito profesional: para gestionar los préstamos de tus libros en la biblioteca”28, tu propia biblioteca personal”29 o para rastrear los libros leídos y compartirlos con otros”30. Y pequeñas bromas, como aquella que simula el “shhhhh” de una bibliotecaria una vez que se supera el límite de ruido establecido”31.
Buscando el valor añadido
Tras este recorrido por las aplicaciones bibliotecarias se puede obtener una visión general sobre sus utilidades, al menos de las exploradas hasta el momento, y vislumbrar el amplio campo que queda a la imaginación para probar otras nuevas. Lo costoso de su desarrollo y la dependencia del dispositivo son algunas de las desventajas que conllevan, pero por otra parte proporcionan un acceso directo permanente desde el dispositivo, nuevas utilidades y un escaparate, el de las tiendas de aplicaciones.
En nuestro país su empleo en el ámbito bibliotecario es muy escaso, casi inexistente, quizás debido a la baja popularidad de aparatos con sistemas operativos iOS y Android, que soportan las mayores tiendas de aplicaciones, al contrario de lo que sucede en EE.UU. y algunos países de Europa. Sin embargo, el número de smartphones ya ronda los diez millones, y es Symbian (en más del 70% a principios de este año) el sistema operativo predominante. Un tercio de la población declaraba a comienzos de año utilizar aplicaciones en su móvil”32.
A la vista de lo expuesto a lo largo de este texto, es evidente que las aplicaciones ofrecen nuevas utilidades y servicios en el ámbito de las bibliotecas. Además del acceso directo a la información web de la biblioteca o a su catálogo —que también brindan los sitios web para móviles”33 y que constituye el modelo más extendido hasta el momento— y más allá de la difusión que supone que nuestra biblioteca esté presente en una tienda de aplicaciones, es necesario preguntarse qué nuevos servicios se pueden ofertar para rentabilizar la inversión.
El auténtico reto está, por lo tanto, en crear aplicaciones con valor añadido, que exploten las funciones únicas de los dispositivos móviles (geolocalización, la lectura de códigos de barras, la realidad aumentada…) combinadas con el contexto de movilidad para ofertar a sus usuarios servicios únicos y de utilidad.
Por el momento, el uso de aplicaciones en el ámbito de la lectura y por parte de otros proveedores de información nos obligan a los bibliotecarios a no dejarlas caer en el olvido.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
2. Según el siguiente estudio: AndreasCamilleri, ElizabethKapetanakis, Matos. Mobile Developer Economics 2010 and Beyond: Insights and analysis from the definitive Mobile Developer Survey. Londres: VisionMobile, 2010.
http://www.visionmobile.com/research.php#devecon
6. Sobre ello nos hablaba Isabel Fernández en la última Comunidad de prácticas de Sedic:
http://comunidad20.sedic.es/?p=290
21. Moreno Lanza, Ferrán. “LibraryThing i altres eines de catalogació social”. En: Els Juliols. Biblioteca 2.0: web social i altres innovacions, Rubí, 5 al 9 de julio, 2010.
http://www.slideshare.net/cursrubi/juliols2010-libarything
33. Suhonos, M. J. Building a Location-aware Mobile Search Application with Z39.50 and HTML5. The Code4Lib Journal, n. 10, 22 junio 2010.
http://journal.code4lib.org/articles/2947
Cómo citar este artículo:
Arroyo-Vázquez, Natalia. “La biblioteca desde una aplicación móvil”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.