El biólogo que salvó a Londres de las bombas
Aplicando la teoría de la aparición de mutaciones en la genética de poblaciones al modo en que bombardeaban los alemanes, Haldane informó a Churchill que no había dudas, que los aviones de los boches al llegar a las cercanías de Londres, simplemente, dejaban caer sus bombas donde buenamente podían, acertando por pura casualidad.
De este modo, continuó, la población debería seguir viviendo donde siempre y los refugios antiaéreos se deberían construir en esos mismos puntos. Proponía, asimismo, que cualquier sitio que pudiera albergar aviones se convirtiera en un pequeño aeródromo —se diseminaron miniaeródromos a lo largo y ancho de todas las islas— y que las baterías para la defensa antiaérea se ubicaran donde fuera más fácil colocarlas.
Según contaban colaboradores del biólogo años después, Haldane terminó su alocución con una sesuda exposición de las estrategias que siguen los grandes predadores para encontrar los bancos de peces en el mar y qué estrategias siguen los pececillos para minimizar sus posibilidades de encontrarse con un depredador.
En un momento donde incluso muchos de los colegas de sir Wiston eran partidarios de la rendición, pues nada podía hacerse ante la invencible maquinaria de guerra nazi, los cálculos de Haldane reavivaron la esperanza del premier y su determinación de luchar. Su resistencia a los nazis era la última esperanza frente a los totalitarismos. Su rendición, sin duda, habría cambiado el curso de la Historia.
La Batalla de Inglaterra se prolongó casi un año; pero desde la visita del científico escocés, los nazis tenían la sensación permanente de estar perdiendo la batalla, y además no lograban el objetivo para iniciar la invasión terrestre: acabar con la RAF. Terminaba mayo de 1941 y Hitler cambió sus preferencias en el tablero de la guerra; los británicos no capitulaban, así que dio media vuelta y se lanzó de lleno a la Operación Barbarroja: la conquista de la URSS.
Haldane, satisfecho por lo menos con haberse expresado, abandonó el Ministerio y reanudó su actividad académica (el reconocimiento público le llegó como uno de los padres de la genética de poblaciones, junto con Ronald Fisher y Sewall Wright, así como por su aportaciones al conocimiento del origen de la vida).
Años después, pero en la misma contienda, el general Curtis LeMay, jefe del mando estratégico de bombarderos norteamericanos en el Pacífico durante la guerra con Japón, aprendió gracias a Haldane que no se podía bombardear como los nazis: dirigió una campaña de bombardeo estratégico contra las ciudades japonesas, a las que arrasó totalmente siguiendo un patrón de bombardeo sistemático. Esta estrategia era tan destructiva que LeMay comentó que, si los aliados hubiesen perdido la guerra, sin duda él hubiera sido considerado el principal criminal de guerra.
Haldane, afiliado desde su juventud al partido comunista, abandonó sus filas en 1956 y, un año después, Gran Bretaña para exilarse a India (en gran parte debido a los enfrentamientos que mantuvo con sus colegas), donde prosiguió con sus investigaciones y donde acabó adoptando su nacionalidad. Churchill, entró por la puerta grande de la Historia, entre otros méritos, por algo tan sencillo como saber escuchar.
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