| ||||
|
lunes, 2 de julio de 2012
200 años del NEJM
Miercoles academicos de la mixta!!! transmisión en vivo
Siguiendo con los miércoles académicos del servicio de ortopedia mixta , este miércoles 4 de julio del 2012, a las 6:30 en punto, hora del centro de México, desde la cd de México, tenemos al Dr. Enrique Rosales del Schrinners, va a dar el tema de Corrección del Pie Equino varo con el método de Ponsetti, la liga para la platica en vivo:
http://www.livestream.com/ortopediamixta
Recordandoles que las platicas se suben al canal de You Tube del Servicio de Ortopedia Mixta, ubicado en el 2° piso del Hospital de Ortopedia Dr. Victorio de la Fuente Narváez IMSS, Ciudad de México, Distrito Federal, en la siguiente dirección:
http://www.youtube.com/user/MagdalenadeS?feature=gb_p13n_ch_rec
http://www.livestream.com/ortopediamixta
Recordandoles que las platicas se suben al canal de You Tube del Servicio de Ortopedia Mixta, ubicado en el 2° piso del Hospital de Ortopedia Dr. Victorio de la Fuente Narváez IMSS, Ciudad de México, Distrito Federal, en la siguiente dirección:
http://www.youtube.com/user/MagdalenadeS?feature=gb_p13n_ch_rec
domingo, 1 de julio de 2012
CMO. SESIÓN REGLAMENTARIA 06/2012 "LA VISIÓN ACTUAL EN LAS FRACTURAS DISTALES DEL RADIO”
SESIÓN REGLAMENTARIA DEL Colegio Mexicano de Ortopedia y Traumatología A.C. del 06/2012 "LA VISIÓN ACTUAL EN LAS FRACTURAS DISTALES DEL RADIO”
Siguenos en vivo a través de nuestro canal a partir de las 8:30 de la noche, hora del centro de México, para nuestros amigos que nos siguen vía red, la platica es desde la Ciudad de México el miércoles 4 de julio del 2012.
http://www.livestream.com/bibliomanazteca_platicas_medicas
http://paveca3.blogspot.mx/2012/07/sesion-reglamentaria-062012-la-vision.html
http://www.livestream.com/bibliomanazteca_platicas_medicas
1 de Julio de 2012 - 9:10 PM |
SESIÓN REGLAMENTARIA 06/2012
ORDEN DEL DÍA
"LA VISIÓN ACTUAL EN LAS FRACTURAS DISTALES DEL RADIO”
Coordinador: Dr. Alejandro de Jesús Espinosa Gutiérrez Titular del Capítulo de Especialización en Mano y Muñeca
Atentamente
|
Medicina de rehabilitación. Alerta
El 80% de las consultas médicas por lesiones en las extremidades ... Medicinatv.com ... Doctor Negrín de Las Palmas de Gran Canaria, Arturo Gómez, y el presidente de la Sociedad Canaria de Medicina Física y Rehabilitación, Florián Medina. Ver todos los artículos sobre este tema » |
REHABILITACIÓN Y MEDICINA FÍSICA. Mirando al futuro.: Aging in ... Mirando al futuro hay algo que podemos predecir sin lugar a dudas: si seguimos aquí, todos seremos mayores que ahora. ¿Cómo será ese futuro en el que nos ... rehabilitacionymedicinafisica.blogspot.com/.../aging-in-americ... |
Ropivacaína
| ||||
|
El sol es el límite
| ||||
|
Depresión. Alerta
Asocian intentos fallidos de FIV con depresión y ansiedad Terra.com En las mujeres con estrés y ansiedad antes de la fertilización in vitro (FIV) no disminuirían las posibilidades de tener un bebé. Pero si el tratamiento falla, su salud... Ver todos los artículos sobre este tema » |
La incontinencia urinaria en adultos puede llegar a desencadenar ... Lainformacion.com ... de personas adultas que sufren incontinencia urinaria, un trastorno que causa un "grave deterioro" de la calidad de vida de quienes lo padecen ya que produce una sensación de "ocultamiento" que puede incluso llegar desencadenar una depresión. Ver todos los artículos sobre este tema » |
Vigilante se ahorcó por depresión Diario de Los Andes Vigilante se ahorcó por depresión, Imprimir, E-Mail. escrito por Yuraima Alarcón/DLA Mérida. viernes, 29 de junio de 2012. Un hombre de 69 años decidió poner fin a su vida ahorcándose con un mecate, presuntamente por problemas depresivos, a raíz de la ... Ver todos los artículos sobre este tema » |
| ||
La teoría serotonérgica de la depresión - Forumclínic - Hospital ... Parece que las teorías monoaminérgicas como modelo explicativo de los trastornos caen por su propio peso. Y es que en cada trastorno están implicados ... www.forumclinic.org/.../la-teora-serotonrgica-de-la-depresin |
Tratamiento de enfermedades neurologicas basado en celulas madre
Revision
Tratamiento de enfermedades neurologicas basado en celulas madre
Carme Costa, Manuel Comabella, Xavier Montalban.
Tratamiento de enfermedades neurologicas basado en celulas madre
Carme Costa, Manuel Comabella, Xavier Montalban.
Med Clin (Barc). 2012;139:208-14.
doi:10.1016/j.medcli.2011.12.009
R E S U M E N
Las estrategias terapeuticas basadas en celulas madre se estan empleando cada vez mas para el tratamiento de un amplio numero de enfermedades neurologicas. Aunque dichas estrategias se diseñaron inicialmente con la finalidad de reemplazar las ce´ lulas muertas en el tejido lesionado, el potencial de las clulas madre para migrar, secretar factores troficos e inmunomodular permite en la actualidad su uso terapeutico como vehıculo para la terapia genica, como en el caso de la enfermedad derkinson, o como inmunomoduladores y neuroprotectores, como por ejemplo en la esclerosis multiple. En esta revisio´n se discute la evidencia clı´nica y experimental actual existente en relacion con el tratamiento de enfermedades neurologicas empleando estrategias basadas en celulas madre
Las estrategias terapeuticas basadas en celulas madre se estan empleando cada vez mas para el tratamiento de un amplio numero de enfermedades neurologicas. Aunque dichas estrategias se diseñaron inicialmente con la finalidad de reemplazar las ce´ lulas muertas en el tejido lesionado, el potencial de las clulas madre para migrar, secretar factores troficos e inmunomodular permite en la actualidad su uso terapeutico como vehıculo para la terapia genica, como en el caso de la enfermedad derkinson, o como inmunomoduladores y neuroprotectores, como por ejemplo en la esclerosis multiple. En esta revisio´n se discute la evidencia clı´nica y experimental actual existente en relacion con el tratamiento de enfermedades neurologicas empleando estrategias basadas en celulas madre
Palabras clave: Celulas madre neurales, Celulas madre hematopoyeticas, Celulas madre embrionarias, Celulas madre mesenquimales, Enfermedades neurodegenerativas
- Español: [ Resumen | Texto completo | PDF ]
- English: [ Abstract | ]
Dr.Máximo Cuadros Chávez
Telemedicina. Alerta
6 nichos de mercado para la telemedicina | Incubando Salud Pennsylvania es un estado que está expandiendo sus programas de telemedicina para incorporarla a un número cada vez mayor de especialidades, lo que ... www.incubandosalud.com/.../6-nichos-de-mercado-para-la-tel... |
Telemedicina en Tuluá - El Tabloide.com.co Este 28 de junio a las 10 a.m., se realizará en el auditorio del Cuerpo de Bomberos, la socialización del proyecto de telemedicina que la Administración ... www.eltabloide.com.co/noticias.../telemedicina-en-tulua |
Entrevista: el triunfo de lo micro
El caparazón: Entrevista: el triunfo de lo micro
|
Posted: 30 Jun 2012 04:48 AM PDT
Me entrevistaba hace unos días para la revista SMODA que se distribuye hoy con El País, Angeles Castillo. Aquí os dejo lo que le contesté al completo:
|
The ‘Busy’ Trap
June 30, 2012, 3:15 AM39 Comments
The ‘Busy’ Trap
By TIM KREIDER
Anxiety: We worry. A gallery of contributors count the ways.
If you live in America in the 21st century you’ve probably had to listen to a lot of people tell you how busy they are. It’s become the default response when you ask anyone how they’re doing: “Busy!” “So busy.” “Crazy busy.” It is, pretty obviously, a boast disguised as a complaint. And the stock response is a kind of congratulation: “That’s a good problem to have,” or “Better than the opposite.”
It’s not as if any of us wants to live like this; it’s something we collectively force one another to do.
Notice it isn’t generally people pulling back-to-back shifts in the I.C.U. or commuting by bus to three minimum-wage jobs who tell you how busy they are; what those people are is not busy but tired. Exhausted. Dead on their feet. It’s almost always people whose lamented busyness is purely self-imposed: work and obligations they’ve taken on voluntarily, classes and activities they’ve “encouraged” their kids to participate in. They’re busy because of their own ambition or drive or anxiety, because they’re addicted to busyness and dread what they might have to face in its absence.
Almost everyone I know is busy. They feel anxious and guilty when they aren’t either working or doing something to promote their work. They schedule in time with friends the way students with 4.0 G.P.A.’s make sure to sign up for community service because it looks good on their college applications. I recently wrote a friend to ask if he wanted to do something this week, and he answered that he didn’t have a lot of time but if something was going on to let him know and maybe he could ditch work for a few hours. I wanted to clarify that my question had not been a preliminary heads-up to some future invitation; this was the invitation. But his busyness was like some vast churning noise through which he was shouting out at me, and I gave up trying to shout back over it.
Almost everyone I know is busy. They feel anxious and guilty when they aren’t either working or doing something to promote their work. They schedule in time with friends the way students with 4.0 G.P.A.’s make sure to sign up for community service because it looks good on their college applications. I recently wrote a friend to ask if he wanted to do something this week, and he answered that he didn’t have a lot of time but if something was going on to let him know and maybe he could ditch work for a few hours. I wanted to clarify that my question had not been a preliminary heads-up to some future invitation; this was the invitation. But his busyness was like some vast churning noise through which he was shouting out at me, and I gave up trying to shout back over it.
Brecht Vandenbroucke
Even children are busy now, scheduled down to the half-hour with classes and extracurricular activities. They come home at the end of the day as tired as grown-ups. I was a member of the latchkey generation and had three hours of totally unstructured, largely unsupervised time every afternoon, time I used to do everything from surfing the World Book Encyclopedia to making animated films to getting together with friends in the woods to chuck dirt clods directly into one another’s eyes, all of which provided me with important skills and insights that remain valuable to this day. Those free hours became the model for how I wanted to live the rest of my life.
The present hysteria is not a necessary or inevitable condition of life; it’s something we’ve chosen, if only by our acquiescence to it. Not long ago I Skyped with a friend who was driven out of the city by high rent and now has an artist’s residency in a small town in the south of France. She described herself as happy and relaxed for the first time in years. She still gets her work done, but it doesn’t consume her entire day and brain. She says it feels like college — she has a big circle of friends who all go out to the cafe together every night. She has a boyfriend again. (She once ruefully summarized dating in New York: “Everyone’s too busy and everyone thinks they can do better.”) What she had mistakenly assumed was her personality — driven, cranky, anxious and sad — turned out to be a deformative effect of her environment. It’s not as if any of us wants to live like this, any more than any one person wants to be part of a traffic jam or stadium trampling or the hierarchy of cruelty in high school — it’s something we collectively force one another to do.
Our frantic days are really just a hedge against emptiness.
Busyness serves as a kind of existential reassurance, a hedge against emptiness; obviously your life cannot possibly be silly or trivial or meaningless if you are so busy, completely booked, in demand every hour of the day. I once knew a woman who interned at a magazine where she wasn’t allowed to take lunch hours out, lest she be urgently needed for some reason. This was an entertainment magazine whose raison d’être was obviated when “menu” buttons appeared on remotes, so it’s hard to see this pretense of indispensability as anything other than a form of institutional self-delusion. More and more people in this country no longer make or do anything tangible; if your job wasn’t performed by a cat or a boa constrictor in a Richard Scarry book I’m not sure I believe it’s necessary. I can’t help but wonder whether all this histrionic exhaustion isn’t a way of covering up the fact that most of what we do doesn’t matter.
I am not busy. I am the laziest ambitious person I know. Like most writers, I feel like a reprobate who does not deserve to live on any day that I do not write, but I also feel that four or five hours is enough to earn my stay on the planet for one more day. On the best ordinary days of my life, I write in the morning, go for a long bike ride and run errands in the afternoon, and in the evening I see friends, read or watch a movie. This, it seems to me, is a sane and pleasant pace for a day. And if you call me up and ask whether I won’t maybe blow off work and check out the new American Wing at the Met or ogle girls in Central Park or just drink chilled pink minty cocktails all day long, I will say, what time?
But just in the last few months, I’ve insidiously started, because of professional obligations, to become busy. For the first time I was able to tell people, with a straight face, that I was “too busy” to do this or that thing they wanted me to do. I could see why people enjoy this complaint; it makes you feel important, sought-after and put-upon. Except that I hate actually being busy. Every morning my in-box was full of e-mails asking me to do things I did not want to do or presenting me with problems that I now had to solve. It got more and more intolerable until finally I fled town to the Undisclosed Location from which I’m writing this.
Here I am largely unmolested by obligations. There is no TV. To check e-mail I have to drive to the library. I go a week at a time without seeing anyone I know. I’ve remembered about buttercups, stink bugs and the stars. I read. And I’m finally getting some real writing done for the first time in months. It’s hard to find anything to say about life without immersing yourself in the world, but it’s also just about impossible to figure out what it might be, or how best to say it, without getting the hell out of it again.
Idleness is not just a vacation, an indulgence or a vice; it is as indispensable to the brain as vitamin D is to the body, and deprived of it we suffer a mental affliction as disfiguring as rickets. The space and quiet that idleness provides is a necessary condition for standing back from life and seeing it whole, for making unexpected connections and waiting for the wild summer lightning strikes of inspiration — it is, paradoxically, necessary to getting any work done. “Idle dreaming is often of the essence of what we do,” wrote Thomas Pynchon in his essay on sloth. Archimedes’ “Eureka” in the bath, Newton’s apple, Jekyll & Hyde and the benzene ring: history is full of stories of inspirations that come in idle moments and dreams. It almost makes you wonder whether loafers, goldbricks and no-accounts aren’t responsible for more of the world’s great ideas, inventions and masterpieces than the hardworking.
“The goal of the future is full unemployment, so we can play. That’s why we have to destroy the present politico-economic system.” This may sound like the pronouncement of some bong-smoking anarchist, but it was actually Arthur C. Clarke, who found time between scuba diving and pinball games to write “Childhood’s End” and think up communications satellites. My old colleague Ted Rall recently wrote a column proposing that we divorce income from work and give each citizen a guaranteed paycheck, which sounds like the kind of lunatic notion that’ll be considered a basic human right in about a century, like abolition, universal suffrage and eight-hour workdays. The Puritans turned work into a virtue, evidently forgetting that God invented it as a punishment.
Perhaps the world would soon slide to ruin if everyone behaved as I do. But I would suggest that an ideal human life lies somewhere between my own defiant indolence and the rest of the world’s endless frenetic hustle. My role is just to be a bad influence, the kid standing outside the classroom window making faces at you at your desk, urging you to just this once make some excuse and get out of there, come outside and play. My own resolute idleness has mostly been a luxury rather than a virtue, but I did make a conscious decision, a long time ago, to choose time over money, since I’ve always understood that the best investment of my limited time on earth was to spend it with people I love. I suppose it’s possible I’ll lie on my deathbed regretting that I didn’t work harder and say everything I had to say, but I think what I’ll really wish is that I could have one more beer with Chris, another long talk with Megan, one last good hard laugh with Boyd. Life is too short to be busy.
(Anxiety welcomes submissions at anxiety@nytimes.com.)
Tim Kreider is the author of “We Learn Nothing,” a collection of essays and cartoons. His cartoon, “The Pain — When Will It End?” has been collected in three books by Fantagraphics.
sábado, 30 de junio de 2012
Muerte y resurrección del libro
PROMESAS
Muerte y resurrección del libro
Por Daniel Link
22/06/12 - 09:27
Si bien nunca deposité demasiadas expectativas en el Día del Padre, las decepciones al abrir los regalos han llegado a ser mayúsculas cuando me encontraba con un pullover gris (o peor aun: celeste grisáceo), que pasaba a integrar el lote de ropa que jamás usaría, salvo en el campo y para dedicarme a las más rústicas tareas. ¿Es que tan poco me conocen mis hijos?
Este año, sin embargo, las circunstancias se confabularon para regalarme sensaciones insospechadas. Al abrir el regalo me encontré con un... ¡lector de libros electrónicos! de la marca Kindle, dispositivo que nunca había incorporado a mi horizonte tecnológico de deseos. Es más: muchas veces expresé mi desconfianza en relación con nociones como papel y tinta electrónicos, que me parecían una superchería más interpuesta en la libre disponibilidad del material de lectura.
Pero mis prejuicios se vieron pronto aniquilados. Lo primero que cargué en mi Kindle fue Proust (en castellano y en francés), y me lancé a la aventura de volver a marcar en la versión electrónica mis pasajes predilectos.
Noté que la pantalla, que no emite luz, es ciertamente mucho más amable que la de cualquier computadora o tableta: si jamás había podido leer un libro en los dispositivos electrónicos con los que contaba, en el lector, en cambio, podía hacerlo porque la relación física entre el ojo y el papel electrónico no guarda mayores diferencias que la relación entre el ojo y el papel de celulosa.
Pronto acondicioné mi rinconcito hogareño de lectura (sillón cómodo y lámpara focalizada sobre el lugar donde el libro estará apoyado) al nuevo dispositivo (no debe ser bueno para su integridad si me duermo y el libro se me cae de las manos).
Y me lancé a cargar lecturas, porque pocos días después iba a emprender un vuelo transatlántico diurno. Fue entonces cuando mis aprensiones (todas ellas) fueron a parar al retrete del Airbus que me transportaba. Porque, ligero de equipaje, tenía sin embargo 12 o más libros para entretenerme (uno nunca sabe cuál libro será el adecuado para pasar el rato en situaciones tan artificiales).
Empecé a leer una novela de P.D. James (había cargado dos, gratuitamente). Y fue dulce el encuentro con el fin del libro impreso. Me incorporé, al final del viaje, a un equipo de trabajo en la ciudad de Toulouse, al pie de los Pirineos. Mi nuevo artilugio fue muy envidiado: los demás habían cargado al menos cinco kilos de lecturas cada uno, y yo llevaba en mi bolsillo unos pocos gramos, atiborrados de mundos y promesas.
Gutenberg 2.0
Gutenberg 2.0
Los libros electrónicos
Por Juan Pablo Vittori para EXACTAmente 49
La imprenta de Johannes Gutenberg dio un salto tal en la tecnología, que tuvieron que pasar más de quinientos años para que otro invento tomara la posta. La revolución digital trajo bajo el brazo a los libros electrónicos que, muy de a poco, están ganando posiciones en el mercado editorial y en las preferencias de los usuarios.
Definir qué cosa era un libro no requería demasiadas explicaciones adicionales, por lo menos hasta hace unos años. Las cosas están cambiando y, hoy por hoy, la definición de “libro” requiere algunas aclaraciones. ¿Qué entendemos por libro? Hay una parte de esta explicación que ya está zanjada para los editores, y es la referida a la diferencia entre “texto” y “libro”. En líneas generales, el textose refiere al contenido, y el libro al soporte en el cual ese texto está inserto (generalmente un objeto de papel, impreso) y que ha pasado por un proceso de edición.
De textos, estamos rodeados, pero no necesariamente estamos rodeados de libros. Los soportes a los que estábamos acostumbrados se diversificaron, y lo hicieron de manera tan vertiginosa y tan variada que los encargados de hacer libros se encontraron con la obligación de reaprender una parte importante de su profesión, quizás la más importante: transformar textos en libros.
De textos, estamos rodeados, pero no necesariamente estamos rodeados de libros. Los soportes a los que estábamos acostumbrados se diversificaron, y lo hicieron de manera tan vertiginosa y tan variada que los encargados de hacer libros se encontraron con la obligación de reaprender una parte importante de su profesión, quizás la más importante: transformar textos en libros.
Libros y libros electrónicos
La principal causa de la “crisis” que obliga a repensar la tarea editorial es la llegada de un actor inesperado frente a la tradición de papel y tinta: el libro electrónico. Ahora, definir lo que es la versión electrónica de un libro tiene algunos bemoles. Para empezar, vale advertir que los mismos términos con que son definidos los libros electrónicos y los artefactos lectores suelen generar confusión. A la hora de las definiciones en temas de tecnología e innovaciones, como suele suceder, manda el idioma inglés: un libro electrónico es un eBook, y un dispositivo para leer libros electrónicos (por lo tanto) es un eReader. La confusión general tiende a asignar la denominación eBook a los dispositivos lectores cuando, en realidad, son solo un soporte para los libros electrónicos. Hecha esta primera diferencia, veamos qué se entiende por eBook. Es una versión electrónica o digital de un libro. Entonces, para leer un eBook necesitamos algún dispositivo electrónico. Hoy por hoy, un libro electrónico se puede leer en una multiplicidad de dispositivos, estos son algunos de ellos:
- eReaders (lectores de libros electrónicos).
- Tabletas (computadoras portátiles de pantalla táctil).
- Teléfonos celulares.
- Dispositivos reproductores multimedia (iPod, MP4 etc.).
- Computadoras personales, laptops, netbooks, etc.
En principio, los que nos interesan son los dos primeros. El eReader está pensado específicamente para la lectura y para ello utiliza dos posibles tecnologías de pantalla, la e-ink (ver recuadro: “La tinta electrónica”) y la LCD. ¿Qué las diferencia? La primera es amigable a la vista y permite que la experiencia de lectura se parezca mucho más a la del papel que a la de leer en una pantalla de computadora. Por supuesto, tiene sus ventajas y sus desventajas. Estos dispositivos consumen muy poca energía y, por lo tanto, las baterías son de larga duración, son muy livianos y permiten almacenar una gran cantidad de libros; entre estos contamos el Kindle (de Amazon), el Nook (de Barnes & Noble), el Papyre (de Grammata) y muchos otros genéricos. Entre las contras, cuenta que son monocromos, la calidad de reproducción de imágenes es pobre y son lentos y toscos para la navegación web. Pero, justamente, estas desventajas técnicas son las que hacen de estos dispositivos los nuevos libros electónicos. Pues suplen de manera electrónica las funciones (no todas, por supuesto) del libro en papel, y le agregan algunas. Permiten leer sin producir el cansancio que producen las pantallas LCD, y sus otras funciones son tan limitadas que no producen distracciones. Quien posee un eReader de tinta electrónica no está pensando en navegar, ni en usar juegos, ni en ver videos, está pensando en leer. Solo en leer. Un paso más allá están las tabletas (iPad de Apple, Kindle Fire de Amazon, Nook Tablet de Barnes & Noble, LightPro de Telefónica, entre otras): aquí se diversifica la experiencia ya que, con su pantalla color y táctil, permiten lectura, navegación, acceder a videos, mp3 y un sinfín de chiches tecnológicos.
Pero lo primero que hay que saber para llevar adelante aquel antiguo y noble propósito de leer es, como en todo artilugio tecnológico, en qué formato debe estar el libro para que podamos leerlo. Y aquí comienza la batalla entre los formatos más estándares y los nuevos formatos pensados para eBooks.
Pero lo primero que hay que saber para llevar adelante aquel antiguo y noble propósito de leer es, como en todo artilugio tecnológico, en qué formato debe estar el libro para que podamos leerlo. Y aquí comienza la batalla entre los formatos más estándares y los nuevos formatos pensados para eBooks.
Los formatos electrónicos
Los eReaders permiten leer varios formatos de archivo, entre ellos el .ePub, el .pdf, el .mobi, y algunos leen o transforman archivos .doc. El tema es cómo se ven estos textos en un eReader. El archivo .ePub es el que lleva las de ganar en lo que se refiere a texto continuo. Es limitado en términos de diagramación (aunque el nuevo ePub3 mejora mucho), pero permite una lectura fluida y una adaptación del tamaño de tipografía, el uso de tablas de contenido, también permite tomar notas, resaltar párrafos y el uso de diccionarios. Los eReaders de Amazon, por ejemplo, tienen también un formato propio que es similar al .ePub y se llama .mobi. Con los .pdf la cosa cambia. Por ser un formato cuya principal característica es la de transformar cada página en una imagen, los archivos .pdf se ven como un bloque dentro del cual hay que desplazarse para ver el contenido. Por un lado, respeta diagramaciones complejas (con varias columnas, tablas y gráficos, por ejemplo) pero no es tan amigable para recorrerlo visualmente.
Los eReaders permiten leer varios formatos de archivo, entre ellos el .ePub, el .pdf, el .mobi, y algunos leen o transforman archivos .doc. El tema es cómo se ven estos textos en un eReader. El archivo .ePub es el que lleva las de ganar en lo que se refiere a texto continuo. Es limitado en términos de diagramación (aunque el nuevo ePub3 mejora mucho), pero permite una lectura fluida y una adaptación del tamaño de tipografía, el uso de tablas de contenido, también permite tomar notas, resaltar párrafos y el uso de diccionarios. Los eReaders de Amazon, por ejemplo, tienen también un formato propio que es similar al .ePub y se llama .mobi. Con los .pdf la cosa cambia. Por ser un formato cuya principal característica es la de transformar cada página en una imagen, los archivos .pdf se ven como un bloque dentro del cual hay que desplazarse para ver el contenido. Por un lado, respeta diagramaciones complejas (con varias columnas, tablas y gráficos, por ejemplo) pero no es tan amigable para recorrerlo visualmente.
De formas y deformes
Todos estos cambios recientes nos traen nuevas preguntas a nivel de usuarios (o lectores), desde las más elementales (¿me compro un eReader?, ¿cuál?) hasta las que involucran cuestiones filosóficas, aquellas que comparan entre las distintas experiencias de lectura y cómo afectan nuestra pasión por los libros, o el nuevo espacio físico y psicológico que se crea por la ausencia de bibliotecas en nuestros hogares. Pero las editoriales están afrontando este cambio de paradigma de una manera distinta. Saben que el mercado de libros electrónicos está creciendo de manera desmesurada y están pasando sus catálogos a versiones electrónicas. Esto trae aparejadas algunas ventajas y algunos problemas. Como ventajas, por ejemplo, está la posibilidad de tener a nuestra disposición títulos que ya no se imprimen, que están fuera de catálogo. Una vez que una editorial generó un eBook, siempre estará disponible. Pero como desventaja tenemos cierta desprolijidad para con el nuevo producto, el trabajo artesanal (que puede existir perfectamente en un eBook) se deja de lado en el apuro por tener todo un catálogo listo, ya: muchos libros se distribuyen sin portada, sin tabla de contenido, sin separación de capítulos. Otros pasan a ser una ristra de texto continuo. ¿Se pueden leer? Sí, es posible leerlos. ¿Queremos leer así los libros? Bueno, ahí están marcados los rumbos, delineados entre emular empáticamente la forma de lectura de un libro tradicional (algunas tabletas o eReaders con pantalla táctil emulan, por ejemplo, el paso de las páginas) o ceñirse a la forma más elemental del paso del texto (y por qué no, del paso del tiempo).
También surgen otros problemas en torno a la falta de materialidad: ¿Cómo se regala un libro? ¿Cómo se puede prestar?, por ejemplo el eReader Nook tiene un sistema llamado LendMe que permite prestar de forma electrónica el libro, aunque estas prácticas todavía nos parecen lejanas y ajenas.
Lo primero que nos enseña la experiencia del libro electrónico es que, a diferencia de leer en papel, que no requiere ningún aprendizaje, esta nueva forma de leer implica recorrer un camino tecnológico que involucra los soportes, los formatos estándares y específicos de cada lector, y las múltiples formas de conversión para adaptar contenidos de un formato a otro. Lograr un sistema aceitado que permita leer cualquier cosa que queramos en un lector electrónico, puede resultar una experiencia decepcionante. La pregunta es, por ahora, ¿cuándo el sistema de lectura en libros electrónicos será tan fácil y práctico como el de libros en papel? ¿Es inevitable la comparación de ambas experiencias de lectura? Por ahora sí. Es un momento coyuntural en el que una nueva tecnología se está entrometiendo con otra milenaria, de fuerte raigambre cultural y, por qué no, sentimental. Lo que es cierto es que ya estamos, aun sin quererlo, en ese camino: muchos de los libros que antes tenían al papel como soporte, actualmente se consiguen solo en versiones electrónicas. Y la computadora no está siempre a mano para leerlas. Estamos por adoptar a una criatura que lleva en su memoria 500 años de historia y de historias. Está bien ir pensando cómo nos vamos a llevar con ella.
Todos estos cambios recientes nos traen nuevas preguntas a nivel de usuarios (o lectores), desde las más elementales (¿me compro un eReader?, ¿cuál?) hasta las que involucran cuestiones filosóficas, aquellas que comparan entre las distintas experiencias de lectura y cómo afectan nuestra pasión por los libros, o el nuevo espacio físico y psicológico que se crea por la ausencia de bibliotecas en nuestros hogares. Pero las editoriales están afrontando este cambio de paradigma de una manera distinta. Saben que el mercado de libros electrónicos está creciendo de manera desmesurada y están pasando sus catálogos a versiones electrónicas. Esto trae aparejadas algunas ventajas y algunos problemas. Como ventajas, por ejemplo, está la posibilidad de tener a nuestra disposición títulos que ya no se imprimen, que están fuera de catálogo. Una vez que una editorial generó un eBook, siempre estará disponible. Pero como desventaja tenemos cierta desprolijidad para con el nuevo producto, el trabajo artesanal (que puede existir perfectamente en un eBook) se deja de lado en el apuro por tener todo un catálogo listo, ya: muchos libros se distribuyen sin portada, sin tabla de contenido, sin separación de capítulos. Otros pasan a ser una ristra de texto continuo. ¿Se pueden leer? Sí, es posible leerlos. ¿Queremos leer así los libros? Bueno, ahí están marcados los rumbos, delineados entre emular empáticamente la forma de lectura de un libro tradicional (algunas tabletas o eReaders con pantalla táctil emulan, por ejemplo, el paso de las páginas) o ceñirse a la forma más elemental del paso del texto (y por qué no, del paso del tiempo).
También surgen otros problemas en torno a la falta de materialidad: ¿Cómo se regala un libro? ¿Cómo se puede prestar?, por ejemplo el eReader Nook tiene un sistema llamado LendMe que permite prestar de forma electrónica el libro, aunque estas prácticas todavía nos parecen lejanas y ajenas.
Lo primero que nos enseña la experiencia del libro electrónico es que, a diferencia de leer en papel, que no requiere ningún aprendizaje, esta nueva forma de leer implica recorrer un camino tecnológico que involucra los soportes, los formatos estándares y específicos de cada lector, y las múltiples formas de conversión para adaptar contenidos de un formato a otro. Lograr un sistema aceitado que permita leer cualquier cosa que queramos en un lector electrónico, puede resultar una experiencia decepcionante. La pregunta es, por ahora, ¿cuándo el sistema de lectura en libros electrónicos será tan fácil y práctico como el de libros en papel? ¿Es inevitable la comparación de ambas experiencias de lectura? Por ahora sí. Es un momento coyuntural en el que una nueva tecnología se está entrometiendo con otra milenaria, de fuerte raigambre cultural y, por qué no, sentimental. Lo que es cierto es que ya estamos, aun sin quererlo, en ese camino: muchos de los libros que antes tenían al papel como soporte, actualmente se consiguen solo en versiones electrónicas. Y la computadora no está siempre a mano para leerlas. Estamos por adoptar a una criatura que lleva en su memoria 500 años de historia y de historias. Está bien ir pensando cómo nos vamos a llevar con ella.
LA TINTA ELECTRÓNICA (e-ink)
Las pantallas de tinta electrónica, a diferencia de las de LCD, no emiten luz sino que la reflejan, como el papel. Estas pantallas tienen un grosor de 3 mm aproximadamente y están compuestas por tres capas: una de protección, un polímero y una de microtransmisores. El polímero está compuesto por millones de microcápsulas esféricas que en su interior contienen micropartículas de titanio blancas y negras cargadas eléctricamente que cambian su tonalidad cuando se les aplica una corriente eléctrica. Tiene una resolución limitada para imágenes o videos, pero ideal para tipografías, y puede ser vista desde cualquier ángulo de visión, aún bajo la luz del sol. No necesitan voltaje para mantener la tonalidad por lo que, técnicamente, una vez que se formó la página, el gasto de energía es cero. Esto hace que la duración de la batería de los aparatos que usan esta tecnología se mida en meses.
JOBS TAMBIÉN SE EQUIVOCABA
“…no importa qué tan bueno o malo sea el producto, el hecho es que la gente ya no lee más. El cuarenta por ciento de la gente en Estados Unidos lee un libro o menos por año. El concepto está viciado desde el comienzo, porque la gente no lee más”.
Estas fueron las palabras de Steve Jobs, el mentor de Apple, sobre el lanzamiento de Kindle de Amazon (hoy el lector de libros más vendido del mundo). Paradójicamente, su erróneo vaticinio tampoco se vio corroborado con su biografía que se transformó en bestseller de Amazon en 2011.
“…no importa qué tan bueno o malo sea el producto, el hecho es que la gente ya no lee más. El cuarenta por ciento de la gente en Estados Unidos lee un libro o menos por año. El concepto está viciado desde el comienzo, porque la gente no lee más”.
Estas fueron las palabras de Steve Jobs, el mentor de Apple, sobre el lanzamiento de Kindle de Amazon (hoy el lector de libros más vendido del mundo). Paradójicamente, su erróneo vaticinio tampoco se vio corroborado con su biografía que se transformó en bestseller de Amazon en 2011.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)