martes, 24 de enero de 2012

Homocisteína: El aminoácido que anuncia el ictus y el infarto


Homocisteína: El aminoácido que anuncia el ictus y el infarto
La Medicina ha encontrado un nuevo marcador vascular. Pese a la falta de estudios definitivos, en una analítica de sangre, un aumento de la homocisteína puede predecir el riesgo de sufrir un accidente cardiovascular. Las personas con antecedentes, que sufran obesidad y de mayor edad deben vigilar sus niveles para evitar sustos fatales.
FUENTE | La Razón digit@l09/01/2012
Indicios de que algo va mal en el organismo, hay muchos. Pero, la Medicina busca hechos, no indicios, factores que revelan qué ocurre en el organismo. Uno de los últimos en llegar ha sido la homocisteína, un aminoácido que se libera cuando el cuerpo digiere ácido fólico y otras vitaminas del grupo B, que la ayudan a descomponerse en el organismo. Los científicos han descubierto que un descontrol o alteración en sus niveles en sangre puede revelar la predisposición a sufrir un ataque cardíaco.

Pese al «boom» de los estudios hace unos años, y que se examinaran entonces los niveles de homocisteína en todas las analíticas de rutina, hoy ya sólo se aplica en pacientes que pueden desarrollar enfermedad cardiovascular precoz, sobre todo en arterias coronarias (AC) y en ausencia de otros factores de riesgo. Esto se debe a que de momento no se ha establecido un vínculo causal pero existen evidencias de que demasiada homocisteína podría dañar la capa interna de las arterias y promover la formación de coágulos sanguíneos.

Así lo manifiesta Almudena Castro, presidenta de la sección de Cardiología preventiva y rehabilitación de laSociedad Española de Cardiología (SEC), quién explica que «éste ha sido un tema controvertido desde principios de los años 60, cuando se empezó a ver relación entre la hiperhomocistinemia y la enfermedad vascular. Desde entonces se han publicados estudios a favor de esta relación y investigaciones en contra. Recientemente se han publicado dos grandes estudios en el "Journal of the American College of Cardiology", en los que el aumento de homocisteína en sangre se relaciona claramente con más eventos cardiovasculares. Por lo que en la actualidad, la hiperhomocistinemia se vuelve a colocar como un factor de riesgo cardiovascular».

La homocisteína se encuentra implicada en el desarrollo de la arterosclerosis, un proceso por el cual se van produciendo unas placas de sustancias grasas y minerales en las paredes de las arterias, que las endurecen y obstruyen de forma progresiva. También parece ser que este amnioácido afecta a la sangre, de forma que las plaquetas se vuelven más adhesivas y, por lo tanto, favorecen la formación de coágulos. Éstos pueden llegar a obstruir completamente las arterias o las venas impidiendo la circulación de la sangre, lo que da lugar a las trombosis y otros accidentes vasculares. Algunos científicos creen que la homocisteína también reduce la flexibilidad de las arterias y de las venas, mediante el impedimento de su dilatación cuando lo necesitan. Varios estudios también han puesto de manifiesto que las personas con niveles elevados de homocisteína en la sangre también tienen otros factores de riesgo asociados como son hipertensión o niveles altos de colesterol.

Uno de los motivos por los que ya no se realiza de forma regular en una analítica de un paciente sin riesgo ni precedentes vasculares es porque «su examen resulta caro. Además, en patologías como la hipertensión arterial (HTA) se ha retirado de las analíticas porque no se ha visto útil. Ya con los marcadores clásicos se predice el 50 por ciento de los accidentes cardiovasculares y por ello se busca su control. Es considerado un nuevo biomarcador, pero se necesitan más estudios para avalar su utilidad», apunta Ramón Estruch, consultor senior en el Departamento de Medicina Interna del Hospital Clínic, profesor asociado en la Facultad de Medicina de la Universidad de Barcelona, y miembro del comité directivo del Centro de Investigación Biomédica en Red-Fisiopatología de la Obesidad y la Nutrición (CiberObn). 

En este sentido, Castro puntualiza que «resulta importante aclarar que este factor de riego es raro y que lo importante es crear conciencia sobre la relevancia del control de los factores de riesgo clásicos antes comentados, muchísimo más frecuentes en nuestra población». Asimismo, estudios de la publicación «Journal of American Medical Association (JAMA)» avalan esta teoría. Los niveles de homocisteína en sangre se asocian positivamente con la enfermedad cardiovascular, pero no está claro si la asociación es causal, de acuerdo a la información de respaldo del artículo.

Un metaanálisis de estudios prospectivos indican que, después de ajustar los factores de riesgo conocidos, a quienes tenían un 25 por ciento más baja la concentración de homocisteína normal se asoció con un riesgo 11 por ciento menor de enfermedad coronaria y el riesgo de 19 por ciento menor de accidente cerebrovascular. «La suplementación diaria de ácido fólico por lo general disminuye los niveles de homocisteína en un 25 por ciento, y la adición de vitamina B12 los reduce otro 7 por ciento», escriben los autores. Otra investigación ha sugerido que la suplementación con ácido fólico puede ofrecer un efecto protector contra el ictus.

VIGILANCIA ESPECIAL
El peso, además de ser un marcador tradicional, también influye en la relación con los niveles del aminoácido y sus fatales consecuencias, como concluye un estudio del CiberObn. Éste manifiesta que los pacientes que presentan hiperhomocisteinemia, altas concentraciones del aminoácido homocisteína en sangre y un índice de masa corporal elevado, tienen más riesgo de sufrir un ictus criptogénico, es decir, de causas desconocidas. El estudio, liderado por la doctora Dolores Corella en colaboración con Amparo Vayá, del Hospital La Fe de Valencia, ha constatado que el sobrepeso empeora los marcadores de trombosishemostasis –capacidad del organismo para detener los procesos hemorrágicos– y su asociación con el riesgo de ictus.

Otro grupo de riesgo lo constituyen las personas de edad avanzada. Un trabajo, publicado en «Neurology», concluye que esta población con niveles bajos de vitamina B12 en sangre puede ser más propensa a perder células cerebrales y desarrollar problemas cognitivos. 

FÁCIL TRATAMIENTO
Combatir y prevenir las consecuencias de la alteración del aminoácido es fácil. La hiperhomocisteinemia y la obesidad se pueden revertir a través de una alimentación adecuada, y con la toma de suplementos de ácido fólico y vitaminas del grupo B, como la B12. Desde el CiberObn, se aboga por la dieta mediterránea como medida preventiva contra todo tipo de ictus porque se sabe que la dieta mediterránea es una dieta saludable que disminuye la consecución de infartos de miocardio así como de infarto cerebral, aunque se desconocen los motivos exactos. «Además, conviene destacar, también, que consumir gran cantidad de verduras y frutas que son ricas en ácido fólico, varias raciones al día de otros minerales protectores, vegetales, cereales integrales, frutos secos diariamente ya que aportan vitamina B6, y pescado varias veces por semana disminuye el riesgo de sufrir ictus», concluye Corella.

Los estudios se suceden. Así, «Stroke: Journal of the American Heart Association» dio a conocer una investigación en la que se revelaba que el folato y la vitamina B6 podrían ayudar a combatir la enfermedad cardiovascular al disminuir los niveles de homocisteína. Hiroyasu Iso, director del estudio, afirma que podría conducir a la prevención de la enfermedad cardiaca. Las fuentes de folatos incluyen los vegetales y las frutas, así como los cereales integrales o enriquecidos, los cereales fortificados, las judías y todo tipo de legumbres. 

Autor:   P. Pérez

El cuerpo humano es una bacteria



El cuerpo humano es una bacteria
El proyecto Genoma Humano secuenció la información genética contenida en el 10% de las células que forman el cuerpo humano. El 90% restante no son células humanas sino un auténtico ecosistema de unos cien billones de bacterias que habitan en nuestro cuerpo.
FUENTE | Público24/01/2012
Reciben el nombre de microbioma, y la ciencia está descubriendo cada día nuevas pruebas que demuestran que son fundamentales para nuestra supervivencia. Como explica el doctor Francisco Guarner, responsable del grupo de Fisiología y Fisiopatología Digestiva del Vall d'Hebron Institut de Recerca (VHIR), "el microbioma se considera ya un órgano en sí mismo". 


Las alteraciones que se producen en esta población de microorganismos tienen serias consecuencias para la salud; de hecho influyen hasta tal punto en el cuerpo que pueden llegar a modificar la conducta y el desarrollo cerebral. Hay estudios que demuestran que animales de laboratorio que crecen en total ausencia de bacterias tienen un desarrollo corporal deficiente, un cerebro distinto e inmaduro y su sistema inmunitario es incompleto. Lo sorprendente "y una de las razones que justifica el considerar el microbioma como órgano", explica Guarner, "es que si a estos animales se les trasplanta la flora de individuos normales, recuperan la normalidad". 


BIOQUÍMICA CEREBRAL 


Estos resultados todavía no pueden extrapolarse a seres humanos, pero "existen evidencias indirectas de que el microbioma afecta a nuestra bioquímica cerebral", afirma la investigadora y doctora Elena Verdú, que ha participado en estos experimentos con ratones en la Universidad de McMaster (Canadá). "Es posible que estos mecanismos estén implicados en enfermedades como el autismo", añade la investigadora. 


Los trastornos gastrointestinales se cuentan entre las complicaciones que sufren las personas con autismo y merman su calidad de vida. La causa última de esta asociación todavía se desconoce, pero investigadores de la Universidad de Columbia, en EE.UU., han descubierto recientemente lo que podría ser una diferencia clave: muchos niños autistas tienen un tipo de bacteria en su flora intestinal que el resto de los niños no tiene. 


Este microorganismo en concreto pertenece al género Sutterella y, aunque su presencia está asociada a patologías digestivas inflamatorias como la enfermedad de Crohn o la colitis ulcerosa, según Bren Williams, autor del estudio, "aún queda mucho trabajo que hacer antes de entender el papel de Sutterella en el autismo". 


El hecho de que una gran parte de pacientes autistas tengan alterados el tipo y la cantidad de especies de la flora intestinal es una situación en la que todavía no se sabe qué es primero, si el huevo o la gallina. Como asegura Verdú, "la conexión cerebro-intestino es bidireccional" y parece ser prometedora. 


Y es que una flora intestinal adecuada no sólo genera vitaminas y aminoácidos esenciales para la supervivencia del cuerpo humano, sino que también estimula el sistema inmunitario. La mayoría de células inmunocompetentes conviven con las bacterias en la pared del intestino y es principalmente allí donde entran en contacto con los antígenos del exterior y el sistema aprende a diferenciar lo propio de lo ajeno. 


Todavía no se sabe si las alteraciones gastrointestinales en el autismo son algo más que sintomáticas, pero en otros casos sí lo son. En pacientes con enfermedad de Crohn o esclerosis múltiple, que sí tienen una base autoinmune, la flora intestinal está alterada, y se ha demostrado que, enriqueciéndola, se mejoran sus afectaciones neurológicas. 


Una de las opciones terapéuticas en estudio es restaurar la población de bacterias y alterar el sistema inmunitario del paciente mediante el consumo de probióticos o de determinados gusanos helmintos (parasitarios) no patógenos. Aunque esta última opción no suene deliciosa, ya se han obtenido resultados en varios pacientes y en EE.UU. se han iniciado estudios clínicos en personas autistas y pacientes con esclerosis múltiple o con alergias alimentarias graves. De todos modos, Guarner opina que, aunque los resultados de los tratamientos con helmintos son prometedores, "la solución a estas enfermedades necesita conocer mejor el microbioma". 


Desde que se conoce la repercusión del microbioma en el cuerpo humano, la investigación de cómo alterarlo y obtener efectos beneficiosos no sólo avanza en el campo de las enfermedades digestivas, sino en muchos otros, como por ejemplo la cardiología. Hace tiempo que se sabe que pacientes con obesidad o diabetes tipo 2 tienen más riesgo cardiovascular que personas sanas y también elevados niveles de leptina, una hormona relacionada con el metabolismo y el apetito. Un estudio reciente ha puesto en práctica un hecho que ya se conocía, que la presencia de Lactobacillus plantarum disminuye la secreción de leptina. Los resultados demuestran que ratas alimentadas con un probiótico que contiene dicha bacteria sintetizan menor cantidad de leptina y ello podría tener un reflejo en la disminución del número y la gravedad de infartos. 


El doctor Abel Mariné, experto en nutrición y seguridad alimentaria de la Universidad de Barcelona, opina que, aunque sí parece existir una relación entre obesidad y flora intestinal "y este estudio es interesante, no hemos de perder de vista que está hecho con animales de laboratorio y que se ha de verificar y ser reproducible", explica. De todos modos, "los probióticos no deben confundirse con medicamentos, pues sus efectos beneficiosos son suaves y a largo plazo", aclara Mariné. 


A POR LOS GENES 


El siguiente gran paso biomédico después de lograr secuenciar el genoma humano es el proyecto europeo MetaHIT (Metagenómica del Tracto Intestinal Humano). Su objetivo es ambicioso: descifrar el material genético de las más de 150.000 especies distintas de microbios que colonizan el cuerpo humano. Guarner, responsable español de MetaHIT, explica: "Vamos a generar un catálogo de las bacterias simbióticas que viven y participan en nuestro cuerpo, sus características y sus funciones".


La investigación del microbioma no es sencilla, "puesto que la mayoría de las bacterias del intestino necesitan del ecosistema que forman con las demás para crecer", detalla Guarner, "y, por lo tanto, no crecen en las condiciones de cultivo del laboratorio". La solución a este reto ha sido la metagenómica, es decir, aplicar técnicas de biología molecular y secuenciación de genes para obtener grandes bases de datos. 


Este proyecto, en el que participan ocho países europeos, está en marcha desde 2008 y tiene fecha prevista de finalización para junio de 2012. 


Hasta ahora, los resultados que se conocen del proyecto MetaHIT son sorprendentes. Los investigadores han descubierto, por ejemplo, que es posible que los seres humanos puedan clasificarse, además de por grupo sanguíneo, sexo y edad, según sus bacterias. Los científicos de MetaHIT analizaron la flora intestinal de casi 200 personas de seis nacionalidades distintas y descubrieron que todas ellas se podían agrupar en tres tipos bien diferenciados. 


Este descubrimiento puede tener una gran repercusión en medicina puesto que, según explica el genetista Mani Arumugam, primer investigador de estos resultados, "la flora intestinal interactúa directamente con los fármacos y los alimentos que tomamos y modula su absorción"; así que Arumugam cree que, en un futuro, se podrían "diseñar dietas y fármacos personalizados" en función del tipo bacteriano al que pertenezca cada persona. 


Los resultados del estudio MetaHIT pretenden tener infinidad de aplicaciones terapéuticas. "El gran objetivo es llegar a entender una parte del cuerpo humano que hasta ahora desconocíamos", explica Guarner. "Si llegamos a conocer al detalle estos dos kilos de células bacterianas que habitan en nuestro cuerpo, entonces podremos utilizar este conocimiento para tratar el autismo, trastornos psiquiátricos tempranos, enfermedades autoinmunes, alergias, trastornos del metabolismo, obesidad o diabetes tipo 2", enumera. 


Autor:   Marta Palomo

Medir para no morir


Medir para no morir

En un momento de fiebre por los números globales que nos dan los rankings de universidades, los índices de impacto de las revistas y el tráfico de visitas que tienen los sitios web, es fácil olvidarse de prestar atención a los pequeños números, a lo que podemos estudiar en cantidades mucho menores pero que, aplicando metodologías correctas, nos podrá dar jugosas respuestas. Me refiero al testeo con usuarios. No con decenas de miles sino con 10, 20 ó 50 usuarios representativos del público al que se dirige nuestro producto, nuestro sitio web.
La evaluación forma parte del diseño centrado en el usuario, y no sólo eso, sino que se encuentra presente en cada una de las etapas de este ciclo, incluso en los primeros estadios, cuando aún no se pasa de un triste prototipo. En cambio, a menudo ocurre que es la gran olvidada hasta que un día se lanza el sitio web, las expectativas de tráfico o compra no se ven cumplidas, se miran los números en la herramienta de analítica web y ¡oh!, tenemos una tasa de abandono muy grande, la gente no llega a ver la ficha de producto, la mayoría de los que entran en la página del formulario de compra no envían su pedido, etc. Vamos a tener que hacer un estudio con usuarios para saber por qué ocurre. Más vale tarde que nunca, pero vale mucho más pronto que tarde.
Después de situaciones así no hay excusa para decir “es que evaluar es muy costoso”, porque más costoso es cerrar el negocio o hacer un rediseño para intentar resucitarlo. Tampoco sirven los comentarios del tipo “para hacer un estudio serio con usuarios habría que testear con muchos”, porque una evaluación bien planteada puede dar excelentes resultados con un grupo reducido. En ella se deberán abordar aspectos relativos tanto a la usabilidad como a la user experience (UX). Veamos estos dos conceptos.
La definición de la ISO presenta la usabilidad como “la capacidad que posee un sistema de ser eficiente, eficaz y satisfactorio”. Y esto lo hace para el público al que se dirige y en un contexto de uso determinado, por lo tanto no es una capacidad que pueda considerarse universal, pero sí se muestra como una cualidad intrínseca a un sistema.
El otro concepto, el de user experience, se centra en lo que experimenta un usuario al utilizar el sistema. Lo que me gusta de este término es que pone el foco en el usuario, mientras que la usabilidad pone el foco en el sistema. Siempre uso este ejemplo que leí alguna vez en algún lugar para explicar por qué usabilidad y user experience no siempre van de la mano: una autopista representa la usabilidad porque permite que lleguemos al destino por el camino más directo, en menos tiempo y con menor gasto de combustible; en cambio, una carretera tortuosa de montaña representa la user experience, el aire fresco que entra por la ventana y el paisaje verde compensan las curvas, la poca velocidad y el tiempo que tardaremos en llegar al destino. La usabilidad está más enfocada al fin, la UX al camino.
La evaluación de sitios web debe considerar las dos perspectivas para ser completa, así que a la hora de medir no hay que separarlas, ya que una complementa a la otra. El sitio tiene que equilibrar los aspectos relativos a su rendimiento y ofrecer a la vez una sensación positiva al usuario. Dentro de esta doble perspectiva, las métricas que se pueden abordar las categorizamos en tres tipos:
- Las que miden aspectos observables del rendimiento del sitio web, más relacionados con la usabilidad del sitio en cuanto a la efectividad y la eficiencia.
- Las que miden aspectos observables del comportamiento de los usuarios, más relacionados con la user experience.
- Las que miden aspectos subjetivos derivados de lo que los usuarios manifiestan, más relacionados con satisfacción en cuanto su usabilidad y con la user experience.
Veamos qué tipo de indicadores se podrían considerar en cada uno de estos tres grupos.
Medidas de rendimiento (performance measures)
Se ocupan de los aspectos que se pueden observar con respecto al sistema mientras el usuario realiza el test. Las más usadas son:
- Éxito al realizar una tarea. Equivale a la efectividad (effectiveness) de la definición de la ISO.
- Esfuerzo requerido por parte del usuario. Equivale a la eficiencia (efficiency) de la definición de la ISO, medido por ejemplo a partir de:
a) El tiempo que ha necesitado para realizar una tarea.
b) Los errores cometidos. Debe valorarse el número de errores, la severidad (gravedad e impacto), la frecuencia con la que se da (si se da de forma puntual o repetida dentro del sitio web), y si se trata de un tipo de error que otros usuarios podrían cometer o, por lo contrario, ha resultado algo muy particular de cierto usuario.
Medidas de comportamiento (behavioural measures)
Se puede obtener una aproximación del nivel de estrés y de las emociones con estudios del comportamiento espontáneo durante la ejecución de las tareas. Las que se pueden encontrar en la bibliografía estudian:
- El comportamiento verbal.
- El comportamiento corporal: gestos, movimiento de los ojos, respuesta galvánica de la piel, ritmo del latido del corazón.
- Medidas de satisfacción verbalizadas por los usuarios (self-reported metrics). Son aquellas que se centran en lo que dice el usuario mediante técnicas de tipo “self-reported”. Se pueden tomar antes y después de la realización del test. Las más comunes son:
a) Los cuestionarios.
b) Las entrevistas.
c) Los focus group
Qué métricas aplicar en cada caso depende de lo que se quiera estudiar, de los recursos disponibles y de los resultados esperados.
Para profundizar en este tema recomiendo cuatro fuentes:
BarnumCarol MUsability testing essentials: ready, set… test! Morgan Kaufmann, 2011.
DumasJoseph S.; RedishJaniceA practical guide to usability testing. Intellect, 1999.
SauroJeffMeasuring usability.
http://www.measuringusability.com/blog.php
TullisTomAlbertBillMeasuring the user experience: collecting, analyzing, and presenting usability metrics. Morgan Kaufmann, 2008.

¿Podemos hablar de crisis desde las bibliotecas?


¿Podemos hablar de crisis desde las bibliotecas?

1. La indiferencia ante la crisis
Bertold Brecht describe la crudeza del capitalismo de principios del Siglo XX poniendo en boca de un cínico Mackie Navaja: “primero es la comida, después la moral”1. Frente la crisis económica actual, casi cien años después, se oyen voces que parafrasearían al mafioso protagonista de Brecht y dirían: “¿Cómo podemos estar hablando de crisis los bibliotecarios con la de servicios fundamentales que hay que preservar?”.
Así, salvadas honrosas excepciones2, se manifiestan en privado algunos prominentes bibliotecarios y así debemos interpretar el silencio de las asociaciones profesionales españolas frente los primeros coletazos de la crisis, que están afectando ya a las bibliotecas. Pero, ¿la crisis afectará a las bibliotecas? Y, sobre todo, ¿podemos defender las bibliotecas en tiempos de crisis? Sí, definitivamente a las dos cosas.
La crisis afectará a las bibliotecas porque afectará a la totalidad de la sociedad española. Sin entrar en las causas, parece evidente que los ingresos del Estado que han sostenido los servicios públicos han descendido. Consecuentemente, bajarán los gastos del Estado. El tema es cuánto bajarán y dónde se aplicarán los recortes. Si éstos se hicieran de forma lineal, hay quien dice que es razonable pensar en un retroceso del 10% del gasto público español. Pero el gasto de las administraciones no es totalmente flexible, con lo que las disminuciones se aplicarán de forma desigual y algunas partidas lo sentirán más que otras.
Las disminuciones presupuestarias afectarán a las bibliotecas igual o más que al resto de servicios públicos. Los recortes se harán en los gastos de personal (especialmente el que no es fijo), en los gastos de funcionamiento y servicios, y en inversiones. Los que afecten a personal incidirán quizá lo mismo que en otros sectores pero una parte muy importante del presupuesto de las bibliotecas no es personal, son compras de materiales bibliográficos y servicios (en las bibliotecas universitarias los gastos de adquisiciones se aproximan a un 50% del presupuesto total).
Capítulo aparte son las inversiones, que serán las que probablemente se resientan más de un clima económico restrictivo. La remodelación o ampliación de antiguas bibliotecas y la constitución de nuevas puede que se paralice durante unos años. Es cierto que la mejora de las bibliotecas españolas realizada en los últimos años ha dependido (como veremos) del buen hacer de sus profesionales, pero lo es también que éstos han tenido a su disposición recursos para hacer nuevos edificios, para llenarlos de documentos pertinentes y actuales, y para instalar tecnología que facilita el acceso o, recientemente, para la digitalización de fondos.
Cuando ha habido recursos, ha habido para todo. En un momento de escasez se impone la priorización entre diferentes necesidades. Y es en este último punto donde ni el profesional ni sus asociaciones pueden debilitar la defensa de las aportaciones al sistema. Diligentes como somos, a veces queremos ser los primeros en recortar; altruistas como somos, estamos predispuestos a reconocer que múltiples necesidades sociales son más urgentes que las que nosotros satisfacemos; modernos como somos, hemos dibujado un futuro inmediato en la que el espacio físico de la biblioteca ya no será necesario gracias a la ubicuidad de una información digital gratuita. No ayuda tampoco el clima general de crítica a las actuaciones -no siempre responsables- de los poderes públicos. Un prestigioso periódico publicaba un artículo bajo el título: “cuando todo iba bien los ayuntamientos construyeron piscinas, bibliotecas…Ahora mantenerlas es una ruina”3.
El problema no es que si los bibliotecarios y sus asociaciones profesionales no defendemos las bibliotecas no lo hará nadie. El problema es que si no lo hacemos estamos asumiendo su prescindibilidad (y, por cierto, la nuestra como profesionales). Estos reparos en explicar a la sociedad lo que las bibliotecas le aportan demuestran poca confianza en los valores de la biblioteca y en la profesionalidad con que las gestionamos. El discurso dominante nos puede y el componente de auto-odio y complejo de inferioridad que arrastramos nos paraliza y enmudece.
La reacción tiene que proceder de distintos ámbitos, pero los propios bibliotecarios y las asociaciones profesionales deberíamos ser los primeros en protagonizarla.
2. El papel de las asociaciones profesionales
En estos momentos de turbulencias, el primer papel le corresponde a las asociaciones profesionales. Para eso las creamos: para defender la profesión y vindicarla, para mostrar con más fuerza lo que hacemos y que lo hacemos bien, para encontrar salidas y soluciones en tiempos confusos. Las asociaciones y colegios profesionales son nuestro intelectual orgánico en sentido gramsciano; es decir quien trabaja para las bibliotecas y los bibliotecarios en el frente ideológico. Su papel es fundamental al menos en tres ámbitos: identificando la crisis, explicándola y proponiendo soluciones.
Es fácil decir que hay crisis pero lo es menos concretarlo en un sector determinado. En nuestro caso va a ser importante saber si las inversiones en bibliotecas van a disminuir y cuánto, si el personal empleado va a descender, si va a aumentar la externalización de servicios… Es decir, hacer un seguimiento de la evolución del sector a través de indicadores fiables4, que nos permitan medir si hay crisis y qué dimensión tiene, tal como lo ha empezado a hacer la Asociación Andaluza de Bibliotecarios5.
La crisis, además de identificarse, debe analizarse. En nuestro caso a los efectos de una recesión de la inversión pública debe sumarse la profunda transformación derivada de la digitalización de la información. Los cambios, gestados de forma constante a lo largo de las pasadas décadas, son profundos y están poniendo las bibliotecas en la tesitura de desaparecer o de transformase. A nivel del imaginario popular, la emergencia de lo digital podría anular la necesidad de la biblioteca física. Debemos combatir la idea fácil de que a más digitalización menos bibliotecas y, a su vez, revisar nuestras prácticas profesionales. La revolución digital hará en un breve plazo de tiempo, obsoletas las normas de catalogación, los criterios de creación de colecciones y los instrumentos de evaluación de servicios, y las asociaciones profesionales deben facilitar el cambio y ayudarnos a protagonizarlo.
Finalmente, las asociaciones deben combatir la crisis en nuestro sector ofreciendo salidas y soluciones. No es fácil, sin duda, pero a ello debemos dedicarnos colectivamente (a través de las asociaciones) a explicitar los beneficios que las bibliotecas aportan. Quizá se trate más de defender los niveles de servicio conseguidos que de pedir la creación de nuevas bibliotecas (con la excepción las escolares, como luego comentaré). Debemos explicar que ni se han hecho demasiado bibliotecas, ni se han hecho en lugares que no se debía, ni las hechas son demasiado grandes.
3. El papel de los profesionales y de las bibliotecas
Estas actuaciones colectivas deberían reforzarse con las que podamos ejercer los profesionales desde nuestros lugares de trabajo. Vamos a vivir tiempos difíciles y la valoración que la sociedad haga de las bibliotecas dependerá tanto del discurso global que sepamos articular colectivamente como de lo que vean que se hace en las bibliotecas concretas que la gente conoce. Creo que algo podemos hacer racionalizando nuestras actividades, cooperando más y mostrando mejor lo que las bibliotecas consiguen.
Ahora es un buen momento para revisar nuestras prácticas profesionales. Seguro que todo lo que hacemos estuvo justificado en algún momento, pero ahora quizá ya no lo esté. Soy poco propenso a creer que los saltos hacia delante solucionen nada por sí mismos, sino más bien de buscar maneras de mejorar lo que ya hacemos. Centrándonos en la catalogación, por ejemplo, hay un amplio recorrido de mejora para quien no esté hoy copiando catalogaciones en más de un 90% de sus adquisiciones, para quien no participe en catálogos colectivos que mejoren la accesibilidad de sus colecciones o para quien no tenga aún la totalidad de su colección catalogada en formato estandarizado y accesible desde internet6.
Si continuamos queriendo hacer las cosas tal las hemos hecho siempre estamos cavando nuestra tumba. No se trata de abandonar los valores profesionales que justifican la existencia de las bibliotecas. Se trata de revisar con profundidad los medios y la forma (edificios, colecciones y servicios) con los que hemos estado satisfaciendo las necesidades sociales con respecto la información.
Cooperar más es la receta que internacionalmente todo el mundo recomienda para estos momentos de disminución de recursos. Cooperar más para producir de forma colectiva instrumentos que satisfagan las necesidades de los usuarios en una medida que no podemos alcanzar con nuestros propios medios. Los catálogos colectivos vuelven a ser quizá los mejores ejemplos. Con ellos mejoramos la información bibliográfica que prestamos, podemos racionalizar las adquisiciones y establecer sólidos servicios de préstamo entre bibliotecas. Cooperar más para ahorrar, para tener lo mismo de forma menos cara. A nivel internacional las bibliotecas cooperan compartiendo catalogación, préstamo, almacenes de documentos de bajo uso, compras de documentación digital, programas de gestión… Queda aún mucho camino de cooperación por recorrer que nos haga más eficientes y más efectivos.
Finalmente, debemos mejorar la visibilidad de lo que aportamos a la sociedad a la que servimos. Las bibliotecas han estado siempre comprometidas con la efectividad de los recursos que les asignan sus financiadores, pero lo han hecho tradicionalmente con estadísticas de uso. Pero éstas dicen o “significan” ya poco y las bibliotecas debemos encontrar nuevos sistemas para mostrar a la sociedad que nos financia que “vale la pena” seguir invirtiendo e invertir aún más en bibliotecas.
Actualmente parece que la profesión nos recomienda ya no mostrar cuánto hacemos (cantidad) o cómo lo hacemos de bien (calidad), sino a mostrar que lo que hacemos tiene impacto en la misión de la institución que nos soporta financieramente7. Al final, la percepción que la sociedad tenga de las cosas será (debería ser) determinante en el momento en que los gobiernos decidan dónde priorizan y dónde recortan la financiación de los servicios públicos. Por otra parte, tenemos cierta tendencia a preferir lo que creemos que es lo que se debe usar a lo que el usuario prefiere usar.
4. ¿Podemos defender las bibliotecas en época de crisis económica?
He empezado este texto argumentando que lo que nos paraliza frente las restricciones presupuestarias es, en el fondo, la consideración de que hay servicios públicos mucho más importantes que los de las bibliotecas. No voy a entrar en consideraciones sobre las importancias relativas de unos u otros servicios públicos, pero, como profesionales, debemos defender activamente las bibliotecas y al menos debemos hacerlo desde tres puntos de vista: la profesionalidad de su gestión, su insuficiencia en algunos casos, y su valor social.
Llevamos unos 30 años de democracia a lo largo de los cuales la sociedad española ha tenido que reconstruir servicios públicos culturales a partir de bases muy débiles o inexistentes. Las bibliotecas lo han hecho razonablemente bien. Lo han hecho en base a dos aciertos: la profesionalidad y las buenas prácticas. Hemos apostado por la formación de los profesionales y por una gestión profesional de las bibliotecas (esto último a costa de roces frecuentes con los responsables políticos), hemos fijado objetivos, los hemos planificado y hemos gestionado los recursos con criterios de servicio público. Y para fijar qué queríamos, la profesión ha tenido en cuenta (en general) las mejores y más modernas realizaciones a nivel mundial en el campo de las bibliotecas.
Debemos aún razonar que hay insuficientes bibliotecas en algunos ámbitos. Sin entrar en otros terrenos quiero centrarme en lo que considero el peor déficit de las bibliotecas españolas: las de centros educativos de primaria y secundaria. El sistema educativo español es claramente mejorable si queremos ser un país generador de riqueza y bienestar; sus niveles de fracaso escolar son escandalosos. La riqueza material que perseguimos con tanto afán se sustenta sobre la riqueza cultural y educativa. Nuestro sistema educativo necesita bibliotecas (y profesionales que las gestionen) si queremos que la ciudadanía del futuro sea capaz de aprender a lo largo de la vida y sea un agente activo en la sociedad de la información. Los países con mejores resultados en educación consideran importantes las bibliotecas escolares8.
Finalmente, debemos estar convencidos del valor social de las bibliotecas. Hay al menos tres motivos para fomentar las bibliotecas siempre y también en momentos de crisis económica:
1) Las bibliotecas son equipamientos que permiten y refuerzan el crecimiento de las personas y sustentan el autoaprendizaje, la formación a lo largo de la vida y la alfabetización tecnológica.
2) Las bibliotecas son entornos públicos que no están basados en el consumo, que permiten la satisfacción de las aficiones individuales y que refuerzan los hábitos culturales en los que se sustentan todos los sectores de la cultura.
3) Son instituciones que favorecen a los desfavorecidos y ayudan así a la inclusión social y a la creación de lazos comunitarios; en momentos de crisis económica, las bibliotecas son para mucha gente el refugio que no podrá encontrar en otro sitio.
“No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales”.
Son palabras de Federico García Lorca casi contemporáneas a las del personaje de Brecht citadas al inicio. García Lorca las pronunció en 1931 con motivo de la inauguración de la biblioteca pública de Fuente Vaqueros (Granada)9.
España, por debajo una piel reciente de modernización material, tiene un substrato secularmente deficitario en educación y cultura. En este panorama, las bibliotecas somos una solución, no un problema.
Notas y referencias
1. “Ópera de los 3 centavos”, balada “¿De qué vive el hombre?”.
2. La crisis económica coge menos desprevenidos a nuestros colegas extranjeros, al menos los de los EUA. Por ejemplo la asociación de consorcios Icolc publicó en enero de 2009 laStatement on the global economic crisis and its impact on consortial licenses (reescrito en junio de 2010 y con traducción española disponible en:
http://www.recercat.net/handle/2072/68139
En España, y como honrosas excepciones, la han tratado, que yo sepa, José-Antonio Gómez-Hernández en un ThinkEPI de 3 de octubre (“La previsible agudización de la crisis en las bibliotecas públicas durante 2012”) y la Asociación andaluza de bibliotecarios (“Estudio sobre el impacto de la crisis económica en las bibliotecas andaluzas”) en su Boletín n. 100, p. 119-136.
3. La vanguardia, 18 septiembre, 2011 (consulta 13.01.12).
http://www.lavanguardia.com/vida/20110918/54217278723/joyas-impagables.html
4. El reciente estudio de Fesabid sobre el sector se situaría en esta línea a pesar de que no incide de forma especial en la crisis económica y las bibliotecas. Ver: Gómez-HernándezJosé-AntonioHernández-SánchezHilarioMerlo-Vega, José-AntonioProspectiva de una profesión en constante evolución: estudio Fesabid sobre los profesionales de la información. Madrid: Fesabid, 2011. 130 p. ISBN 978-84-930335-9-0.
http://www.slideshare.net/fesabid/estudio-fesabid-prospectiva-de-una-profesin-en-constante-evolucin
Por cierto, en esta versión en SlideShare (consulta: 13 enero, 2012) es prácticamente imposible la lectura.
5. Ver: “Estudio sobre el impacto de la crisis económica en las bibliotecas andaluzas”, en elBoletín de la Asociación andaluza de bibliotecarios, 2010, n. 100, pp. 119-136.
http://www.aab.es/aab/images/stories/Boletin/100/7_impacto_crisis_economica.pdf
6. Esto incluye los fondos o colecciones especiales, la importancia de los cuales demasiado a menudo hemos minusvalorado desde las bibliotecas.
7. Indispensable tener en cuenta:
OakleafMegan, “The Value of Academic Libraries”, Association of college & research libraries, 2010.
http://www.ala.org/ala/mgrps/divs/acrl/issues/value/val_report.pdf
OCLC Perceptions of libraries 2010: context and community.
http://www.oclc.org/reports/2010perceptions.htm
8. School libraries and teacher librarians in 21st century Australia (Canberra: Parliament of the Commonwealth of Australia, 2011). ISBN 978-0-642-79396-6 (impreso), 978-0-642-79397-3 (electrónico).
9. Lo acaba de publicar la Asociación andaluza de bibliotecarios en su Boletín n. 101, de enero-junio de 2011, p. 135-136.
http://www.aab.es/aab/images/stories/Boletin/101/9_miscelanea.pdf

1 respuesta a ¿Podemos hablar de crisis desde las bibliotecas?

  1. José-Antonio Gómez-Hernández
    REIVINDICAR LA CALIDAD DE LOS SERVICIOS
    Del análisis de Lluís Anglada (que suscribiría por completo) se concluyen muchas cosas preocupantes y que merecen atención:
    Parece que aceptamos (tanto los profesionales como la sociedad en general) como inevitable la reducción de recursos para las bibliotecas, lo que nos lleva a la paralización de la reivindicación o al abatimiento. Los bibliotecarios concretos estarán haciendo lo que pueden, quizás trabajando y haciendo más con menos en su puesto de trabajo, pero el problema no es ese, sino el envejecimiento de colecciones, el cierre de bibliotecas (hace unos días se cerraron 7 bibliotecas de la Red Municipal de Bibliotecas de Murcia, que el ayuntamiento gestionaba mediante externalización), la falta de mantenimiento de tecnologías y redes, con lo que supone de restar el servicio de internet en las bibliotecas o que no estén operativos los ordenadores, el freno a proyectos de modernización, y la falta de atención a necesidades sociales de muchos que no tienen otros medios para informarse, estudiar o acceder a contenidos.
    Parece fundamental evitar que se considere socialmente poco relevante la falta o el retroceso de los servicios bibliotecarios, y como dice Lluís somos nosotros los primeros que debemos evidenciar su utilidad y reivindicarlos. Los ciudadanos, como perjudicados por la reducción de nuestros servicios, deberían reivindicarlos también, pero debemos empezar dando ejemplo nosotros. Y desde luego, la ayuda y el liderazgo de nuestras asociaciones sería deseable, y es muy necesaria en un sector como el nuestro, muy atomizado en miles de bibliotecas con poco personal, situaciones diferentes y diversa dependencia administrativas.
    Luchar por mantener la calidad de los servicios para nuestros ciudadanos es una forma de demostrarles que nos interesan, que queremos serles útiles en sus procesos de aprendizaje permanente, inclusión, acceso a la información y a la consecución de sus objetivos. Aunque quizás no consigamos los objetivos o sólo en parte, demostrar que nos esforzamos por mantener nuestros servicios y evolucionar es una manera de ganarnos su confianza, visualizar nuestra convicción, evitar la transmisión de imágenes de impotencia, y conectar con la defensa que los usuarios deben hacer de sus derechos de acceso a la información a través de bibliotecas públicas en condiciones.
    La idea de que en el “imaginario popular la emergencia de lo digital podría anular la necesidad de la biblioteca física” debería estimular un esfuerzo colectivo de mostrar nuestra utilidad social en los tres ámbitos que indica Anglada.