domingo, 26 de diciembre de 2010

El ADN determina nuestro grado de altruismo, egoísmo y cooperación


El ADN determina nuestro grado de altruismo, egoísmo y cooperación (I)

Si bien el entorno puede influir en la manera que somos, nuestro altruismo, egoísmo y cooperación tienen una fuerte influencia genética.
Para probar esta teoría es necesario fijarse en los gemelos. Así que los investigadores Nicholas A. Christakis yJames Fowler se dirigieron a un pueblo llamado Twinsburg, en pleno Ohio rural. Anualmente se celebra allí un festival que, desde 1976, concentra a un buen número de gemelos, festejando así el nombre del pueblo (twinsignifica gemelo en inglés).
En su primer año de celebración ya concentró 37 parejas de gemelos. Hoy en día es la concentración anual de gemelos más grande del mundo.
Los científicos de todo el mundo aprovechan estas insólitas concentraciones para llevar a cabo experimentos, en un lateral de la feria. Los voluntarios que se someten a las pruebas reciben una pequeña compensación económica.
Algunos gemelos son dicigóticos: sólo comparten la mitad de su ADN. Pero otros son monocigóticos: comparten exactamente todas las variantes de todos los genes que componen su ADN. Son clones.

Las diferencias en el grado de similitud genética resultan ser un poderoso experimento natural que nos permite estimar cuánto influyen los genes en una determinada característica. Por ejemplo, los gemelos idénticos casi siempre tienen los ojos del mismo color, pero los gemelos dicigóticos a menudo los tienen de color distinto.
No hay pocos críticos de estos experimentos. Argumentan que si se trata de estudiar rasgos del carácter y los gemelos se clasifican a sí mismos como idénticos, procurarán siempre parecerse el uno al otro, su familia los tratará así y también sus amigos. Lo cual sería una semejanza de entorno y no genética.
Pero esta crítica ha sido refutada de manera ingeniosa.
Hay gemelos que son erróneamente considerados idénticos, y basta una simple prueba genética para demostrar que no lo son. Si es el entorno social lo realmente hace que los gemelos sean más parecidos, entonces los gemelos tomados por idénticos deberían ser tan parecidos entre sí como unos gemelos idénticos verdaderos. Pero cuando los científicos llevan a cabo pruebas sobre una variedad de características (inteligencia, personalidad, actitudes y demás) se encuentran con que los gemelos aparentemente idénticos no se parecen más entre sí que unos gemelos dicigóticos. Esto significa que la similitud se produce por estados genéticos idénticos y no como consecuencia de una autopercepción.
Y ¿qué experimento se realizó en Twinsburg para calcular hasta qué punto el altruismo, el egoísmo y la cooperación está escrita en nuestra naturaleza? Lo veremos en la próxima entrega de este artículo.
Vía | Conectados de Nicholas A. Christakis



En Twinsburg, Christakis y Fowler llevaron a cabo una simple prueba de cooperación llamada “juego de la confianza”.
En ella, se sitúa a cada gemelo con una persona desconocida. Se le asigna a cada gemelo el rol de primer jugador y segundo jugador. Al primer jugador se le entran 10 dólares, y se le pide que decida cuánto dinero debe darle al segundo. También se le dice a ambos jugadores que cada dólar entregado al segundo jugador será triplicado, de manera que si, por ejemplo, el primer jugador entrega 10 dólares, el segundo recibirá 30.
A continuación se pregunta al segundo jugador cuánto dinero querría devolverle al primero (esta vez sin triplicar). De este modo, si el segundo jugador ha recibido 30 dólares y quiere repartirlos a medias con el primer jugador, le entregaría 15 dólares y se guardaría 15 para él. Como resultado, el primer jugador ganaría 5 dólares.

Este juego se llama “de confianza” porque la decisión del primer jugador refleja el grado de confianza que tiene en que el segundo jugador le devuelva parte del dinero. Cuanto más dinero entregue, mayor será su confianza en el segundo jugador. Análogamente, la decisión del segundo jugador nos indica hasta qué punto es merecedor de esa confianza. Cuanto más dinero devuelva, mejor estará correspondiendo a la generosidad inicial del primer jugador. Valores altos de confianza y de correspondencia a la confianza indican un comportamiento prosocial, más cooperativo.
Christakis y Fowler realizaron estos experimentos durante dos años, a nada menos que 800 gemelos. Al compararse los resultados entre gemelos idénticos y gemelos dicigóticos, descubrieron que los genes influyen significativamente tanto en la confianza como en la correspondencia a la confianza.
Paralelamente, por casualidad, un economista del MIT llamado David Cesarini realizó las mismas pruebas a cientos de parejas de gemelos en Suecia. Los resultados fueron casi idénticos.
Desde entonces, estos investigadores han concluido que:
los genes influyen en el comportamiento en los juegos del dictador y del ultimátum. Esto significa que la cooperación, el altruismo, el castigo y el aprovecharse del esfuerzo ajeno (oportunismo) están escritos en nuestro ADN. No cabe duda de que nuestras experiencias vitales tienen un gran impacto sobre todas estas características, pero por primera vez hemos encontrado pruebas de que la diversidad en estas preferencias sociales es, al menos en parte, resultado de nuestra evolución genética.
Vía | Conectados de Nicholas A. Christakis

El cerebro humano está programado para pecar


El cerebro humano está programado para pecar

Nuestro cerebro tiene propensión a pecar. Es algo natural, instintivo, viene de serie. Es lo que acaba de sugerir un estudio de la Universidad de Nothwestern (EEUU). Los siete pecados capitales están enredados en nuestro cableado neuronal.
El estudio me parece un poco obvio: las prescripciones morales se imponen para controlar, gestionar o incluso frenar las predisposiciones naturales (porque no siempre lo natural es bueno, y mucho menos en todos los contextos). Por ejemplo, la gula está provocando una epidemia de obesidad en Estados Unidos, y la gula no es más que el instinto de alimentarse con productos grasos a fin de sobrevivir a épocas de escasez… o a la persecución de un depredador.
Sólo nuestros antepasados aquejados del pecado de la gula lograron sobrevivir y transmitir genéticamente su gula. El pecado de la gula salvó a nuestra especie, aunque ahora sea un problema con tantos bollycaos en el supermercado.

Lo mismo sucede con la lujuria, que según otros estudios nos orienta hacia la procreación. En el estudio se mostraba a los sujetos diversas escenas de películas eróticas que eran proyectadas en una pantalla situada en la parte posterior del escáner y debían visualizarlas a través de un espejo mientras eran monitorizados con dicho escáner.
La resonancia resultante reflejaba que el sistema límbico, encargado de procesar respuestas fisiológicas frente a estímulos, se activaba cuando veíamos algo que nos gusta. La lujuria permitió que en épocas donde la supervivencia estaba en peligro nos reprodujéramos a gran velocidad.
¿Y la pereza? Según Adam Safron, uno de los autores del estudio:
Nunca teníamos la certeza de cuándo volveríamos a ingerir una comida sustanciosa. Así que, si era posible, descansábamos. Las calorías que no quemábamos mientras llevábamos a cabo actividades, las podíamos usar para procesos corporales de crecimiento o de recuperación.
La envidia y la soberbia, tras los análisis del Instituto Nacional de Ciencias Radiológicas de Japón y la Universidad Motclair State, respectivamente, se sugiere que son emociones dolorosas o que producen consecuencias dolorosas en quienes las padecen.
La Universidad de New South Wales, en Australia, realizó un estudio sobre la ira. Algunos de los participantes del estudio partían con una predisposición derivada de su personalidad. En los depresivos y proclives a guardar rencor, la corteza prefrontal medial se activaba. Esto podría tener relación con la evolución ancestral del cerebro que se vio afectada por el entorno.
El caso de la avaricia, sin embargo, todavía no dispone de estudios cerebrales, y según un estudio de la Northwestern, podría ser una emoción más condicionada que el resto por el aprendizaje y el entorno.
Vía | Eco Diario

Nuevo insecto ayudará a los forenses a resolver crímenes


Nuevo insecto ayudará a los forenses a resolver crímenes

Series de televisión como CSI podrán contar ahora con un nuevo personaje: el Prochyliza nigricornis. (Siempre que el capítulo transcurra en Europa).
Este díptero tiene una gran propensión por los cadáveres en avanzado estado de descomposición. Hasta el momento se pensaba que este díptero, de hábitos necrófagos, sólo vivía en Alemania, Eslovaquia, Holanda, Reino Unido, República Checa y Suiza pero un reciente estudio de la Universidad de Alcalá de Henares (UAH) ha encontrado esta especie en el centro de España.
Esta familia de insectos es importante a la hora realizar estimaciones del intervalo postmortem en cadáveres en avanzado estado de descomposición. Además, como el Prochyliza nigricornis está asociado a hábitats y épocas del año muy concretas, su observación puede ser útil para ubicar geográficamente la investigación.

Si bien la noticia pueda parecer un poco macabra, lo cierto es que la existencia de este insecto en tierras españolas es un síntoma de buena salud ecológica.
Descubierto por miembros del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Policiales, este insecto se dedica a la descomposición y el reciclaje de la materia orgánica de los bosques; su existencia también denota que hay una fauna de vertebrados bien conservada, como ha señalado uno de los científicos que ha realizado el estudio, Daniel Martín-Vega.
El descubrimiento de esta nueva especie de insecto ha sido publicada en el último boletín de la Asociación Española de Entomología.

Lo que pasa en nuestro cerebro cuando estamos conduciendo un coche


Lo que pasa en nuestro cerebro cuando estamos conduciendo un coche

A pesar de aquella noticia que os referí sobre un coche que recorrió medio mundo sin conductor o de que KITT fuera capaz de ayudar a Michael Knight en sus peligrosas misiones, lo cierto es que conducir un coche requiere de unas destrezas que aún no han sido aprendidas por los ordenadores.
Conducir probablemente sea la actividad cotidiana más compleja que lleva a cabo un ser humano, porque es una competencia formada por, al menos, 1.500 subcompetencias, según estimó A. J. McKinght y B. Adamsen Driver Education Task Analysis.
Un estudio de un tramo de carretera en Maryland (EEUU) reveló que aparecía determinada información cada 0,6 metros, lo que a 48 km por hora significa estar expuesto a 1.320 ítems de información, o aproximadamente a 440 palabras por minuto, señalaba el estudio.


El equivalente sería leer tres o cuatro párrafos de este artículo mientras se contempla a la vez un puñado de imágenes, por no hablar de lo que señala el divulgador Tom Vanderbilt:
En cualquier momento dado estamos orientándonos por el terreno, inspeccionando nuestro entorno en busca de peligros e información, manteniendo nuestra posición en la calzada, juzgando la velocidad, tomando decisiones (una veinte por cada 1,6 km, reveló un estudio), evaluando riesgos, ajustando instrumentos, adelantándonos a las acciones futuras de los demás… y eso mientras quizá saboreamos un café con leche, pensamos en el episodio de anoche de American Idol, calmamos a un bebé o comprobamos el buzón de voz.
El simple encuentro con un semáforo en ámbar pone en funcionamiento una compleja cadena de pensamientos que fundiría los plomos de cualquier ordenador. ¿Cuánto tiempo le queda al semáforo? ¿Me dará tiempo? ¿Cuánto tengo que acelerar para conseguirlo? ¿Vale la pena? ¿Infringiré alguna norma? ¿Si decido frenar de golpe, me dará el coche que tengo detrás? ¿Si apuro demasiado, el coche del otro semáforo tiene aspecto de que acelerará antes de tiempo, produciendo una colisión? ¿Está mojada la calzada? ¿Quedaré atrapado en un cruce, bloqueando la cruadrícula? Y un largo etcétera.
Los ingenieros llaman “zona de dilema” al instante en que estamos demasiado cerca del semáforo en ámbar, como para detenernos y, aun así, demasiado lejos para superarlo sin que nos lo saltemos en rojo. A juzgar por las tasas de accidentes, el dilema es de órdago.
Los ingenieros pueden hacer que el ámbar dure más, pero eso reduce la capacidad del cruce…, y en cuanto corra la voz del generoso cronómetro del semáforo, quizá no sirva sino para animar a más conductores a acelerar y probar suerte.
Conducir, pues, no sólo implica cuestiones técnicas sino también psicológicas y sociales. Conducir es tan intrincado como relacionarse con otras personas. Y para lograr eso, hasta KITT se queda corto todavía.
Vía | Tráfico de Tom Vanderbilt

Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XLV): la termita


Singularidades extraordinarias de animales ordinarios (XLV): la termita

Todos hemos mencionado alguna vez a las termitas, pero muy pocos las hemos podido ver con nuestros propios ojos. Sin embargo, las 2.600 especies de termitas que existen en el mundo constituyen el 10 % de la biomasa total del planeta.
Después de los rumiantes, las termitas son las criaturas más contaminantes: su dieta rica en fibra es la responsable del 11 % de las emisiones globales de metano. Por eso su estómago se parece también al de las vacas: cuenta con diversos compartimentos para descomponer la celulosa; y sus intestinos albergan 200 tipos de microbios que la trasforman en energía.

Se están llevando a cabo estudios de estos organismos diminutos financiados por la industria del biocombustible para comprobar si tienen el secreto de la extracción de combustible limpio a partir del maíz.
¿En qué se basa una termita para comerse una u otra madera? En las vibraciones que produce cuando empieza a roerla. Prefieren, pues, los muebles a los árboles. Las fibras de madera se rompen al morderlas y envían impulsos al cuerpo que revelan el tipo y tamaño de la pieza.
Las obreras ciegas son las que roen la madera para alimentar al resto de la colonia directamente de su boca o de su ano.
Pero las termitas también pueden excavar a través del hormigón. En Norteamérica provocan más daños que los incendios y las inundaciones combinadas.
Las termitas tienen grandes valores familiares, y además son monógamas, a pesar de que viven en colonias de millones de individuos. La reina se parece a la madre de Alien: puede aumentar hasta 300 veces su tamaño original porque sus ovarios se expanden. La reina de la especie Odontotermes obesus, por ejemplo, pone un huevo por segundo, más de 80.000 al día.
En 2007, una investigación sobre el ADN reveló que en realidad son cucarachas. Su antiguo orden Isoptera (“alas iguales”) ha quedado atrás y ahora son Blattodea (blatta en griego significa “cucaracha”). La teoría es que evolucionaron a partir de ancestros similares a cucarachas cuando desarrollaron la capacidad de comer madera.
Las termitas son uno de los insectos culinarios más populares: contienen un 75 % más de proteínas que un filete de ternera. En Nigeria se vende caldo de termitas en cubitos.
Vía | El pequeño gran libro de la ignorancia (animal) de John Lloyd

El alfabeto como máquina de generar ideas nuevas


El alfabeto como máquina de generar ideas nuevas

Creemos que las ideas surgen del simple runrún de nuestra cabeza. Sin embargo, hay elementos coadyuvantes tanto dentro como fuera de nuestra cabeza, estímulos que pueden permitirnos alcanzar ideas más nuevas de una forma inédita hasta el momento.
Según Eric Havelock, experto en lenguas clásicas, y David Olson, psicólogo, el alfabeto sería uno de estos elementos que estimularían nuestro magín. Su retadora hipótesis es que la eficacia del alfabeto griego condujo a una transformación sin parangón del pensamiento humano.
Al liberar a la gente de una tradición verbal, la eficacia del alfabeto nos permitió liberarnos también de restricciones como la memorización o las estrategias metacognitivas para conservar la cultura oral.

Tales estrategias, por impresionantes que fueran, tenían un coste. A veces de manera sutil, en ocasiones abiertamente, la dependencia del ritmo, la memoria, las fórmulas y la estrategia constreñían lo que podía decirse, recordarse y crearse.
Según Maryanne Wolf, no sólo fue el alfabeto griego el responsable de nuestra impresionante zancada cognitiva. Mil años antes que los griegos, el sistema de escritura ugarítico (un sistema pseudoalfabético) causó también importantes cambios culturales. Más atrás todavía, en la literatura acadia, observamos un florecimiento de ideas (en parte, indudablemente, basadas en la tradición oral) registradas por un sistema logosilábico no alfabético.
Si echamos un vistazo global a la historia, vemos que lo que ha fomentado el desarrollo del pensamiento intelectual de la humanidad no fue el primer alfabeto, ni siquiera la repetición óptima de un alfabeto, sino la escritura en sí. Como el psicólogo ruso del siglo XX Lev Vygotsky decía, el acto de poner las palabras y los pensamientos por escrito estimula y en sí mismo cambia las ideas.
Cabe puntualizar, con todo, que, desde una perspectiva cognitiva, no fue sólo el alfabeto el que producía nuevas ideas, sino más bien que la creciente eficiencia promovida por los sistemas alfabéticos y silábicos hizo que las nuevas ideas fueran accesibles a más gente y en una etapa más temprana del aprendizaje lector. Por ello, cuando nació el alfabeto griego también se dio un prolífico período de escritura, arte, filosofía, teatro y ciencia, posiblemente uno de los florecimientos más explosivos de la historia.
Vía | Cómo aprendemos a leer de Maryanne Wolf

Cuando la tecnología informática funciona deliberadamente mal para que resulte más rentable a su fabricante


Cuando la tecnología informática funciona deliberadamente mal para que resulte más rentable a su fabricante

A veces, cuando el ordenador empieza a fallarme sin motivo aparente, por ejemplo funcionando ridículamente lento, o colgándose obstinadamente al abrir determinado programa, puedo llegar a pensar que los traviesos gremlins existen, y que hay justo uno ahí dentro haciéndome la vida imposible.
Los gremlins fueron un invento americano británico, concretamente de la Royal Air Force de servicio en Oriente Medio durante la Segunda Guerra Mundial, para justificar los accidentes frecuentes que se sucedían en sus vuelos. Pero lo cierto es que hay fabricantes que introducen gremlins deliberadamente en sus productos… y lo hacen de verdad, por una única razón: ganar más dinero.
Por ejemplo, observemos lo que ocurre con una impresora de la marca IBM, concretamente la impresora láser LaserWriter E. Es una impresora barata y de baja calidad. Pero si la evisceramos, descubriremos que contiene los mismos componentes de la impresora de alta calidad (y más cara) LaserWriter. Lo hace que IBM es introducir un chip en la impresora barata que la hace más lenta.
La razón para esto es doble. Por una parte, si IBM vendiera todas sus impresoras al mismo precio que su versión barata, ganaría menos dinero. Por otra parte, si diseña y produce en masa un único modelo para luego venderla a dos precios distintos, entonces puede ganar mucho más. La razón de esto es el cliente más adinerado.

Cuando las cosas baratas apenas si diferencian de las cosas caras, los clientes con mayor poder adquisitivo prefieren las cosas baratas (son ricos, pero no tontos). Para que un cliente con dinero decida gastar más dinero hace falta un incentivo: que el producto que adquiera sea mejor que el barato (o que se diferencie en algo sustancial, que también puede ser el simple aspecto externo, que será más cuidado).
Parece un verdadero desaprovechamiento del producto, pero aparentemente era más barato paraIBM hacer esto que diseñar y fabricar dos impresoras completamente diferentes. Intel, el fabricante del chip, hizo una jugada similar al vender dos chips procesadores muy parecidos entre sí a diferentes precios. En este caso, el chip de inferior calidad era realmente el más caro de producir: se obtuvo desactivando una de las funciones del chip superior, para lo cual debía hacerse un trabajo adicional.
Es decir, que hay productos que son más caros de producir que se venden más baratos que productos que son más baratos que producir, aunque ambos productos sean casi idénticos. El mundo al revés. Y todo para fijar precios según el tipo de cliente que adquiere el producto.
Es la misma lógica que se emplean en la ropa cara respecto a la barata: ¿por qué la ropa barata acostumbra a ser más fea, peor diseñada y de colores menos sofisticados que la ropa cara? Además de que hay menos inversión de medios, una explicación alternativa podría ser que una misma marca fabrica dos versiones de ropa: y la barata la fabrica especialmente fea para que el cliente con dinero no tenga la tentación de sustituirla por la cara.
En los productos alimentarios, las marcas blancas (normalmente fabricadas por marcas importantes) tienen envases más feos y peor diseñados: así comprar comida cara es algo más que comprar comida de mejor calidad.
A menudo, los paquetes de software tienen dos o más versiones: una de ellas tiene todas las funciones activadas (el paquete “profesional”) y la otra se vende al mercado masivo a un precio considerablemente inferior. Algunas personas no se dan cuenta de que lo típico es que la versión profesional se diseñe primero y que algunas de sus funciones se desactiven para la versión destinada al mercado masivo. A pesar del elevado precio de la versión profesional, en realidad es la versión más barata la que tendrá de antemano un coste adicional para quien la desarrolle y, por supuesto, las dos versiones se venden en CD (cuyo coste de producción es el mismo).
Las empresas han descubierto, pues, que una manera eficaz de fijar los precios de acuerdo con el cliente pasa por exagerar las diferencias entre el mejor y el peor servicio, aunque ello sea incluso más costoso en el caso del peor servicio.
Vía | El economista camuflado de Tim Harford

El agua: ¿embotellada, filtrada o del grifo?


El agua: ¿embotellada, filtrada o del grifo?

La venta de agua cada vez es un negocio más lucrativo: sencillamente la gente ha adoptado la creencia de que el agua es salud, y que cuanto mejor sea el agua, más salud tendrá: así pues, mejor el agua embotellada o filtrada que la del grifo. Por ello la gente cada vez compra más agua embotellada, o realiza costosas inversiones para instalarse filtros purificadores.
Pero ¿hasta qué punto esto es cierto?
En la mayoría de los países del Primer Mundo, el agua del grifo es potable y no reviste ninguna contraindicación para la salud. Por ejemplo, según la Inspección Británica de Agua Potable:
Todo el suministro de agua potable de Inglaterra y Gales puede beberse con seguridad y no es preciso instalar ningún tratamiento doméstico adicional como medida de protección sanitaria.
Además, un informe reciente reveló que el 99,96 % de las muestras de agua cumplían las normas legales respecto al control de pesticidas. Las que no la cumplían tampoco suponían un riesgo sanitario.
En Estados Unidos, la calidad del agua corriente posee más variaciones, pero hasta el Consejo de Defensa de los Recursos Naturales considera que no es necesario filtrarla.

La Asociación de Consumidores concluyó asimismo en un informe que el agua corriente, filtrada o no filtrada, a menudo sabía mejor que el agua embotellada, y que ninguna fuente de agua contenía niveles peligrosos de bacterias.
Entonces ¿los negocios de agua filtrada son un timo? No exactamente. Lo cierto es que el agua filtrada con esos procesos es más saludable. El problema es que sólo es ligeramente más saludable. Hasta el punto de que, pensar que podemos prolongar nuestra esperanza de vida con el agua filtrada en vez de agua sin filtrar, es como pensar que aumentaremos nuestra calidad de vida con 91 minutos de ejercicio semanales en vez de 90 minutos. La diferencia es despreciable.
Incluso los fabricantes de filtros más honestos no se esfuerzan demasiado en vender la idea de que el agua filtrada es más saludable:
Por ejemplo Brita, líder del mercado británico, centra su marketing en los beneficios generales de beber agua y únicamente en la mejoría de su sabor que ofrecerían sus filtros. También reconocen abiertamente que sus cartuchos no pueden eliminar nitratos, asegurándonos que las “empresas de agua tienen que cumplir las normas establecidas por el reglamento de la calidad del agua de la Comunidad Europea.
Con el agua embotellada sucede algo parecido (incluso algunas aguas embotelladas ni siquiera son minerales sino filtradas, como Aquafina de Pepsi o Dasani de Coca-Cola). El petróleo y el agua embotellada pronto rivalizarán por ser la mercancía cuyo comercio genera más dinero en el mundo; no en vano, el empresario multimillonario estadounidense Thomas Boone Pickens, que forjó su fortuna en las explotaciones petroleras de Texas, ahora ha visto donde está el verdadero negocio: comprar reservas de agua para luego embotellarla y venderla a precio de oro.
De añadidura, las botellas de plástico son un verdadero problema medioambiental. Las botellas de agua producen sólo en Estados Unidos un total de 1,5 millones de toneladas de desperdicios de plástico; un plástico que ha requerido 178 millones de litros de petróleo para ser fabricado. El plástico no es biodegradable, tardará cientos o miles de años en desaparecer.
Tenedlo en cuenta la próxima vez que sobreestiméis el incremento infinitesimal del riesgo que supone para nuestra salud el beber agua no filtrada o comer fruta con cantidades minúsculas de pesticidas.
Vía | ¿Se creen que somos tontos? de Julian Baggini

Tú eres normal, tu hijo es normal, la mayoría somos normales: consecuencias de ser más gente de la que podemos imaginar


Como varias veces os he explicado en otros artículos, como Sólo entendemos a los grupos de 150 personas (I) y (y II), nuestro cerebro está preparado para asimilar un número relativamente pequeño de personas. Nuestros antepasados se desarrollaron en comunidades reducidas, y la actual explosión demográfica es un fenómeno reciente: nuestros cerebros no han evolucionado desde entonces, adaptándose a la nueva realidad.
Podemos observar pistas sobre ello en todo lo que nos rodea (por ejemplo, el terrorismo basa su efectividad en esta falla de nuestro cerebro, El miedo infundado al terrorismo, los accidentes de tráfico, la violencia de género y otros hechos matemáticamente improbables).
A esto se le suman algunos vicios que cometemos todos a la hora de pensar, que también emanan de cómo está cableado nuestro cerebro, como, por ejemplo, la tendencia a la confirmación: es decir, tender a considerar más sólidas las teorías e hipótesis que respaldan lo que ya creemos, y pasar más por alto aquéllas que las socavan. Por ejemplo: la mayoría de padres consideran a sus hijos mejores que la media, entre otras cosas porque son más amables con sus defectos o errores y recuerdan más vivamente sus logros.

Mira qué dibujo ha hecho mi niña, es la mejor, es una artista. Esta tendencia, como dije antes, se retroalimenta de la incapacidad de nuestro cerebro a la hora de asimilar que hay tantos millones de niñas en el mundo que, afirmar eso, además de aventurado, es excesivamente narcisista.
Somos incapaces de imaginar los miles de nacimientos, muertes, palabras, decisiones, ilusiones, vidas, en suma, que se producen en un solo día. Nuestro cerebro, adaptado a comunidades reducidas de individuos, calibrada para conectar con un máximo de 150 personas, es incapaz de imaginar tantas vidas como también es incapaz de imaginar los billones de estrellas que salpican el universo.
Pero las redes sociales del futuro, cada vez más alimentadas por elementos multimedia y con programas específicamente diseñados para encontrar patrones sociales, tal vez consigan que problemas que antes nos parecían graves o exclusivos se conviertan en algo más pueril o común; y también nos pondrán en nuestro justo sitio: personas corrientes con problemas corrientes. Quizá entonces nos parezca abyecto quejarnos de una huelga de controladores aéreos porque truncan nuestras vacaciones cuando hay millones de personas que nunca han tenido vacaciones, por poner el dedo en la llaga en un asunto de rabiosa actualidad (sólo digo tal vez, tampoco está en mi ánimo polemizar).
O tal vez la tecnología de las redes sociales no cambiará nada en realidad. Tal vez el cerebro se cerrará a ellas de forma instintiva, por mucho que avancen las telecomunicaciones y la información sobre los demás. O tal vez la gente tienda a agruparse en comunidades más reducidas, ajenas al mundo exterior, a fin de evitar el mareo frente a tantos inputs.
Vía | Jitanjáfora: desencanto de Sergio Parra


Tú eres normal, tu hijo es normal, la mayoría somos normales: consecuencias de ser más gente de la que podemos imaginar (y II)

En la novelaJitanjáfora: desencanto (que próximamente saldrá al mercado y que será en la segunda parte de Jitanjáfora) a raíz de estas ideas se imagina una cofradía que, como los huteritas o los amish, deciden organizarse en comunidades de no más de unas decenas de individuos a fin de evitar la náusea de asumir tanto conocimiento que hasta ahora había permanecido en la sombra, bajo la filosofía de que, superado determinado umbral perceptivo, una persona puede llegar a abolir sus capacidades cognitivas; de que demasiada información sólo desinforma; de que un amparaje superlativo funde los plomos de la atención.
De esta manera, los invididuos conseguirían recuperar su individualidad y su relevancia en el mundo; una especie de control de natalidad:

No por motivos maltusianos, sino meramente psicológicos. El cerebro del hombre está programado en base a grupos de congéneres de unos cuarenta o cincuenta miembros: las tribus prehistóricas solían moverse en estos baremos. En las sociedades actuales, en las que el hombre debía convivir en macrocomunidades de miles o hasta millones de individuos, el cerebro se negaba a aceptar la realidad. Por ejemplo, si un ataque terrorista liquidaba seis vidas, el cerebro, anclado en el pasado, computaba esta pérdida como atroz: seis vidas menos en una comunidad de cuarenta podría suponer la destrucción de ésta; pero en ningún momento el cerebro asume que seis vidas en una realidad en la que conviven siete mil millones apenas debería infundirnos temor: no más temor que nos infunde la muerte por accidente doméstico, responsable de segar la vida a miles de personas al año. Otro ejemplo era la idea de sentirse especial cuando uno afirma «siempre me pasa lo peor a mí» o ideas agoreras del mismo estilo, que en una superpoblación no tienen sentido, tropiezan en una falacia provinciana, una realidad túnel: nadie en el primer mundo puede afirmar tales cosas parangonándose, por ejemplo, con los millones de habitantes del tercer mundo. O esa chica de veinte años que se considera muy alocada y vividora, muy cool, y que al ingresar en un salón de Chat lo hace bajo el nick de CrazyGirl; en ningún momento será consciente que en Internet deben de haber del orden de cien mil chicas que, como ella, han decidido ponerse el nick CrazyGirl para proyectar idénticos ideales: si lo fuera, el pudor no le permitiría llamarse como tantas otras que también se consideran únicas y especiales. Lo mismo sucede en la dimensión del arte, donde el público y sobre todo la crítica se empecina en sostener que en determinada época hay un Cervantes, un Shakespeare o un Van Gogh, cuando, estadísticamente, la ley de combinatorias culturales evidenciaría la existencia de varios millares de autores de similares características a Shakespeare. La crítica, aquí, obra a modo de criba para evitar que tales presupuestos entre en conflicto con la manera que tiene un cerebro de la Edad de Piedra de procesar el mundo.
O tal vez impondremos peajes a las autopistas por las cuales nos llegue tanta información sobre los demás quepueda eclipsar nuestra individualidad. Es decir, nos agruparemos en comunidades pequeñas incluso de manera virtual. Por ejemplo, diversificando las redes sociales y generando redes exclusivas y excluyentes.
Algunas comunidades florecientes, incluso, exigen una invitación de uno de sus miembros para poder acceder a ellas. La más reputada es aSmallWorld: sus miembros sólo pertenecen a la clase alta o a la VIP, como financieros o actores. Su fundador es un ejecutivo neoyorquino que mantiene en secreto la lista de sus miembros, aunque se barajan nombres como el de Tiger Woods y Alejandro Agag. Como en los restaurantes más exclusivos, la lista de espera para entrar en aSmallWorld es de meses.
Los cambios que producirán las redes sociales que pronto formarán parte de nuestras vidas son inciertos. Quizá, fantaseando un poco, se generará algo que ya conjetura el divulgador Steven Johnson en su libroSistemas emergentes, donde hace una analogía con las colonias de hormigas, donde la colonia es un superorganismo que funciona en base a la suma de millares de decisiones simples tomadas por hormigas individuales ajenas al proyecto mayor de la colonia:
Reemplacemos hormigas por neuronas, y feromonas por neurotransmisores y podríamos estar hablando del cerebro humano. De modo que si las neuronas pueden concentrarse para formar cerebros conscientes, ¿es tan inconcebible que ese proceso pueda reproducirse hacia un nivel superior? ¿No podrían los cerebros individuales conectarse unos con otros, en este caso a través del lenguaje digital de la Web, y formar algo mayor que la suma de sus partes, lo que el filósofo y sacerdote Teilhard de Chardin llamó la “noosfera”?

¿La resistencia a la inmigración es sinónimo de racismo?


¿La resistencia a la inmigración es sinónimo de racismo?

Últimamente me hallo enfrascado en la lectura de un libro sobre falacias lógicas. Ya sabéis, esto es verdad porque lo dice tal persona (falacia de autoridad), estamos perdiendo nuestras raíces o nuestras costumbres (falacia de la sabiduría antigua), etc. Una de las falacias que más llama mi atención, sin embargo, es la que se refiere a que si rechazas algo automáticamente tienes miedo o sufres intolerancia hacia ese algo.
Donde más fácilmente aflora esta falacia es en el caso de la inmigración. Cualquier mínima reserva hacia la inmigración es interpretada, entonces, como un razonamiento tóxico.
Pero lo cierto es que solemos usar el racismo como comodín (al igual que el fascismo, la homofobia y otras), como metonimia del mal, como forma de boicotear el gusto, la reflexión o la evidencia científica del otro. De tal manera, muchas declaraciones son tildadas con estos epítetos políticamente alevosos de forma injustificada, lo cual provoca, como efecto secundario, una especie de autocensura: la gente intenta no decir lo que realmente piensa para no ser catalogado negativamente.
Por ejemplo, mucho racista en apariencia sencillamente es clasista: puede repudiar a los negros del Bronx pero adorar a Michael Jordan (que también es negro).

Por otro lado, la mayoría de la resistencia a la inmigración procede de la clase trabajadora. Así que, tal vez, lo que se manifiesta aquí no es racismo sino una actuación basada en el interés personal: resulta irrelevante si el que percibo como una amenaza para la conservación de mi trabajo es negro, amarillo o verde, lo importante es que es gente nueva dispuesta a desempeñar mi trabajo por un salario inferior al que yo percibo.
Tal y como señala el economista Tim Harford:
Los nuevos trabajadores resultan favorables para aquellas personas cuyos recursos se tornan relativamente escasos, ya sean esos recursos tierras o títulos universitarios; pero es entendible que los trabajadores ya establecidos se resistan al ingreso de nuevos trabajadores. De hecho, las personas que resultan más afectadas por las nuevas inmigraciones son los grupos previos de inmigrantes, cuyos salarios se tornan bajísimos.
Cuidado: no se está diciendo aquí que el razonamiento de la clase trabajadora sea correcto, ni que realmente los inmigrantes reduzcan las oportunidades laborales. Todo ello puede discutirse con datos y estadísticas, sosegadamente. Lo que se remarca es que mantener una u otra postura, a priori, no tiene por qué ser sinónimo de racismo o xenofobia.
Y que tildar automáticamente estos argumentos con semejantes epítetos enrarece el debate y no permite la valoración de las ideas en su justa medida: por ejemplo, el rechazo visceral a cualquier postura que atufe a xenofobia podría resultar, a la larga, contraproducente para nuestra economía.
De nuevo, Tim Harford:
Los inmigrantes cualificados hacen que los salarios de los nativos cualificados desciendan, y los inmigrantes no cualificados hacen que a los salarios de los nativos no cualificados les suceda lo mismo. En el Reino Unido, los salarios de los enfermeros del Servicio Nacional de Salud se han mantenido bajos debido a la afluencia de treinta mil enfermeros extranjeros. Allí, los inmigrantes tienen un cincuenta por ciento más de posibilidades que los nativos de obtener un título universitario. En contraste, en los Estados Unidos, que recibe una cantidad mucho mayor de inmigrantes no cualificados que el Reino Unido, son los salarios de los trabajadores no cualificados los que se han mantenido bajos: los ingresos de este grupo no han mejorado en treinta años.
Así pues, ante el desafío de reflexionar y discutir sobre cualquier asunto complejo, lo prioritario es evitar las falacias, los enconamientos y, sobre todo, los juicios de valor sobre la opinión del contrario. Todos esos elementos funcionan exclusivamente como lastres del pensamiento claro.
Vía | El economista camuflado de Tim Harford

Las 'bebés' chimpancés juegan a las muñecas


Las 'bebés' chimpancés juegan a las muñecas
Un nuevo estudio da un varapalo a la idea de que la separación de juguetes por género es fruto de los estereotipos humanos. Según el trabajo, publicado en la última edición deCurrent Biology, las crías de chimpancé juegan de forma distinta según su sexo y, aunque tanto hembras como machos utilizan palos de madera como principal quizás único juguete, las pequeñas chimpancés juegan más a menudo y, además, actúan con sus palos de madera como las madres de su especie lo hacen con sus crías.
FUENTE | Público26/12/2010
Los investigadores de la Universidad de Harvard (EE.UU.) observaron durante 14 años a la comunidad de chimpancés de Kanyawara, en el Parque Nacional de Kibale (Uganda). Los autores descubrieron que estos primates utilizan los palos de madera de cuatro formas: para comprobar si en un agujero hay miel o agua, como armas, para jugar (tanto en solitario como en grupo) o, simplemente, como objetos para sujetar.

COMPORTAMIENTO CONSCIENTE

Además de observar que las hembras jugaban con sus palos de madera como si se tratara de sus crías, los investigadores asumieron que, si era un comportamiento consciente, dejarían de hacerlo al tener sus propias crías. Efectivamente, sus sospechas se confirmaron a lo largo del tiempo.

Es la primera vez que este comportamiento se describe en chimpancés y solo se ha confirmado en los de Kanyawara. Por esta razón, los autores advierten de que para ratificar sus conclusiones será necesario estudiar a otras comunidades, lo que implica dificultades al ser las poblaciones de estos simios pequeñas y con pocas crías.

Autor:   A.I.

Descubiertas proteínas responsables de 130 enfermedades cerebrales


Descubiertas proteínas responsables de 130 enfermedades cerebrales
Un grupo de científicos ha identificado un total de 1.400 proteínas en el cerebro humano responsables de más de 130 enfermedades. Los hallazgos de este estudio, publicado en la revista Nature Neuroscience, podrían propiciar el desarrollo de nuevos tratamientos para distintas enfermedades. Además, el estudio arroja luz sobre los orígenes evolutivos del comportamiento humano. Este trabajo ha sido cofinanciado por la Unión Europea.
FUENTE | CORDIS: Servicio de Información en I+D Comunitario26/12/2010
Las proteínas descubiertas se encuentran en una estructura denominada densidad postsináptica (DPS). Las sinapsis son los puntos en los que se conectan entre sí las células nerviosas. La DPS forma parte de la sinapsis y está formada por una gran cantidad de proteínas estrechamente acopladas. Investigaciones realizadas en modelos animales han revelado que la DPS puede estar implicada en el desarrollo de varias enfermedades y modificar aspectos del comportamiento. A pesar de ello, la DPS humana ha sido poco estudiada.

En este estudio, científicos del Reino Unido estudiaron DPS obtenida de nueve adultos sometidos a cirugía cerebral. Observaron que la DPS humana está compuesta de 1.461 proteínas codificadas por un gen distinto cada una. Además, diversas mutaciones en muchos genes que codifican las proteínas de la DSP son responsables de 133 enfermedades neurológicas y psiquiátricas.

De hecho, una séptima parte de las proteínas identificadas participan en una afección clínica conocida y más de la mitad son reincidentes. Para facilitar el análisis de una red de proteínas tan compleja, los investigadores crearon un mapa molecular en el que se ilustran las relaciones entre las proteínas y varias enfermedades.

«Descubrimos que la DSP está implicada en más de 130 enfermedades cerebrales, muchas más de las esperadas. Entre ellas algunas graves como el Alzheimer, el Parkinson y otras afecciones neurodegenerativas, además de epilepsias y enfermedades del desarrollo infantil como formas de autismo y dificultades de aprendizaje», comentó el profesor Seth Grant del Wellcome Trust Sanger Institute.

«Puesto que en muchas enfermedades distintas participa el mismo grupo de proteínas, puede que seamos capaces de desarrollar tratamientos nuevos eficaces contra varias enfermedades. También sería posible desarrollar nuevas pruebas genéticas de diagnóstico y formas de clasificar las enfermedades cerebrales.»

Además, muchos de los genes implicados en la DSP son clave en varios aspectos del comportamiento, como por ejemplo el aprendizaje y la memoria, las emociones y el estado de ánimo, la adicción y el uso indebido de drogas.

Los investigadores también desean investigar la evolución en el tiempo de los genes responsables de las proteínas de la DSP. Para lograrlo compararon la secuencia de genes humanos de la DSP con los de chimpancés, macacos y ratones y ratas, cuya relación con el ser humano es lejana.

Sus análisis demostraron que los genes de la DSP, y por extensión las proteínas que codifican, han evolucionado a mucha menor velocidad que otros genes. Los científicos sospechan que esto puede deberse a la cantidad de interacciones tan elevada que existe entre las distintas proteínas de la DSP. Según el equipo, se ha detectado una velocidad evolutiva menor en otras proteínas con muchas interacciones.

«La conservación de la estructura de estas proteínas sugiere que los comportamientos regidos por la DSP y las enfermedades asociadas no han cambiado demasiado durante muchos millones de años», indicó el profesor Grant. «También es indicativo de que las sinapsis en roedores son mucho más similares a las de los humanos de lo que se pensaba y que ratones y ratas son modelos adecuados para estudiar enfermedades cerebrales humanas.»

Los científicos han puesto a disposición del público los datos de su investigación a través de la página web del programa «Genes to Cognition», dedicado a ampliar el conocimiento sobre la base molecular del comportamiento y de las enfermedades cerebrales.

Los hombres se ríen de unas cosas; las mujeres, de otras


Los hombres se ríen de unas cosas; las mujeres, de otras

Ventana externa
Al parecer, las mujeres tienen más facilidad para reírse del humor inglés, el inteligente, y los hombres disfrutan más, supongo, del humor estilo Humor amarillo.
Es lo que se desprende de un vídeo divulgativo llamado Cerebro feliz: la risa y el sentido del humor, presentado en Madrid por la catedrática de Bioquímica de la Universidad de Navarra Natalia López Moratalla, primera entrega de la colección Los secretos del cerebro, que expone de manera sencilla qué sucede en el cerebro frente a diferentes actividades.

Moratalla compara el proceso cerebral del humor entre hombres y mujeres con un mapa de Metro:
Aunque los puntos de partida y llegada coincidan, las mujeres emplean más estaciones e implican mayor recorrido.
Las mujeres prestan más atención a los contenidos semánticos de lo gracioso y tienen mayor facilidad para captar, manipular y comparar los elementos del chiste con datos almacenados en la memoria.
En la segunda entrega titulada El cerebro ético, mostrarán con una animación en 3D de qué forma registra el cerebro el principio universal de no hagas a los demás lo que no quieres q te hagan a ti.
Vía | madrimasd

¿Tener fe en Dios es bueno para la salud?


¿Tener fe en Dios es bueno para la salud? (I)

Aunque la creencia en Dios carece de cimientos epistemológicos serios, y que creer en Dios no dista mucho de creer en Santa Claus, tal vez la fe en sí misma pueda tener algún beneficio, sino intelectual al menos en la salud.
El efecto placebo no es más que curarse por autosugestión cuando crees estar tomando una medicina que en realidad es un producto inocuo (parte del éxito de la homeopatía es precisamente ése). ¿Podría ocurrir algo parecido con la religión?
A pesar de que la gente que está en contra de la religión o que se declara atea acostumbra enumerar las cosas negativas que ofrece la religión, como ya referí en ¿La religión es la causa de todos los males?, hoy, sin que sirva de precedente, vamos a intentar enumerar alguna de las positivas (si es que podemos considerarlas así).

Un estudio realizado en 1999, llevado a cabo por un equipo de investigadores de la Universidad de Texas, sugería una correlación entre asistencia a la iglesia y esperanza de vida: las personas que asisten a la iglesia con regularidad viven aproximadamente 7 años más que las personas que no lo hacen.
Concretamente, si vamos a la iglesia una vez por semana, viviremos 6,6 años más. Si vamos a rezar a la iglesia más de una vez por semana, entonces nuestras posibilidades aumentan hasta los 7,6 años.
Bien, quizá es un estudio un tanto débil porque, por una parte, ganamos tiempo, pero por otro lo invertimos en ir a la iglesia. Algo así como si la iglesia fuera una cámara de criogenización que evitara que pasara el tiempo. Pero lo más importante es qué datos arrojaría este estudio si, por ejemplo, se calculara el aumento de esperanza de vida de los que acuden a clases de salsa (que además hacen deporte), tal y como sugirió recientemente Robin Dunbar.
Uno de los investigadores pioneros en el campo de la salud y la fe es el doctor Harold G. Koening, del Centro Médico de la Universidad de Duke. Según Koening, el hecho de que acudir a la iglesia aumente la esperanza de vida nada tiene que ver con la existencia de Dios o el poder sobrenatural de las oraciones, sino de factores psicológicos y sociales ligados al hecho de pertenecer a una religión organizada:
Funcionarían tanto si Dios existe como si no, siempre que las personas se comporten como si existiera o creyeran que existe. (…) Es necesario realizar más investigaciones para determinar si los efectos son los mismos en la cristiandad, en el budismo, en el islamismo, en el judaísmo o en cualquier otro credo.
Koenig se define como hombre de fe y cree profundamente en el poder curativo de la fe, pues admite que a él mismo le ha servido para superar grandes obstáculos en su vida y reunir fuerzas de flaqueza cuando ya lo creía todo perdido.
Pero también admite que esta clase de plus de supervivencia que ofrece la fe funciona mejor en individuos más vulnerables desde el punto de vista emocional y con menor cantidad recursos para hacer frente a los problemas.
Hay personas dotadas genéticamente con más fuerza de voluntad o con mayor capacidad de recuperación:
las creencias religiosas ayudan a todo el mundo, pero son especialmente valiosas para aquellas personas que se encuentran en el extremo más débil.

Hasta aquí la parte positiva. Pero también hay un lado oscuro. Igual que sucede con el placebo (por ejemplo, al emplearlo en exceso en una enfermedad que necesita una medicina real), la fe puede ponerse en nuestra contra cuando hablamos de nuestra psiconeuroinmunología.
Kenneth Pargament, psicólogo y profesor de la Universidad Bowling Green, de Ohio, sugiere que, ante determinados problemas, uno puede llegar a pensar que ha sido abandonado por ese dios en el que cree, o que quizá su antagonista, el diablo, está haciendo de las suyas, quizá castigándole por algún desliz moral. Y entonces, la fe se convierte en una amplificación del tormento.
Pargament estudió a 596 personas que estaban hospitalizadas tras haber sufrido varias enfermedades. Todos ellos superaban los 55 años y declaraban que se sentían despreciados, abandonados o castigados por Dios. Los pacientes sumidos en este dilema religioso tenían entre un 6 y un 10 % más riesgo de morir en comparación con los que no estaban en esa situación.

El peor pronóstico se lo llevaban los pacientes que creían que el diablo era el responsable de su enfermedad: tenían entre el 19 y el 28 % más de probabilidades de morir durante el periodo de estudio de dos años.
Pargament es judío y tiene fuertes convicciones religiosas, así que también teoriza sobre la razón de que las creencias religiosas puedan ser tan positivas y, a la vez, tan negativas. Él cree que todo depende de lo madura que sea nuestra idea de Dios.
Es decir, si creemos en un Dios que se inmiscuye en cada uno de los detalles de nuestra vida o que nos castiga o nos premia, que nunca permitirá que pase nada malo, etc.; seremos los más propensos a sufrir la parte negativa de la fe. Sin embargo, si creemos en un Dios de decisiones inescrutables, tanto para la bueno como para lo malo, entonces podemos sentirnos más fácilmente protegidos o dirigidos hacia un fin último.
En otras palabras, la fe tiene más efectos positivos cuanto más nos desvinculamos de nuestros juicios y permitimos que algo superior e inexplicable (que tampoco debe admitir duda) dirija en última instancia nuestra existencia. Aunque ni siquiera entendamos para qué (de hecho, es importante no entederlo).
¿Los filósofos clásicos, los estoicos que se afincaban en la ataraxia, obtendrían los mismos beneficios en la salud gracias a su pasotismo? ¿Sería un buen equivalente laico a la religión?
Vía | El club de los supervivientes de Ben Sherwood