sábado, 25 de diciembre de 2010

Mediación y desintermediación en los entornos digitales: nuevos actores y nuevas funciones en la cadena del libro electrónico

Mediación y desintermediación en los entornos digitales: nuevos actores y nuevas funciones en la cadena del libro electrónico

De la cadena a una malla
EL MERCADO DEL LIBRO electrónico está experimentando transformaciones significativas que afectan a toda la cadena de producción editorial, determinando cambios de posición y de funciones en las tareas tradicionales de autoría, intermediación y distribución.
En una economía tradicional los elementos de la cadena revisten un carácter de inmutabilidad en la que cada uno de los eslabones ocupa un lugar determinado por el anterior, y responsable del siguiente. En el ámbito del libro la exigencia de la publicación implica necesariamente a un autor, un editor, un impresor, un distribuidor y, en la mayoría de los casos, aunque no de manera necesaria, un lector.
Se trata de un sistema en el sentido tradicional del término, tal y como lo definieraBertalanffy, en el que el conjunto de los elementos se explican y se completan necesariamente para alcanzar un objetivo final, la edición de una obra, en una relación marcada por la verticalidad.
En una economía virtual o en red cada uno de los actores puede entrar en relación con el resto sin la necesaria intervención del conjunto de los elementos considerados globalmente, sin que importe la posición que ocupe en el sistema. Esta configuración permite introducir el concepto de desintermediación, cuyas inferencias representan un poderoso revulsivo en el mundo digital.
Mientras que en el modelo tradicional la publicación pasa necesariamente por la figura del editor, que es quien concede crédito y visibilidad a una obra (de tal manera que el binomio autor-editor es indisoluble), en el modelo digital esta relación adquiere una vertiente polifacética ampliando el elenco de posibilidades que se abren para el autor y su obra.
El modelo se bifurca y se fragmenta en múltiples expectativas susceptibles de erigirse en referentes si el mercado sanciona la viabilidad de las mismas. De esta forma un autor puede decidir conservar la relación con su editor o dirigirse directamente a un distribuidor digital. Puede autoeditarse a través de un sitio web personal o convertirse en su propio distribuidor buscando el apoyo de librerías digitales (Zelnick, 2010).
Como señala Vacas, esta estrategia puede significar la desaparición de la editorial como sello de marca que ofrece una garantía al lector sobre aspectos relevantes de la obra. Los editores han de responder con ofertas de valor añadido que justifiquen su existencia “más allá de la numantina defensa de un soporte histórico o de su cuota de mercado” (Vacas, 2010).
La edición digital ha abierto sus puertas a miles de autores noveles rechazados por el sistema tradicional de publicación que han visto como editoriales y distribuidoras digitales les ofrecen la posibilidad de publicar sus obras. Y no se trata de compañías desconocidas que buscan hacerse un hueco en el mercado con nuevas ofertas creativas, sino grandes emporios como Amazon que ha creado la Kindle Digital Text Platform, donde los neófitos pueden colgar y vender sus obras, o Apple que a través de Ibookstore desarrolla el mismo servicio. Barnes and Noble hace lo propio y la tendencia es la misma en el resto de sitios.
Estas iniciativas hacen tambalear la posición del editor tradicional y su poder de selección, producción y distribución del libro, pero también elimina una función esencial del circuito editorial, como es la de filtro o embudo que permite articular controles de calidad entre todo aquello que se pretende publicar. De tal manera, la capacidad de discriminación se desplaza de la producción (función editorial) a la recepción (función crítica), siendo el lector el que ha de articular sistemas de valoración que le permitan recuperar la función perdida.
El editor, por su parte, tampoco necesita del distribuidor. Un editor puede distribuir a sus autores o asumir las funciones que en el modelo analógico estaban completamente diferenciadas (GilJiménez, 2010). Por otra parte, en el modelo analógico la única estrategia posible para la pequeña y mediana editorial es la de la diferenciación de sus productos, lo que redunda en un reforzamiento de su imagen de marca. La visibilidad de un producto está en estrecha relación con el grado de receptividad que es capaz de despertar en el usuario (motivaciones de compra que despierta una marca editorial determinada) pero también por factores derivados como son la presencia continuada en los expositores de una librería o los espacios publicitarios de los medios de comunicación, que actúan como “recordatorios” subliminales de la existencia de la gama de productos asociados.
Pero las estrategias de diferenciación son muy difíciles de sostener sin unas inversiones para las que están imposibilitados los pequeños editores y sin las cuales la ocupación de un espacio comercial tiende a debilitarse. Lo que el modelo digital permite es la multiplicación de los espacios de intervención para el editor posibilitando la inmersión de la obra en los espacios múltiples del marketing viral y las redes sociales. Precisamente este es uno de los aspectos en los que los editores más han evolucionado en los últimos años.
Nuevos agentes
Pero lo realmente novedoso es la aparición de empresas que no responden exactamente a los modelos anteriores, como los agregadores, que difieren considerablemente del papel de los distribuidores tradicionales. Su cometido es la creación y mantenimiento de colecciones de libros electrónicos y otros materiales de tal manera que puedan ser consultados y leídos por los usuarios finales mediante suscripción o compra.
La creación y mantenimiento de estas colecciones representa la participación de un número variable de instituciones intermediarias. Entre éstas están aquellas que adquieren los derechos a los editores para transformar o distribuir los contenidos en forma digital, y las bibliotecas que compran los derechos de acceso para los miembros de las instituciones a la que pertenecen en determinadas condiciones. Las bibliotecas, generalmente, no son propietarias de los contenidos, sólo están licenciadas para su consulta por los editores, que mantienen el copyright de los mismos.
Algunos distribuidores tradicionales también han entrado en el terreno de la venta de contenidos digitales, reuniendo a grupos de editores que comienzan a consorciarse para ofrecer sus contenidos digitalizados a clientes de diverso tipo. Es el caso de Distribuidora de Libros Digitales (DLD) en Brasil, Safari Books, una joint venture entre dos editores de libros de información y tecnología (O’Reilly Media y Pearson Technology Group) oLibranda en España.
Plataformas de éxito desigual según hayan sido los modelos de negocio adoptados. En el caso de Libranda, anunciada como la gran plataforma de libros en castellano, fruto de la unión de grupos editoriales muy importantes como PlanetaSantillanaRandom House,MondadoriAnagrama, etc., y presentada en julio de 2010 después de una gran expectación, los resultados han provocado una decepción considerable, tanto desde el punto de vista de la oferta, poco más de 1.000 títulos en los primeros meses de arranque, como desde sus funcionalidades, poco operativas, nada intuitivas, de escasa usabilidad y, sobre todo, fruto de la replicación del modelo analógico de distribución en el ámbito digital, configurando un sistema que de no cambiar radicalmente está abocado al fracaso1.
Un número creciente de editores se está posicionando en el mercado de los contenidos digitales buscando modelos alternativos a los planteados por los agregadores e intermediarios de distinto tipo.
Guerra de estrategias
La evolución del modelo ha dado lugar a interesantes remociones de posiciones consolidadas como la representada por Amazon, que ha desarrollado una oferta multiplataforma en la que es posible adquirir un título para PC, iPhoneBlackberryMac yKindle.
La posición dominante de Amazon en Estados Unidos se funda en la vinculación de un catálogo y un sistema de lectura propietario, el Kindle, que se traduce en una potencia de mercado importante en la negociación con los editores: la imposición de un precio de venta (incluso con pérdidas), acompañada de una amenaza de exclusión en caso de desacuerdo: precios inferiores al 20% de la versión papel más barata y 9,99$ para las novedades, cuyo precio de venta medio en la versión papel es de 26$.
Además la venta implica un reparto del 50% del precio de venta al público para la distribuidora (Amazon) y 50% para el resto de los actores de la cadena del libro. Se trata de una lógica de integración vertical en la que la división 50/50 está sujeta a negociación permanente según la evolución del mercado y la entrada de nuevos actores como Apple yGoogle.
Precisamente la aparición del iPad de Apple ha obligado a Amazon a cambiar su política de precios, conminada por las presiones de los editores en una decisión que le costó el desplome en la bolsa, llegando a perder sus acciones hasta un 9%. Fue MacMillan, una de las principales editoriales de EE.UU, quien abrió el pulso con el distribuidor al exigirle la venta de sus novedades por encima de los 9,99€ que fijaba el mismo. La respuesta deAmazon no pudo ser más contundente, pues retiró los títulos de MacMillan de su catálogo.
El problema es que MacMillan cuenta entre sus autores a Dan Brown, entre otros superventas, por lo que a las pocas horas Amazon se vio obligada a retractarse de su decisión. Frente a los 9,99 dólares que cobraba AmazonMacMillan cobrará entre 12,99 y 14,99 dólares por la versión electrónica de la mayoría de sus libros.
Evidentemente el anuncio de Apple de que permitiría a los editores fijar el precio de sus libros desempeñó un importante papel en estas decisiones, de ahí que MacMillan y otras importantes editoriales como Harper Collins de Rupert MurdochPenguinSimon and SchusterHachette, etc., hayan negociado con Apple para ofrecer sus catálogos digitales en la tienda iBook Store.
Steve Jobs ha ofrecido mejores prestaciones para los editores: frente al 50% de las ventas que ofrece Amazon para éstos, Apple les ofrece el 70%, además de prescindir de la obligación de exclusividad para el iPad, adoptando formatos abiertos que permitan descargar los contenidos en cualquier dispositivo, al contrario de lo que ocurre con elKindle de Amazon.
En realidad la estrategia de Amazon se articulaba en torno a ventas baratas de contenidos para fidelizar al cliente con un aparato caro pero atractivo a la luz de los precios de los libros que se podían leer en él. En el caso del iPad la estrategia es completamente distinta pues la venta de libros no restringe el uso del mismo, al contar con muchas aplicaciones diferentes de la mera lectura de libros, de tal manera que Jobs puede ofrecer a las editoriales lo que éstas piden, reduciendo al mismo tiempo el mercado de Amazon, y los editores se reservan la libertad de negociar con otras empresas de dispositivos de lectura.
La posición de Amazon también se ha visto amenazada por las intervenciones de Googleen el mercado editorial. Google Books está evolucionando hacia Google Editions, presentado en 2010, que se ofrece como una plataforma de biblioteca y librería en línea. Para la venta de un libro Google ofrecerá bien el soporte tecnológico (la transacción será realizada por el librero o editor colaborador), bien el conjunto de la venta, reservándose un porcentaje de la misma según los acuerdos a los que haya llegado con el editor.
La compañía está promocionando su plan de libros electrónicos como una alternativa fundamentalmente diferente y más “abierta” que la de las empresas rivales, principalmente Apple y Amazon. Aunque actuará como minorista y venderá libros desde su propia plataforma, también actuará como mayorista, permitiendo a librerías independientes y otros socios vender en sus propios sitios web. Como mayorista Googletendrá un rol similar al de distribuidores, que compran libros a editores y los revenden a librerías. Esas compañías generalmente se quedan con un porcentaje de cada venta.
En este camino para convertirse en uno de los líderes en la distribución de libros electrónicos Google ha llegado en 2010 a un acuerdo con la American Booksellers Association (ABA), grupo editorial que constituirá uno de sus principales apoyos en Estados Unidos y en el resto del mundo. Esta asociación quiere hacer de Google Editionsla mayor fuente de libros electrónicos en los sitios web de cientos de vendedores independientes en todo el país, y uno de los factores clave será el hecho de que Google apuesta por una plataforma abierta y no cerrada a un único dispositivo o formato, como algunos de sus competidores.
La amenaza de Google Editions pronto afectará a Amazon y Apple: ésta última, a raíz de la aparición del iPad y de la tienda iBook Store asociada a él, hace poco que ha comenzado a ofrecer su propio servicio en este terreno.
Google Editions tiene previsto situar en el mercado 400.000 libros digitales disponibles a través de cualquier plataforma. Los usuarios podrán comprar libros electrónicos desde sus cuentas de Google gracias a Google Checkout. Este sistema les proporcionará a las editoriales el 63% de los beneficios, mientras que el 37% serán para Google por costes del mantenimiento del servicio.
Amazon, que puede experimentar una pérdida de ingresos considerable por la venta de ebooks si prospera el proyecto, junto con MicrosoftYahoo!American Society of Journalists and AuthorsCouncil of Literary Magazines and PressesInternet Archive,National Writers UnionNew York Library AssociationScience Fiction and Fantasy Writers of AmericaSmall Press Distribution, y la Special Libraries Association, han creado la Open Book Alliance con objeto de crear una alternativa a este proyecto al que han denunciado por ser anticompetitivo.
Todos estos procesos están provocando el reforzamiento económico de las posiciones intermediarias. La existencia de cadenas de valor diferenciadas permite que cualquier contenido se sitúe en ellas sin solución de continuidad. La multiplicación de los usos y de los sistemas de acceso determina esta fragmentación potencial de los contenidos en línea según los flujos financieros y comerciales generados por una oferta cada vez más amplia. La actividad de intermediación se reviste de un carácter de necesidad ineludible en un universo cada vez más complejo.
Los nuevos intermediarios, como los agregadores o los consorcios de editores constituidos en distribuidores digitales, se enfrentan a un doble reto: por una parte adaptarse a la fragmentación creciente de un mercado que exige una adecuación precisa a los diferentes perfiles de demanda. Para ello han de utilizar los medios que la Red pone a su disposición, y aprovechar las oportunidades de los recursos y prestaciones de la misma para la promoción de sus obras, incrementando al máximo su visibilidad. Por otra, encontrar el modelo de negocio que mejor se adapte a una oferta y una demanda en permanente transformación.
Muchos de los problemas existentes con los libros electrónicos están en relación con la naturaleza misma del producto en la que confluyen canales de diferente filiación y naturaleza comercial vinculado al continente y al contenido respectivamente. De tal manera que, como señalan Benhamou y Guillon (2010), la cadena del libro electrónico se caracteriza por una segmentación en varios niveles: tecnológico (multiplicidad de formatos), logístico (multiplicidad de plataformas de distribución), comercial (multiplicidad de fórmulas tarifarias), jurídico (multiplicidad de formas de protección) y de mercado (multiplicidad de ofertas fragmentadas, sin coordinación ni compatibilidad entre ellas).
Por otra parte, la edición digital exige competencias diferentes a la edición analógica y determina la aparición de funciones y especialidades nuevas en la cadena del libro tales como: productores de metadatos, agregadores, productores de bases de datos, distribuidores de servicios digitales, gestores de información, servicios de digitalización, etc. Esta aparición de nuevas figuras en el entorno editorial abre la vía a nuevos entrantes cuya práctica no está vinculada inicialmente ni al mundo de la cultura ni al de los detentadores de derechos, ni a la creación o la gestión editorial, pero que van ocupando un lugar cada vez más importante en este mercado emergente.
Los modelos de negocio que finalmente adopte el libro electrónico habrán de reconfigurarse en función de la evolución del mercado y de las tecnologías. El modelo vigente para los libros en papel se ha extrapolado al libro electrónico en la idea de que el tráfico de objetos digitales puede ser equiparable al de los libros físicamente considerados. Una vez que se pierde la referencialidad física, los valores estéticos y paratextuales, lo que queda es el contenido, fin último y principal del usuario digital.
En este sentido cada vez cobrará mayor importancia el cloud computing bibliográfico, la nube informativa en la que el alojamiento de contenidos representará un contingente cuya presencia y peso se reforzará a medida que se vaya perdiendo el referente analógico. El modelo que acabará imponiéndose será el del acceso y no el de la propiedad, por lo que las editoriales habrán de cambiar de filosofía de trabajo y de concepción si quieren desplazarse desde la época del incunable digital, en la que ahora se encuentran, a la de la ciberliteratura, en sentido amplio, en la que acabarán instalándose.
Por ello las iniciativas, meritorias, como las de las tiendas online existentes, basadas en un concepto de propiedad que los nativos digitales tienden a ignorar, habrán de modificar su filosofía para adoptar modelos basados en el acceso, con todos los sistemas de seguridad que se estimen oportunos. Además esto propiciará una disminución considerable de la diogenia digital, cuyo afán recopilador se verá calmado por una disponibilidad permanente de contenidos.
Notas
1. Un lector que quiera comprar un libro en esta plataforma ha de: descargar el software de Adobe Digital Editions e instalarlo, crear una cuenta, configurar el acceso a internet para que se pueda certificar la compra de la obra y, por último, descargar el archivo con el libro. Pero la obra no se compra en Libranda sino en alguna de las tiendas asociadas (El Corte InglésTodoEbookLaieLa CentralCasa del LibroAbacusGrammataBubok,FnacAntonio Machado, etc.).
Libranda remite a estas tiendas donde habrá de hacerse la búsqueda del libro en cada una de ellas y, si hay suerte, comprarlo. El libro, por otra parte, no se puede leer con ninguno de los dispositivos más populares. No se puede descargar ni para Kindle ni para iPad, ni tampoco en ninguna plataforma móvil. Y si al final se puede leer, no se tiene permiso ni para imprimir una página ni hacer una copia.
Referencias bibliográficas
Benhamou, FrançoiseGuillon, Olivia. Modèles économiques d’un marché naissant: le livre numérique. Prospective: économie de la culture et de la communication, 2010, n. 2, pp. 6.
Gil, ManuelJiménez, Francisco-JavierEl nuevo paradigma del sector del libro. Madrid, Trama, 2010.
Vacas-Aguilar, Francisco. “El poder de la movilidad: de medios de masas a medios personales”. Telos, n. 83, abril-junio 2010, pp. 81.
Zelnik, PatrickToubon, JacquesCerrutti, GuillaumeCréation et Internet. Rapport au ministre de la Culture et de la Communication, janvier 2010.
Cómo citar este artículo:
Cordón-García, José-AntonioAlonso-Arévalo, Julio. “Mediación y desintermediación en los entornos digitales: nuevos actores y nuevas funciones en la cadena del libro electrónico”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.

Edición y gestión digital en la Biblioteca Pública

Edición y gestión digital en la Biblioteca Pública

LA INDUSTRIA DEL LIBRO intenta controlar el emergente mercado digital. Sus primeros movimientos revelan la apuesta por contenidos, formatos y dispositivos cerrados. Pretende imponer qué, cómo, cuándo, dónde comprar y, además, cómo gestionar.
Las bibliotecas pueden aceptar “eso” como normal o pueden también tener presente que su actividad como usuarias de la tecnología les puede ayudar a replantear sus servicios (entre ellos el acceso y la gestión de la información) al margen de las condiciones del mercado.
Muchos usuarios acuden a las bibliotecas interesándose por esos “nuevos libros” y van a tener su primera experiencia de lectura en los nuevos soportes (ebook, móvil, consola…) gracias a la biblioteca. A diferencia de la industria (que piensa en clave económica), la biblioteca tiene ante sí un reto de difusión cultural y debe asumir el coste de experimentar e innovar para imaginar nuevos servicios (entre ellos, la edición de contenidos de calidad en formatos abiertos, accesibles sin distinción de poder adquisitivo o preferencias tecnológicas) que fomenten la aparición de usuarios con espíritu crítico ante los nuevos contenidos digitales y sus condiciones de acceso y consumo.
Abordar la edición y gestión de contenidos en clave bibliotecaria no es cerrar los ojos ante la realidad: los grandes grupos manejarán la producción e intentarán marcar las pautas de consumo; abordar una estrategia bibliotecaria de edición y gestión digital es plantearse cómo se generan y distribuyen contenidos que a uno como usuario le interesan; es entender el concepto de la larga cola y lanzarse decididamente a definir dentro de ella el “nicho de mercado” que queremos explotar bajo “premisas bibliotecarias”; es, en definitiva, intentar moldear futuras conductas de consumo de lectura.
El fondo de las bibliotecas se desplaza desde la estantería hacia la nube; “lectura y pantalla” están sustituyendo a “lectura y papel” y necesitamos repensar el concepto de fondo dando el salto desde la “colección almacenada” hacia la “información gestionada”. Gestionar información digital exige tener en cuenta factores ajenos al libro (sistemas operativos, navegadores, programas, dispositivos…) y tomar decisiones que influyen y repercuten en la difusión de los contenidos.
El contenido local constituye un segmento no atractivo para la industria editorial pero indispensable para las instituciones. ¿Por qué no aprovechamos la edición digital para fomentar su creación, difusión y conservación bajo el paraguas de la iniciativa pública?
La biblioteca puede asesorar sobre licencias, hacer hincapié en la necesidad de su difusión en pantallas, ofrecerse para realizar la edición digital desde el original. Es necesario estar alerta y conocer los proyectos editoriales de los diferentes departamentos de la Administración local para ofrecerles nuestros servicios. Y debemos asumir como propias tareas de intermediación entre el autor y los lectores (ser agentes literarios); tareas cuyo objetivo no será la consecución de un beneficio económico sino la creación, conservación y difusión de la memoria local.
Hablar de las nuevas formas de lectura es arriesgado pero podemos intuir varios frentes que afectan a los servicios bibliotecarios:
- Dispositivos, bien de los propios usuarios (móviles, consolas, ebook…) o dispositivos que la biblioteca compra y prepara para prestar.
- Deslocalización de la colección y de los usuarios (muchas accederán al fondo vía web).
- Readaptación de espacios: mayor importancia del espacio web y “liberación” de los espacios de la biblioteca.
- Y, sobre todo, aparición de nuevas mixturas de contenidos.
Es evidente que el libro en papel va a permanecer cuando muchos de los dispositivos que ahora nos parecen pioneros estén en desuso. En este momento la compra de dispositivos sirve para dar a entender al usuario que la biblioteca se está adaptando al nuevo entorno y que, si así lo desea, le va a seguir acompañando en sus lecturas.
Las estrategias de gestión que la biblioteca utiliza tienen que evolucionar para adaptarse a las nuevas maneras de lector-escritura que demanda la sociedad. Es muy importante asumir que contenido, formato y dispositivo no son indisociables.
Si dejamos que se imponga el “modelo cerrado” que la nueva industria editorial quiere implantar el futuro de la transmisión de la información se nos escapará. La biblioteca tiene que defender que se puede leer en diferentes formatos y de diferentes maneras.
Empezar a “pensar” en digital es fundamental para entender que podemos ayudar a contar, a difundir, a conservar. Sea cual sea el usuario que acuda, los “conpantalla” (presentes y futuras) o los “sinpantalla”, allí debe estar la biblioteca para ofrecerle sus servicios.
Cómo citar este artículo:
Juárez-Urquijo, Fernando. “Edición y gestión digital en la Biblioteca Pública”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.

Comentarios de las noticias: la pesadilla de los cibermedios

Comentarios de las noticias: la pesadilla de los cibermedios

LOS MEDIOS de comunicación han integrado con gran rapidez la participación de la audiencia en sus sitios web.
El abanico de herramientas ofrecidas es muy amplio: valoración de informaciones, comentarios de noticias, intervención en foros, encuestas, envío de contenidos noticiosos en cualquier formato (foto, vídeo, audio, texto), etc. Los comentarios de las noticias se han convertido en mecanismos de participación habituales en los cibermedios y han alcanzado gran aceptación entre los lectores.
Según un estudio del Bivings Group1, en 2008 el 75% de los medios digitales de los Estados Unidos brindaban a los lectores la posibilidad de comentar las noticias. En 2007, únicamente lo hacía el 33% y el año anterior un exiguo 19%.
La participación es una característica propia de la comunicación en internet y una demanda de los usuarios. Los medios son conscientes de ello y han derivado de ser simples proveedores de información a intentar convertirse en comunidades online, convencidos de que esta estrategia es una vía eficaz para incrementar el número de usuarios y fidelizar a su público. Sin olvidar, las posibilidades que la cercanía con la audiencia ofrece como fuente de información durante el proceso productivo.
En los últimos meses, sin embargo, han surgido algunas voces críticas con los espacios de participación en los medios, muy en particular con los comentarios a las noticias2.
Y es que el éxito de esta forma de participación ha derivado en una problemática inicialmente no prevista: su gestión. Los principales medios reciben miles de comentarios cada día. Algunos, pocos, son aportaciones interesantes que alimentan ricos debates, pero entre ellos se escabullen, cada vez con más frecuencia, mensajes con insultos, descalificaciones y alegatos racistas y xenófobos3.
Un estudio reciente4 demuestra que no existe un auténtico debate entre los participantes. Aunque los insultos no son habituales, sí que lo son las descalificaciones; y, en general, los hablantes no se reconocen como interlocutores válidos.
Las descalificaciones tienen como destinatarios a los actores principales de las noticias, instituciones del Estado (gobierno, judicatura…), políticos, los autores de las noticias o los medios que las publican, grupos sociales identificados como el “enemigo” y otros lectores que han intervenido previamente. Tampoco muestran interés por los argumentos de otros; y las interpelaciones entre los participantes son escasas y sin carácter crítico, cuando aparecen suelen tener un tono peyorativo.
El estudio no ha hecho más que evidenciar una preocupación que muchos responsables de medios ya habían constatado previamente y que se ha traducido en la decisión de cancelar o establecer limitaciones en los mecanismos de participación. El diario Segre, por ejemplo, decidió suprimir los comentarios de las noticias, tras tener que afrontar una querella por injurias a raíz de un comentario de un lector en un fórum.
Otros medios, como Avui5Público6 o 20 minutos7, han instaurado sistemas de moderación, han prohibido el anonimato o han establecido restricciones, clausurando ciertos contenidos a comentarios.
Los medios norteamericanos no se han librado del mismo problema. La mayoría de los grandes cibermedios, USA todayWall Street journalNew York timesLos Angeles times,Washington postChicago tribune…, han establecido algún sistema de control de los contenidos generados por la audiencia, que van desde la existencia de equipos de moderación a la posibilidad que sean los propios lectores los que informen de mensajes inapropiados.
USA todayLos Angeles timesWashington postPhiladelphia inquirerDenver post o elHouston chronicle, por ejemplo, exigen un registro antes de poder comentar noticias; elNew York times o el Chicago tribune revisan los comentarios antes de su publicación.
El New York daily news y el Denver post emplean ambas estrategias: registro y moderación. Algunos medios han ido más allá, como el Sun chronicle, que ha establecido un sistema de pago para poder comentar las noticias (99 centavos). En Europa, en Le monde sólo los abonados (6 € al mes) pueden comentar.
Sobre el control de los comentarios
Aceptado el principio de que la libertad de expresión no puede conculcar otros derechos fundamentales y que no debe estar por encima del respeto y la responsabilidad, buena parte del debate se ha centrado en discutir sobre la eficacia de los sistemas de control y sobre quién debe ejercer ese control; y, muy especialmente, en torno a la necesidad o no de prohibir los comentarios anónimos. Aunque no faltan las voces que reniegan de cualquier forma de moderación, considerada una forma de censura, éste no deja de ser un discurso minoritario y, en general, se acepta la necesidad de alguna forma de gestión de la participación.
Algunos medios han optado por externalizar la moderación, una solución económica, pero controvertida. Por un lado, se ha mostrado poco eficaz. Así lo reconocía, por ejemplo, la defensora del lector de El país, en respuesta a las quejas recibidas de los usuarios por el tono de algunos comentarios aparecidos8. Pero, sobre todo, parece contradictoria con los discursos que los medios han articulado sobre la importancia de la participación, lo “saludable” que es conocer la opinión de los lectores al instante, o la riqueza que aporta a la práctica periodística.
Pocos son los medios donde los propios periodistas se responsabilizan de supervisar los contenidos de los comentarios de las noticias que han publicado, una práctica que podría contribuir a la mejora de las informaciones. Al fin y al cabo, los lectores siempre han sido una fuente de información importante a para los periodistas. La mayoría aducen falta de tiempo para no asumir esa labor y tampoco faltan los que defienden que controlar la opinión de los lectores no es tarea periodística9.
Más habitual es encontrar equipos de gestión de comunidades, la mayoría formados por periodistas, sobre los que recae el peso de la gestión de la participación. Al ser estos equipos parte del staff del medio, se facilita la colaboración con el resto de la redacción y la derivación a los redactores los comentarios potencialmente interesantes. Aunque, como los anteriores, tienen los mismos problemas ante noticias que reciben un aluvión de comentarios.
Una cuarta vía explotada por algunos medios es dejar en manos de los lectores el determinar qué comentarios se pueden mantener y cuáles eliminar. Esta opción refuerza el punto de vista del medio, pero se ha mostrado poco eficaz para atajar la publicación de comentarios inapropiados y, además, con frecuencia, genera discriminación ideológica. Un paso adelante en la política de ceder a la audiencia la moderación es el que ha anunciado The Huffington post. Este cibermedio propone un sistema de moderación basado en la confianza que los propios autores despiertan en el resto de lectores, un karma cimentado en el historial de las contribuciones y su calidad. 20 minutos tiene previsto desarrollar un sistema simular tras la puesta en marcha de su nueva web10.
El debate entre los profesionales del periodismo ha sido especialmente intenso en los Estados Unidos, donde no han faltado los alegatos a favor de la prohibición de los comentarios11. Compartidos, entre otros, por Jeff Jarvis, que considera que dejar que los usuarios comenten las noticias es un insulto para los periodistas12Jarvis aboga por una colaboración más estrecha entre periodista y lector en fases más incipientes del proceso de producción informativa. El temor por las repercusiones legales derivadas de los comentarios publicados también planea entre los argumentos de los defensores de la prohibición13.
A pesar de estas posiciones más radicales, buena parte de la discusión se ha centrado en torno a la decisión tomada por algunos medios de prohibir el anonimato en los comentarios. Como la que vivieron a través de Twitter los periodistas Mathew IngramHoward Owens. Básicamente, el primero defendía que existen múltiples comunidades en internet que aceptan el anonimato y que gozan de una excelente salud; y que es extremadamente difícil comprobar la identidad de los participantes, aun con sistemas de registro previo. Para Owens, evitar el anonimato es una cuestión de higiene democrática, todo el mundo tiene derecho a conocer quién es su interlocutor.
Otros argumentos en defensa del anonimato citan la violación de la libertad de expresión, el derecho a la privacidad o el interés de los medios por mantener la agenda periodística vinculada a las fuentes institucionalizadas (partidos políticos, gobiernos…). Sin embargo, el más habitual es el que defiende que el anonimato excluye voces del debate, por el temor de mucha gente de usar sus nombres reales ante las posibles repercusiones, o que debilita el rol de los medios como espacio para la discusión14.
Sobre la necesidad de fomentar el debate
Los medios se han dotado de extensas normas de uso que de forma expresa prohíben la difusión de contenidos antidemocráticos, racistas, xenófobos, pornográficos, de exaltación de la violencia, de apología del terrorismo o que atenten contra los derechos humanos. Además, la mayoría han desarrollado sistemas de control, como el registro previo (Diari de Tarragona), la prohibición del anonimato (Avui), la moderación pre (El país) o post (La vanguardiaGrupo Vocento), o la denuncia por parte de los lectores de comentarios inapropiados (Grupo VocentoEl periódico de Catalunya); y algunos, además, han hecho públicos sus criterios de moderación15.
También han establecido filtros automáticos. Sin embargo, las normas se vulneran frecuentemente y los mecanismos de control se muestran insuficientes. Y es que el problema estriba en que los medios no disponen de los recursos humanos suficientes. Los medios establecen normas, pero no tienen recursos para hacerlas cumplir.
Resulta paradójico que los medios no apliquen a las ediciones digitales los mismos controles y rigor que destinan a las ediciones impresas. En un periódico es impensable que se publique una carta al director sin que previamente se haya comprobado la identidad del remitente (entre otros, por motivos legales). Es cierto que las magnitudes son muy distintas, pero ello no justifica la dejación de responsabilidad. Desde su puesta en marcha, los medios no establecieron ningún tipo de filtro.
A pesar de las posibilidades periodísticas que ofrece, los comentarios -y en general los mecanismos de participación- son considerados todavía como vías para incrementar el número de visitas. Las posibilidades económicas han primado sobre las periodísticas. Y si no, cómo se explican avisos legales que incluyen cláusulas como la siguiente: “Unidad Editorial Internet no garantiza la licitud, fiabilidad, utilidad, veracidad o exactitud de los servicios o de la información que se presten a través de Elmundo.es”.
Los espacios de participación de los medios están, hoy por hoy, lejos de ser un lugar de debate. No es suficiente disponer de herramientas para los comentarios y el intercambio de ideas para que éste se produzca. Lo importante no es decir, sino lo que se dice. Esto es, la calidad de los que se dice. Una calidad que, siguiendo a Habermas1617, puede medirse por la presencia de argumentación, la lógica y la coherencia de los argumentos, la búsqueda del acuerdo, el reconocimiento del interlocutor y el respeto en el diálogo.
El debate en los medios de comunicación no sólo es inexistente, sino que tampoco se muestra demasiado interés en generarlo. Se prima la cantidad sobre la calidad de los comentarios. Sólo cambiando este planteamiento, aplicando de forma rigurosa las normas que han desarrollando, evitando el anonimato y limitando las noticias que pueden comentarse (en ciertos medios, por ejemplo, no se permiten los comentarios a noticias de temas delicados, como el Próximo Oriente), los medios podrían recuperar su función de proporcionar espacios para la crítica pública y el compromiso.
El rigor posibilitaría reconquistar aquellas personas que se sienten molestas por el tono de los comentarios, que los consideran poco gratificantes, y ahuyentaría a los charlatanes más interesados en la descalificación, el insulto y sin ningún interés por la verdad. En medios con políticas de participación más restrictivas, se ha observado que reciben proporcionalmente más contribuciones por noticia que en cibermedios aparentemente más abiertos.
Referencias bibliográficas
2. En Facebook, por ejemplo, se ha creado el grupo “por el control de la barra libre en los comentarios de publicaciones online”, que defiende que “hay que dar un paso más en el periodismo digital para que la libertad de expresión no esté por encima del respeto, la responsabilidad y la ética profesional”.
http://www.facebook.com/group.php?gid=108517825873673&v=wall
3. Los ejemplos son múltiples y algunos han llegado a los tribunales, entre los más recientes: Gómez, Rosario G. (2010) “La justicia actúa contra la impunidad de las injurias anónimas en internet”. Elpais.com 19/11/2010
4. Ruiz, Carles et al. (en prensa) “Conversación 2.0. y democracia. Análisis de los comentarios de los lectores en la prensa digital catalana”. Comunicación y Sociedad.
5. “Els comentaris, amb nom i dos cognomshttp://www.avui.cat/noticia/article/4-economia/18-economia/260975–els-comentaris-amb-nom-i-dos-cognoms-.html”.Avui.cat (29/01/10).
8. Pérez Oliva, Milagros. “Comentarios muy poco edificantes”. Elpais.com (20/12/09).
10. Rieder, Rem. “No comment”. American journalism review, June/July 2010.
http://www.ajr.org/Article.asp?id=4878
11. “Ahora, tú nos das forma”. 20 minutos.es (26/11/10).
13. Tompkins, Al. “Assessing legal risks and guidelines for user comments”. Poynter online (31/05/07).
14. Reader, Bill. “In response”. American journalism review, September 2010.
15. “Guía de moderación de Elpais.com”. Elpais.com
16. Habermas, JürgenConciencia moral y acción comunicativa. Barcelona: Península, 1998.
17. Habermas, JürgenLa ética del discurso y la cuestión de la verdad. Barcelona: Paidós, 2003.
Nota: este texto toma como punto de partida la investigación “La participació dels usuaris als diaris digitals de Catalunya: anàlisi dels comentaris dels lectors”, realizada por Javier Díaz NociDavid DomingoPere MasipJosep Lluís Micó y Carles Ruiz para elConsell de la Informació de Catalunya. Diciembre, 2009.
Cómo citar este artículo:
Masip, Pere. “Comentarios de las noticias: la pesadilla de los cibermedios”. Anuario ThinkEPI, 2011, v. 5, pp. ¿¿-??.