sábado, 23 de octubre de 2010

psiquiatria

PSIQUIATRÍA

Los suicidios han reemplazado a los accidentes de tráfico como primera causa de muerte externa en población joven

JANO.es · 21 Octubre 2010 12:46

Lea el primer cuento que escribió Mario Vargas Llosa en El Dominical

Lea el primer cuento que escribió Mario Vargas Llosa en El Dominical
9/12/1956. El escritor tenía 20 años cuando publicó su segundo cuento de su carrera. Se trata de “El Abuelo” que reproducimos a continuación

Por: Mario Vargas Llosa

Cada vez que el viento desprendía una ramita o golpeaba los vidrios de la cocina que estaba al fondo de la huerta, haciendo ruido, el viejecito saltaba con agilidad de su asiento improvisado que era una enorme piedra y espiaba ansiosamente entre el follaje. Pero el niño aún no aparecía. A través de las ventanas del comedor, abiertas a la pérgola, veía en cambio las luces de la araña, encendida hacía rato, y bajo ellas sombras medio deformes que se deslizaban de un lado a otro con las cortinas, lentamente. El viejecito había sido corto de vista desde joven, y también algo sordo, de modo que eran inútiles sus esfuerzos por comprobar si la cena había comenzado, o si aquellas sombras movedizas las causaban los árboles más altos.

Regresó a su asiento y esperó. La noche anterior había llovido y la tierra y las flores despedían un agradable olor a humedad. Pero los insectos abundaban, y los esfuerzos desesperados de don Eulogio, que agitaba sus manos constantemente en torno del rostro, no conseguían evitarlos: a su barbilla trémula, a su frente, y hasta las cavidades de sus párpados, llegaban cada momento lancetas invisibles a punzarle la carne. El entusiasmo y la excitación que mantuvieron su cuerpo dispuesto y febril durante el día habían decaído y se sentía ahora cansancio y algo de tristeza. Tenía frío, le molestaba la oscuridad del vasto jardín y lo atormentaba la imagen, persistente momento atrás, de alguien, quizá la cocinera o el mayordomo, sorprendiéndolo de pronto en su escondrijo. “¿Qué hace usted en la huerta a estas horas, don Eulogio?”. Y vendrían su hijo y su hija política, convencidos de que estaba loco. Sacudido por un temblor nervioso, volvió la cabeza y adivinó entre los bloques de crisantemos, de nardos y de rosales, el diminuto sendero que llegaba a la puerta trasera esquivando el palomar. Se tranquilizó apenas, recordando haber comprobado tres veces que la puerta estaba junta, con el pestillo corrido, y que en unos segundos podía deslizarse hacia la calle sin ser visto.

“¿Si hubiera venido ya?”, pensó, intranquilo. Porque hubo un instante, a los pocos minutos de haber ingresado cautelosamente a su casa por la entrada casi olvidada de la huerta, en que perdió la noción del tiempo y permaneció como dormido. Solo reaccionó cuando el objeto que ahora acariciaba sin saberlo, se desprendió de sus manos golpeándole el muslo. Pero era imposible. El niño no podía haber cruzado la huerta aún, porque sus pasos lo habrían despertado, o el pequeño, habría distinguido a su abuelo, encogido y durmiendo, justamente al borde del sendero que debía conducirlo a la cocina.

Esta reflexión lo animó. El viento soplaba con menos violencia, su cuerpo se adaptaba al ambiente, había dejado de temblar. Tentando entre los bolsillos de su saco, encontró pronto el cuerpo duro y cilíndrico del objeto que había comprado esa tarde en el almacén de la esquina. El viejecito sonrió regocijado en la penumbra, recordando el gesto de sorpresa de la vendedora. El había permanecido muy serio, taconeando con elegancia, agitando levemente y en círculo su largo bastón enchapado en metal, mientras la mujer pasaba frente a sus ojos cirios y velas de sebo de diversos tamaños. “Esta”, dijo él, con un ademán rápido que quería significar molestia por el quehacer desagradable que cumplía. La vendedora insistió en envolverla, pero don Eulogio se negó, abandonando la tienda con premura. El resto de la tarde estuvo en el Club, encerrado en el pequeño salón del rocambor donde nunca había nadie. Sin embargo, extremando las precauciones para evitar la solicitud de los mozos, echó llave a la puerta. Luego, cómodamente hundido en el confortable de suave color escarlata, abrió el maletín que traía consigo, y extrajo el precioso paquete. La tenía envuelta en su hermosa bufanda de seda blanca, precisamente la que llevaba puesta la tarde del hallazgo.

A la hora más cenicienta del crepúsculo había tomado un taxi, indicando al chofer que circulara despacio por las afueras de la ciudad, corría una deliciosa brisa tibia, y la visión entre grisácea y roja del cielo sería más sorprendente y bella en medio del campo. Mientras el automóvil corría con suavidad por el asfalto, sus ojitos vivaces, única señal ágil en su rostro fláccido, lleno de bolsas, iban deslizándose distraídamente sobre el borde del canal vecino a la carretera, cuando de pronto, casi por intuición, le pareció distinguir un extraño objeto.

“¡Deténgase!” -dijo, pero el chofer no le oyó-. “¡Deténgase! ¡Pare!”.
Cuando el auto se detuvo y en retroceso llegó al montículo de piedras, don Eulogio comprobó que se trataba, efectivamente, de una calavera. Teniéndola entre las manos olvidó la brisa y el paisaje, y estudió minuciosamente, con creciente ansiedad, esa dura forma impenetrable despojada de carne y de piel, sin nariz, sin ojos, sin lengua. Era un poco pequeña y se sintió inclinado a creer que era de un niño. Estaba sucia, polvorienta, y el cráneo pelado tenía una abertura del tamaño de una moneda, con los bordes astillados. El orificio de la nariz era un perfecto triángulo, separado de la boca por un puente delgado y menos amarillo que el mentón. Se entretuvo pasando un dedo por las cuencas vacías, cubriendo el cráneo con la mano en forma de bonete o hundiendo su puño por la cavidad baja, hasta tenerlo apoyado en el interior. Entonces, sacando un nudillo por el triángulo, y otro por la boca a manera de una larga lengueta, imprimía a su mano movimientos sucesivos, y se divertía enormemente imaginando que aquello estaba vivo…

Dos días la tuvo oculta en el cajón de la cómoda abultando el maletín de cuero, envuelta cuidadosamente, sin revelar a nadie su hallazgo. La tarde siguiente a la del encuentro permaneció en su habitación, paseando nerviosamente entre los muebles lujosos de sus antepasados. Casi no levantaba la cabeza: se diría que examinaba con devoción profunda los complicados dibujos sangrientos y mágicos del círculo central de la alfombra, pero ni siquiera los veía. Al comienzo estuvo muy preocupado. Pensó que podían ocurrir imprevistas complicaciones de familia, tal vez se reirían de él. Esta idea lo indignó y tuvo angustia y deseo de llorar. A partir de ese instante, el proyecto se apartó solo un momento de su mente: fue cuando de pie ante la ventana, vio el palomar oscuro, lleno de agujeros, y recordó que en una época cercana aquella casita de madera con innumerables puertas no estaba vacía y sin vida, sino habitada de animalitos pardos y blancos que picoteaban con insistencia cruzando la madera de surcos y que a veces revoloteaban sobre los árboles y las flores de la huerta. Pensó con nostalgia en lo débiles y cariñosos que eran: confiadamente venían a posarse en su mano, donde siempre les llevaba algunos granos, y cuando hacía presión entornaban los ojos y los sacudía un débil y brevísimo temblor. Luego no pensó más en ello. Cuando el mayordomo vino a anunciarle que estaba lista la cena, ya lo tenía decidido. Esa noche durmió bien. A la mañana siguiente recordaba haber soñado que una larga fila de grandes hormigas rojas invadía sorpresivamente el palomar, causando desasosiego entre los animalitos, mientras él, en su ventana, advertía la escena por un catalejo.

Había imaginado que la limpieza de la calavera sería un acto sencillo y rápido, pero se equivocó. El polvo, lo que había creído polvo y tal vez era excremento por su aliento picante, se mantenía soldado en las paredes internas y brillaba como metal en la parte posterior del cráneo. A medida que la seda blanca de la bufanda se cubría de lamparones grises, sin que fuera visible que disminuía la capa de suciedad, iba creciendo la excitación de don Eulogio. En un momento, indignado, arrojó la calavera, pero antes de que esta dejara de rodar, se había arrepentido y estaba fuera de su asiento, gateando por el suelo hasta alcanzarla y levantarla con precaución. Supuso entonces que la limpieza sería posible utilizando alguna sustancia grasienta. Por teléfono encargó a la cocina una lata de aceite y esperó en la puerta al mozo, arrancándole con violencia la lata de las manos, sin prestar atención a la mirada inquieta con que aquel intentó recorrer la habitación por sobre su hombro. Lleno de zozobra empapó la bufanda en aceite y, al comienzo con suavidad, luego acelerando el ritmo, raspó hasta exasperarse. Comprobó entusiasmado que el remedio era eficaz: una tenue lluvia de polvo cayó a sus pies durante unos minutos, mientras él ni siquiera notaba que se humedecían sus dedos y el borde de sus puños. De pronto, puesto de pie de un brinco, admiró la calavera que sostenía sobre su cabeza, limpia, luciente, inmóvil, con unos puntitos como de sudor sobre la suave superficie de los pómulos. La envolvió de nuevo, amorosamente. Cerró su maletín y salió precipitado del Club. El automóvil que ocupó en la puerta lo dejó a la espalda de su casa. Había anochecido. En la fría penumbra de la calle se detuvo un momento, temeroso de que la puerta estuviera clausurada. Enervado, calmo, estiró su brazo y dio un respingo de felicidad al notar que giraba la manija y que aquella cedía con un corto chirrido.

En ese momento escuchó voces en la pérgola. Estaba tan ensimismado, que incluso había olvidado el motivo de ese trajín febril. Las voces, el movimiento fueron tan imprevistos que su corazón parecía una bomba de oxígeno golpeándole el pecho. Su primer impulso fue agacharse, pero lo hizo con torpeza y se resbaló de la piedra, cayendo de bruces. Sintió un dolor agudo en la frente y en un sabor desagradable de tierra mojada en la boca, pero no hizo ningún esfuerzo por incorporarse y continuó allí, medio sepultado en las hierbas, respirando fatigosamente, temblando. En la caída había tenido tiempo para elevar la mano que aprisionaba la calavera de modo que esta se mantuvo en el aire, a escasos centímetros del suelo siempre limpia.

La pérgola estaba a cincuenta metros de su escondite, y don Eulogio oía las voces como un delicado murmullo, sin distinguir lo que decían. Se incorporó trabajosamente. Espiando, vio entonces en medio del arco de los grandes manzanos cuyas raíces tocaban el zócalo del corredor, una forma clara y esbelta, y comprendió que era su hijo. Junto a él había otra, más oscura y pequeña, reclinada con cierto abandono. Era la mujer. Pestañeando, frotando sus ojos trató angustiosamente, pero en vano de distinguir al niño. Entonces lo oyó reír: una risa cristalina de niño, espontánea, purísima, que cruzaba el jardín como un animalillo. No esperó más: extrajo la vela de su saco, juntó a tientas ramas, terrones y piedrecitas y trabajó rápidamente hasta asegurar la vela sobre la piedra. Luego con extrema delicadeza para evitar que la vela perdiera el equilibrio, colocó encima la calavera. Presa de gran excitación, uniendo sus pestañas al macizo cuerpo aceitado para verlo mejor, comprobó de nuevo que la medida era justa: por el orificio del cráneo asomaba un puntito blanco como un nardo. No pudo continuar observando. El padre había elevado la voz y, aunque las palabras eran todavía incomprensibles, don Eulogio supo que se dirigía al niño. Hubo en ese momento como un cambio de palabras entre las tres personas: la voz gruesa del padre, cada vez más enérgica, el rumor melodioso de la mujer, los cortos gritos destemplados del nieto. El ruido cesó de pronto. El silencio fue brevísimo: lo interrumpió como una explosión este último. “Pero conste: hoy acaba el castigo. Dijiste siete días y hoy se acaba. Mañana ya no voy”. Con las últimas palabras escuchó pasos precipitados, pero casi de inmediato dejó de oírlos.

¿Venía corriendo? Era el momento decisivo. Don Eulogio venció el ahogo que le estrangulaba y concluyó su plan. El primer fósforo dio solo un fugaz hilito azul. El segundo prendió bien. Quemándose las uñas, pero sin sentir dolor, lo mantuvo junto a la calavera, aun segundos después de que la vela estuviera encendida. Dudaba, porque lo que veía no era exactamente la imagen que supuso cuando una llamarada sorpresiva creció entre sus manos con un brusco crujido, como de muchas ramas secas quebradas a la vez, y entonces quedó la calavera iluminada del todo, echando fuego por las cuencas, por el cráneo, por los huesos de la nariz y de la boca. “Se ha prendido toda”, exclamó maravillado. Había quedado inmóvil, repitiendo como un disco: “fue el aceite, fue el aceite”, estupefacto y embrujado ante el espectáculo medio macabro, medio mágico de la calavera en llamas.

Justamente en ese instante escuchó el grito. Fue un grito salvaje, como un alarido de animal herido, que se cortó de golpe. El niño estaba delante de él, en el círculo iluminado por el fuego, con las manos retorcidas frente a su cuerpo y los dedos crispados. Lívido, estremecido de terror, tenía los ojos y la boca muy abiertos y estaba rígido y mudo y rígido, haciendo unos extraños ruidos con la garganta, como roncando. “Me ha visto, me ha visto”, se decía don Eulogio, con pánico. Pero al mirarlo supo de inmediato que no lo había visto, que su nieto no podía ver otra cosa que aquel rostro de huesos que llameaba. Sus ojos estaban inmovilizados, con un terror profundo y eterno retratado en ellos, fijamente prendidos al fuego y a aquella forma que se carbonizaba. Don Eulogio vio también que a pesar de tener los pies hundidos como garfios en la tierra, su cuerpo estaba sacudido por convulsiones violentas. Todo había sido simultáneo: la llamarada, el espantoso aullido, la visión de esa figura de pantalón corto súbitamente poseída de espanto. Pensaba entusiasmado que los hechos habían sido incluso más perfectos que su plan, cuando sintió muy cerca voces y pasos que avanzaban y entonces, ya sin cuidarse del ruido, dio media vuelta y a saltos, apartándose del sendero, destrozando con sus pisadas los macizos de crisantemos y rosales que entreveía en su carrera a medida que lo alcanzaban los reflejos de la llama, cruzó el espacio que lo separaba de la puerta. La atravesó junto con el grito de la mujer, salvaje también pero menos puro que el de su nieto. No se detuvo ni volvió la cabeza. En la calle, un viento frío hendió su frente y sus escasos cabellos, pero no lo notó y siguió caminando, despacio, rozando con el hombro el muro de la huerta sonriendo satisfecho, respirando mejor, más tranquilo.
Actualizaciones
La medicina geriátrica
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Procesos neurológicos en geriatría
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Manejo general y extrahospitalario del paciente geriátrico
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Protocolos


Protocolo diagnóstico de la pérdida de peso y del estado nutricional en el paciente geriátrico
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Protocolo diagnóstico de la anemia en el paciente geriátrico
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Protocolo diagnóstico y terapéutico de la deshidratación en el paciente geriátrico
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Protocolo terapéutico del síndrome vesical irritativo y de la incontinencia urinaria
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Protocolo diagnóstico de la pérdida de funciones superiores
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Anemia en el anciano

Anemia en el anciano
Rev Esp Geriatr Gerontol. 2010;45:291-7.

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Critical Care Procedures

Critical Care Procedures

GOLD - the Global initiative for chronic Obstructive Lung Disease

GOLD - the Global initiative for chronic Obstructive Lung Disease
The Global Initiative for Chronic Obstructive Lung Disease (GOLD) works with health care professionals
and public health officials to raise awareness of Chronic Obstructive Pulmonary Disease (COPD) and to
improve prevention and treatment of this lung disease for patients around the world.
 
http://www.goldcopd.com/index.asp?l1=1&l2=0
 

Disfruta tus diamantes

En uno de los clásicos del desarrollo personal,
Una mina de diamantes bajo sus pies, Russell H.
Conwell, divulga los esquemas de pensamiento
y de mentalidad esenciales para generar riqueza
desde un punto de vista material.

En él, Conwell narra la historia de Alí Hafed, un
finquero persa, quien a pesar de vivir bien, decide
vender su finca para ir en busca de una mina de
diamantes de la cual había oído y que estaba dispuesto
a encontrar. Algún tiempo después, se entera que,
en el terreno que había vendido, había sido hallada
una mina de diamantes.

Conwell plantea que la riqueza depende de la forma
de pensar. Concluye, además, que cada persona está
rodeada de minas llenas de oportunidades para lograr
la abundancia material y espiritual . 

Comprueba su reflexión recordando que existen muchas
personas, quienes después de haberlo perdido todo,
logran recuperar no sólo lo que habían perdido, sino
que frecuentemente su riqueza termina siendo mayor
después de superar los momentos de escasez.

Comenta, además, que los pobres muchas veces buscan
el dinero, pero, se lamenta, que sin la mentalidad
apropiada éste se esfuma fácilmente.

Por lo tanto, la abundancia material y espiritual no
tienen que ver con el lugar o con la edad o la salud.
Ofrece, como sustento, dos claros ejemplos:

Con frecuencia, los hijos de los ricos que no aprenden
se sus padres la forma de pensar adecuada, terminan
perdiéndolo todo.

Por otro lado muchos de los millonarios han empezado
de cero, desde hogares muy humildes y con todo tipo de
problemas.

Cambiaron su forma de pensar y encontraron en ella la
forma de crear abundancia.

Aconseja, entonces, que es mucho más eficaz mejorar la
forma de pensar, que sencillamente buscar aumentar los
ingresos.

Y, finalmente, proporciona un consejo elemental para
lograr tal cambio en el esquema de pensamiento:

"Si tienes a tu lado un creador de riqueza, no esperes
su dinero, dile que te enseñe como lo hace, como
piensa, como gana y como gasta e invierte cada centavo."

Conwell llega a varias conclusiones por medio de
una gran cantidad de útiles reflexiones, entre ellas:

- La posibilidad de enriquecerse es infinita,

- Lo que se requiere para el éxito no es dinero,

- Generalmente se es inconsciente de la riqueza
disponible,

- Es inútil buscar afuera lo que se encuentra bajo
los propios pies

Bacteremia en el paciente critico

Bacteremia en el paciente critico
http://www.anestesia-dolor.org/repositorio/Terapia-intensiva-y-urgencias/30.1.Bacteremia-en-el-paciente-critico.pdf

RCP Avanzada en pediatria

RCP Avanzada en pediatria

viernes, 22 de octubre de 2010

Sindrome del ordenador


                                                                   problemas_de_salud

Investigación en biomateriales para regeneración ósea

Investigación en biomateriales para regeneración ósea
El laboratorio de Fisiopatología Ósea y Biomateriales (FIOBI) de la Unidad de Investigación del Hospital Universitario La Paz (HULP, UAM) en colaboración con el Departamento de Química Inorgánica y Bioinorgánica (BIOMAT) de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid (UCM) ha investigado la respuesta celular a materiales desarrollados para aplicaciones de ingeniería tisular ósea.
19/10/2009   


El hueso es un tejido que se renueva de forma continua a lo largo de la vida del individuo mediante el proceso de remodelado óseo. Esta continua remodelación permite al hueso regenerarse tras ser dañado mediante la creación de un tejido idéntico al original. Habitualmente, la dinámica del hueso es suficiente para reparar fracturas y reconstruir defectos comunes. Sin embargo, tras la destrucción de grandes volúmenes de masa ósea, como en el caso de traumatismos graves, tumores, infecciones y desórdenes en el desarrollo, el tejido dañado no es capaz de regenerarse por sí mismo. En estos casos se requiere un injerto óseo o un sustitutivo sintético para ayudar o completar la reparación de la deficiencia esquelética. El mejor sustitutivo óseo es el propio hueso, ya sea proveniente del propio paciente o bien obtenido de un donante. Sin embargo, existen problemas asociados al uso de injertos óseos como la insuficiente cantidad de tejido disponible cuando se trata del mismo paciente o el riesgo de transmisión de enfermedades en el caso de donantes. Estas limitaciones han propiciado que numerosos grupos de investigadores trabajen en el desarrollo de materiales de origen sintético que funcionen como sustitutivos óseos.
Células madre mesenquimales cultivada sobre sustitutivos óseos basados en fosfatos cálcicos. Nuria Vilaboa
Entre los materiales más investigados se encuentran las cerámicas biodegradables basadas en fosfatos cálcicos. Estos materiales poseen una composición química y estructura muy similar a la del hueso y además se degradan de manera gradual en el organismo, permitiendo la regeneración del tejido. Una de las complicaciones asociadas al empleo de estos sustitutivos óseos es la aparición de partículas alrededor del material implantado bien a consecuencia de su degradación o por deficiencias en su procesado.

La integración de los materiales implantados en el tejido óseo comienza con el reclutamiento de células precursoras que darán lugar a células formadoras de hueso. El grupo FIOBI (HULP, UAM), ha investigado el efecto de partículas cerámicas basadas en fosfatos cálcicos desarrolladas por BIOMAT (UCM) sobre la capacidad decélulas madre humanas procedentes del estroma de la médula ósea para madurar a células de linaje osteoformador.

Estas células maduras u osteoblastos forman una matriz ósea mineralizada con depósitos de sales, principalmente sales de calcio.

Los resultados, recientemente publicados en la revista Acta Biomaterialia indican que partículas cerámicas basadas en fosfatos cálcicos pueden alterar el comportamiento de células madre a través del contacto directo célula-partícula, así como impedir su maduración a células formadoras de hueso a través de modificaciones en los niveles de calcio del microambiente óseo.

Estos efectos pueden ser más o menos acusados en función de la composición química de los materiales particulados. En concreto, se ha observado que partículas de apatita deficientes en calcio interfieren con la formación matriz mineral mediante la captación de calcio del medio mientras que no se observaron estos efectos al emplear partículas de fosfato cálcico bifásico. Este estudio refleja la importancia de investigar exhaustivamente las posibles complicaciones que conlleva el uso de materiales sintéticos desarrollados como sustitutivos óseos y aporta información valiosa referente al efecto biológico de materiales con distintas relaciones calcio/fosforo en su composición.

Nuevos-materiales/Presentacion_Biointel / tumores oseos


... Vidrio sol-gel Obtención de implantes bioactivos con aplicación en el tratamiento
de tumores óseos por hipertermia Implante Campo magnético BIOMAT Page 11. ...para acceder
al documento completo pinchar el siguiente link :


Nuevos-materiales/Presentacion_Biointel_71008.pdf

Prótesis óseas para prevenir la reproducción de cáncer


Prótesis óseas para prevenir la reproducción de cáncer
Investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos (URJC) preparan nuevos materiales con propiedades antineoplásicas que en un futuro podrán ser utilizados en la fabricación de prótesis con acción quimioterapéutica. Se trata de una alternativa para el tratamiento preventivo de tumores óseos, que evitaría los efectos secundarios de los actuales tratamientos globales.
FUENTE | URJC - mi+d07/06/2010
Los materiales utilizados en este proyecto han demostrado sus excelentes propiedades en estudios previos in vitro realizados en colaboración la Universidad de Halle-Wittenberg (Alemania), y podrían ser utilizados en un futuro cercano como recubridores de prótesis óseas utilizadas tras la extirpación de la parte del hueso donde se encuentra el tumor. Además de los beneficios que conlleva su acción anticancerosa, la mayoría de estos materiales presentan la capacidad de generar capas de hidroxiapatita (uno de los componentes de los huesos) en medios fisiológicos, que pueden ayudar a su fijación en la parte sana del hueso.
En ese sentido, investigadores de la Universidad Rey Juan Carlos liderados por los doctores Santiago Gómez-Ruiz y Damián Pérez-Quintanilla, trabajan en la preparación de estos nuevos materiales con propiedades antineoplásicas para el tratamiento de tumores óseos. Se trata de materiales biocompatibles basados en fosfatos de calcio y materiales silíceos mesoporosos que utilizan como soportes para la impregnación de complejos metálicos con actividades citotóxicas elevadas.

El tratamiento del cáncer mediante quimioterapia lleva asociado, normalmente, un alto número de efectos secundarios para el organismo, que en ocasiones puede ser incluso letal, debido a la globalidad de este tipo de tratamientos.

Además, en muchos casos y debido a que un alto número de tumores tienen tendencia a crecer de nuevo una vez extirpados, la quimioterapia se suele usar para el tratamiento preventivo de la reproducción de tumores tratados quirúrgicamente. Así pues, para determinados tumores como los óseos, la fabricación de prótesis o implantes con acción quimioterapéutica podría ser una excelente alternativa para el tratamiento preventivo de la recidiva de los mismos.

Por esta razón buena parte de la investigación de la comunidad científica se encuentra en la búsqueda de nuevas alternativas para el tratamiento quimioterapéutico in situ del cáncer utilizando materiales nanoestructurados o nanopartículas como vehículos que transportan fármacos con propiedades antineoplásicas, y que realizan estudios citotoxicológicos sobre células cancerosas.

Estas investigaciones se encuentran en una fase muy preliminar y aún necesitan ser probadas en animales de laboratorio, y son continuación de trabajos anteriores de los investigadores de la URJC Santiago Gómez-Ruiz y Sanjiv Prashar quienes todavía trabajan en la preparación y aplicación de compuestos metálicos en tratamientos contra el cáncer Además, y pese al carácter preliminar de los materiales preparados por el grupo de la URJC, éstos han conseguido ya una gran aceptación en la comunidad científica con la consecuente publicación de tres artículos en revistas de alto nivel dentro del ámbito de la química como Chemistry - European JournalJournal of Materials Chemistry y Dalton Transactions.

II CURSO RESISTENCIA BACTERIANA

PERÚ

Saludos
A nombre del servicio de infectologia los invitamos a participar del II curso de resistencia bacteriana y lectura interpretativa de antibiogramas, agradeceria por favor difundir el triptico
 
 
Atentamente
 
Eddie A. Angles Y. 
Medico Infectologo / Tropicalista 
Hospital Nacional Arzobispo Loayza (HNAL)
Grupo de Investigacion Peruano de Enfermedades Infecciosas y Tropicales (GIPEIT)
Cel. 511-996470205
 








From Wounds Stem Cell Applications in Diabetic Charcot Foot and Ankle Reconstructive Surgery

Diabetic foot