Sin embargo, los niveles del llamado "mercurio orgánico" o metil mercurio han aumentado en el Ártico, en animales como belugas u osos polares, durante el mismo lapso de tiempo.
Esta aparente contradicción puede ser debida a uno de los efectos del cambio climático. El mercurio es un elemento muy volátil, que se desplaza a grandes distancias por el aire desde los lugares templados, donde hay más actividad industrial, a los polos, gracias a las corrientes. Este metal líquido es absorbido al contactar con el agua de mar, y puede pasar a formar moléculas de metil mercurio.
El metil mercurio tiene una larga historia de efectos negativos sobre la flora y fauna, y sobre el hombre. Su acumulación fue la que provocó decenas de muertos y cientos de afectados en la bahía de Minamata, en Japón, entre 1932 y 1968. Los lugares en los que la población es más vulnerable son aquellos en los que el consumo de pescado es elevado.
MAYOR ABSORCIÓN
"Lo que está pasando en el Ártico es muy complejo. Se suele hablar de los cambios en el nivel del mar o los pasos abiertos a la navegación, pero los biólogos estamos pendientes de las repercusiones en la flora y fauna", dice el doctor Feiye Wang, de la Universidad de Manitoba (Canadá). "Cuando el agua es líquida, hay mayor absorción de este elemento", explica. "Por eso, al permanecer el agua cada vez menos tiempo congelada debido al cambio climático, la cantidad de mercurio absorbida por el sistema tiende a aumentar". De hecho, el mercurio que queda atrapado en el hielo es retenido y no pasa a circular por el ambiente marino hasta que se descongela.
Pero las capas de hielo plurianual (es decir, que se forma y permanece varios años sin descongelarse) son cada vez más escasas en el Ártico.
"Hay otro problema añadido", continúa Wang."La capa de permafrost, ese suelo que se mantiene congelado todo el año debido a las bajas temperaturas en zonas como Siberia o Canadá, cada vez es menor". El deshielo del permafrost también incentiva la absorción de mercurio por parte del agua en estado líquido. Y el agua que se descongela en tierra siempre va a parar al mar.
En invierno, la cantidad de mercurio en el aire es de unos 1,6 nanogramos por metro cúbico; en verano, cuando el deshielo transforma el estado del agua de sólido a líquido, esos niveles de mercurio bajan en el aire hasta 0,1 nanogramos por metro cúbico.
"Hemos dejado de emitir mercurio de forma descontrolada", dice el doctor Gary Stern del departamento de Pesca y Océanos de la misma Universidad de Manitoba, "pero animales como las belugas aumentan su tendencia a acumularlo en el cuerpo".
El doctor Stern realiza un escrupuloso seguimiento de estos cetáceos desde 1981 y, según él, podrían pasar cientos de años antes de que desapareciesen los efectos de este metal en el ambiente. Algunos científicos auguran, además, que habrá zonas del Ártico que estarán libres de hielo en 2013 o 2015.
Es la formación y disolución de este hielo la que parece favorecer la entrada de mercurio en el ecosistema marino, por lo que, aunque haya disminuido la fuente de emisión, mucho del mercurio que circula por la atmósfera podría acabar movilizándose hacia el océano.
Autor: Sergio Rossi |
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