jueves, 12 de enero de 2012

Los tristes recuerdos de la Biblioteca Nacional en la Maestranza de Artillería


Grandes momentos del fotorreportaje cubano
Los tristes recuerdos de la Biblioteca Nacional  en la Maestranza de Artillería
Jorge Oller Oller
Cuando se aproximaba el día de la proclamación de nuestra República y los asambleístas redactaban la Constitución y las leyes que darían vida a la nueva nación, un grupo de patriotas encabezados por el Dr. Gonzalo de Quesada y Miranda abogaban por la creación de la Biblioteca Nacional de Cuba, institución indispensable para conservar y estudiar las raíces y el continuo florecer de la obra biblio­gráfica e intelectual de nuestro pueblo.

El Gobernador Interventor norteamericano, Leonardo Wood, recogió la idea y emitió  la orden militar No. 234 del 18 de octubre de 1901 nombrando director de la Biblioteca Nacional de Cuba a Domingo Figarola Caneda quien, ese día, acompañado de Gonzalo de Quesada como representante del Gobernador, sin ningún ceremonial o anuncio


Edificio actual construido especialmente para la Biblioteca Nacional de Cuba José Martí situado en la Plaza de la Revolución. Es el tercer edificio que ha transitado la Biblioteca Nacional desde su fundación en 1901. En su torre de 16 plantas acomoda ampliamente su fondo bibliotecario ascendente a más de cuatro millones de libros. Tiene amplias salas de lectura, algunas especializadas como la de la música o la de los discapacitados, un teatro y posee modernos medios para la conservación de su valioso patrimonio. Cuenta con un personal especializado graduado en universidades y centros especializados y una gran experiencia y amor por su trabajo. (Foto: Jorge Oller)
periodístico, tomó posesión de su cargo y de un salón totalmente vacío de 7.5 x 30 metros del Castillo de la Fuerza  El nuevo Director no se amilanó ante la falta de libros y de mobiliario. En un gesto patriótico, filantrópico y noble, fundó la Biblioteca donando su valiosa biblioteca particular de 3151 volúmenes con la correspondiente estantería. Otros grandes de la cultura imitaron su entusiasmo y desprendimiento e hicieron importantes contribuciones que fueron enriqueciendo los fondos de la flamante Biblioteca.



Sedes anteriores de la Biblioteca Nacional. Arriba el Castillo de la Fuerza donde la biblioteca estuvo en dos periodos: Del 18 de octubre de 1901 al 17 de julio de 1902 y del 23 de abril de 1938 al 12 de junio de 1957. Maestranza de artillería, Del 17 de julio de 1902 al 23 de abril de 1938. (Fotos “Kiko” Figarola y Armando López Rivero, revista Carteles).
Proclamada la República de Cuba el 20 de Mayo de 1902, el recién creado Ejército Constitucional reclamó el Castillo de la Fuerza para instalar la Jefatura de la Guardia Rural. El 17 de julio de ese año, la Biblioteca Nacional fue trasladada con otras dependencias gubernamentales a la Maestranza de Artillería,  un obsoleto cuartel de la colonia construido por el General Tacón en 1843 para fabricar armas y municiones, el cual se alzaba  en un terreno triangular limitado por las calles Chacón y Cuba y la costa habanera.
El reducido espacio que le concedieron a la Biblioteca Nacional estaba situado en la planta alta del ala este de la Maestranza, desde la medianía de la calle Chacón hasta el mar y la dotaron con algunos muebles y estanterías. Los diez mil pesos anuales que fueron asignados por el gobierno interventor para los gastos de la biblioteca resultaban  insuficientes. Dos años más tarde increíblemente, el Gobierno de
Estrada Palma recortaba esas pobres asignaciones a más de la mitad. Comenzaba para la Biblioteca un largo calvario de abandono oficial, rebaja de sus exiguas asignaciones, traslados, saqueos y desalojos que eran denunciados enérgica y reiteradamente por los directores de la Biblioteca Nacional, historiadores, educadores y periodistas.
Emilio Roig de Leuchsenring,  historiador de la Ciudad de La Habana, fue el principal abanderado de esta cruzada en defensa de la Biblioteca y desde las páginas de la revista Carteles denunció, durante años, la indolencia de los gobiernos de turno testimoniándolo con fotografías que captaron los reporteros gráficos de dicha revista Enrique “Kiko” Figarola y Armando López Rivero
De los enérgicos artículos escritos por Roig de Leuchsenring copiamos estos párrafos que sintetizan aquellos vividos y patéticos años:
Si es verdad el adagio,  aplicable tanto a la personas como a las naciones, de “muéstrame tu biblioteca y te diré que cultura tienes”, muy pobre y lamentable es el concepto de que su cultura ha de merecer nuestro país, pues para nadie resulta un secreto que la más miserable, destartalada y abandonada de todas las instituciones publicas cubanas es la Biblioteca Nacional.
“Ha gozado Cuba de épocas de riqueza y prosperidad; se ha derrochado el dinero a millones en obras inexistentes, inútiles o dispendiosas… y jamás ha habido el más pequeño recuerdo, ni la mas mínima atención  para la Biblioteca Nacional.”

Lugares donde fueron a parar parte del patrimonio de la BNCJM Foto superior, Carcel de La Habana donde fueron a parar una parte de los libros de la Biblioteca Nacional cuando en 1929 fue despojada de la estantería para construir la biblioteca del Capitolio Nacional. Miles de libros se perdieron al producirse un incendio en aquel penal. Foto inferior El Capitolio durante su construcción en 1929. Fotos KIKO Figarola y Ministerio Obras Públicas)
Roig de Leuchsenring reveló que en la Maestranza “se han albergado a través de los años, numerosas oficinas públicas,  sin orden ni concierto alguno, mezclados departamentos de Instrucción Publica con otros de Hacienda u Obras Publicas, estaciones de Policía,  cocheras, garaje para los vehículos utilizados por el Ejecutivo, la Academia de Historia, el Censo… y por ultimo, cuantos ciudadanos particulares han tenido alguna influencia para transformar aquello en una pintoresco barrio de “llega y pon”. 

Estas fotos de “Kiko” Figarola y Armando López Rivero del lamentable abandono gubernamental que sufrió de la Biblioteca Nacional en la Maestranza de Artillería ilustraron las denuncias que escribió en la revista Carteles Emilio Roig de Leuchsenring. Arriba, a la izquierda, la pequeña sala de lectura. Debajo los libros que por falta de espacio eran entongados en el suelo. A la derecha, la entrada de la Maestranza con libros entongados en la entrada.
“En estas diversas oficinas albergadas en la Maestranza de Artillería se han llevado a cabo, en tiempos distintos, obras para adaptación, embellecimiento y mejoramiento de los locales ocupados: y los afortunados particulares, habitadores en precario, también han podido ejecutar obras  según sus necesidades  y hasta convertir sus viviendas en talleres para explotación de sus oficios o profesiones.  
 “Ahora bien, o mejor dicho, mal, en los míseros salones ocupados por la Biblioteca Nacional, nunca, en ningún tiempo, ni siquiera por casualidad o equivocación, se ha hecho obra alguna tendiente a adaptar, mejorar o ampliar esos locales; y han pasado meses y
hasta años, múltiples veces, sin que se dispusiera el arreglo de los pisos o se recogieran las goteras. Y no hablamos de pinturas o de muebles, porque nunca se ha adquirido ni una silla, ni una mesa: ni se ha dado pintura a paredes o techos.
Para colmo, en 1929, cuando faltaban algunos meses para que el dictador Gerardo Machado inaugurara el Capitolio Nacional, los contratistas se percataron de que aún faltaba la estantería de la biblioteca del Congreso. Como los presupuestos se habían agotado, el hábil secretario de Obras Públicas, Carlos Miguel de Céspedes, recordó que las maderas que sostenían los libros de la Biblioteca Nacional eran de cedro y caoba y sin ningún miramiento autorizó el saqueo de esos estantes y anaqueles. Hasta unas obras bellamente encuadernadas fueron llevadas para el fastuoso edificio. En la Maestranza, los libros quedaron tirados  en el suelo. Unos fueron colocados en cajas y almacenados en las mazmorras de la antigua Cárcel de La Habana sitiada en el Paseo del  Prado donde, algún tiempo después, un incendio destruyó una buena parte de la valiosa colección francesa. Los otros quedaron entongados en los salones de  la desmantelada biblioteca.   
Su director , Francisco de Paula Coronado - quien sustituyó a Domingo Canela al retirarse en 1920 - y sus dos empleados fueron recogiendo las obras que sobrevivieron de aquellos abusos y las fueron ordenando,  colocándolas en los pocos estantes que habían desechado los carpinteros del Capitolio o sobre tablas calzadas con ladrillos para resguárdalos de la humedad del suelo.  Después de la caída de Machado, pudieron rescatar los libros que habían escapado de las llamas en los sótanos de la Cárcel y con férrea voluntad y trabajo lograron rehabilitar dos salas y el pequeño salón de lectura.  
A pesar de los esfuerzos de estos

Los defensores de la Biblioteca Nacional de Cuba en la Maestranza. De izquierda a derecha: Domingo Figarola Caneda, fundador y primer director de la Biblioteca. Nacional de Cuba.Francisco de Paula Coronado, continuador de la obra de Domingo Figarola, Emilio Roig de Leuchsenring, Fundador de la Sociedad “Amigos de la Biblioteca Nacional “(fotos de estudio)
bibliotecarios y del constante batallar de la intelectualidad cubana, los gobiernos que siguieron a la dictadura de Machado tampoco se preocuparon de la Biblioteca. Emilio Roig de Leuchsenring prosiguió denunciando la indiferencia oficial y con un grupo de personalidades de la cultura cubana fundó, el 13 de diciembre de 1935, la sociedad “Amigos de la Biblioteca Nacional”.
Desde las páginas de Carteles, Emilio Roig continuaba informando la lamentable situación de la Biblioteca Nacional en la Maestranza. “…una casa vieja que deja pasar el agua en los días de lluvia. El local es reducidísimo. Solo existen dos salas en buen estado con estanterías en las paredes y centro donde están colocados los libros y catalogados. Pero en ellos no caben los 250,000 volúmenes que posee la biblioteca que llegan hasta el techo y se esparcen en el suelo. Todos estos libros no están, como es de suponer,  al alcance del público
“Los periódicos y revistas, como no hay créditos suficientes para encuadernarlos pues con ¡700.00 al año!, no alcanza ni para la décima parte hay que guardarlos en paquetes, sustraídas por completo esas colecciones del examen publico. 

El jefe del Ejercito Coronel Fulgencio Batista a la izquierda y el Jefe de la Policia Nacional Coronel Jose Eleuterio Pedraza quienes desterraron sin contemplaciones a la Biblioteca Nacional para el Castillo de la Fuerza (Foto de Amador Vales Revista Bohemia)
“La llamada sala de lectura, es un saloncito pequeño que da a la calle Chacón, molesto por el ruido del tranvía y de los vehículos que por allí transitan, feo e incómodo: hace tiempo se realizaron obras en el techo y las paredes pero no se terminaron y uno y otras se encuentran sin repellar ni pintar; en el fondo hay una estantería de madera que se empezó  a construir en la época de Zayas y se dejó a medio hacer; los pupitres y las sillas son viejos y no ofrecen comodidades de ninguna clase a los lectores. 
“Pero hay algo más grave. Las dos únicas salas que están en buen estado y de las que acabamos de hablar van a ser destruidas en breve  por necesidades de las obras del Malecón del Puerto que se están realizando. ¡Y todavía no se han tomado medidas 
pertinentes a la colocación y guarda de los libros allí existentes! Vendrá la orden de ¡Desalójese el local!, y entonces se desocuparán las salas, se amontonaran los libros  y nuestros funcionarios, ¡tan contentos!: la Republica progresa cada día más; la regeneración es un hecho. ¡Arriba con el Himno!”
Y efectivamente, el 13 de abril de 1938, rompiendo el silencio de la sala de lectura y ante el desconcierto e indignación del director Francisco de Paula Coronado, los dos bibliotecarios y los usuarios presentes irrumpió un descompuesto militar quien señalando a las estanterías de los libros, rebuznó: “¡O sacan estos papeles de aquí o mando a veinte de mis hombres a tirarlos al mar!”  Era el jefe de la policía batistiana coronel Jose Eleuterio Pedraza que tenía la manía de construir castillitos para las unidades represivas y decidió, aprovechando las obras de ampliación del malecón habanero, demoler la Maestranza para levantar  sobre ella  su madriguera. No hubo otra solución que embalar los libros a toda prisa, mientras los obreros derrumbaban los techos del edificio. Para aplacar los ánimos de los Amigos del la Biblioteca Nacional y la opinión publica, el entonces Jefe del Ejército Coronel Fulgencio Batista cedió el Castillo de la Fuerza, sede del Batallón de Artillería, el cual fue trasladado a una nueva edificación. El 23 de abril de 1938, la Biblioteca Nacional regresaba a su cuna, tras treinta y seis años de agonía en la Maestranza de Artillería.
Anotaciones para otro relato:
·       La Biblioteca Nacional de Cuba funcionó durante 19 años en el Castillo de la Fuerza
·       Por Decreto Presidencial se nombró en 1938 a José Antonio Ramos como Asesor Técnico de la Biblioteca Nacional, con facultades para reorganizar su patrimonio de acuerdo a las normas internacionales.
·       En 1941, Emeterio S. Santovenia, Presidente de la Academia de Historia de Cuba e integrante de la Sociedad “Amigos de la Biblioteca Nacional”, presentó y obtuvo la aprobación del Congreso de la Ley No. 20, la cual concedió la autonomía de la Biblioteca Nacional bajo la dirección de una Junta de Patronos presidida por el propio Santovenia y actuando de secretario Emilio Roig. Dicha Ley también fijó un impuesto de medio centavo a cada saco de azúcar de 325 libras que se produjese en la zafra de ese año y cuyo monto fue destinado para que dicha Junta de Patronos se encargara de la compra de un terreno y la construcción y equipamiento de un edificio para la Biblioteca Nacional.
·       En 1949, la Junta de Patronos aprobó construir la Biblioteca Nacional en un área de la futura Plaza Cívica y a propuesta de Don Fernando Ortiz, al futuro edificio se le daría el nombre de José Martí.
·       El 28 de enero de 1952, aniversario 99 del natalicio del Apóstol,  fue colocada la primera piedra que dio inicio a la construcción del edificio de la Biblioteca Nacional en una superficie de 22 300 metros cuadrados a un costo de dos millones 800 mil pesos. La edificación estuvo a cargo del entonces Ministerio de Obras Públicas.
·       El 12 de junio de 1957  se entregó el edificio a la Junta de Patronos, iniciándose el traslado de los libros y documentos que estaban en el Castillo de la Fuerza.
·       El 21 de febrero de 1958, Emeterio S. Santovenia, en su condición de presidente de la Junta de Patro­nos, inauguró oficialmente la Biblioteca Nacional José Martí en la Plaza Cívica ..
·       El 26 de Julio de 1959, la Biblioteca Nacional tuvo el excepcional privilegio de que su terraza principal fuera la tribuna del primer discurso del Comandante en Jefe Fidel Castro en la primera conmemoración que se  tributó al asalto del Cuartel Moncada, ante una multitudinaria concentración reunida también por primera vez en la Plaza de la Revolución.
·       Por primera vez en su historia, la Biblioteca Nacional recibió la total atención del nuevo gobierno revolucionario superando con creces los más caros sueños del padre de la BNCJM, Gonzalo de Quesada Miranda, y de su fundador, Domingo Figarola Caneda. Hoy, la más joven de las Bibliotecas Nacionales de América, se codea con las mejores del mundo en su empeño por preservar el patrimonio bibliográfico patrio y en  perfeccionar cada día más los valiosos servicios que ofrece a los profesionales y estudiosos de todas las ramas del saber, ampliándolo inclusive a los  discapacitados al destinarles una sala especializada. La Biblioteca Nacional rige, además, las cuatrocientas y tantas bibliotecas que conforman el Sistema Nacional de Bibliotecas Públicas.
·       Este año, en homenaje al 110 aniversario de su fundación, la Biblioteca Nacional de Cuba Jose Martí se encuentra en la fase final de una necesaria restauración del edificio. Mientras tanto la dirección, los especialistas y empleados se han dedicado a la revisión y cuidado de sus tesoros bibliográficos y la reorganización y modernización de sus servicios atendiendo a los continuos avances que se desarrollan en el mundo tanto, en el sector bibliotecario como informático. Todo ello a pesar del bloqueo y las restricciones técnicas, materiales y económicas que esta infame realidad impone.
Fuentes:
·       El curioso Parlanchín (seudónimo de Emilio Roig de Leuchsenring):  “El desastroso estado de la Biblioteca Nacional”. Revista Carteles,  enero 16 de 1927, pp. 14 y 15
·        Emilio Roig de Leuchsenring: “Las dificultades y necesidades de nuestra Biblioteca Nacional” Revista Carteles, enero 23 de 1927 pp. 12-13 y 24..
·       Emilio Roig de Leuchsenring: “Los Amigos de la Biblioteca Nacional”, Revista Carteles, febrero 16 de 1936, pp. 26 y 50.
·       Emilio Roig de Leuchsenring:  “Vida pasión y muerte de la Biblioteca Nacional” Revista Carteles. Abril 17 de 1938, pp. 38 y 39.
·       Emilio Roig de Leuchsenring:  “Realidades y perspectivas de nuestra Biblioteca Nacional” Revista Carteles, Septiembre 9 de 1945, p 38.
·       Loló de la Torriente:  “Medio siglo de abandono sufre la Biblioteca Nacional” Revista Bohemia julio 17 de 1949 pp. 56-57 y 89.
·       Jorge Oller “Tristes memorias de una biblioteca”. Diario Granma,  sábado 6 de junio de 1987, p. 5.
Agradecimiento:
·        A la Licenciada Mabiel Hidalgo de la BNCJM  por su valiosa ayuda
Fotos:
·        Biblioteca Nacional de Cuba y archivo del autor

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Lic. Rosa Cristina Báez Valdés "La Polilla Cubana"
Moderadora Lista Cuba coraje, Coord. Red Social Hermes para Cuba y A. Latina y miembro fundador de la Red de Trincheras Amigas

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