domingo, 13 de febrero de 2011

Universitarios con apuros para leer y escribir (bien)


EL NIVEL DE LA ENSEÑANZAUniversitarios con apuros para leer y escribir (bien)

El profesorado gallego se queja de los graves déficits con que acceden sus alumnos a la enseñanza superior
JORGE CASANOVA
 
REDACCIÓN / LA VOZ
 
12/2/2011
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«¿Raíces cuadradas?, eso no lo sabe hacer nadie. Mis alumnos tienen dificultades para multiplicar 23,11 por 7,25». La respuesta no la pronuncia un profesor de la ESO, sino un catedrático universitario con una dilatada experiencia en las aulas de la facultad de Empresariales de la Universidade de Santiago. José Carlos de Miguel expresa con toda crudeza su firme convencimiento de que la preparación de los alumnos que acceden a las universidades gallegas ha sufrido un severo retroceso.
La incapacidad de muchos alumnos para gestionar en un papel de forma rápida una multiplicación con decimales está muy relacionada, admite el profesor, con el uso generalizado de la calculadora. Pero se trata solo un aspecto de lo que es un lamento generalizado entre los profesores universitarios más veteranos: «Desde luego, no traen el nivel que se percibía hace veinte o treinta años -opina Andrés Faíña, otro catedrático de Economía, de la Universidade da Coruña-, porque también se rebajó el nivel de exigencia. El sistema educativo no ha sabido priorizar lo importante y ahora nos encontramos con que los alumnos tienen dificultades para expresarse, para entender e incluso para razonar».
En general, las quejas se refieren a la capacidad de comprensión y expresión de los alumnos, oralmente y por escrito. La mayoría han adquirido muchas habilidades con las nuevas tecnologías, pero sus profesores echan de menos madurez, esfuerzo y competencias lingüísticas: «Prefieren cualquier cosa que un ejercicio en el que tengan que escribir o expresarse con sus propias frases», resume una veterana profesora del campus de Lugo.
Falla el filtro
«Yo no diría que vienen peor formados, pero sí aprecio diferencias muy importantes. Alumnos preparados y capaces junto a compañeros que están a mucha distancia. Así que imagino que el filtro no debe de ser muy bueno», reflexiona Javier Rodríguez Guitián, catedrático de Biología en la USC: «Lo que sí percibo es que no entienden muy bien lo que se les explica y luego cuentan lo que leen, como el que recita, pero sin comprender». «Hay que buscar palabras de ámbito coloquial para usar en clase para que te entiendan», añade el catedrático De Miguel.
El nivel de sus alumnos es una de las conversaciones favoritas del profesorado universitario y la posición no es unánime: «Es posible que ahora lean menos libros -apunta Xosé Manuel Cid, vicedecano de Ciencias de la Educación en el campus de Ourense-, pero tienen otras habilidades, una alta cultura en el manejo de Internet en que muchas veces son ellos quienes enseñan al profesor».
José Manuel Casabella, director de la Escuela de Arquitectura de A Coruña, comparte esa visión positiva sobre el nuevo alumnado: «Yo creo que el nivel ha mejorado. Es posible que se expresen peor, pero yo percibo un mayor interés por saber, afán por aprender». Lourenzo Fernández Prieto, profesor de la Facultade de Historia de la USC, es de los que admiten el bajón pero intervienen en la misma esencia del debate: «É un clásico falar do baixo nivel. Pero o que hai que pensar é que as sociedades avanzadas mídense polo seu número de universitarios. E niso avanzouse moito».
Hacer o estudiar
En el análisis de las causas, muchos apuntan al propio enfoque del sistema, empeñado en un método memorístico: «Se olvida el 90% de lo que se memoriza, pero se recuerda el 60% de lo que se hace», expone Andrés Faíña: «Enseñamos a repetir, pero no a saber hacer». La reforma universitaria se valora en muchos departamentos como una oportunidad para corregir esos desenfoques: menos alumnos, una tutela más cercana por parte del profesor, mayor aprendizaje a través de la práctica... El problema reside en los medios, que nadie considera suficientes.
Mientras, en las cafeterías universitarias, los profesores mantienen el lamento. La ortografía, por ejemplo, es ya una batalla perdida que ilustra con una anécdota el profesor De Miguel: «Por la asignatura que doy, escribo varias veces a la semana la palabra convexo en la pizarra. Pues al menos un 5% de los alumnos escriben combexo».

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