miércoles, 19 de enero de 2011

Paradigmas en la red

Paradigmas en la red
En este nuestro mundo cada vez más globalizado gracias a la rampante libertad para intercomunicarnos, fenómenos como Wikileaks o Anonymous eran esperables. Su éxito radica en su capacidad para quebrar moldes irrompibles por métodos convencionales, algo que no debería de ser sorprendente. Sí lo es, en cambio, que nadie supiera preverlo.
AUTOR | Xavier Pujol Gebellí


A mediados de los años noventa, cuando Internet empezaba a ser una realidad, los grandes pensadores de la red se atrevieron a predecir el futuro. 15 años después, muchos de los fenómenos que se previeron se han cumplido escrupulosamente, sobre todo aquellos que topaban con un límite tecnológico, no conceptual. La idea de comunidad virtual estaba más que descrita; y la de red social, aunque tal vez no con el alcance actual, ya estaba definida. No lo estaban, porque no podían estarlo, lo que con el tiempo acabarán siendo curiosidades como twitter u otros modismos como lo han sido recientemente los robots agregadores como método para compilar informaciones bajo cabeceras que viven de otras cabeceras. Incluso Wikileaks como objeto informativo, y dejando a un lado su inevitable impacto, era esperable. Y lo era también la aparición de grupos o grupúsculos que actuaran como activistas. Si los hay en la vida formal, cómo no esperarlos en la vida virtual.

Hay quien sostiene que en la red ocurren más o menos las mismas cosas que fuera de la red. Lo que sucede es que, gracias a la capacidad de conexión que proporciona Internet y a la disponibilidad tecnológica, acciones que serían impracticables en la vida formal acaban siendo factibles en la virtual, de modo que la red de redes y las tecnologías de la información actúan como habilitadores de fenómenos que alcanzarán mayor o menor magnitud en función del objeto y de la misión.

Justamente eso es lo que está ocurriendo ahora mismo con el fenómeno Anonymous, algo previsible pero que, como ha sucedido con Wikileaks, ha cogido a todo el mundo con el pie cambiado. O eso parece.

La cuestión es que este grupo (des)organizado que opera en función de intereses y convicciones individuales, con matices de antisistema, estructura anarco y planteamientos un tanto naïve desde un punto de vista propio del siglo XX, ha encontrado en Internet la manera de interconectar y plantear acciones tan simples conceptualmente como atrevidas y efectivas. Es lo que debe esperarse en pleno siglo XXI.

Entre otras acciones, a Anonymous se le atribuye haber colapsado las webs oficiales de compañías tan acreditadas como MasterCard o Visa, haber atacado los sitios del ministerio español de Cultura a raíz de la llamada Ley Sinde o últimamente las del gobierno tunecino. En todas ellas no han sido precisas acciones al estilo 'hacker', sino simplemente acordar mandar peticiones de una forma masiva a sus servidores con el objetivo de colapsar las respuestas. ¿Activismo o gamberrada?

Probablemente se trate de las dos cosas a la vez, es decir, se organiza una acción de protesta mediante una gamberrada. ¿Cómo es posible que nadie hubiera pensado en ello? ¿Por qué nadie pensó en la posibilidad de un ciberataque, por simple que fuera, cuando se han visto muestras del potencial dañino de acciones de este tipo con anterioridad o incluso se han provocado con intereses nada claros?

En los prolegómenos de la invasión a Irak, el ejército estadounidense silenció literalmente los servicios de comunicación del gobierno de Sadam Hussein empleando técnicas mucho más sofisticadas; en China y otros países de dudosa calidad democrática es conocido el veto a la libre circulación de información por la red; también son conocidas las actividades de vigilancia a que son sometidos muchos ciudadanos como acción preventiva en la lucha contra el terrorismo internacional. En todos estos casos, y en otros muchos, el uso de las tecnologías de la información y de la comunicación ha sido empleado con el objetivo de controlar o colapsar individuos y organizaciones, cuando no un país entero. ¿Acaso no era previsible el fenómeno inverso?

Con toda probabilidad, las organizaciones o gobiernos afectados por los ciberataques esperaban que las acciones provinieran o bien de un único individuo o bien de organizaciones perfectamente estructuradas y con algún tipo de reivindicación bajo el brazo. Lo que seguramente nadie esperaba eran acciones surgidas de una autoorganización aparentemente caótica en la que el nexo de unión entre las personas ha sido la coincidencia de intereses. Dicho de otro modo, pocos se habrían atrevido a decir que se montara casi de la nada un remedo de red social unida por un sentimiento de indignación ante determinados hechos y por la voluntad de actuar con una herramienta tan simple como un clic de ratón.

Y he aquí el nuevo paradigma. Cuando en los noventa se hablaba de comunidades virtuales unidas por un interés común. Pocos pensaron que se organizaría de abajo a arriba y sin necesidad de grandes intermediarios o de grandes corporaciones. Y muy pocos, también, pensaron en que estas comunidades definirían no sólo un nuevo paradigma de comunicación y conocimiento, sino que generarían las grandes empresas, y nuevas formas de negocio, del siglo siguiente, algunas de las cuales hoy son una realidad. Como lo será, como ya lo está siendo, el modelo de comunicación.

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