domingo, 26 de diciembre de 2010

¿Los científicos son fríos, calculadores y carecen de sensibilidad artística?


¿Los científicos son fríos, calculadores y carecen de sensibilidad artística? (I)

Cuando uno se pone la bata de científico, además de arrostrar la imagen popular de Mad Doctor, también debe lidiar con un buen puñado de prejuicios: que eres frío y calculador, que no eres sensible, que eres un ignorante cultural y cosas de similar ralea.
¿Se ajusta a la realidad el arquetipo popular?
En primer lugar, cabe puntualizar que la gente suele confundir sensibilidad artística o sentimientos en general con ramplonería sensiblera de la más ínfima estofa: cantar como David Bisbal, leer novelas romántica de ésas que tienen portadas con hombres de músculos aceitosos y recitar poesías con la misma rima que la canción del verano.
Empecemos por LA LITERATURA.
Prueba de que los científicos también tienen su corazoncito, que contribuyen humanística y culturalmente, que rozan el síndrome de Asperger, es, por ejemplo, Isaac Asimov, Fred Hoyle y Arthur C. Clarke, científicos profesionales que también son escritores profesionales de ciencia ficción. Asimov es químico y Hoyle es físico, mientras que Clarke fue en gran medida responsable del concepto original de los satélites de comunicación.

El novelista C. P. Snow también era un químico que impartió su docencia en la Universidad de Cambridge antes de la Segunda Guerra Mundial. El Premio Nobel ruso de literatura Alexander Solzhenitsyn era también científico profesional: tras obtener su licenciatura en matemáticas en la Universidad de Rostov, explicó física y química durante años antes de pasarse a la literatura. Primo Levi, el novelista italiano, también era químico.
El astrofísico Alan Lightman también publicó una novela que cosechó buenas críticas: Los sueños de Einstein.John Treherne daba clases de zoología en la Universidad de Cambridge, pero a la vez escribió dos biografías (una sobre los gángsteres Bonny y Clyde), además de dos novelas.
Mary Stopes, la pionera de las clínicas para el control de la natalidad de comienzos de siglo, era a la vez una científica y una poetisa y novelista que publicaba con regularidad. Cabe recordar también al joven biólogo evolutivo alemán Volver Sommer, que hasta este momento ha publicado tres novelas, un libro de poesía, dos libros sobre el simbolismo cultural de la rosa y otro sobre festivales, así como docenas de artículos y libros científicos.

¿Los científicos son fríos, calculadores y carecen de sensibilidad artística? (II)

LA MÚSICA.
Hay muchos más ejemplos de científicos literatos. Y también ocurre en lo mismo en el campo de la música: el compositor más innovador desde un punto de vista técnico de la segunda mitad del siglo XIX,Alexander Borodin, era también el director del Departamento de Química de la Academia de Medicina de San Petersburgo; además fue el primero en introducir los cursos de medicina para mujeres, en el año 1872.
También realizó contribuciones a la ciencia, como el descubrimiento de la reacción de condensación del aldol (los aldoles son polímeros derivados del alcohol), e ideó una prueba analítica para la urea, que fue usada hasta bien entrado el siglo XX.

En la lista de científicos que fueron músicos debemos incluir al ingeniero militar ruso del siglo XIXCésar Cui (compositor del muchas canciones, piezas orquestales y óperas) y al moderno compositor minimalista estoniano Arvo Pärt, cuya profesión es ingeniero de telecomunicaciones.
Ludwig Ritter von Köchel es todo un icono de la música clásica, pero este alemán nacido en 1800 fue también una autoridad mundial en botánica y geología europeas, realizó una colección geológica considerable durante sus viajes y dejó distintas plantas con su nombre.
Es el mismo Köchel que nos proporcionó el primer catálogo oficial con los trabajos de Mozart, una tarea que tardó casi una década en completar y que, casi con certeza, habría sido imposible sin su experiencia anterior catalogando plantas y minerales.
El mundo de la pintura os lo explicaré en la próxima entrega de este artículo.


¿Los científicos son fríos, calculadores y carecen de sensibilidad artística? (y III)

LA PINTURA.
Muchos científicos también han tenido gran sensibilidad pictórica. Por ejemplo, el físico Richard Feynman (que también obtuvo el Premio Nobel), fue un consumado artista que vendió y expuso sus pinturas en California en los años 1960.
El biólogo Jonathan Kingdon se ganó la vida vendiendo sus pinturas y bocetos de animales, incluida una enorme monografía en cinco volúmenes de la anatomía y la biología de los mamíferos africanos.
E. B. (“Henry”) Ford, que fue catedrático de Genética en Oxford en los años sesenta (y que sin ayuda de nadie estableció la subdisciplina de la ecología genética), fue también un entusiasta aficionado a la arqueología en la que alcanzó cierta notoriedad. Excavó el fogous (casas de tierra prehistóricas) de Cornualles y publicó una erudita monografía sobre también Noam Chomsky, el padre fundador de la lingüística moderna y una de las mayores fuerzas intelectuales en las ciencias cognitivas en general; puede exhibir sus credenciales como historiador, dado que escribió lo que se suele considerar uno de los análisis más eruditos de la Guerra Civil española.

Evidentemente, esta lista es muy incompleta: sólo menciona a los que han alcanzado cierta excelencia. Peroignora a todos los científicos aficionados sin más a la pintura, la poesía, la música, la literatura, la arquitectura y otras manifestaciones culturales propias de las letras puras.
Cuenta para rematar esta anécdota el biólogo Robin Dunbar:
No hace mucho participé en un pequeño congreso sobre biología que tuvo lugar en Madrid. Por casualidad, supe que más de la mitad de los asistentes dedicaron algo de su tiempo a visitar el famoso Museo del Prado y el Museo de Arte Moderno Reina Sofía, o asistieron a conciertos durante los cuatro días que duró la reunión. Me gustaría saber cuántos asistentes a un congreso comparable en humanidades se habrían tomado la molestia de visitar el Museo de la Ciencia de Madrid o su zoo.
La pregunta que resulta inevitable entonces es: ¿es el profesional medio en humanidades tan culto científicamente como lo es culturalmente el científico medio?
Hay excepciones, como la escritora de libros para niños Beatrix Potter, que era aficionada a la botánica e incluso llegó a escribir un artículo sobre germinación de las esporas de los Agarinacae (una familia de los hongos). El compositor Edward Elgar estaba interesado en la química, y el músico Robert Simpson es un aficionado entusiasta de la astronomía.
Pero son casos más excepcionales. Son demasiadas las personas informadas en asuntos de letras que son legos en materia científica.
Pero si no haber oído nunca una cantata de Bach, o visto las pinturas que hacen en las rocas los aborígenes australianos, es una asombrosa laguna cultural en la vida de uno, también lo es no estar interesado en saber cómo se forman las estrellas o en cómo los genes producen cuerpos, que es el mayor de todos los milagros de los que la vida misma tan precariamente depende.


 Vía | El miedo a la ciencia de Robin Dunbar



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