sábado, 9 de octubre de 2010

La cultura científica que nos merecemos…

Soy director de una Unidad de Cultura Científica; investigador y profesor universitario. Me apasionan, divierten y ayudan a formarme, a partes iguales, como persona y divulgador, todos y cada uno de los proyectos tendentes a construir esos puentes necesarios entre los productores de ciencia y la sociedad. ¿Son conscientes nuestras Administraciones de esta vital necesidad social?
A juzgar por la experiencia que, a título personal –cada uno que se responsabilice de sus actos y que informe según vea los toros- estoy teniendo (sufriendo), tengo mis dudas de si aquello que irónicamente manifestara Unamuno, “que investiguen ellos”, y que yo extendería con “que divulguen ellos”, no se lo están tomando demasiado al pie de la letra… en la FECYT.

Si nos parecía que habíamos tocado fondo con la sorpresiva cancelación de la internacional Feria de la Ciencia –Madrid es Ciencia 2009-, con una incomprensible justificación presupuestaria, la forma de proceder de la FECYT tras, como he indicado anteriormente, el esperanzador año de la Ciencia, 2007, deja serias dudas de la sensibilidad de esta institución oficial con la divulgación científica.

Mientras que la Comunidad de Madrid ha apostado por establecer convenios directos, justificados y con el correspondiente seguimiento de gastos y actividades con cada una de las universidades madrileñas, sin exigirnos batirnos a muerte entre nosotros por un trozo de pastel presupuestario, desde la FECYT, las convocatorias de ayudas al fomento de la cultura científica son claramente insuficientes (en torno a los 4 millones, según afirman, para una necesidad próxima a los 40) para todas las interesantes propuestas de universidades o centros públicos y privados, entre otros muchos solicitantes. Claramente, la bolsa que se nos pone sobre la mesa es insuficiente, nos obliga a los centros a “luchar” entre nosotros, en vez de ser evaluados directamente por nuestras propuestas, su pertinencia e innovación, de forma individual.

Además, claramente, la evaluación de dichas propuestas de actividades se me antojan arbitrarias, poco objetivas y sujetas a leyes no descritas en la convocatoria y que, después, permanecen ocultas a los ojos del Investigador Principal que propone la actividad y que ve que sus recursos y alegaciones a una más que probable denegación inicial no es, en absoluto, contestada, aclarada y justificada…

Actividades que un año serán rechazadas, sin criterio, al año siguiente (y hablo, lógicamente, con conocimiento de causa: varios años de causas…), proponiendo el mismo proyecto, será elogiado por lo que, precisamente, fue rechazado la convocatoria anterior pero, ahora, surgirá otro motivo, inexistente un año antes, por el cual será rechazado. Así de sencillo, así de injusto, así de impotencia para los equipos que trabajan para proponer propuestas que abunden en la calidad de la información científica y técnica de los ciudadanos. De hecho, el hecho de que las bases de la convocatoria, y con esto terminaría, dejen claras las normas del concurso, la realidad posterior será que, probablemente, dichas normas no sirvan de referencia a la hora de que un proyecto sea rechazado o aceptado. ¿Criterios? El puramente subjetivo y dependiente completamente del ánimo del momento…

Si queremos dar imagen de un país serio, potenciar la investigación y su proyección social, no solo debemos ser honrados. Como la mujer del César, debemos parecerlo… No pierdo la esperanza. ¿Quién dijo aquello de… I had a dream…?

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